La novia de mi mejor amigo.

By AlejandraGreene

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Benedict siempre ha querido enamorarse, casarse e iniciar una familia, ha pasado toda su vida buscando a la... More

Primeras miradas.
¿Enamorado?
Consuelos.
Ayudando a Norah.
Cayendo en tentaciones.
Anuncios inesperados.
Vamos a Canadá.
Cambios.
Miedos.
Yo amo a Norah.
Amarillismo
Él es lo que quiero.
Sé que tengo razón.
Un favor.
Sin marcha atrás.
Sin Norah.
Te extraño.
Un último beso.
La única verdad.
Todo termina.

Todo está bien.

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By AlejandraGreene

Meredith guardaba la ropa dentro de las valijas, podía sentir los nervios a flor de piel, sabía que Benedict había ido a ver a Norah, le había dicho que quería despedirse pero los antecedentes hacían que le corrieran pequeñas gotas de sudor por la nuca.

No podía negar que en los últimos dos meses su relación con Benedict estaba mejor que nunca, incluso mejor que cuando habían iniciado. Todo había sucedido después de la conversación que habían tenido en la entrada de su casa después de haber visto a sus padres, Meredith estaba harta de ser la segunda en la vida de Benedict y por más que aquello le doliera había decidido seguir adelante.

Por meses había ignorado las llamadas y los mensajes de Benedict, había salido en unas cuantas citas incluso, se había cortado el cabello, salido con sus mejores amigas, comenzado a filmar una nueva película, pero nada de eso parecía funcionar porque de su mente el rostro de Benedict no salía ni a patadas.

La noche de los BAFTA volvieron a encontrarse, Meredith tuvo la oportunidad de saludar a Tom y parecía que ambos pensaban lo mismo, evitar a Benedict a toda costa, pero Meredith no tuvo ni una sola oportunidad. En cuanto Benedict la vio a lo lejos con su hermoso vestido blanco descubierto de la espalda, sus ojos se llenaron de aquella chispa que había tenido la primera vez que la había visto, la buscó y habló con ella, por unas semanas decidieron ser solamente amigos.

Y durante aquellas semanas Benedict pudo evaluar cada aspecto de su vida, su amor por Norah y su amor por Meredith, ¿qué era lo que sentía por Norah en realidad? ¿Por qué había perdido aquél impulso de salir corriendo a buscarla?

Estaba cansado y confundido y bien sabía que tenía la respuesta frente a él, y en cuanto lo descifró en tan solo un instante, no dudo ni un poco en besar a la hermosa mujer que tenía frente a él, a la hermosa mujer que decidió era la persona que amaba.

–¿Ocupada?

Preguntó Benedict detrás de ella, haciéndola saltar un poco. Los ojos de Meredith se llenaron de duda en cuanto lo miro en la puerta, recargado sobre el marco de esta y mirándola con una sonrisa que ella no logró descifrar, no sabía si la sonrisa se debía a que estaba ahí con ella o porque acababa de ver a la mujer a la que había amado tanto.

–¿Todo bien?

Su voz sonaba temerosa y Benedict lo notó de inmediato. No hubo una respuesta, se acercó hasta ella, le acaricio las mejillas y la tomó para besarla con suavidad, acariciando levemente su lengua con la suya y sintiendo el aliento tan lleno de alivio que Meredith le ofrecía.

–Todo bien.

Respondió Benedict, juntando la frente con la de ella y besándole la nariz varias veces, Meredith lo abrazó de la cintura con tanta fuerza que durante unos segundos Benedict no pudo respirar, pero aquellos segundos no le importaron, lo único que él quería era que Meredith se sintiera segura a su lado, que supiera que era suyo ahora y que pasara lo que pasara no volvería a herirla nunca más.

Con aquella sensación de alivio, Meredith le quito el saco a Benedict, admirándolo durante unos segundos, se alejó un paso para poder verlo mejor y sonreírle, Benedict comenzó a desabotonarse la camisa, sabía cuánto disfrutaba Meredith de verlo hacer eso. Quitaba cada botón con una lentitud tentadora hacia Meredith, entre más la hacía esperar su pasión se volvía más grande. Meredith lo observaba mordiéndose el labio y resistiendo las ganas de gruñir con una magnitud inmensa. Sus manos se tocaron los pechos, deseando que fuese Benedict quien lo hiciera, en cuanto él se vio libre de su camisa se acercó hasta ella recostándola sobre la enorme cama, reemplazando las manos de Meredith por las suyas, acariciando aquellos senos que le hacían agua a la boca, besando cada centímetro de piel desnuda y quitando la ropa que parecía volverse una barrera de metal caliente sobre sus cuerpos. La miro a los ojos y de nuevo aquella sonrisa que Meredith no había podido descifrar unos momentos antes le apareció en el rostro, aunque esa vez fue más claro que él agua, estaba segura de que aquella sonrisa era suya, aquella sonrisita que tenía en la boca, era solamente para ella.

Norah abrió los ojos al sentir un cosquilleo en la nariz, los abrió poco a poco, acostumbrando su vista a la tenue luz del sol que entraba por la enorme ventana de su habitación. En cuanto sus ojos se abrieron con normalidad lo primero que vio fueron los ojos azules de Tom que la miraban con una sonrisa y la misma calidez que ella tanto había extrañado.

–Buenos días dormilona.

Murmuró Tom sin poder dejar de mirarla, incrédulo de poder estar en una situación así con ella. Ella había vuelto a él y lo amaba, se lo había asegurado y ahí estaba la prueba frente a sus ojos.

–Buenos días madrugador.

Respondió Norah, acercando su rostro con timidez al de Tom, dándole un pequeño beso que hizo un ruido cuando sus labios tocaron los de Tom.

–Te ves hermosa por las mañanas, más así, desnuda y radiante.

Las mejillas de Norah se ruborizaron, buscó esconderse debajo de las sábanas pero Tom la busco debajo de ellas, Norah mordió su labio buscando evitar sonreír con más fuerza de la que quería pareciendo así una loca, pero aquello simplemente hizo que Tom la deseara más.

–Tú también luces muy bien en las mañanas.

–Sí, pero no tanto como tú eso puedo asegurártelo.

Ambos comenzaron a reírse y sus labios se buscaron de nuevo. Se había vuelto inevitable el no parar de besarse, era como si sus labios tuvieran vida propia y quisieran reponer el tiempo que habían pasado el uno sin el otro, hambrientos y deseosos por probar cada centímetro de piel que pudiese besarse.

Las manos de Tom acariciaron la espalda desnuda de Norah, las manos de ella se recargaban con suavidad sobre su pecho, sintiendo la masculinidad de este, la sensación de necesidad de tenerlo, de tomarlo y saberlo suyo una y otra vez. Aquella sensación tan deliciosa de pertenencia que solamente Tom había podido enseñarle, crecía cada vez con más fuerza dentro de su vientre.

Las manos de Tom exploraron y acariciaron cada centímetro de piel que pedía ser acariciada como un cuerpo en llamas que pide agua para aplacarse, sus voces se convirtieron en simples gemidos y gruñidos que sin poder ser evitados salían con placer de sus bocas. Se unían con sus lenguas y con su piel. La necesidad de ambos por estar con el otro lo volvía todo aún más pasional y acalorado.

La habitación de pronto se sentía como si estuviese en llamas, sus cuerpos llenos de chispas que exigían apagarse con el contacto del otro.

No había palabras exactas para definir lo que sentía Norah cada vez que los suaves labios de Tom formaban pequeños círculos en sus pechos que se erguían en busca de más besos, de más labios y de más placer. Sus dedos se curvaban ante la deliciosa caricia de su lengua contra sus pezones, y sus manos se unían con fuerza cada vez que ambos compartían el placer de sentirse tan cercanos.

Sus bocas cantaban sus propias canciones mientras el amor acompañaba al placer que entraba dentro de ellos y se acrecentaba dentro de sus estómagos, el amor volvía todo aquello en una sensación aún más perfecta.

El amor volvía al placer en una sensación de alivio.

De pronto Norah se sintió fuera de su propio cuerpo, su felicidad la había hecho flotar en aquella habitación en donde se había vuelto una simple espectadora. Cerraba los ojos sintiendo un choque eléctrico cada vez que sentía a Tom dentro de ella, se sentía ajena a tanta felicidad pues nunca había experimentado algo como aquello, pero al mismo tiempo se sentía tan bien dentro de ella que era como estar en casa, una casa en la cual nunca hubiese querido salir.

El remordimiento que la atacaba de pronto, se movió como si alguien hubiese soplado sobre una pila de polvo, porque cualquier sensación en su cabeza que no fuese amor, placer, felicidad y satisfacción, había salido como pequeñas explosiones de su cabeza, en aquella habitación no quedaba espacio más que para Tom y ella.

Benedict miro a Meredith dormida a su lado en el asiento de avión, si bien había superado a Norah no negaba que no había dejado de amarla, porque según sentía Benedict, un amor tan grande como el que había sentido por ella no se borraba tan rápido como a cualquiera con el corazón roto le gustaría, era algo que dejaba huella permanente, y aunque por mucho tiempo lo había visto como una mancha dentro de él, se dio cuenta de que finalmente Norah también había sido su luz.

Era un humano, se repetía a sí mismo, había cometido errores de los cuales no negaba su existencia e incluso aún lo perseguían, después de todo había perdido a su mejor amigo, al hombre al cual consideraba su hermano. Pero al pensarlo y reflexionarlo con mayor atención agradecía poder haber sentido aquella sensación de la que había estado tan deseoso durante tanto tiempo.

Había deseado tanto amar a alguien con la fuerza de mil soles, que ni siquiera se detuvo a pensar en quien había sido la persona de la que podría enamorarse, había deseado tanto enamorarse con tanta fuerza que nunca imaginó que el estar enamorado no era lo suficiente para vivir una vida plena a lado de aquella persona a la que le había entregado tanto.

Había deseado tanto que obtuvo más de lo que pudo manejar en su momento. Aunque no se arrepentía de haber amado de aquella manera, a pesar de que su amor por Meredith se sentía tan diferente, no era la misma intensidad, el mismo calor o la misma sensación que provocaba Norah, Meredith provocaba algo diferente en él, algo que nunca se hubiese imaginado ni deseado un poco. Meredith lo hacía querer ser una mejor persona para que él pudiese merecerla.

Meredith le daba aquella sensación de flotar como si fuese un globo lleno de helio, sentía por primera vez en mucho tiempo seguridad, amor correspondido, y aquella era la sensación más satisfactoria que alguna vez había sentido. Sentirse correspondido.

–Despierta, despierta cariño.

Le dijo al oído mientras el avión aterrizaba, Meredith abrió los ojos con mucha lentitud como acostumbraba cada vez que despertaba.

–¿Me he dormido mucho tiempo? Lo siento, no quería que te sintieras solo pero me he sentido muy cansada...

Benedict la calló con un beso, un beso que se sintió como una llamarada dentro de su boca.

–Te amo.

Murmuró Benedict en el oído de Meredith.

Aquellas dos simples palabras llenas de significado hicieron que Meredith sintiera el estómago a punto de estallarle y convertirse en un millón de distintas estrellas que caerían por su garganta y saldrían con forma de luz de su boca.

–Te amo también.

Respondió ella al asumir toda la emoción y poder controlarla, adoraba aquella sensación de sentirse tan amada.

En cuanto salieron del aeropuerto los fotógrafos corrieron en su búsqueda, desde que habían vuelto a estar juntos y las revistas lo habían descubierto, se habían convertido en una de las parejas más seguidas de Londres, sobre todo después del escándalo de Benedict y Norah, pero en aquellos momentos Benedict y Meredith no podían estar más sordos y ciegos ante las preguntas de todos aquellos que buscaban una foto de ellos o unas cuantas palabras, se encontraban en una burbuja propia, la segunda luna de miel como algunos lo llaman, porque lo único que les llenaba los oídos y les invadía la vista era la idea de poder llegar a casa y verse desnudos, adorarse durante toda la noche y lo que empezara de la mañana, amarse cada parte del cuerpo que pidiese ser amada, y decirse hasta el cansancio lo que sentían el uno por el otro una y otra vez.

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