Lunas escarlata

By DailyWho

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Segundo libro de la saga Cantos a la luna. Es necesario leer cualquiera de los dos anteriores libros para ent... More

Sinopsis.
Antes de la lectura:
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44.
Capítulo 45
Capítulo 46
EPÍLOGO.
EL PRINCIPIO DEL FINAL (AGRADECIMIENTOS)
ROBO DE LUNAS DE HIELO

Capítulo 13.

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By DailyWho

—Estás borracha, no creo que sea una buena idea, Abril. —De nuevo el sonido no tenía imagen, pero dentro de mí sabía que ese nuevo sueño en realidad era otro recuerdo.

Escuché mi risa, seguido de una puerta cerrándose.

—No estoy borracha, solo un poquito contenta, pero ¿cómo no lo estaría si mi novio se acaba de graduar? —Sabía, aun sin verlo ni sentirlo, que le había dado un beso en el cuello antes de que sus manos llegaran a mi trasero y me alzara. Mis tacones habían caído al suelo en ese momento, aunque no escuché el sonido—. Tú también has tomado, así que nos estaríamos aprovechando el uno del otro.

No tuve que decir más para que él hiciera lo que yo quería. Había cerrado la puerta con seguro, aun conmigo rodeándole la cintura y besando su cuello. Su respiración, tal como escuchaba en el suelo, se había agitado y recordaba a la perfección el apretón que me había dado en los muslos.

La imagen comenzó a llegar cuando entramos a la habitación, pero parecía luchar entre un punto de vista, entre mi recuerdo y una ilusión. Por momento me veía a mí, en otros instantes lo veía a él.

La mente siempre me pareció algo increíble, mucho más cuando me vi a mí misma, desnuda y con el cabello revuelto en la almohada mientras me reía por las caricias de Alan en mi vientre. Mi risa cesó cuando sus manos fueron reemplazadas por su boca.

Recordaba ese momento, aunque sin la intervención de mi imaginación. El traje que había tenido Alan estaba regado en la habitación al igual que mi vestido y ropa interior. Alan en ese momento tenía la suya puesta, porque siempre se preocupaba más por comenzar conmigo, como si verme fuera lo suficiente placentero para él.

El problema llegó cuando comenzó a bajar sus besos por mi vientre hasta el borde de mi ropa interior que ya buscaba quitar. De inmediato cerré mis piernas, sin darle acceso al lugar que buscaba, no por no quererlo, sino por vergüenza, aun después de haber pasado tiempo teniendo relaciones.

Recordaba que él había llevado sus ojos a los míos y me había deleitado con una imagen de sí despeinado, los labios hinchados entreabiertos, mejillas sonrojadas por la excitación y pupilas dilatadas.

—¿Confías en mí? —Habíamos hablado mucho sobre el tema, él siempre iba paso a paso conmigo.

—Sabes que sí —respondí buscando sentarme, pero él me lo impidió al posicionarse sobre mí.

—¿Te sientes incómoda conmigo? —Sus caricias me distraían, pero logré negar con la cabeza sin encontrar mi voz. Él sonrió antes de bajar a mis labios parar besarme. Mi pecho se juntó con él, piel con piel. El contacto le arrancó un sonido gutural—. ¿Qué tan dispuesta estás a nuevas cosas hoy?

Lo pensé, alejándolo de mí. Me mordí el labio, pensando que algún día debía dejar mi timidez con él, así que, sintiendo mis mejillas sonrojarse más, pero en el momento por la vergüenza, dije:

—Muy dispuesta. —Él volvió a sonreír, esta vez como si fuera un chiquillo al que le daban un dulce que había querido desde que lo vio. Me reí por su actitud emocionada, dejando que pusiera un cojín debajo de mí.

Antes de que volviera a bajar por mi cuerpo abrí los ojos y me senté en la cama. Las mantas a mi alrededor estaban revueltas y yo me sentía caliente.

Miré el dije del collar, pero se mantenía opaco y sin vida. Solo había sido un recuerdo mío.

Me levanté para ir al lavabo, me mojé las mejillas y el cuello, intentando bajar el calor que había traído el recuerdo a mí, pero aun despierta, cada que cerraba los ojos, el sonido de mi risa, sus gemidos mezclados con los míos se instalaban en mi cerebro.

—Por favor sal de mi cabeza —susurré a la nada, dejando caer algunas lágrimas de frustración. No quería pensar en Alan, ni mucho menos en nuestras primeras veces. Pensé, solo por un segundo, que no debí haber permitido que ese día él me diera otro momento para no olvidar.

No pude volver a dormir. Me quedé despierta desde las cuatro hasta que se dio el momento de ir de nuevo al instituto. Estaba cansada, pero no dejé que eso me afectara en demasía en el día.

Hablé un poco con Aaron, sin mencionarle lo que sucedía con Alan, ni siquiera nuestra ruptura.

Al terminar el día lo hice con gusto, recostándome en mi cama luego de que mi espalda comenzara a doler. No había tenido ningún inconveniente, no había aparecido Braham, así que pude dormir un poco antes de que la puerta de mi casa comenzara a tocarse con insistencia.

Abrí con pesadez los ojos y me paré con muchísima pereza de mi cama.

Al llegar a la puerta miré por los lados de vidrio, pero al estar oscuro no pude ver nada más allá que negrura. El mirador de la puerta tampoco me fue de mucha ayuda, porque ahí no había nadie.

Fruncí el ceño, alejándome un paso de la entrada mientras un mal presentimiento se abría paso en mi interior. Sin embargo, los diamantes del collar seguían brillando, ninguno oscurecido por algún peligro acechándome.

Solté el aire que no sabía que estaba reteniendo, dando un paso más hacia las escaleras, pero en ese momento volvieron a tocar la puerta.

La observé, estática y con miedo de dar un paso más, pero, de nuevo,

La observé, estática y con miedo de dar un paso más, pero, de nuevo, todo quedó en silencio hasta que el teléfono de la casa comenzó a sonar, pegándome el mayor susto del año.

—¿A quién tengo que invocar para que contestes tu celular? —Suspiré al escuchar a mi hermana al otro lado.

—Tengo el móvil en la habitación, Mer.

—Pareciera como que no quieres hablar con tu hermanita amada. —Reí—. ¿Has hablado con papá?

—Sí, esta mañana como siempre. Supongo que pronto estarán llamándome en pocos minutos para desearme las buenas noches.

—Hmm. He estado intentando contactarme con ellos. Ayer me dijeron que irían a casa en dos días, y creo que yo me pasaré por allá en unas semanas y no quiero tener que esperar más tiempo para verlos.

Comencé a jugar con el teléfono mientras me paseaba por la casa.

—¿Ya me extrañas?

—¡Por supuesto! Ya fue mucho tiempo separada de mi familia, necesito una dosis de los abrazos de mamá y los chistes de papá.

—¿Y Max vendrá? —Ella suspiró al otro lado.

—No, él no irá, pero me acaba de decir que te mande saludos. ¿Tú cómo estás? Escucho mucho silencio en casa, así que supongo que Alan no está contigo.

Me quedé en silencio por unos segundos, pensando qué debería responderle.

—Terminé con Alan.

Fue su turno de quedarse callada.

—Oh, Abril...

—Sí... —Ambas nos quedamos en silencio por unos instantes—, pero estoy bien, en realidad.

—Hermanita... ambas sabemos que no es tan sencillo como decir que estás bien para realmente estarlo, pero entiendo si no quieres hablar del tema, luego podremos tocarlo cuando estemos juntas.

Me quedé hablando unos minutos más con ella y Maxon que al final se unió a la conversación. Luego de eso mis padres me llamaron para darme la noticia que América ya me había dado: irían en unos días, y, agradeciendo al cielo, por más tiempo.

Fue en ese momento en el que pensé que quizá tendría que ver más a Alan gracias a la construcción que mi padre llevaba a cabo con ellos. O sino a él, sí a Adrián.

Mi relación con la familia de Alan había sido buena. Él era cercano a ellos, mucho más a su padre, así que en varias ocasiones lo había acompañado a la constructora y había interactuado con Adrián: Era un hombre serio, que a veces sacaba su ingenio para algunas bromas. Era claro el amor que le tenía a Alan y a su familia en general, pero debía admitir en algunas ocasiones me había sentido intimidada.

Todos en la familia Lee entrenaban, menos Belén, quien por ser una de las médicas de la manada nunca iba a enfrentamientos por quedarse a sanar a los heridos, así que también había visto en pocas ocasiones a Adrián entrenar con sus hijos, nunca solo y en la mayoría de esas veces era con Trevor y él contra Alan.

En esos entrenamientos, en los que no eran solo Kiona y Alan peleando contra ellos, me quedaba prendada viendo a Alan dar todo de sí. Me había gustado verlo sin camisa, derribando a varios, o también convertido, aunque en su forma animal no podía ver su cuerpo ni su cabello húmedo por el sudor del esfuerzo.

Suspiré, metiéndome en la cama. Cerré los ojos, buscando el sueño que se había interrumpido por la puerta, pero no podía dormir pensando en eso. ¿Quién tocaba? ¿O también lo había imaginado como otras tantas cosas?

Me pasé la noche en vela, viendo los vídeos y fotos que tenía en la galería del celular y llorando por los recuerdos que traía mi mente.

Había fotos de año nuevo, cuando Alan me llevó a la ciudad para recibir el año nuevo juntos. Yo tenía un gorro suyo y mi nariz se veía roja por el frío, al igual que mis mejillas. Estaba sonriendo, al igual que él. El río de la ciudad se veía de fondo, y recordaba a la perfección ese día, la música sonando, una pareja de desconocidos deseándonos un feliz año nuevo y luego el momento a solas en su apartamento antes de volver en la madruga a mi casa.

Estaban las fotos que nos había tomado Kiona el día en el que estaba celebrando su independencia, pero nosotros dos estábamos celebrando también nuestro compromiso. Alan había propuesto tomarnos una foto grupal que estaba en su galería y en sus redes sociales, pero en mi galería se mantenía la foto en donde él me besaba en medio de una sonrisa. Sus ojos estaban cerrados, sus labios sonreían contra los míos formando las comillitas que siempre me habían gustado. Mi mano contra su mejilla resplandecía con el anillo que en ese momento se encontraba en dominio de Alan. ¿Lo vendería?

Dejé el teléfono de lado cuando comenzaron los mareos. Luego seguiría eliminando las fotografías, cuando no estuviera en ese estado.

Al otro día falté al instituto porque a la mañana había devuelto lo poco que había comido, además de que los mareos de la noche anterior y de la madrugada no se había ido, por el contrario, se habían intensificado y mi ánimo no era el mejor.

Aunque mejoró un poquito cuando, a la tarde, Braham se presentó en mi puerta.

—¿Los amigos cada cuánto se tienen que ver?

—No creo que no hayas tenido ningún amigo antes. —Se encogió de hombros.

—Solo relaciones de vampiros, y no creo que sean los mejores ejemplos.

—Los amigos no tienen que verse todos los días.

—Oh, eso lo sé. No te veo con amigos nunca, a menos de que no tengas y por eso la mayor parte del tiempo estés sola. —Lo miré de mala manera.

—Eres una pésima persona. —Se volvió a encoger de hombros, robándome un suspiro cansado—. Si tu amigo necesita de ti, sí deberías estar ahí.

—Entonces genial, estoy cumpliendo con eso... ¿Puedo pasar? —Lo pensé.

—¿Necesitas permiso para entrar a los hogares?

Viró los ojos con molestia.

—¿Crees que si no lo necesitara lo pediría?

Hice una mueca, pero también hice una seña para dejarlo pasar. Quizás estaba cometiendo un error, pero quizás no.

Él sonrió con satisfacción antes de dar un paso adelante, adentrándose a mi hogar.

—Si te sirve de algo, un vampiro no puede entrar a una casa ajena si otro vampiro lo invita a pasar. De ahora en adelante saldremos todos los días hasta que te saques de la cabeza a tu ex.

—No puedo salir hoy, Copito. No me siento bien. —Me dejé caer en el sofá, dejando que las mangas del suéter largo que tenía me cubriesen hasta los dedos. Braham me analizó.

—¿Te pregunté si estabas de humor? No. Te estoy avisando que saldremos, no te estoy pidiendo permiso para hacerlo. —Fruncí el ceño, contrariada.

—No puedes obligarme a salir. —Alzó una ceja, desafiante.

—Oh, créeme que puedo hacerlo, pero más que obligarte lo necesitas —dijo, tomando mi cabello como si le diera asco. Le di un manotazo a su mano, ofendida—. Cualquiera puede notar que estás pasando por una ruptura. Que lamentable pareces y mira que debes dar mucha lástima si un vampiro se está ofreciendo a ayudarte.

—No te estás ofreciendo, me estás obligando.

—Y deberías agradecerme. —Puse los ojos en blanco, levantándome para ir a mi habitación.

—No toques nada, bajaré en cinco minutos.

*

Debo admitir algo: se me está complicando organizar la trama en estos capítulos del medio, porque como estaban no puedo dejarlos y ahora debo meter más cosas que no pueden quedar al aire, pero me está gustando el resultado. 

Espero que les haya gustado este capítulo nuevo, ya estoy planeando el próximo, así que espero traerles algo nuevo pronto.

¡Besitos!

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