Todas las veces que pudimos s...

By Annie_CN

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«A veces nos topamos con la persona correcta en el momento equivocado.» Pues si eran eso, Gala y Kevin habían... More

💌ONC24
💌Sinopsis
💌Spotify Playlist
Prefacio
Capítulo 1: Solo nos tenemos el uno al otro
Capítulo 2: Memorias de una zorra
Capítulo 3: Una desconocida en el baño
Capítulo 4: Los chicos son como una cafetería
Capítulo 5: Los secretos cortan como un cuchillo
Capítulo 6: Un maldito playboy
Capítulo 7: Lengua de lagartija
Capítulo 8: Una Drama Queen para Navidad
Capítulo 9: La gallina de huevos de oro
Capítulo 10: La tensión está en el aire
Capítulo 12: Si no te lo tiras tú, me lo tiro yo
Capítulo 13: La ira de una Whitman
Capítulo 14: Verano significa caliente
Capítulo 15: Adiós significa libertad
Capítulo 16: El vecino de enfrente
💌Extra: ¡Feliz día de la mujer!

Capítulo 11: Amor a primera vista u odio a segunda

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By Annie_CN

Decir que su relación con Wendy cada vez iba a peor, era quedarse corto. Desde que Kevin había descubierto que lo usaba para que la bodega de su familia despejase bajo el ala de la marca Bosman, todo había ido de mal en peor.

Kevin se había tomado unos días para aplacar su furia; no quería verla ni en pintura. Así que había fingido estar enfermo durante la primera semana. Pero no podía tomarse más vacaciones, así que se había visto obligado a volver a las andadas; Kevin había terminado por regresar a la universidad y había tenido que seguir con la farsa de su relación.

Fuera por motivos de su popularidad o por la expansión de los Whitman, seguía estando atado de pies y manos; las amenazas de Wendy no habían cambiado. Si decidía abandonar su juego, ella revelaría a toda la universidad el parentesco que compartían, tanto su hermana como él, con los Bosman.

La única diferencia era que, gracias a su descubrimiento, ahora sabia que Wendy tenía tanto que perder como él.

De la misma manera, decir que su relación con Gala había mejorado, no era del todo cierto. Kevin y ella habían estado negociando entre clases y habían terminado firmando una especie de tregua telemática; habían intercambiado sus direcciones electrónicas y se habían mantenido en contacto, siempre bajo el mismo asunto y pretexto: «Proyecto de investigación de mercados II». Cualquier otra forma de comunicación era rechazada automáticamente por Gala; había intentado sentarse con ella durante el desayuno y se había marchado sin tan siquiera pensarlo. También había probado suerte pidiendo un cambio de asientos durante la clase, pero, aunque había logrado su cometido, lo había ignorado durante las siguientes dos horas.

Incluso había encontrado su Instagram. Pero como era de esperar, la solicitud de seguimiento aún seguía sin ser aprobada.

—¿Qué haces? —le preguntó Davide; había notado que no le estaba prestando atención.

—Estoy mandando un correo —murmuró Kevin. Terminó de teclear y le dio a enviar. Le acababa de mandar a Gala el enlace para que revisara la encuesta para segmentación de mercado.

La había convencido de que su proyecto girara en torno al oro líquido en Estados Unidos; el aceite de oliva. Teniendo en cuenta que Gala era española, se sentía en cierta ventaja frente a otros compañeros.

Le agradase más o menos, sabía que en el fondo la joven no podía negar que formaban un buen equipo.

—Últimamente, chateáis mucho —sugirió Davide, con picardía.

—No chateamos. Solo intercambiamos correos electrónicos sobre el trabajo de la señora Joy —le rectificó revisando que el mensaje se hubiera mandado correctamente.

Davide se dejó caer de espaldas en el sofá de su habitación y aprovechó para estirar los brazos.

—Es lo mismo. Aunque sigue mirándote con esos ojos oscuros de tigresa cargados de rencor. —Su amigo trató de escenificarlo, pero nada más lejos de la realidad, hizo una mueca.

—Lo sé y me lo merezco.

Era más que comprensible que Gala lo odiara si no podía saber toda la información. La había besado en un impulso para ayudarla a mantener a raya a otro tío, le había asegurado que estaba soltero y luego lo había visto entrando a la universidad del brazo de Wendy. Lo mínimo que podía pensar de él, es que era un cerdo.

—También podrías contarle la verdad —Davide lanzó su sugerencia con total seriedad, aunque para su amigo, era una idea descabellada.

—Wendy ya la tiene en la mira. Prefiero que me crea un mentiroso a que una inocente tenga que aguantar sus tonterías en la universidad.

—Para eso ya estás tú —se burló Davide.

—Así es. —Kevin se encogió de hombros.

El tintineo de su teléfono lo puso en alerta; frente a Davide le habría gustado no parecer tan desesperado, pero lo cierto es que se lanzó a coger recoger su móvil. El problema fue, que Davide había pensado lo mismo, y llegó antes.

Con el brazo en lo alto, empezó a leer en voz alta, simulando la dulce voz de gala:

—Hay algunos detalles que deberíamos pulir... —hizo una pausa para opinar—: ¡Esta tía es implacable!

—Devuélveme el teléfono. Pareces un niño —lo riñó Kevin, pero no surtió efecto.

—He estado pensando en lo que me comentaste y aunque me fastidie, creo que tienes razón. Deberíamos empezar a trabajar en los speech. —De repente sus ojos se abrieron sorprendido y una sonrisa se curvó en sus labios—. ¿Cómo vas de disponibilidad esta semana? ¡No me hagas cambiar de opinión!

Davide le entregó su teléfono entre silbidos y burlas. Pero Kevin estaba demasiado sorprendido como para importarle el juego de su amigo. Así que volvió a leer el mensaje para asegurarse de que no se tratase de una invención suya.

«Es cierto»; todas y cada una de sus palabras eran ciertas.

Kevin no sabía qué decir. Aquel cambio tan repentino había conseguido que le diera un vuelco al corazón. Aunque, lo cierto, es que verla cada día le provocaba exactamente lo mismo.

—Nadie se resiste al encanto Geller. —Davide le pasó el brazo por detrás de los hombros mientras le guiñaba un ojo.

Kevin revisó nervioso su reloj de muñeca; había llegado veinte minutos antes para ubicar el apartamento de Gala, pero encontrarlo, había sido demasiado rápido y fácil.

Le quedaban aún quince minutos de margen. No sabía si Gala se alegraría de que llegara antes o se molestaría; tampoco quería llegar tarde y empeorar su situación con ella. Así que había decidido pasar los siguientes trece minutos, observando a los coches pasar, los árboles primaverales moverse con la suave brisa y a la gente andar de un lado al otro de la cera mientras él intentaba no quedar como un tonto presentándose antes de lo acordado. «Dos minutos son perfectos», había convenido.

Y cuando su reloj marcó las cuatro y cincuenta y dos, el pulso se le volvió a disparar. Frente al viejo edificio de piedra blanca, Kevin se dispuso a timbrar el apartamento 5B.

—¿Sí? —A través del telefonillo, escuchó una voz femenina distorsionada. Pero no era la de Gala.

«¿Me habré equivocado?», pensó. Volvió a comprobar el número del bloque y el marcado en el interfono; estaba seguro de que era el correcto.

—Soy Kevin Geller —decidió probar suerte.

Un silencio se interpuso durante unos segundos; una risilla lo acompañó después.

—¡Gala! —escuchó gritar—. ¡G de gilipollas está aquí!

—¡Sophie! ¡Te va a oír! —la regañó.

«Así que, además de ser mejores amigas y estudiar juntas, también comparten piso», reflexionó Kevin.

—¡Tranquila! Estoy tapando el micrófono.

Claramente, no lo estaba haciendo.

—¡Eso es el altavoz! —Gala le hizo ver su error.

—Mierda.

Otro silencio se interpuso; esta vez más largo y claramente incómodo. Pero, aunque lo hubieran insultado, Kevin Geller no se lo había tomado a malas. De hecho, le había parecido ingenioso.

—Esto... —Gala finalmente se puso al mando—. Sube.

El sonido del mecanismo que abría el portal sonó como un zumbido y el joven empujó la pesada puerta con fuerza. Tomó el ascensor hasta la cuarta planta y al salir al rellano, se topó con diversas puertas; solamente una de ellas estaba entreabierta.

—¿Hola? ¿Se puede? —Kevin tocó la puerta suavemente, anunciando su llegada.

Esta se terminó de abrir y Gala apareció al otro lado; iba vestida con una camiseta negra ajustada y unas mallas del mismo color. En sus pies, vestía unas converse rojas; llevaba el cabello recogido en una coleta alta despeinada. Su maquillaje era sutil, sobre todo en los ojos, pero llevaba los labios pintados de rojo. Era su marca personal.

—Pasa —le indicó con cierta incomodidad.

No podía ni imaginar el esfuerzo que debía suponerle haberlo invitado a su casa. Pero siempre había dejado claro que los estudios eran lo primero.

Kevin entró con su mochila cargada en el hombro y la colocó sobre la mesa redonda del comedor, tal y como Gala le sugirió.

El salón era pequeño, conectado a una cocina diminuta, de paredes blancas y suelo de madera; en el centro, un sofá de dos plazas ocre, bajo una alfombra de tonalidades azules. No tenían una mesa de centro; en su lugar, había dos pufs rosas. Frente a estos, había una larga estantería en forma de escalera que estaba repleta de libros, y a su lado, un pequeño mueble donde descansaba el televisor de treinta y dos pulgadas y una lamparita de noche.

La casa no parecía mucho más grande; tenía que contar con dos habitaciones más y un baño. Pero parecía un hogar. Se notaba que estaba habitada por dos mujeres; podías reparar en pequeños detalles, como en un pintaúñas mal cerrado en una esquina de la mesa, una revista de cotilleos sobre uno de los pufs o en unas gafas de sol tras uno de los cojines del sofá.

—¿Quieres tomar algo antes de empezar? —le preguntó Gala. Se le notaba que estaba siendo cortés por pura educación; empleaba un tono de voz monótono, casi aburrido, para no demostrar sus verdaderas emociones.

—Estoy bien, gracias —Kevin rechazó su ofrecimiento.

—Bien, entonces, toma asiento.

Gala levantó una de las sillas y la apartó de la mesa. Se sentó y abrió el portátil en silencio. Kevin la imitó y trató de sentarse a su lado; Gala le pidió que usara la silla de enfrente. Era su manera de mantenerlo a raya.

—Tenemos doscientas treinta y seis encuestas respondidas. Necesitamos conseguir catorce más —empezó a hablar. Kevin trató de seguirle el ritmo abriendo el documento compartido que tenían.

—Creo que puedo conseguirlas esta misma tarde. Si no haré un par de entrevistas por la calle.

Gala enarcó una ceja. Por primera vez desde que había llegado lo miraba a los ojos.

—¿De verdad estás dispuesto a ello?

—¿Y por qué no? —le respondió él acercándose el bolígrafo a los labios. Gala reparó en aquel pequeño gesto; la vio desviar la mirada repetidas veces—. Cuanto antes consigamos las encuestas, antes podremos analizarlas y estudiar las tendencias.

Gala se tomó un instante para estudiarlo en silencio, él hizo lo mismo; tenía el rostro serio y se mordía el labio, pensativa. Las diminutas pecas que se escampaban por su nariz y sus pómulos le parecían de lo más bonitas; eran como mirar una constelación.

Ambos se estaban perdiendo en los ojos y las facciones del otro; casi como si nada más existiese en aquel instante.

Por puro instinto, Kevin se mojó los labios; Gala los entreabrió y dejó escapar un pequeño suspiro.

Eso era lo peligroso de quedarse a solas. Por suerte había una gran mesa redonda entre ellos.

—¡Chicos! ¡Me marchó! —Ambos dieron un respingo cuando Sophie irrumpió en el salón para avisar que iba a salir.

Ninguno de ellos se acordaba ya de que la rubia seguía en casa.

—Oye, Geller. Siento mucho lo de antes —trató de disculparse mientras se colgaba el bolso en el hombro—. Era una broma de chicas. No es como si te llamásemos así desde lo que pasó en septiembre —se rio con nerviosismo.

Gala la fulminó con la mirada.

—Vas a llegar tarde a tu cita.

Definitivamente, si le permitía seguir hablando, iba a liarla más.

—Es verdad... ¡Mi novio! ¡He quedado con mi novio! —pareció acordarse; pero seguía sin marcharse. Kevin no pudo evitar pensar que era una chica un tanto extraña.

—Sophie... —Gala volvió a llamarla, esta vez con suavidad. Era como si estuviese hablando con una niña pequeña.

Sophie pareció reaccionar y tras soltar un par de risitas más y estampar sus labios en la mejilla de su amiga, recogió las llaves y abrió la puerta a toda velocidad.

—¡Portaos bien! ¡No os volváis a besar! —se despidió ella.

Las mejillas de ambos se coloraron al instante; Kevin miró de reojo a Gala y la vio con el ceño fruncido y los ojos cerrados. Apostaría lo que fuera a que se estaba muriendo de la vergüenza, a la vez que controlaba sus instintos asesinos para no ir tras su amiga y terminar con ella.

Cuando los volvió a abrir, la magia que antes había parecido envolverlos, había desaparecido.

—Gala, yo... —Kevin trató de hallar las palabras correctas para disculparse. Pero no podía explicarle sus motivos; tampoco contarle que todo era una farsa y que, aunque aquel beso había sido pactado en un principio, no podía dejar de pensar en él.

—Déjalo. —Gala le paró los pies antes de que pudiera añadir nada—. No me interesa nada de lo que puedas decir.

—Solo te interesa el trabajo. Lo pillo.

—Si estás roto, no es mi problema —le susurró con seriedad—. No creas que me voy a desvivir a costa de mi salud mental, como si fuera la protagonista de una novela de Wattpad.

A Kevin se le heló la sangre. Gala no tenía toda la información, pero estaba siendo injusta.



¡Holi!


¡Hemos superado las 20K!

¿Qué os ha parecido el capítulo?

Sophie se me hace muy tierna, pero también inocente y divertida.

Gala está siendo un poco borde, pero teniendo en cuenta que no sabe la verdad, es del todo comprensible. 

Aún así duele... ¿Verdad, Kevin?

¡Mensajes de ánimo para G de Gilipollas aquí!

¡Os leo!


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