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—¿Están locos?— la chillona voz de Juliana nos estaba previniendo de la futura catástrofe. Por fortuna ella fue quien nos interrumpió y no otra persona.

A pasos agigantados, o al menos pasos que sus cortas piernas dieron hacia mi dirección, se acercó a nosotros y recitó a modo de sermón dominical.

—Amiga, sé que estás perdidamente enamorada de este sujeto y que su boda es un funeral para tu espíritu...pero tú—señalando furiosa a Santiago que miraba hacia un costado— , ¿te acabas de casar y aún sigues rondándola a mi amiga? ¡Pero qué rayos te pasa! —sus gestos eran exagerados, nunca la había visto tan enojada, y con tanta razón. Agitaba sus brazos, hacía señas de locura...un gran espectáculo.

—¡Basta Juliana! Sé que esto es un error, pero no volverá a pasar —cualquier cosa que fuese capaz de decir, era un sinsentido.

—Juliana, no necesito que me regañes como a un niño— frunciendo la boca, discutía con mi amiga.

—¡Pues no te comportes como tal entonces! ¡Madura joder! Y aprende que no has tenidos los cojones suficiente para dar todo por ella; has sido un cobarde, asúmelo y déjala vivir su vida en paz.

Las sabias palabras de Juli no hicieron más que apabullarme y provocar mi llanto descontrolado. Santiago la miro fijo, con odio, indignado, porque en el fondo de sus ser sabia que no estaba equivocada.

—Tuviste la oportunidad de demostrarle lo mucho que decías amarla, sin embargo aquí estás, vestido como un muñeco de pastel y escogiendo ser eternamente infeliz que arriesgarte...¡ella se merece algo mejor que tú!¡Vamos Aitana! —dijo posando su mano en mi hombro— , volvamos al salón. Tu hermana desea arrojar el ramo y debo evitar que lo coja otra persona que no sea yo.

Sonreí por su ocurrencia. Mientras me alejaba, volteé la cabeza contra mi voluntad, pensando en que me convertiría en estatua de sal; vi la sombra de Santiago, de perfil observando el mar, con la mirada vagando hacia él, con el turquesa de sus ojos fundiéndose en las aguas profundas.

____

Si algo faltaba era que yo cogiese el ramo de la novia: por fortuna, me aleje de la escena, a pesar del fastidio de Juliana, que empujones mediante a todas las muchachas presentes, se quedó con las manos vacías.

— Ya tienes a Jordi y tu boda es en pocos meses, ¿qué más pretendes? —le dije una vez regresada a la mesa, tras la batalla por el ramo.

— Tan sólo quería asegurarme que no me plantará en el altar—por esas pequeñas cosas Juliana era mi amiga, porque era incondicional, me había defendido con uñas y dientes de Santiago, y porque era tan graciosa que siempre me quitaba una sonrisa. Por esos días la estaba necesitando.

—Las mujeres y sus inseguridades —Jordi dejaba sus gafas sobre la mesa y meneaba la cabeza, también festejando las palabras de su prometida— . Ven, vamos a la pista a ver si te convences de cuánto te quiero.

Jordi la tomó de la mano en un gesto cordial y caballeroso que despertaría hasta los más hondos suspiros de las desamoradas para llevar a su prometida al centro del salón, mientras mi amiga repiqueteaba como una niña contenta. Adoraba esa parejita, nunca peleaban, siempre ante una subida de tono de Juliana, Jordi bajaba sus pies a la tierra y volvían a ser dos adolescentes enamorados; ni siquiera los dos años de convivencia habían resentido la relación.

La mayoría de los presentes bailaba al ritmo de la melodía de Shania Twain mientras yo me revolcaba en un océano de autocompadecimiento.

—Tú también eres el único para mí...— murmurando por lo bajo, lancé al aire al recordar todos aquellos momentos vividos. Sentada, mis brazos recostados sobre el respaldo de la silla, suspiré. Esta era la agonía más larga y dolorosa del mundo. Bebí un poco de vino, deseando anestesiar mi mente.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora