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Poco a poco la amistad con Fernando se intensificaría.

De aquella conversación trascendental en la confitería Buenas Migas hasta ahora, siempre se habría mantenido a raya, correcto; jamás intentaría sobrepasar ningún límite, e incluso, no habría intentando siquiera besarme.

Algo en aquella actitud me causaba risa; sin saber si que sus motivos recaían en su extrema caballerosidad o su inquietante timidez, su cortejo cuidado me atraía. Desorientada por no haber experimentado ese modo de tratarme, mi poca experiencia sentimental se traducía en encuentros con amigos con derechos, como ocurriría con Benjamin; en alguna que otra noche de sexo con algún conocido casual o bien, la tórrida histeria con mi cuñado.

Fernando era atento, siempre era quien proponía una salida y estaba alerta a cada uno de mis movimientos; no obstante, sin apresurarme, fui cauta y esperé hasta ver durante cuánto tiempo más se extendería esta situación.

Ese jueves, Fernando tendría torneo en el club donde entrenaba y daba clases, a beneficio del sector de Neonatología del Hospital de Sant Pau, donde él trabajaba.

Practicando no de manera profesional, sin el objetivo de ganar trofeos, en la natación descargaría todo el temperamento y las cargas negativas de un trabajo tan duro e intenso en el Hospital. El noble evento se llevaría a cabo alrededor de las 8, en el natatorio del Club Atletic Barceloneta.

Sus instalaciones representaban una sumatoria de estéticas variadas, combinado lo moderno con lo más antiguo, obteniendo como resultado una sede de gran categoría y eclecticismo, en las que se podían realizar numerosas disciplinas deportivas.

Ubicándome en unas gradas cercanas a la piscina en la cual se disputaría la carrera de nado, me dispersé entre la gente, que aguardaba ansiosa la presentación de los 12 atletas, divididos en 3 turnos, dispuestos a competir.

La mayor parte de los presentes serían padres y alumnos de las distintas categorías de natación, además de profesores y concurrentes ajenos a aquella actividad. Matrimonios, algunos niños, y algunos miembros del Club vitoreaban graciosamente los nombres de sus preferidos, armando coreografías entre las butacas o emulando sus nombres con los brazos, como en algún momento lo hubieran hecho los Village People.

La atmósfera era genial, logrando inyectarme de una energía sumamente contagiosa y particular.

Con Fernando, vivía en una realidad paralela en la cual los problemas parecían no existir. Nuestras largas conversaciones telefónicas se extendían alrededor de dos horas, en las cuales hablábamos de sandeces de la TV o simplemente platicábamos sobre nuestras jornadas laborales.

Incluso, a expensas de quedarme dormida durante el trabajo, por mantenerme despierta durante alguna madrugada mientras Fernando hacia guardia, durante las cuales le enviaba mensajes de texto divertidos.

Pedro se regodeaba al escuchar mis cortos ronquidos, entraba a mi box, golpeaba con sus nudillos mi escritorio y salía corriendo rumbo a su lugar de trabajo, cargando de risas su rostro. Muchas veces temí que fuese capaz de filmarme y subiese ese video a la web. Sería sin dudas, el final de mi carrera.

Comprendí pues, que era posible ser feliz con alguien que no fuese Santiago.

Habrían pasado para entonces, poco más de tres meses de la boda de Valentina, en la cual nos conoceríamos. Menos aun faltaría para el casamiento de mi amiga Juliana que estaba loca con los preparativos, pero exudaba felicidad cuando le hablaba de Fernando.

Ella también habría sufrido a la par mía, siendo testigo de mis llantos desconsolados y mis decepciones más profundas; y aunque al principio no estaba de acuerdo con mi forma de actuar con respecto a Santiago, supo que era algo que iba más allá de lo que podría aconsejarme como amiga.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora