"Entre la Miel y la Hiel" - (...

By DanielaGesqui

112K 9.2K 1.8K

Aitana es una joven arquitecta con ambiciones y proyectos. Una mujer independiente que tiene en claro lo que... More

1
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
EPILOGO

2

8.7K 725 35
By DanielaGesqui


Tras aquel pequeño incidente a la hora de comer, Valentina se abstendría de invitar a sus amigos a casa, por lo que admití que debería disculparme y aceptar lo desafortunado de mi comentario. Sin embargo, el egocentrismo de mi hermana no permitiría siquiera darme el crédito de haber sido yo lo suficientemente grosera como para que no regresaran para decir que simplemente, no le apetecía traerlos de momento porque estudiaban en el apartamento que rentaban.

Supe, entonces, que Gonzalo arribado desde Navarra, compartiría piso con Santiago, quien a su vez volaba desde Madrid para estudiar en Barcelona, cerca de la playa y lejos del concreto, como él diría en uno de los tantos pasajes de su conversación.

Prontamente se hicieron muy buenos amigos, y durante el estudio conocerían a mi hermanita " la perfecta" , quien en poco tiempo, se haría de un lugar en el dúo.

Salían los sábados a algún Club a beber algo, siendo Santiago y Valentina lo más adeptos a esta conducta; Gonzalo realizaba prácticas estudiantiles rentadas en un laboratorio cercano al apartamento, para solventar su parte de la estadía. Mis sospechas de pensar que algo habría entre mi hermana y aquel madrilense galán de telenovelas, se tornaban cada vez más realidades que conjeturas tiradas al azar.

En mí solo quedaría el recuerdo de sus labios en mis mejillas, que se sonrojaban apenas recrear ese momento. Con casi 18 años, yo era virgen. Por convicción y porque otra opción, de momento, tampoco se me habría presentado.

No frecuentaba bares ni boliches, pasaba mis fines de semanas leyendo, sobre todo tras nuestra mudanza a Barcelona: al no asistir al colegio durante último año, una profesora, la Sra. Ester Hernández, venía a casa a enseñarme para rendir las asignaturas pendientes ya que de ello pendía la posibilidad de entrar a la Universidad.

Mi vida social era nula, pocas veces mi hermana me invitaba a salir con ella, cosa que no me asombraba ya que no tenía el estilo indicado para los sitios que seguramente frecuentarían con sus amigotes ricos y amigas estiradas y perfectas.

Me resignaría entonces, a pensar que ese hermoso muchacho de fantasía era eso, una fantasía. Soñaba con sus ojos, con su sonrisa, con ser mí hermana tan sólo un momento, para sentir su roce más de cerca. Varias veces me besaría la mano en el cuarto de baño frente al espejo, imitando cómo sería sentir la humedad de sus besos.

Cómo tantos sábados sosos, estaba en la cocina, sirviéndome una copa con agua, cuando Valentina se acercó por detrás de mí.

 ¿Acaso no te cansas de estar aquí dentro? ¡Pareces un ratón de biblioteca! - pasaría engullendo una galleta, escondiéndose de mí mirada, metiéndosela a presión con los dedos apresuradamente en la boca.

—A veces, pero supongo que al comenzar en la Universidad, podré hacerme de un grupo de amigos con quienes salir. Mientras tantos, paso mis días mirando TV y estudiando para conseguir entrar a la Universidad —admití con resignación, mi mejor amiga para entonces.

Valentina me observaba sentada con los brazos cruzados sobre la mesa agregando una mueca compasiva.

—Si lo deseas, en un rato puedes venir con nosotros. Iremos a Razzmatazz con Gonzalo y Santiago. Él pasará a recogernos, supongo que no le incomodará sumar a alguien más en su coche.

— ¿Hablas en serio? — pregunté atónita. Extrañamente, me permitiría acceder a su círculo de amistad.

— ¡Sí, qué más da! — dijo con una pizca de condescendencia — . Pronto cumplirás 18 años... ¡tampoco eres una niña inocente! —se puso de pie y observó su reloj — . En dos horas Santiago pasará por aquí, por lo que te sugiero, te vistas con algo mejor que eso —señaló mi atuendo para diluirse en la escalera, rumbo a su cuarto.

Tenía razón. Lucía mis pijamas de corazones, holgado y poco sexy. Sin dudas me prohibirían la entrada a cualquier sitio.

De sólo pensar en la proximidad que tal vez conseguiría con Santiago, mi corazón latió con fuerza, peor que cuando lo vi por primera vez.

"No seas tonta, no puedes compararte con tu hermana".

Era cierto también que nada tendría por perder. Con suerte, si todo salía bien, podría salir nuevamente con ellos y de ese modo tener más de cerca a Santiago.

Me di una ducha ligera dispuesta a recargarme de nueva energía y a posteriori ir en búsqueda en mi clóset de algo cómodo pero sensual.

Razzmatazz era un emblemático club nocturno que no distaba a muchas calles de aquí, y era el lugar del momento. Adoraba la idea de conocerlo. ¡Vamos, que tenía 18 años, no podía ser una monja eternamente! Debía tener algo de acción en mi vida si no pretendía marchitarme con una hoja en pleno otoño.

Busqué y busqué, pero no encontré demasiadas prendas que pudiese ponerme sin parecer una mujer del siglo pasado; finalmente, y para mi fortuna, hallé unos vaqueros ceñidos a mis caderas hasta la altura de mis tobillos, que se ajustaban peligrosamente a mi trasero.

Una blusa color rojo, de un solo hombro y manga campana, completaba el conjunto.

Sequé mi cabello con los dedos ordenándolo desprolijamente, sujetando algunos mechones con unos invisibles, mientras que otros, caían sobre mi rostro.

Eran más de las 11 cuando escuché el ruido de un automóvil aparcar en la puerta de casa. Corriendo la cortina de la ventana de mi habitación, con disimulo, observé que él descendía del vehículo para tocar el timbre.

Sonó con esa tonta melodía elegida por mi madre.

Respiré hondo, debía tranquilizarme si pretendía que mis palpitaciones descendieran a niveles normales, sin caer en el infarto. Los dos segundos en los que seguí su recorrido hasta la verja de nuestra casa, fueron suficientes para hacer de mi mente, un caos.

Debía parecer una mujer (o casi) adulta, madura, no una niña alterada como si fueran a llevarla de paseo al Zoo.

Dándome ánimas, salí por el corredor, bajé las escaleras y al notar que mi hermana no había abierto aún, me acerqué y fui yo quien recibiría al bello amigo de Valentina.

— ¡Hola! — dije inteligentemente, evitando que la mandíbula se me cayera al ver lo fabuloso que estaba con aquel jersey azul oscuro de cuello pico, que resaltaba sus ojos turquesa.

—Hola —respondió dándome dos besos de cortesía. Lo invité a ingresar.

Caminó tras de mí hasta llegar a la cocina; podía oír el repiqueteo de sus zapatos contra el piso al compás de mis latidos.

—¿Deseas agua? —abrí el refrigerador y serví una copa para mí con la esperanza de humedecer mi seca boca y darle algo de tiempo a mis nervios para tranquilizarse.

— Bueno, gracias —dijo y extendí mi brazo con otra copa servida.

—Santiago —caminé hacia él sin medir las consecuencias de mi pulso cardíaco, pero aún debía disculparme por lo que había sucedido semanas atrás y demostrarle, de esta forma, lo adulta que podía ser después de todo — , deseo disculparme por el incómodo momento que los he hecho vivir cuando comieron aquí. Déjame decirte que estoy muy avergonzada —meneé mi cabeza, perdiendo mi vista en el suelo, sin ánimas de recibir su mirada inquisidora. Pero contra todos pronósticos, levantó mi barbilla con su dedo.

— Aitana, no ha sido nada. Es más, admiro la bravura con la que has dicho esa gran verdad. No siempre somos tan valientes de decir lo que pensamos sin importar quién está frente a uno.

Quedé hipnotizada por la suavidad de sus palabras. Estaba dándome la razón. No era algo a lo que estuviese acostumbrada en esa casa.

Creí morir en sus labios perfectamente delineados, en su nariz tan única y el hoyuelo que simpáticamente adornaba su mentón, pero mi hermana me regresaría a la cruda realidad: ella era quien importaba para Santiago, él solo estaría siendo agradable conmigo.

— ¡Hola, Santi! ¿pues dónde está Gonza? —dijo abrazándolo con fuerza, apoyando la totalidad de sus curvas en el cuerpo de él, que se alejaría con sutileza, algo avergonzado por la demostración de cariño.

— Irá al Club directamente. Ha tenido un largo día hoy.

—Oh, claro. Él sí trabaja — Valentina rió burlonamente; su amigo no reaccionaría de igual forma — . ¡Qué poco humor tienes hoy! — golpeó su hombro y tomó la copa de Santiago que descansaba sobre la mesa con algo de agua.

— Bueno será mejor que nos vayamos, ya he hecho reserva en el VIP y no quiero llegar tarde —Santiago avanzó hacia el rellano de la puerta de entrada, dándonos pasó gentilmente. }

Primero saldría mi hermana dirigiéndose hacia el Porsche blanco que aguardaba a la entrada de la casa, mientras yo echaba cierre al ingreso, ante la atenta mirada de Santiago, que custodiaba mis movimientos. Algo perturbada por su escrutinio, mis manos torpes no encontraban la llave correcta.

—Tranquila. Hoy la pasaremos de maravillas —  giré muy poco la cabeza para observarlo, mientras guiñaba su ojo cómplice.

Valentina se situó en el asiento del acompañante, abrochó su cinto y elevó el volumen de la radio, sintonizando la canción de Alejandro Sanz, "Aprendiz".

Canturreaba con voz desafinada pero graciosa, y al parecer era una práctica que seguidamente hacía en presencia de Santiago que reía ante su conducta y bromeaba sobre su (carenciado) oído musical.

— ¿Y tú dices que tocas el piano? — dijo en voz alta Santiago, lo suficiente como para que ambas escuchemos.

Lancé una carcajada estruendosa ante la verdad que decía su amigo, obteniendo una mirada sulfurosa de parte de Valentina.

— ¡Qué poco humor tienes hoy! — disparé sin más, replicando la frase con la que se había dirigido a Santiago minutos atrás. Esta vez, fue él quien lanzaría una fuerte carcajada.

— Espero no arrepentirme de haberte invitado con nosotros — farfulló bajando el volumen de la canción.

—Vamos Tini, ha sido una broma. Tal como tú lo has hecho conmigo. Relájate. Hoy vamos a divertirnos. - Santiago extendió su mano acariciando el mentón de Valentina, consiguiendo instantáneamente que ella bajase revoluciones.

Sentí mucha envidia de su contacto íntimo. Miré hacia la ventanilla, deseando borrar esa imagen de mi cabeza.

— Tienes razón. No vale la pena perder energías en discutir de algo absurdo.

Por fortuna la distancia que nos separaba del Club no era mucha, echando por tierra la conversación comenzada dentro del coche y la posibilidad de aumentar la tensión entre mi hermana y yo.

Razzmatazz era impactante con sólo verlo por fuera: las luces de colores estridentes diseminados por la fachada que superaría los dos pisos de alto, llamaban la atención de cualquier transeúnte. Sus grandes letras de neón se destacaban de la marquesina de entrada. Más de cien personas hacían fila para ingresar, mientras que nosotras, acompañadas por Santiago, ingresábamos a paso vivo.

—¡Vienen conmigo! - Santiago palmearía el hombro de alto hombre moreno de seguridad de que asentía aceptando nuestro paso, ofreciéndonos un saludo cortés con la cabeza inclinada y dando paso tras subir el cordón rojo.

Que Santiago camine por delante de nosotras me agitaba sobre manera, los jeans le sentaban a la perfección y con gran disimulo pude advertir que poseía un trasero bastante apetecible. ¿Ya lo habría mordisqueado Valentina?

Preferí alejar esos pensamientos de mi mente y focalizarme en lo mucho que me divertiría allí, con suerte conocería a alguien que pidiese mi número y por fin me hiciera conocer, algo del mundo que me rodeaba dejando de lado el mote de bicho raro de la familia.

La música era ensordecedora, retumbaba entre las paredes, mientras que los juegos de luces recreaban siluetas y dibujos extraños por el piso. Mis pupilas se dilataban y contraían al compás de los fogonazos, mientras avanzábamos por el lugar, en dirección a la barra.

Santiago dio un pequeño salto para colocar su torso en la encimera de tragos y hablar algo al oído del Barman que asentía mientras limpiaba un vaso de trago largo por dentro.

— Listo, le he dicho a Martín que pueden pedir lo que deseen — dijo casi al borde del grito mientras frotaba sus manos.

Valentina no tardaría ni un minuto en pedir un tequila y empinarlo hasta el fondo.

—¡Si ya comienza con eso no quiero ni pensar con qué seguirá en tres horas! —dije mirando a Santiago, quien seguía con sus ojos el pavoneo de mi hermana.

— ¿Tú qué quieres tomar? —desestimando mi comentario previo se acercó a mi oído para hacer esa pregunta, derritiendo todos mis sentidos.

— Por ahora una soda.

— Vamos...¡estás con nosotros!

—Pero aun soy menor.

— Bueno...supongo que tienes razón —aceptó rascando su nuca contra su voluntad — , pero prométeme que cuando cumplas la mayoría de edad, lo festejaremos a lo grande — deseaba responderle que era la idea más genial del mundo, cuando un joven de unos 25 años, y bien parecido como él, se acercó a saludarlo efusivamente coartando la continuidad del dialogo entre nosotros.

Quise alejarme del cuadro para darles algo de intimidad, pero Santiago tomó mi codo provocando la reacción inmediata de mi piel, que se erizó ante su contacto.

— Aitana, el es Víctor, amigo de la Universidad — el joven de rulos oscuros, me dio un beso cálido, con el licor en su aliento.

—Hola —dijo amablemente mientras posaba sus ojos detrás de mí, vislumbrando la figura de Valentina acercándose excitada, bailando y meneando sus caderas seductoramente junto al agite en alto de sus brazos.

— Y ella es Valentina — Santiago señaló a mi hermana quien sonrió a Víctor, al mismo instante en que él la desvestía con la mirada.

Puse los ojos en blanco aprovechando que la incandescencia de las luces no permitirían que nadie me viese. ¡Qué evidentes pueden ser los hombres cuando una mujer les interesa!

— ¡Hey, Gonza! — Tini se fue de escena para rodear a Gonzalo, sumándolo al contorneo de su cuerpo.

Al cabo de unos pocos minutos quedé en soledad, con mi soda en la mano, bebiendo y observando a la gente que en breve llenaría la pista de baile.

Mi hermana había desaparecido desde el momento que raptó a Gonzalo, quien no llegó a saludarme siquiera; en tanto que Santiago, hablaría un rato más con Víctor para sumarse a un grupo de muchachas guapas que se acercaban con vasos repletos de alcohol.

Diluyéndose entre la multitud de un modo u otro, perdí su rastro.

Aun así, teniendo en cuenta que era algo posible que sucediese, acordamos encontrarnos a las 5 de la madrugada a más tardar en la puerta de entrada, para regresar todos juntos. Miré la hora con dificultad, adivinándola un poco por el parpadeo de la iluminación; apenas eran las dos. Algo aburrida permanecí en la barra, de espaldas a ella, mirando con atención el frenesí con el que todo el mundo se movía al escuchar esa música estruendosa y meramente instrumental.

La gente se agolpaba pidiendo tragos, me rozaba algo brusca intentando ser vistas por el cantinero, pero al instante se disculpaban, devolviendo una sonrisa tímida. El lugar sin dudas era interesante, pero había algo en el que no me gustaba, tal vez mi corta edad, me dije, o el estilo de música; por lo que fuese, no me sentía muy cómoda. No obstante, podría presumir de haber entrado con pase VIP al RazzMatazz, ante mis nuevos futuros amigos universitarios.

En menos de un mes debía apuntarme a la Universidad, y en dos, sería mi cumpleaños número 18. Vaya número y vaya promesa me había hecho Santiago.

Algo en mí interior deseaba fervientemente que recordara sus palabras, pero dudaba de ello: no solo no tenía ni idea el día de mi nacimiento sino que además, él era un muchacho ocupado y tendría cosas más interesantes que hacer que organizar mi fiesta de cumpleaños.

Muchas veces me reprendería por ser tan inocente y pensar en que tal vez un hombre como él pudiese fijarse en una perdedora como yo. Mis calificaciones no eran sobresalientes ni mucho menos, pero jamás había dejado pendiente una asignatura, excepto por este año.

—Hola bonita —una voz masculina con aroma a whisky rancio se acercó a mi, desdibujando mis pensamientos.

Giré en dirección a la voz que provenía de mi derecha; un joven de pasados los 20 y pasado de alcohol hablaba conmigo.

— ¿Estás sola? — se puso de pie frente a mí intentando rodearme con sus brazos, buscando mi boca, que escondí con éxito al bajar la cabeza —. No seas arisca — insistentemente presionaba mi cuerpo contra la barra, hasta que su figura se alejó abruptamente yéndose hacia atrás, por obra de las manos de Santiago, quien lo empujaba bruscamente hacia la pista. Forcejó unos instantes, hasta que el ebrio se retiró mascullando maldiciones.

— ¿Te ha hecho daño? —sus suaves ojos se posaron sobre mí, brindándome protección.

— No...tan solo estaba un poco insistente — sonreí acomodando mi blusa.

—¡Mierda! Si llegaba un minuto más tarde... —enojado consigo mismo, posó sus puños sobre la barra sin reparar en la cercanía que nos envolvía.

—Santiago, ya ha pasado — amistosamente, puse mi mano sobre su hombro, haciéndolo retroceder tan solo un paso, dándome oxígeno y tiempo para no morir asfixiada por su increíble olor masculino.

— Mírate...eres una niña —algo de fastidio sentí al escuchar la displicencia de sus palabras. Tenía solo 5 años menos que él. Y ser virgen no implicaba ser una niña. Sin embargo cuando estaba a punto de abrir mi boca para decir exactamente lo que acababa de pasar por mi mente, continuaría con palabras que me dejarían perpleja — ...eres una niña preciosa —besando la comisura de mis labios, acunó mi rostro y tomó mi mano casi en un único movimiento, arrastrándome hacia la pista.

Sumergidos en la incesante música, Santiago bailaba con movimientos inconexos, logrando mi risa instantánea y desenfrenada. Me dolía el estomago por verlo en semejante actitud, sin dudas se alejaba del típico muchacho correcto y acartonado, para vivir lo que a su edad, correspondía.

Con total desparpajo tomaba mis manos, me acercaba a su cintura golpeteándola sensualmente con su cadera. Reía tanto como yo, me giraba con ambas manos, volvía a colocarse frente a mí, y luego por detrás, rozándome peligrosamente. Sentí su bajo vientre abultarse ante nuestro contacto, paralizando mis sentidos, entrecortando mi respiración. Sus exhalaciones eran dificultosas y se perdían en el espiral de mi oído, que lo recibía alerta.

Intentando declinar la excitación del momento, volvimos a foja cero para recuperar aire. Pero durante una de esas bocanadas, tomó mis manos y besó mis palmas, en una acción aun más familiar que la anterior.

Sentí que no necesitaba más. O tal vez si. Lo necesitaba a él. Sentirlo dentro de mí. Que fuese el primer hombre de mi vida, capaz de darme lo más anhelado. Siendo hasta ese momento el protagonista de mis sueños y a partir de ahora, también sería el de mis pesadillas.

___

Continue Reading

You'll Also Like

12.6K 1.5K 26
Han pasado quince años desde aquél veinticuatro de mayo y aún hay preguntas sin respuesta. Valentino parece saber lo indispensable sobre lo que ocurr...
842 179 7
¿Y tú, serías capaz de ceder al amor? Amberly Smith una joven universitaria con problemas económicos que día a día lucha por salir adelante y seguir...
34.5K 837 7
Dos portentosos hombres, destinados a nacer el mismo día, Maxi y Rob, estos mellizos que a pesar de estar tan unidos el uno al otro, son tan diferent...
1.4K 70 5
Samamtha Becketh, una chica amable, hermosa, chistosa y que le encanta hacer nuevos amigos. Viene de una familia de dinero, pero no lo presume. Tiene...