CDU 3 - La elección de Cassio...

By litmuss

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Cuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos m... More

La elección de Cassiodora ©
Eternos
Parte I
1. Capítulo 1: Everard (1ª Parte)
1. Capítulo 1: Everard (2ª Parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (1ª parte)
1. Capítulo 2: Manjar de dioses (2ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (1ª parte)
1. Capítulo 3: El corazón de Cassie (2ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (1ª parte)
1. Capítulo 4: Destino (2ª parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (1ª Parte)
1. Capítulo 5: Kelium & Nenúfar (2ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (1ª Parte)
1. Capítulo 6: Feliz cumpleaños, princesa (2ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (1ª Parte)
1. Capítulo 7: Eliden (2ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (1ª Parte)
1. Capítulo 8: Desesperación (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (1ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (2ª Parte)
1. Capítulo 9: No perder la esperanza (3ª Parte)
Parte II
Fragmento especial de Lía
2. Capítulo 10: Corte de las flores (1ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (1ª Parte)
2. Capítulo 11: De prioridades y abrumadoras verdades (2ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (1ª Parte)
2. Capítulo 12: Una confesión apresurada (2ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (1ª Parte)
2. Capítulo 13: Poderosa e inestable (2ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (1ª Parte)
2. Capítulo 14: Suficientemente fuerte (2ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (1ª Parte)
2. Capítulo 15: Movens (2ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (1ª Parte)
2. Capítulo 16: Legado de horror (2ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)
2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (1ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (2ª Parte)
2. Capítulo 18: Monstruos interiores (3ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (1ª Parte)
2. Capítulo 19: Toska (2ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (1ª Parte)
2. Capítulo 20: Una mala, dos buenas (2ª Parte)
Epílogo
Extras #CDU

2. Capítulo 10: Corte de las flores (2ª Parte)

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By litmuss

Sentía un profundo malestar en mí cabeza, como si por un instante hubiera estado completamente vacía y de repente los recuerdos y experiencias del pasado me hubieran abordado abruptamente. Mi cuerpo fue levantado y mi espalda se irguió sobre un respaldo muy cómodo y suave. A pesar de mis reservas, el insistente llamado de mi nombre, me instó a despertar. Mis párpados se levantaron con lentitud y no porque me costara hacerlo o impusiera un gran esfuerzo, sino porque algo dentro de mí me advertía que era una mala idea.

Revisé a mis costados, casi de manera mecánica, encontrando a Haliee a mi derecha. Ella sostenía mi mano con ímpetu y quizá lo que podría interpretarse como miedo. A mi izquierda, Castiel me observaba con una sonrisa de alivio en sus ojos, pero no en sus labios. Sentía mis piernas como si fueran de mármol, la pesadez en mi cabeza ahora estaba en todo mi cuerpo. Estaba inmóvil, completamente imposibilitada. El pánico me llenó completamente y, aunque quise gritar, mi voz fue consumida por el silencio.

Era como ser prisionera de mi propio cuerpo, podía volver mi vista a lo largo y ancho del salón, incluso girarme lo suficiente para ver a mis costados, pero mis labios estaban sellados y mis piernas ancladas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no hubo una sola que escapara. Estaba atrapada.

«¡Sáquenme de aquí!». Pedí, grité, supliqué, pero mi voz no fue escuchada.

«Espera un poco», obtuve como respuesta y, a pesar de que no me miraba, supe inmediatamente de quién se trataba.

«¡Déjame ir!», exigí, completamente mortificada porque pudiera hacer algo como aquello en presencia de una gran audiencia y nadie pareciera percatarse. «¡Pagarás cada cosa que me has hecho! ¡Te haré sufrir, Cassiodora!»

«Supongo que eventualmente sucederá, pero no será ahora. Te dejaré libre, si prometes no hablar. No hagas preguntas y, si en algún momento llega a cruzar tu cabeza que has matado a la antigua corte, olvídalo, ellas están bien».

Su afirmación sobre las antiguas superiores generó un poco de intriga y al mismo tiempo tranquilidad. No es que me emocionara saber que esos monstruos eran libres, si no que aquello eliminaba el problema que podría generarme ser la asesina de cuatro reinas.

No dije nada, pero supuse que mi silencioso tiempo de reflexión fue tomado como aprobación, pues sentí mi cuerpo aligerarse.

Miré al frente y allí estaba Cassie, sentada en su hermoso trono y luciendo demasiado hermosa para ser real. Si antes la creía bella, ahora era casi indescriptible. Usaba un bello vestido de seda blanco con diseños de florales en hilo azul, que resplandecía con la luz del sol que ingresaba por los enormes ventanales de la estancia y su cabello, antes negro con algunas pocas iluminaciones azuladas, era completamente azul, uno tan oscuro que aseguraba podría convertirse en uno con la negrura de la noche. Sus iris brillaban en el mismo y raro iridiscente que le conocía y su tez pálida y perlada competía con la estancia misma. A su lado, un hada nos observaba con perspicacia, analizándonos. Su cabello era de un rosado casi hipnótico y su vestimenta consistía en una túnica de un color blanco, precioso y delicado, con finos detalles en las costuras de color dorado y con el dibujo de una flor del color de su cabello. El hada que había reemplazado a Iris tenía un rostro angelical, con un largo cabello lila que se enredaba por su cuerpo y casi no me dejaba ver lo que traía puesto, y la última hada, cruzada de piernas y de mirada fría, tenía su cabello completamente blanco hasta llegar a un poco más de la mitad de su largo, donde tomaba un fuerte color rojizo.

Mi mirada cayó nuevamente en Cassiodora, tratando de encontrar una explicación a ese naciente espectáculo, mas, las respuestas vinieron de otro lugar.

—Princesa Ilora, me presento ante usted. Mi nombre es Bellis, nuevo regente de la Corte de las Flores. Ellas son mis hermanas: Lily, Orquídea... —dijo, mientras señalaba a cada hada— y Nenúfar. O como ustedes la conocen, Cassiodora.

—No todos la conocimos así —bufó Castiel y como si de una sucesión de imágenes se tratase, los recuerdos de él y Cassie discutiendo en la fogata, el mismo día que fuimos atrapados y encerrados en una mazmorra llegaron a mí.

Él lo sabía. Castiel siempre lo supo, él la había llamado Nenúfar, luego de ella le mencionara el nombre Kelium y lo llevara al borde, siendo esa la primera vez que viera una lágrima en el rostro del elfo. Confundida por aquella comprensión, traté de buscar las palabras adecuadas para cuestionar lo que sea que estuviera sucediendo allí, pero fui detenida, cuando con un brusco movimiento de su mano en zigzag, Cassie levantó al elfo y lo hizo caer de rodillas al suelo, gimiendo.

—En adelante, se dirigirá con mayor respeto a nosotros, ¿queda claro, elfo? —dijo Bellis, como si él mismo hubiera hecho aquella atrocidad.

Castiel lo miró sin decir nada y se limitó a asentir. La mano de Haliee apretó la mía con tanta fuerza que pensé que iba a romper mis huesos, estaba muy enojada. Respiré para tranquilizarme, no podía hacer gala de mi falta de paciencia o prudencia en ese momento.

—Como dijeron nuestras antecesoras, hemos recibido amenazas de reinos cercanos exigiendo su pronta liberación —continuó Lily, llamando de nuevo mi atención, con un tono de voz neutro, como a quien no le importa mucho lo que está diciendo—. Pero esta Corte no obrará de la misma forma que la anterior y, aunque estoy segura que con ellas ya habrían sido dejadas en libertad, nosotros los instaremos a permanecer en el reino hasta que lo ordenemos, habiendo aclarado que no serán prisioneros.

Un solo pensamiento llenó mi cabeza... Las pruebas. Casi me había olvidado de ellas. Lo único que quería era acabar con todos los allí presentes, pero debía pensar con claridad. La muerte de Piwi y todo nuestro esfuerzo por sobrevivir sería en vano si no lográbamos atravesar los obstáculos que nos pondrían en el camino. Debía hacerlo por mí, mis amigos y mis padres. Muchos habían depositado su confianza en mí y no podría ni debía defraudarles. Y defraudarme a mí misma, ni siquiera era una opción, sin embargo, aún podría presionar para obtener algunos privilegios en el camino.

—¿Eso no les causará más problemas? El reino de los dragones está muy enfadado, sobre todo porque mantienen a su líder cautivo —Mi voz sonaba extraña, como si no saliera de mi propio cuerpo. Hablaba con entereza y seguridad, características que había creído perdidas en el fondo de las mazmorras.

—La detallada carta del príncipe Alyos exigía su liberación de las mazmorras. Es obvio que ya no están encadenados y encerrados en un lugar inhóspito y repugnante, ¿no es así? —habló con ironía Orquídea, que enrollaba un mechón de cabello lila en sus dedos—. El príncipe puede estar tranquilo, de que aquí en más su futura esposa recibirá nuestros mejores cuidados. De cualquier forma, si lo que deseas es confirmar que permanecerán vivos, te bastaría con mirar a través de los cristales.

Volví mi vista hacia el exterior, al hermoso paisaje que rodeaba al reino de las hadas y la imagen de unos dragones sobrevolando el castillo me tranquilizó, aunque estuvieran bastante lejos. Y si prestaba la suficiente atención, podía escuchar el bullicio proveniente de las afueras de la imponente edificación; las voces y clamores de ejércitos que habían venido a defender nuestra libertad.

No estábamos solos y tal como Alhaster había dicho tenía un pueblo... No, nosotros lo teníamos. Por él también luchaban.

Sin embargo, el instante de felicidad que tuve fue roto por los crecientes murmullos en la habitación en que permanecíamos. El resto de la Corte del Sol —miembros del improvisado tribunal que antes había condenado a Eliden a la horca— no estaba, al parecer, contento con la decisión de sus superiores y mucho menos con que Orquídea prácticamente afirmara que las anteriores superiores nos habrían liberado haciendo menos que una muestra de cobardía no propia de las hadas.

Tuve que reprimir una carcajada cuando uno de las hadas proclamó que sus reinas no eran más que símbolos de la gallardía y la entereza. Estúpida conclusión si teníamos en cuenta que esas mismas damas nos habían encarcelado sin derecho a juicio y habían actuado desde las sombras, siempre listas para asestar un golpe a traición. Las mismas que permitieron que una de sus hermanas fuera golpeada y casi asesinada, mientras se reían del espectáculo.

—¡Son traidores, merecen ir a la horca! —exclamó alguien en el fondo. Me habría gustado preguntar por qué éramos "traidores", sin embargo, fue obvio que no era el momento, cuando gritos de apoyo se alzaron en la estancia.

Voces que fueron rápidamente acalladas por Bellis.

—¡Suficiente! Esta no es una decisión que les incumba, está más allá de su poder. La princesa Ilora y sus acompañantes se quedarán en el castillo hasta la finalización de la prueba. Serán vigilados día y noche, pues lo que ocurrió en las mazmorras no volverá a suceder, pero nadie podrá mover un solo dedo en contra de alguno de ellos sin una razón de peso.

—¿Puedo saber cuál será mi prueba? —pregunté.

Me sentía mucho mejor, la pesadez en mi cuerpo había desaparecido y sentía que podría correr un maratón de ida y vuelta. La recuperación, luego de ese ataque que recibí, fue casi mágica... Por supuesto que lo fue.

—Debido al cambio de regentes de la Corte, la prueba será preparada y evaluada por nosotros. No tenemos una aún, pero una vez tomemos una decisión al respecto, serás informada mañana al atardecer —dijo Bellis con un brillo extraño en la mirada—. Tómense un día para asearse y recuperar fuerzas. ¿Alguien desea decir algo más? —preguntó al resto de la Corte.

Impulsándome con los brazos, me puse de pie en medio de la enorme sala. Haliee se apresuró en agarrarme, pero le dije que estaba bien, que yo podía. Sentí un poco de nervios, al recordar las amenazas de Nenúfar unos minutos atrás, sin embargo, me insté a continuar, repitiendo en mi cabeza las palabras de Alyos sobre hacer las preguntas correctas.

Y, bueno, cuando lo pensé bien, noté que no haría una pregunta, pero ya estaba lejos de tener posibilidades de retractarme.

—Si me lo permiten, quisiera decir algo —dije de la forma más tranquila que pude. Bellis asintió una vez y se acomodó en su trono, listo para escucharme—. Quisiera hablar con Nenúfar.

El rostro de Cassie pasó por varias emociones en una fracción de segundo, finalmente se recompuso. Ninguno de los miembros de la sala parecía querer darnos la privacidad que solicité, así que encogiéndome de hombros simplemente hablé.

—Aun no comprendo bien por qué hiciste todo lo que hiciste, por qué nos traicionaste. Pero si hay algo que conozco muy bien es la presión que debes sentir sobre tus hombros, ser reina no debe ser fácil. Tú misma me dijiste cientos de veces que ser princesa y gobernar no era usar hermosos vestidos y tener una tiara en la cabeza. Ser princesa, reina, superior, líder, como quieras llamarle, era luchar por tu pueblo y en nombre de lo que es tuyo, de lo que te pertenece. Hacer lo que sea necesario por proteger a quienes no poseen tu lugar, sin perder tus propios ideales, creyendo firmemente en lo que haces. Y sé que luchas por tu lugar en este reino, pero en el camino has perdido muchas cosas.

—No lo entiendes... —dijo Cassiodora. Se veía cansada.

—Entonces te ruego que me lo expliques. Sé que en alguna parte, por más oculta que esté, mi amiga sigue viva luchando por salir a la superficie. Esa hada que salvó mi vida incontables veces y que me enseñó a ser una guerrera, igual que ella, debe estar allí. Quiero creer que mi amiga no se ha ido. Todo lo que hiciste por nosotros no pudo ser fingido, yo vi tus ojos, vi tus sonrisas, te vi feliz... —El esfuerzo que hacía para que mi dolor no se reflejara en mis palabras me estaba aniquilando—. ¿Sabes qué fue lo último que dijo Piwi antes de dar su último suspiro? ¡Claro que lo sabes, estuviste allí! Dijo que eras buena. ¡Que eras buena! El ogro estaba a punto de morir y te defendió con sus últimas fuerzas. Por él es que aún tengo la esperanza de que no todo esté perdido y que la Cassie que me rescató en ese oscuro callejón sigue conmigo, aquella que le dio a la persona que amaba lo más sagrado que un hada puede brindar.

Al mencionar a Brennan, Cassie respiró hondo y sus manos se cerraron en puños. No había pensado en él, pero de seguro se encontraba bien, ya que su estado dependía de Cassie. Había conseguido mi objetivo, llegar a Cassiodora. No iba a lograr que dijera algo más, pero era suficiente para mí.

—Princesa Ilora, sino va a decir algo relevante para la Corte le pedimos que...

—¿Qué harán con Alhaster? —cuestioné, antes de que siquiera pensaran en sacarnos de allí.

—No te preocupes por él, lo sacarán de las mazmorras y recibirá los cuidados que necesita —dijo Nenúfar.

Haz las preguntas correctas.

—¿Eso significa que está vivo y se mantendrá así? Y solo digan sí o no, no necesito explicaciones vacías.

—Sí —respondió Orquídea esta vez. No parecía muy alegre de que prácticamente les ordenara.

—¿Y qué pasa con Eliden? —pregunté, sabiendo que no tendría más oportunidad. Había dilatado mucho el tiempo, antes de llegar a eso.

—Con respecto a Eliden Montiel —dijo Bellis, retomando su papel de juez—. Hemos decidido que mantendremos su sentencia de muerte. Y, para beneplácito de nuestros súbditos... —En ese momento miró al tribunal tras de mí—. Ustedes estarán obligados a presenciar el acto.

Mi boca se abrió de par en par. Por un momento pensé que cambiarían de opinión y que salvarían su vida. En cambio, debía ver a una de las personas más importantes de mi vida morir frente a mis ojos, tan solo por haberme ayudado. Su muerte estaría sobre mis hombros por el resto de mi vida.

—¡No, por favor, el solo intentó ayudarme! —grité al borde de las lágrimas.

—Ha traicionado a su reino y merece pagar por ello —dictaminó Bellis—. Escóltenlo a las mazmorras.

Las salamandras que estaban sosteniendo a Eliden con fuerza lo tomaron por los brazos y lo arrastraron hasta las enormes puertas de la Corte. Para ese momento él había abierto los ojos y, aunque su mirada perdida, aseguraba que no estaba muy bien, por un segundo nuestras miradas se encontraron y creí verlo sonreír como solía hacer en la Tierra. Una de esas sonrisas que me aseguraba que todo iba a estar bien. Me aferré a esa imagen hasta que lo vi desaparecer de mi campo de visión. Sentía una presión insoportable en mi pecho, no quería perder a otro amigo más. No dejaría que eso pasara.

—La princesa Ilora y sus amigos serán llevados a sus respectivas habitaciones. Damos por finalizada la sesión, por favor, regresen todos a sus labores —dijo Cassie con aires de liderazgo.

Los tronos comenzaron a emitir ese extraño fulgor blanco otra vez, cubriendo a las hadas por completo. Antes de que se extinguiera, pude ver claramente la sonrisa siniestra de Orquídea. Podría jurar que yo no le caía bien.

En instantes, la Corte de las flores desapareció, dejando tras de sí sus imponentes tronos y eliminando el estrado que antes permanecía a mis espaldas. El resto de la Corte del Sol abandonó el lugar uno por uno hasta que solo quedamos Castiel, Haliee y yo.

—Este no es el fin —dijo Castiel—. Lograremos salir de aquí, solo debemos practicar un poco más y...

—¿Practicar? ¿Cómo? Ahora tendremos ojos viéndonos a cada minuto en cualquier parte. Estaremos en habitaciones separadas y no me sorprendería que no nos dejen vernos. Lo mejor será acatar las órdenes de la Corte y esperar —convino la hechicera, con demasiada obvia frustración al tener que decir esas palabras.

—No puedo quedarme sentado esperando a que la solución toque a mi puerta —replicó Castiel enfadado. Caminaba de un lado a otro mirando fijamente al suelo.

—Estoy con Haliee —dije, y se detuvo a mitad de camino—. No quiero que maten a Eliden, o que algo malo les suceda a Alhaster y Brennan. Debemos ser pacientes. No olvides que tenemos el apoyo de los reinos, no estamos a la deriva aquí, pero los chicos sí que lo están. Actuar sin asegurarlos a ellos sería egoísta.

—Espero entonces que no te equivoques —aceptó entre dientes y fingió hacer una reverencia.

Rodé los ojos, por su rabieta, justo cuando pude ver a un grupo de hadas vestidas de blanco que venían a escoltarnos.

Sin decir nada, nos rodearon y extendieron sus brazos hacia la entrada, en señal de que debíamos marchar. Caminamos en medio de un silencio incómodo, temía que Castiel tuviera unos de sus arranques de heroísmo y quisiera luchar contra las hadas o escapar, por suerte nada ocurrió. Entramos a un enorme pasillo con más paredes blancas y un suelo de mármol con dibujos de flores. Cuando el camino parecía no tener final, tres puertas aparecieron frente a nosotros. Todas medían más de dos metros y estaban talladas a mano con intrigantes dibujos de bosques.

Me di la vuelta y vi que las hadas que nos habían acompañado ya no estaban. Sorprendentemente, no nos asombró aquella falta de hospitalidad.

—Hasta mañana —dije a los chicos. Me respondieron con un adiós y cada uno ingresó a la habitación que tenía frente a sí.

Abrir la puerta me mostró la antítesis de lo que conocí el último mes. Mi habitación era una enorme plaza, con paredes de un tono rosado muy sutil y grandes ventanales cubiertos por cortinas de seda de piso a techo. En el centro del lugar, había una gran cama con dosel en colores dorados y, por si ya no era asombroso, muchísimos cojines le adornaban.

Una gran lámpara de araña, completamente llena de velas, iluminaba la estancia y cientos de flores en jarrones llenaban el lugar de un dulce olor. Sumado a ello, una pared de espejos, frente a una puerta que bien podría invitar a otra habitación, pero que suponía era el baño, daban un aire de magnificencia a todo. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba, hasta que toda la presión cayó sobre mi cuerpo y el sueño se apoderó de mí. Sin embargo, temía dormir y despertar en otro lugar, por lo que me obligué a hacer otra cosa.

Y, como no, un largo baño para quitarme toda la suciedad de encima, era una mejor opción que cerrar los ojos.

Abrí la puerta que estaba a mi derecha, esperando que fuera el baño y así lo fue. Había una tina con enormes patas en forma de garra y flores corriendo a lo largo de las paredes, dándole un aire selvático a todo. Todo era tan perfecto que parecía irreal.

Abrí la llave y el agua comenzó a brotar de todas partes. Suponía que a diferencia de los lobos, las hadas al igual que los elfos habían avanzado lo suficiente para tener un sistema de alcantarillado. Me quité los harapos que llevaba puesto y fue, de alguna forma, como quitarme parte de las mazmorras de encima. Me metí a la bañera y lentamente me sumergí en el agua tibia y pulcra.

En contra de todas mis reservas, usé algunos de los elementos de limpieza que permanecían en aquél cuarto y pronto lo único que podía ver eran pequeñas nubes blancas que cubrían la superficie. Luego de lavarme el pelo, la imagen de las celdas vino a mi mente. La mugre, el olor, las letrinas... de repente estaba refregándome con las manos de forma frenética cada centímetro de mi cuerpo, intentando sacar todos esos recuerdos de mi piel.

No me di cuenta que estaba llorando hasta que vi mi reflejo en un espejo y dos líneas blancas surcaron entre la suciedad de mi rostro. Me tranquilicé y dejé caer mi cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Sentía como si no hubiera estado en una bañera desde hace años. No sé cuánto tiempo permanecí allí, relajándome y limpiando mi ser, pero cuando salí de la bañera me sentía mucho mejor.

La pena seguía allí, instalada en mi pecho, pero al menos me había quitado una capa muy pesada de encima. Me cubrí con una toalla blanca y suave, lista para meterme entre las sábanas y entregarme a los brazos de Morfeo. No obstante, cuando abrí la puerta del baño, me quedé paralizada en medio del umbral y aferré con fuerza el marco de la puerta entre mis dedos.

Cassiodora estaba sentada sobre la cama, y al verme se irguió rápidamente y se puso de pie.

—¿Podemos hablar?

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