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Tras aquel pequeño incidente a la hora de comer, Valentina se abstendría de invitar a sus amigos a casa, por lo que admití que debería disculparme y aceptar lo desafortunado de mi comentario. Sin embargo, el egocentrismo de mi hermana no permitiría siquiera darme el crédito de haber sido yo lo suficientemente grosera como para que no regresaran para decir que simplemente, no le apetecía traerlos de momento porque estudiaban en el apartamento que rentaban.

Supe, entonces, que Gonzalo arribado desde Navarra, compartiría piso con Santiago, quien a su vez volaba desde Madrid para estudiar en Barcelona, cerca de la playa y lejos del concreto, como él diría en uno de los tantos pasajes de su conversación.

Prontamente se hicieron muy buenos amigos, y durante el estudio conocerían a mi hermanita " la perfecta" , quien en poco tiempo, se haría de un lugar en el dúo.

Salían los sábados a algún Club a beber algo, siendo Santiago y Valentina lo más adeptos a esta conducta; Gonzalo realizaba prácticas estudiantiles rentadas en un laboratorio cercano al apartamento, para solventar su parte de la estadía. Mis sospechas de pensar que algo habría entre mi hermana y aquel madrilense galán de telenovelas, se tornaban cada vez más realidades que conjeturas tiradas al azar.

En mí solo quedaría el recuerdo de sus labios en mis mejillas, que se sonrojaban apenas recrear ese momento. Con casi 18 años, yo era virgen. Por convicción y porque otra opción, de momento, tampoco se me habría presentado.

No frecuentaba bares ni boliches, pasaba mis fines de semanas leyendo, sobre todo tras nuestra mudanza a Barcelona: al no asistir al colegio durante último año, una profesora, la Sra. Ester Hernández, venía a casa a enseñarme para rendir las asignaturas pendientes ya que de ello pendía la posibilidad de entrar a la Universidad.

Mi vida social era nula, pocas veces mi hermana me invitaba a salir con ella, cosa que no me asombraba ya que no tenía el estilo indicado para los sitios que seguramente frecuentarían con sus amigotes ricos y amigas estiradas y perfectas.

Me resignaría entonces, a pensar que ese hermoso muchacho de fantasía era eso, una fantasía. Soñaba con sus ojos, con su sonrisa, con ser mí hermana tan sólo un momento, para sentir su roce más de cerca. Varias veces me besaría la mano en el cuarto de baño frente al espejo, imitando cómo sería sentir la humedad de sus besos.

Cómo tantos sábados sosos, estaba en la cocina, sirviéndome una copa con agua, cuando Valentina se acercó por detrás de mí.

 ¿Acaso no te cansas de estar aquí dentro? ¡Pareces un ratón de biblioteca! - pasaría engullendo una galleta, escondiéndose de mí mirada, metiéndosela a presión con los dedos apresuradamente en la boca.

—A veces, pero supongo que al comenzar en la Universidad, podré hacerme de un grupo de amigos con quienes salir. Mientras tantos, paso mis días mirando TV y estudiando para conseguir entrar a la Universidad —admití con resignación, mi mejor amiga para entonces.

Valentina me observaba sentada con los brazos cruzados sobre la mesa agregando una mueca compasiva.

—Si lo deseas, en un rato puedes venir con nosotros. Iremos a Razzmatazz con Gonzalo y Santiago. Él pasará a recogernos, supongo que no le incomodará sumar a alguien más en su coche.

— ¿Hablas en serio? — pregunté atónita. Extrañamente, me permitiría acceder a su círculo de amistad.

— ¡Sí, qué más da! — dijo con una pizca de condescendencia — . Pronto cumplirás 18 años... ¡tampoco eres una niña inocente! —se puso de pie y observó su reloj — . En dos horas Santiago pasará por aquí, por lo que te sugiero, te vistas con algo mejor que eso —señaló mi atuendo para diluirse en la escalera, rumbo a su cuarto.

"Entre la Miel y la Hiel" - (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora