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La finca era preciosa. Situada en Blanes y con una imponente zona de balcones mirando hacia el mar, su arquitectura antigua con amplios jardines hacía de "El Convent" un lugar de ensueño para el festejo de esta clase de eventos.

Tras viajar 60km desde la iglesia, y soportando a mi madre hablar puras boberías, descendí del auto buscando oxígeno y algo de soledad, haciendo equilibrio con mis tacones sobre aquella callejuela de piedra con una leve pendiente. Aun estaba perturbada por la imagen de mi hermana matrimoniándose con Santiago: un sentimiento de angustia que nadie podría llegar a comprender jamás, mientras no dejase de lado sus prejuicios. Para todos yo sería la hermana desalmada que se había enamorado del novio.

Punto. Fin de la discusión.

El mundo entero preferiría creer (y en cierto punto sería más fácil hacerlo) que yo era la que fracasada y la que siempre viviría la sombra de su hermana perfecta. Y eso incluía seducir a Santiago. Opiniones y rumores crueles que nunca tendrían en cuenta mi propia voz.

La mayor parte de los invitados se movían eufóricos, acomodándose en las mesas correspondientes, vestidas con manteles color crema y rematadas con unos enormes arreglos de flores naturales. Rosas rojas, estrictamente colocadas en forma de esfera, con unas sutiles cintas en las que se engarzaban unos cristales pequeños.

Cada uno de los concurrentes tendría asignado su lugar con una bella tarjeta de sitio; su nombre escrito elegantemente, en un tono dorado que brillaba a la claridad del día.

Los novios aun no llegaban, de seguro por estar tomándose fotografías que luego mostrarían una y otra vez. Me imaginé entonces, reunida alrededor del televisor de plasma de mis padres, viendo cada movimiento de los asistentes, señalándome algún error en mi modo de bailar o cualquier cosa que me pusiera en ridículo, como era costumbre en las mujeres de mi familia.

Caminé vagando por el camino de piedra, inspirando el maravilloso aire que me ofrecía la costa, llenando mis pulmones, recobrando algo de la fuerza perdida por el llanto. No distinguía palabras sino el completo murmullo que era cada vez más fuerte.

Era el momento indicado para superarlo, me dije bajo presión.

Habrían pasado casi 6 años de aquella noche, y pocos días desde....desde que nada. Desde que mi voluntad había flaqueado.

Pero ahora ya no importaba, yo estaba dispuesta a conseguirme una vida, si no pretendía seguir viviendo como una zombie en plena cacería humana, vagando por doquier, perdida, enfocada solo a mi carrera. Terminaría sola como acotaba poco felizmente siempre mi madre, causándome repulsión. Aun así, coincidir en que aquel pensamiento podría concretarse, me enfermaba los nervios.

Alguno de los invitados que me reconocían, se acercaban a saludarme y felicitarme por mi hermana, a lo que yo respondía con una sonrisa cordial y una puñalada en el alma. Sonrisas fingidas de mi parte, un apretón de manos a desgano y un "gracias" falso y a veces, exagerado.

Si tan solo supieran que me estaba perdida en la penumbra absoluta, que aquí solo sería mi cuerpo el único capaz de responder por mi espíritu, el cual dejaría de respirar desde el preciso momento que Santiago decía "Sí, acepto"...

Inspirando profundo encaminé mi errático andar dirigiéndome hacia el sector en el que se llevaría a cabo el banquete. Una imponente mesa decorada tal como las restantes con dos sillones de altos respaldares, sería presidida por los novios como dos reyes medievales.

Los padres de Santiago acababan de decir presente en el ágape: Leticia y Dante De Uribe serían destinatarios obligados de las congratulaciones por la boda del menor de sus hijos varones. El único que no era casado hasta ese momento.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Where stories live. Discover now