CDU 3 - La elección de Cassio...

By litmuss

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Cuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos m... More

La elección de Cassiodora ©
Eternos
Parte I
1. Capítulo 1: Everard (1ª Parte)
1. Capítulo 1: Everard (2ª Parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (1ª parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (2ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (1ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (2ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (1ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (2ª parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (1ª Parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (2ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (1ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (2ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (1ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (2ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (1ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (1ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (3ª Parte)
Parte II
Fragmento especial de Lía
2. Capítulo 10: Corte de las flores (1ª Parte)
2. Capítulo 10: Corte de las flores (2ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (2ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (1ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (2ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (1ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (2ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (1ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (2ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (1ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (2ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (1ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (2ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (1ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (3ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (1ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (2ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (1ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (2ª Parte)
Epílogo
Extras #CDU

2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (1ª Parte)

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By litmuss

No hay palabra que explicara cómo me sentí al tener frente a mí a la causante de todas las desgracias que me rodearon los últimos días. De pie, pidiéndome hablar e irradiando todo aquella confianza que me habían arrebatado a mí recientemente, odié con cada fibra de mí a la pequeña chica que me miraba expectante. Me odié porque yo era la causante de su visita y por no callar cuando estuve frente a ella y toda su corte. Prácticamente había suplicado por una explicación, por creerle.

Tan patética, pensé y sonreí sin un ápice de alegría.

No, no solo sonreí, lloré por lo idiota que fui y por lo mucho que me dolía verla y saber que todo había sido fingido. Lloré hasta deslizarme en el suelo, sosteniendo con mis dedos la toalla que me protegía. Era la segunda vez que lloraba ese día y me odié una vez más por ser tan débil. Ni en prisión me había roto como allí.

—Vete, por favor —pedí, postrada en el suelo, no deseando que viera más de la miserable imagen que era en ese momento. No escuché pasos alejarse, así que grite—. ¡Lo lograste, acabaste con todo! Estarás contenta ahora, ve y usa tu bonito vestido y miente a todos como me mentiste a mí, eres buena en ello, Cassiodora.

Creí que obtendría una réplica, que tal vez escucharía sus exigencias, que hablaría a pesar de mi solicitud, pero no fue así. Escuché sus pasos dejando mi habitación y luego la gran puerta al ser abierta y cerrada tras de ella.

Estaba sola, estaba completamente sola en la inmensidad de aquella hermosa estancia y, para mi absoluto horror, eso me asustó más que la presencia de mi vieja amiga. Me abracé a mí misma, tratando de controlar los temblores que cubrían cada parte de mi cuerpo y me aovillé, cubriendo las aterradoras imágenes que acudían a mí y me hacían sentir de vuelta en las mazmorras, escuchando los quejidos de un moribundo ogro y las horrendas voces y suplicas aterrorizadas de los otros prisioneros.

No sé cuánto tiempo estuve allí tirada, pero no estaba lo suficientemente dormida para ser indiferente a los brazos que me levantaron en volandas y me llevaron a la cama, separando las mullidas almohadas y levantando las sabanas para acostarme bajo las mismas. Estaba desnuda, había perdido la toalla que me cubría, mientras lloraba, sin embargo, estaba lejos de avergonzarme. Había aprendido que había cosas peores que ser vista sin ropa por un amigo.

—Gracias —balbuceé, sin abrir los ojos.

—Recuerda avisarme la próxima vez que haya una fiesta —susurró, dejando un suave beso en mi sien y sonreí, porque no podía menos que hacerlo sabiendo que era muy entrada la noche y que él sacrificaba su sueño para salvarme. Para hacerlo una vez más.

—Te debo mucho —dije.

—Si me invitas a quedar podría olvidar tu deuda.

—Si buscas otra cobija, eres bienvenido —murmuré una vez más y me giré, dándole la espalda y dejando el espacio suficiente para que descansara en caso de que quisiera hacerlo—. Buenas noches, Castiel... y no abuses de mí.

—Buenas noches, princesa, y despreocúpate, no eres mi tipo —escuché, a la vez que permitía que el sueño me acogiera.

~~~


Los movimientos junto a mí me despertaron. Llevé mis manos a mi rostro, frotando mis ojos y bostecé, estirándome bajo las cobijas. El de la noche anterior, por demás, había sido el mejor sueño que había tenido últimamente.

Abrí los ojos y parpadeé un par de veces, acostumbrándome a la luz que entraba por los cristales. Las gigantes cortinas que antes las cubrían habían sido corridas y las muchas velas sobre la lámpara de araña ahora estaban apagadas. Me giré, al sentir nuevamente los movimientos a mis costados, y me encontré con la radiante sonrisa de mi compañero de habitación.

—Esto es un poco raro —reconocí.

—Normal no es una palabra que usaría jamás para definirte, Ilora —dijo él y pude ver un atisbo de lastima en sus ojos.

—Sobre anoche... —empecé.

—No hay nada que decir, créeme que lo más raro fue recibir la visita del hada y, aunque quise matarla, mi prioridad era venir a ayudarte. Dijo algo sobre ayudar a Eliden y que si estás interesada la visites esta noche en su habitación, que hará que un guardia de su confianza venga por ti. Si me permites opinar, yo digo que...

Estaba procesando cada parte lo que decía, pero algo hizo corto circuito en mi cabeza cuando comprendí de quién hablábamos. Cubrí su boca con mis manos para callarlo.

—Espera, ¿Cassie fue contigo para que vinieras anoche?

Bien, eso no era algo que esperaba. Y sí, ahora que lo pienso, fue raro que Castiel solo llegara y me descubriera en el suelo de mi habitación, pero supuse que no era más que la muestra de su extraña naturaleza acosadora.

—Sí, ella fue...

—¡Ilora! —La voz de Haliee, entrando a mi habitación al empujar la gran puerta de roble, me sobresaltó, por lo que sostuve mi cobija con fuerza y me acomodé hasta quedar sentada.

—¡Merde! ¡Ya uno no puede ni hablar sin que lo callen! ¡Qué falta de respeto! —Se quejó el elfo y, al igual que yo, observó a la hechicera que se colocó a nuestros pies, frente a la cama.

—Esto es un poco raro —dijo la castaña, con los ojos abiertos, viendo que compartía la cama con nuestro amigo.

Y ahora que de verdad lo pensaba bien, y no con una nube de dolor, terror y sueño, mi decisión de permitirle quedarse no había sido tan acertada. Pero no es como si pudiera hacer algo al respecto en ese momento, y tampoco es que hubiera sucedido algo entre nosotros —si verme desnuda no era malo, claro—, así que solo me encogí de hombros.

—Eso mismo dijo ella hace un rato —Castiel me señaló con un dedo y, con la elegancia que solo él poseía, se levantó de la cama, llevando su cobija consigo. Él estaba vestido, lo que por supuesto esperaba le aclarara a Haliee que no había pasado nada entre nosotros—. Aunque no es tan raro como pensarías, si consideras que tuve que recogerla del suelo, arrastrándose en su miseria. Una imagen deprimente, si me preguntas.

—¡Castiel! —le regañó Haliee, que ahora lucía preocupada y me miró como esperando que me derrumbara allí mismo.

Me encogí de hombros de nuevo y volví mi vista al elfo que parecía ni haberse dado cuenta que sus palabras habían sido groseras, si no es que crueles.

—Es un insensible, pero lo queremos así, ¿cierto? —pregunté y obtuve un asentimiento forzado de la chica. Castiel sonrió como si hubiera recibido un piropo—. Bueno, ¿qué pasa? ¿Por qué entraste así?

—Ah, cierto —asintió esta vez más animada—. ¡Es que vi a Brennan! ¡Está bien, Ilora, está vivo!

No le dije que ya lo sospechaba, porque saberlo vivo jamás era comparable a verlo en persona, así que sonreí y la insté a continuar. Le pregunté dónde lo había visto y pronto la tuve contándome como de temprano había despertado y recorrido los alrededores del castillo, donde lo había visto de pasada, para luego ir de visita hasta donde los dragones y elfos que aún permanecían en la corte. Fue gratificante escucharla tan llena de vida como acostumbraba ser y me deleité tan solo asintiendo cuando exponía lo feliz que la hacía saber que teníamos apoyo y que confiaba en que podría pasar cualquiera que fuera la prueba que me pusieran.

Sin embargo, y como no todo era felicidad, cuando se embarcó en resaltar las últimas cosas buenas, terminó por acudir a Eliden y lo mucho que nos había ayudado y que no podríamos permitir que lo mataran.

—Pero no podemos salvarle y que tú hagas y pases la prueba al mismo tiempo, ¿no es así?

Sentí un creciente nudo en mi garganta. No había forma de que hablara sin que el cumulo de emociones que esa situación me generaba se derramara y terminara llevándome al mismo espiral en que me dejé hundir la noche anterior.

—No, no la hay —dije, sin embargo.

Miré a las cobijas que me cubrían y esperé que la cruel realidad se asentara en mí. Porque no creía que fuera imposible sacarlo, eso de alguna manera debía poderse. El problema era que su sentencia se aplicaría en dos días y mi prueba apenas si sería notificada hoy, lo que implicaba que tal vez tendría que permanecer en este lugar algún tiempo, al igual que en los anteriores reinos.

—Que me condenen por lo que diré, pero creo que deberías escuchar a Cassie —dijo Castiel con un suspiro y, aunque me costara admitirlo, sopesé sus palabras como razonables.

Pero Haliee, contrario a mí, no lo tomó tan bien. —¡Nadie va a escuchar a esa traidora! —gritó, olvidando cualquiera que fuera su alegre semblante anterior y trayendo de vuelta a la vengativa hechicera que estuvo a punto de matar a una reina con sus propias manos.

—Escuchar a esa traidora es la única opción que tenemos para salir este desastre y, te guste o no, esta no es una decisión que te incumba Ni a mí, por supuesto... —replicó Castiel, mirándole como si no creyera la posición que tomaba—. Y sí no vas a hacer nada mejor que quejarte, pues entonces nos vamos a gritar a otra parte y a prepararte mentalmente para que la veas más seguido, porque permíteme recordarte que estamos en su casa. Les llaman prioridades y tendrás que establecerlas, ¿fui claro?

Mi mandíbula estaba literalmente en el piso... o en la cama, como sea. El elfo no solo había enfrentado a Haliee, si no que la había arrastrado —hecha una furia— hasta la salida de mi habitación. Donde me había sonreído una última vez, avisando que más temprano habían traído mi ropa y que la encontraría en el baño y a ellos probablemente los vería en unas horas cuando encontraran un poco de comida que compartirme.

Mi estómago gruñó al escuchar esas palabras y envolviéndome con la sabana me levanté hasta la ventana, observando el lindo espectáculo de dragones surcando los cielos.

Solo espero que Alhaster esté bien.

Fui al baño, esperando encontrar la dichosa ropa y no me sorprendió encontrar un conjunto igual al que había tenido Haliee y bastante parecido al de Castiel tenía —aunque el suyo ya estaba arrugado y bastante maltrecho por haber dormido con él puesto—.

La vestimenta proporcionada por la hadas era hermosa, aunque para nada adecuada para una misión de rescate, prueba o una situación tensa. Era más bien formal y te hacía concluir rápidamente que lo que sea que tuvieran planeado para ese día no incluiría esfuerzo físico. A menos que consideraras una amenaza a un ajustado suéter negro de mangas largas —por debajo de una camisilla blanca, que solo cubría mis pechos—, que se unía a una hermosa falda un par de dedos por encima de mis rodillas. Todo con hermosas lentejuelas doradas que colgaban de los bordes, tanto de la camisilla como del faldón y, para acompañar, unos hermosos botines negros que hacían juego con el vestuario.

Parpadeé sin poder creer lo hermoso del atuendo elegido y solo me limité a tomar una ducha rápida. Necesitaba respuestas y las necesitaba en ese instante, no iba a esperar hasta el anochecer, no tenía tiempo para ello.

Me vestí, olvidando completamente que tendría que esperar que Castiel y Haliee volvieran con comida, y me escabullí fuera de mi habitación. No tenía idea de cómo llegaría a mi destino, pero si lo que Cassiodora tendría que decirme era sobre Eliden, entonces estaba totalmente dispuesta a escucharle.

Caminé a lo largo del pasillo que la noche anterior había recorrido, percatándome entonces que los techos estaban llenos de flores. Era como si miles de enredaderas se entretejieran hermosamente sobre mi cabeza y no pude evitar estremecerme al recordar la forma en que vi a los elfos controlar la flora y que, si las hadas podían hacer lo mismo, estaba atrapada en una trampa mortal. Fue, luego de unos cuantos giros y de un par de elecciones sobre que pasillo seguir, que me encontré con un grupo de guardias —también salamandras, noté, por los exuberantes antifaces de plumas rojas que cubrían sus ojos y parte su rostro—. No me había percatado hasta ese momento que las hadas no nos habían puesto vigilancia y me detuve en seco al obtener la atención de todos allí y descubrir que uno de ellos era el mismo que había intentado matarme durante nuestro intento de escape y que envié lejos en una explosión de poder.

Tragué un nudo y les miré con toda la seguridad que pude lograr, esperando que aquello les dijera que no estaba dispuesta a jugar y que solo debían permitirme el paso. Caminé con pasos de plomo, pidiendo en silencio que no me detuvieran y estaba segura de haberlo logrado hasta que una mano tomó mi brazo.

—¿Qué haces? —dijo una chica a la que no había notado antes, quitándose el antifaz.

Tenía un corte de cabello al ras y ropa bastante masculina, por lo que no me sorprendió que al principio pensara que era hombre. Su mirada era dura, de esas que podrían helarte la sangre si lo que deseaban era asustar, pero ella no me estaba mirando a mí, lo hacía al guardia que me había detenido, él mismo que me había roto la muñeca una vez.

—Déjala ir, ya no es una prisionera, es una invitada —dijo con fiereza.

Sacudí mi abrazo, haciendo que mi captor perdiera su agarre, y asentí en agradecimiento a la chica. Iba a continuar mi camino, pero la voz de ella pausó mi andar una vez más.

—Ustedes sigan, yo acompañaré a la princesa para que no se pierda.

Los bufidos de sus compañeros no se hicieron esperar, pero para mí satisfacción cuando uno de los chicos le dijo algo similar a "lame botas" ella le propinó un puñetazo que lo mandó directo al suelo. Yo pensaba que las salamandras solucionarían las cosas con fuego o alguna magia, sin embargo, parecía que los puños también funcionaban para ellos.

Le miré sin entender por qué quería acompañarme, mas no pregunté nada y la dejé seguirme lejos de los cuatro imbéciles que se habían quedado atrás, ayudando a su amigo a levantarse del suelo.

—Mira, no tienes que acompañarme, no voy a irme o hacer alguna cosa rara, así que puedes irte. Tan solo buscaré algo de comer y quizá recorreré el lugar —dije, luego de un par de minutos en que esperé que ella explicara los motivos que le llevaron a ser alguna especie de sombra para mí.

—No finjas que irás a comer o dar un paseo, tú y yo sabemos que quieres ir a algún lugar en específico y te estoy dando la oportunidad preguntarme.

Iba a negar sus palabras, pero entonces lo pensé mejor y sopesé mis opciones. Si no era ella, ¿quién me iba a decir dónde encontrar a Cassie? Esperar hasta el anochecer no era opción, perderme ahora tampoco lo era, pero ¿preguntarle a una desconocida? Mi primera respuesta fue un rotundo no, sin embargo, ¿qué perdía intentándolo? Suspiré sabiendo que ya había tomado una decisión y detuve mis pasos, girándome hasta estar frente a ella.

—Quiero saber dónde están las habitaciones de la corte de las flores.

Bien, no le diría a quién de las superiores quería ver y suponía que todas ellas deberían compartir un ala de aquél gigantesco lugar. No podría ser tan difícil encontrar un cuarto si sabía dónde estaban todos.

El hada me miró como si no hubiese esperado lo que le pregunté y asintió sin ganas.

—Puedo llevarte con ellas, no creo que sea un problema que te acerques, teniendo en cuenta que les permitieron a todos ustedes permanecer en el mismo piso que los superiores.

—¿Entonces sí estamos en el mismo piso?

No pude evitar mi asombro, porque ya había recorrido lo que para mí eran muchos pasillos y si las habitaciones reales eran más grandes que mi dormitorio, el castillo era una jodida pieza de arquitectura de dimensiones monumentales.

—Sí, este el área de las flores. El cuarto piso, donde estamos, es de las superiores; el tercero de algunos consejeros; el segundo es para invitados especiales, donde pensé estarían ustedes, y el primero, es como una gran recepción, allí está el salón y es donde se hacen las posesiones y los eventos importantes o simplemente donde el pueblo acude por un llamado real.

—¿Y las mazmorras? —cuestioné, por simple curiosidad, sabiendo que tener un mapa mental de las instalaciones podría servirme.

Mi acompañante sonrió como si hubiera esperado que preguntara aquello y me haló junto a una pared, revisando a todos los lados porque nadie nos escuchara.

—Pensé que jamás lo preguntarías —murmuró y suspiró como si hubiese estado reteniendo el aliento todo el tiempo. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero me recordé que no era malo escuchar lo que diría—. Sé que conoces a Eliden, él hablaba mucho de ti, bueno, al menos conmigo. También fui observadora como él... en realidad, yo aún lo soy. Nuestro trabajo es complicado e implica relacionarnos con otros, por lo que entendí que él creara esa especie de vínculo contigo, sin embargo, él fue un idiota porque todos sabíamos lo que sentía por ti y los otros guardias tan solo esperaron que fuera lo suficientemente estúpido para ayudarte y entregarlo...

—Espera, ¿a qué te refieres? —cuestioné, por qué en verdad estaba perdida.

Eliden, observador, lo que sentía por mí, otros guardias esperando por un error suyo... Todas sus palabras estaban empezando a enredarse en mi cabeza, creando un desorden y una confusión tal, que de milagro no halé mi cabello por la frustración.

La comprensión la golpeó y fue demasiado obvio para ambas que lo que sea que ella me dijo yo no debía saberlo.

—¿Nunca te lo dijo, cierto? —Gimió y se recostó con dureza en la pared tras de ella.

Ella era linda, podía ver aún a través de su ropa que si cambiaba el vestuario por uno como el mío, había unas caderas que podrían verse bien. Incluso tenía un poco de busto —más que yo, era obvio— y poseía un rostro, sino hermoso, cautivante. Era ruda, sí, pero había un poco de esa chispa que sabías podría invitar a cualquier incauto a saltar un puente con ella y que más tarde sería empujado solo.

Me agradó ver que aún con todo el corte de hombre, su feminidad era bastante obvia... bueno, si te acercabas lo suficiente para dilucidar esos rasgos.

—¿Qué cosa? —pregunté, volviendo mi atención a lo importante y no la apariencia física de una chica desconocida que parecía conocer más de mi vida de lo que creí posible. Ok, no ella sola, aparentemente todos sabían que Eliden sentía algo por mí.

—Mira, no tengo tiempo para explicarte cómo funciona nuestro trabajo y lo mucho que el idiota de Sebastián te amaba, pero puedo darte un plano de las mazmorras e incluso darte una de las piedras que usamos para que puedas dársela a él.

El miedo y la súplica en su voz, sumada a la forma irónica en que dijo el nombre terrestre de mi exnovio me dijo que estaba frente a una chica enamorada. Eliden tenía una fan en Umbrarum, una que parecía conocerlo muy bien y que, evidentemente, estaba dispuesta a arriesgar su pellejo para salvarle.

—¿Por qué harías eso por mí? —cuestioné, sabiendo la respuesta, pero necesitando confirmar mi teoría.

—No lo hago por ti, sigo pensando que él es un idiota por arriesgar todo por ti. Lo hago por él y porque yo no puedo sacarle, salgo en una misión esta noche y todos saben que él es mi amigo, si Eliden desaparece hoy todos sabrán que yo lo hice, pero nadie pensará que yo te ayudé a ti...

—Porque todos saben que estás demasiado enamorada de él y que no pedirías a la chica que él ama que lo salve por ti... —completé y obtuve una sonrisa satisfecha de su parte. También vi una sombra de melancolía, pero eso no era lo importante entonces—. ¿Y cómo y cuando llego ahí?

—Eso es algo que tú decidirás y encontrarás la forma de hacer, yo solo puedo suministrarte planos del castillo, darte una piedra que él sabrá utilizar para irse y quizá mencionarte cómo funcionan los cambios de guardia, pero no puedo planear ningún tipo de proeza que requiera pasar tiempo contigo o si quiera pensar en acompañarte. Me marcho hoy y sabes tanto como yo que no tienes muchas opciones, pues las flores te pondrán una prueba que requerirá que tardes el tiempo suficiente para ver a Eliden morir y que no puedas ser aprobada y escapar antes de eso. Así que es tu decisión salvarle o esperar tu prueba...

—Y tú quieres que le salve.

—Sí, eso es obvio, ¿no? Mira, sé que él te ama y las hadas se equivocan con respecto a algo y es que yo sí podría pedirte que le ayudaras. Tengo casi mil años, chica, he conocido todo lo que tengo que conocer y sé de sobra que no vivirás lo suficiente para estar con él. Eliden puede estar contigo ahora, pero en unos dos centenarios tú no estarás y yo sí. Lo amo y puedo esperarlo, pero lo necesito vivo para eso.

No esperaba una confesión así, pero me agradó aún más que fuera lo suficientemente valiente para reconocer ante mí —a quién ella creía su rival— que esperaría a que yo muriera para estar con Eliden. Ruda, hermosa, valiente y sincera.

Sí, me gustaba esa chica. Y, por lo mismo, decidí que podía confiar en ella.

—No puedo mentirte, necesito la aprobación de las hadas porque tengo que recuperar mi lugar en Normandia, pero si puedo evitar que él muera, haré lo que sea, ¿crees que eso es suficiente para ti? —Obtuve un asentimiento de su parte y sonreí, al menos me creyó—. Ahora bien, la razón por la que pregunté por las estancias de los superiores es porque necesito hablar con Cassiodora, si hay alguien que me puede ayudar a solucionar esto es ella y parece que, sea cual sea su motivación, ella lo hará.

—Sí, no dudo de eso. Cassiodora es casi tan inteligente como lo fue su hermana. Ella habría sido una buena reina, podría jurar que Casiopea tomaría el trono, pero murió y el peso de todo terminó en manos de la hermana que no lo quería —dijo, como si le doliera tan solo pensar en ello, y sacudió la cabeza cuando vio que iba a preguntarle al respecto—. Pero eso no importa, la reina es ella ahora y si podemos obtener un poco de su ayuda en el camino la tomaremos. Vamos, te llevaré —dijo y caminó delante de mí, por lo que le seguí sabiendo que no hablaría más.

Caminamos por lo que pareció demasiado tiempo y choqué con su espalda, cuando se detuvo de sopetón.

—El cuarto de su majestad Cassiodora es el último al final del siguiente pasillo —habló de manera mecánica, como lo había hecho cuando dijo a las otras salamandras que me seguiría.

Fruncí el ceño sin entender el cambio de actitud.

—¿Cuándo y cómo me vas a entregar la información que dijiste? —pregunté porque en verdad era importante y porque aún me costaba procesar el giro en nuestra conversación. Sin embargo, ella no me respondió y solo caminó lejos de mí como si nunca hubiera escuchado mis palabras.

Me maldije, sabiendo que había sido estúpida por confiar en alguien que acaba de conocer y suspiré, caminando por el pasillo que me había indicado. Bien podría estar yendo a una trampa, pero ¿qué opciones tenía? No era como si pudiera preguntarle a alguien más, así que solo caminé a mi destino.

Supe que en realidad no había sido engañada cuando vi frente a mí una gigantesca puerta de doble hoja, con la inscripción de una hermosa flor azul. A su vez, una pequeña puerta justo en el lado izquierdo del portón me dijo que probablemente por allí entraban las personas normales y que todo el armatoste, de lo que parecía un poco más de dos metros, era un lujo.

Llamé a la puerta, no muy segura de que el ruido no llamaría la atención, y unos segundos después escuché los pasos viniendo hacía mí desde la habitación.

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