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Con la angustia a cuestas de haber vomitado todos mis sentimientos en su cara, arrepentida por momentos, orgullosa en otros, las semanas avanzaron agresivamente pero mi corazón se encontraba detenido en el instante mismo en que me confesé mi necesidad por ser reconocida, la necesidad por ser alguien dentro de su vida.

Conduciéndome por inercia a la Universidad, gracias a mi grupo de amistades, lograría pasar de largo la pesadilla de sentirme como una estepa deshabitada para concentrarme en mis asignaturas pendientes. No debía claudicar, si antes deseaba demostrarles a mis padres y a mi hermana que no era una rebelde y perdedora, ahora Santiago se sumaba a la lista de gente a la que le refregaría mi graduación por el rostro.

Por fortuna conocería a Juliana Higuera Hernandez, una pequeña rubia de armas tomar, temperamental y realmente fuerte. Con el pasar de los días, se transformaría en mi amiga fiel, en mi confidente.

Su familia era originaria de La Coruña y junto con su hermana Camila, convivían en un diminuto apartamento rentado cercano a la Universidad. Pasaríamos pues, noches en vela terminando nuestros estudios, riendo por ridiculeces y compartiendo parte de nuestras vidas: conocí de esta manera a Jordi, su novio, empleado en un estudio contable. Un muchacho alto, demasiado en comparación a Juli, que parecía perderse en sus brazos cada vez que se saludaban.

Generalmente, solíamos preparar nuestras exposiciones en su casa, su hermana además de estudiar trabajaba mucho, por lo que su presencia era inexistente. A excepción de una tarde, en la cual Camila se reuniría con unas amigas.

Cerciorándome que mi hermana no estuviese con sus amigos de grupo poniéndose a punto con las últimas tesis previas a su graduación, y coincidiendo que mis padres estarían de viaje por 5 días más, desplegamos nuestro arsenal de papeles, lápices, bolígrafos y cuanto elemento artístico necesitáramos para estudiar.

Alrededor de las 7 de la tarde, comencé a preparar la cena, no haría algo elaborado pero si nutritivo como para afrontar el enorme desgaste que nos esperaba por la noche, instante en el cual, escuché que la puerta de entrada se abría.

Mi hermana, como un remolino de energía, ingresaba a la cocina devenida en sala de estudio, agitando las manos:

—¡Perdón, perdón a las dos! Tuvimos que venir aquí...¡no se preocupen que no molestaremos en absoluto! — acercándose a Juliana, le dio un beso rápido—¡Estaremos en mi cuarto!

Notando mi rostro de decepción y el resoplido por el súbito cambio de planes, mi hermana agregó en el umbral de la cocina:

—Santiago estaba obsesionado con estudiar aquí. Dice que hay más luz, más espacio y que las veces que ha preparado una asignatura aquí, las cuales fueron muy pocas, la ha rendido satisfactoriamente...¡Quién diría que es todo un supersticioso! —dejando una sonrisa enorme y su aroma a cerezas impregnado en el ambiente; su larga cabellera y su andar abandonaron nuestro lugar de estudio.

—¿Quién es Santiago?—preguntó Juliana mirándome y en un volumen de voz no particularmente bajo.

— ¡Yo! —apareciendo de la nada, con una pila de libros bajo su axila, avanzó hacia nosotras— . Mucho gusto, yo soy Santiago, compañero de estudios de Valentina—dijo saludando con dos besos.

—Ho...hola —dijo titubeando atrapada por la figura de Santiago— . Yo soy Juliana, amiga de Aitana. - sus mejillas se sonrojaron como dos tomates.

—Hola Aitana — Santiago se aproximó, besándome suavemente en el rostro, tan lentamente que pensé que de derretirían.

—Hola— contesté crudamente— . ¿Cenarán aquí?—irritada, con un tono bastante distinto al que solía utilizar cuando hablaba con Santiago, giré y continué cortando unas rodajas de queso.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora