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Los días transcurrieron rápidamente y mi relación con Fernando se profundizaba más y más. Eramos dos enamorados que no podían estar el uno sin el otro.

Pedro, en la oficina se encargó de vociferar lo feliz que me encontraba desde que Fernando había entrado a mi vida.

Algunas tardes en que salia mas temprano, él pasaba a recogerme por el estudio pero, por respeto a Benjamin, primo de Teo, es que consensuamos no conocer aun a mi jefe. Todo pasaba muy velozmente, pero no me importaba, necesitaba que la intensidad esta vez jugase a mi favor: Fernando era el hombre ideal que toda chica necesitaba. Que yo necesitaba.

—El doctor se merecía ser feliz—Olga, la recepcionista que cubría el turno tarde en el Sant Pau, me decía cómplice, guiñándome el ojo.

—¿Si? ¿Usted lo cree? — contesté cordialmente, mientras esperaba en la sala a que Fernando atendiese al ultimo de los pacientes del día.

— Esa perra de Constanza le ha hecho la vida imposible

Sonreí nerviosa pero sin proseguir la conversación, era claro que la mujer quería mas cotilleos, pero de mi parte no obtendría mas que una respuesta educada.

Pero mientras mi vista regresaba a la vieja revista que estaba ojeando, recordé el nombre de aquella rubia atlética del natatorio.

—Disculpe Olga... ¿ha dicho Constanza? — pregunté con suavidad.

—Si, la preparadora física del Club de Barcelona

Mi rostro debió haberse transfigurado lo suficiente como para que Olga me ofreciese un vaso de agua y frunciese su ceño.

— Disculpe...pensé que el doctor se lo había contado...como son novios— la mujer continuó sumando leña al fuego.

—¿Contado qué?— Fernando saludaba a su ultimo paciente dirigiéndose a la recepcionista que hizo el gesto de morderse los labios.

—Olga me comentaba que Constanza era preparadora física del club donde nadas, cariño — me puse de pie, esquivando el beso de Fernando. Tomé mi bolso, coloque mi chaqueta en mi brazo y saludé a la regordeta secretaria—. Adiós, Olga, buen fin de semana, agité mi mano y fui en dirección a la salida, sintiendo como Fernando seguía mi andar.

Caminé atravesando gente, no pretendía montar un escándalo allí. Estaba ofuscada, enojada con el, porque recordé que aquella vez en el torneo, Fernando no mencionó que Constanza había sido su prometida.

— Aitana, por favor, déjame explicarte— con suavidad, me tomo por el codo, y me llevo hacia el bloque de escaleras de incendio del hospital.

—¿Qué quieres decirme? ¿Que has omitido ese pequeño detalle? ¿Que tu ex prometida te ve casi todos los días?

— No es así — rascando su nuca, dio un par de pasos hacia la escalera, en la cual se sentó.

—¿Y cómo es?— pregunté al borde del llanto.

Fernando palmeó el escalón, invitándome a tomar asiento junto a él.

—Perdóname por no habértelo dicho desde un principio, pero es que no deseo darle más trascendencia de lo que tiene el asunto. Constanza es efectivamente mi ex, y todo lo que eso implica...Aitana— tomo mis manos entre las suyas— , ella no significa nada para mi, es parte de mi pasado, y punto.

— Pero...

— Pero nada. Es mi pasado y ha sido la mujer que me ha decepcionado...si algo he aprendido en todos los años que estuve a su lado, es que la gente no cambia Aitana. Y ella no es la excepción.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora