Todas las veces que pudimos s...

By Annie_CN

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«A veces nos topamos con la persona correcta en el momento equivocado.» Pues si eran eso, Gala y Kevin habían... More

💌ONC24
💌Sinopsis
💌Spotify Playlist
Prefacio
Capítulo 1: Solo nos tenemos el uno al otro
Capítulo 2: Memorias de una zorra
Capítulo 3: Una desconocida en el baño
Capítulo 4: Los chicos son como una cafetería
Capítulo 6: Un maldito playboy
Capítulo 7: Lengua de lagartija
Capítulo 8: Una Drama Queen para Navidad
Capítulo 9: La gallina de huevos de oro
Capítulo 10: La tensión está en el aire
Capítulo 11: Amor a primera vista u odio a segunda
Capítulo 12: Si no te lo tiras tú, me lo tiro yo
Capítulo 13: La ira de una Whitman
Capítulo 14: Verano significa caliente
Capítulo 15: Adiós significa libertad
Capítulo 16: El vecino de enfrente
💌Extra: ¡Feliz día de la mujer!

Capítulo 5: Los secretos cortan como un cuchillo

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By Annie_CN

Ni siquiera pensó en pedirle el número de teléfono. Luego de la interrupción, en la que habían participado dos espectadores más de los esperados, Kevin simplemente se había apartado de Gala y había suspirado pesadamente mientras veía como las mejillas de la joven se encendían por la vergüenza. Otras personas, curiosas, se habían arremolinado a pocos metros del baño al escuchar tanto alboroto.

Henry no había tardado mucho más en salir despavorido del lugar; no lo conocía personalmente, pero le sonaba de algún lado. Aunque había quedado claro, por la reacción que había tenido, que este sí que tenía muy presente quién era Kevin Geller.

 —Estoy flipando —expresó en voz alta la otra chica involucrada. Estaba blanca como la pared de azulejos del baño.

Gala la había llamado Sophie; no cabía duda de que la rubia era su amiga y que estaba alucinando tanto, o incluso más, que Davide.

—Será mejor que nos vayamos —balbuceó la morena que con tanta pasión le había besado segundos atrás.

Al pasar por su lado se detuvo un breve momento para mirarle directamente con sus ojos oscuros. Aquel instante le robó el aire a Kevin.

—Gracias.

Fue todo lo que dijo antes de coger a su amiga del brazo y de salir por patas.

—¡Dejad paso! —instó Davide al resto de los espectadores—. ¡Aquí no hay nada que ver!

Al volverse para encarar a su amigo nuevamente, lo hizo adoptado un posado de reproche.

—¿Cuánto llevas en Nueva York? —Davide se pasó las manos por el cabello castaño con desesperación; sus ojos grises parecían más oscuros—. ¿Diez horas?

Kevin miró de reojo el reloj que portaba en su muñeca izquierda.

—Casi doce.

—¿Y ya la has liado de esta manera, hermano? Wendy te va a matar —le susurró.

La simple mención de ese nombre hizo que el humor del joven empeorara.

—No le debo nada a Wendy —le espetó él, con desagrado.

Davide hizo una mueca y la peca que descansaba sobre la parte derecha de su labio superior desapareció por un segundo.

—Vuelve a repetírmelo cuando vuelvas con ella y esté ideando un maquiavélico plan para hundir a esa chica —dijo refiriéndose a Gala. Wendy podía ser... despiadada.

Kevin se tensó; no iba a permitir que ninguna de las dos cosas sucediera. Se había dejado llevar de tal manera, por culpa del magnetismo de Gala, que no había medido las posibles consecuencias de su pequeño truco.

—¿Podemos dejar el temita y volver a la barra a relajarnos? Ese era el plan, ¿no? —le recordó a su amigo. Aquella noche no le apetecía pensar en nada ni nadie. Aunque parecía ser demasiado tarde para lo segundo.

—La cerveza ya debe de estar caliente —se quejó su amigo mientras hacía pucheros.

—Pediremos otra —le aseguró Kevin pasándole un brazo por los hombros.

Si había alguien, aparte de Mia, que había echado de menos durante aquel año, había sido a su mejor amigo: Davide Brown.


Después de cuatro cervezas, Kevin le había contado con pelos y señales como había sido su año sabático visitando Europa. Davide había escuchado atentamente las anécdotas más divertidas que su mejor amigo le estaba narrando; la vez que perdió su documentación en París y le tocó ir al consulado a denunciarlo y conoció a una sexy policía o la rocambolesca noche en la que había aterrizado en Ibiza y al no encontrar ni una habitación libre en los hoteles de la isla, había terminado durmiendo durante una semana en el sofá de un apartamento alquilado por jóvenes españoles que estaban ahí para celebrar una despedida de soltero. Lo cierto es que habían sido muy simpáticos.

La aventura de su amigo parecía de todo menos trágica; aunque Davide conocía el motivo por el que Kevin había abandonado la universidad durante aquel tiempo, este último, había decidido contarle solo la mejor parte. Cualquiera que lo escuchara hablar, pensaría que había sido un viaje idílico. Nada más lejos de la realidad.

Kevin se había cerrado completamente en banda. Porque no todo habían sido visitas culturales, chicas y fiestas; también se había sentido solo, desgraciado y muy perdido. Había arrastrado su dolor por distintas ciudades hasta que había hallado la forma de convivir con él; aún lo sentía, en lo hondo de su alma, pero se había acostumbrado a ello.

Los ojos que antaño brillaban de emoción y desafío ahora estaban ensombrecidos por la pena; su verde se había apagado e incluso su forma parecía haber cambiado ligeramente. Kevin había adoptado una mirada triste. Pero nadie podía reprocharle nada.

La reunión entre los amigos no duró mucho más; en cuanto empezaron a llegar sus antiguos compañeros de clase, Kevin se despidió de Davide y se retiró con disimulo.

Osvaldo no tardó mucho en aparecer. En silencio y pensativo, el joven se subió al todoterreno negro y se abrochó el cinturón.

Tenía mucho en lo que pensar, y mientras rememoraba el encuentro con Gala bajó la ventanilla para dejar paso a la suave brisa de aquella noche de otoño. No podía dejar de pensar en ella; sus manos y sus labios aún le recorrían como si de un fantasma se tratara.

Había sido una casualidad de lo más extraña; pero parecía obra del destino. ¿Qué probabilidades había de encontrarse con la misma persona, en un baño público, dos veces?

«Además, tiene que ser estudiante de Marketing», cayó en la cuenta. «O al menos, estudiante de Loowod».

Si había encontrado a la joven en la universidad y había vuelto a verla en The Blue Vanguard, solo podía significar que compartían la misma carrera. «¿Estudiante de primero o de segundo?», trató de averiguar. No había coincidido con ella, por lo que solo había esas dos opciones.

«A no ser que estudie otra carrera en Loowod y simplemente estuviera acompañando a su amiga», reflexionó. Aunque tenía la esperanza de volver a verla; tenía que encontrarla.

Mientras sus pensamientos se arremolinaban, Osvaldo estacionaba el coche frente a la residencia de los Bosman y apagaba las luces y el motor.

—Hemos llegado, joven señor —le indicó con suavidad.

Kevin le dio una palmadita en el hombro y le dio las gracias antes de bajarse del vehículo.

Las luces se encendieron automáticamente mientras Kevin echaba a andar hasta la puerta principal con el corazón encogido; volver a adentrarse en la propiedad de sus tíos iba, inevitablemente, ligado a sus malos recuerdos.

Cuando vio una sombra moverse cerca, no le dio mucha importancia; pensó que sería alguien del servicio. Pero cuando la última luz se iluminó, revelando quién esperaba por su llegada, sintió que el alcohol se le bajaba completamente.

—¿Me has echado de menos? —pronunció una voz femenina de su pasado.

—¿Qué haces aquí?

Wendy rio por lo bajo, luego se pasó una mano por el cabello pelirrojo y jugueteó con un mechón de cabello.

—Ya veo que no.

No podía creerse que estuviera ahí, esperándole, recostada al lado de la puerta de entrada; con sus uñas perfectas, la diadema adornando su melena y su bolso Birkin favorito.

—Corté contigo antes de marcharme, Wendy —susurró Kevin con desagrado. No quería verla; había tomado la decisión correcta. Tras un año separados, ni siquiera la había echado en falta; ella tampoco había intentado ponerse en contacto con él.

—Y yo te dije que te tomaras este año para meditarlo. No acepté dejarlo; acepté darte un tiempo porque estabas pasando un momento difícil.

La forma en la que hablaba de la muerte de sus padres le desgarró.

—¿Te crees que simplemente es algo temporal? —le preguntó incrédulo.

—Por supuesto. Necesitabas tiempo para sanar tú solo —las palabras le salieron por la boca como si estuviese hablando de la cosa más obvia del mundo. Para Kevin, no lo era. Estaba dolido; después de dos años de relación, se había sentido abandonado por Wendy.

—¿Sabes cuál es una de las muchas razones por las que te dejé? —le espetó con rencor. Sus ojos azules se abrieron de par en par, mostrando incredulidad.

—No me has dejado —le recalcó. Luego, aguardó en silencio mientras se miraba las uñas con una expresión de desdén en el rostro. Era como si una ruptura, simplemente, le fuera mal en su agenda social.

—Porque eres fría y calculadora; incapaz de sentir empatía por los otros. Me apartaste como si fuera uno de tus complementos más.

—¿Qué podía hacer yo? Solo llorabas, no querías hablar y bebías cada noche.

—¡Apoyarme, maldita sea! ¡Ser mi hombro para llorar! —le gritó perdiendo los estribos.

No la soportaba. No la odiaba, pero Kevin sentía que no podía perdonarle la indiferencia que había demostrado durante su época más oscura.

—Mientras todo iba bien, estuviste ahí. Pero cuando mi vida se resquebrajó, no supiste estar a la altura. ¡Maldita sea! ¡Ni siquiera supiste estar!

—¡No sabía qué hacer o que decir! ¡Entiendo que estuvieras mal por lo de tus padres, pero no querías ir a ningún lugar! ¡No querías compartir nada conmigo! —le gritó de vuelta.

—¡No quería hacer el papel de novio perfecto! ¡Nada era perfecto en mi vida! —se enfureció aún más.

Wendy sabía que tenía carácter, por lo que se mordió la lengua y decidió cambiar de estrategia. No estaba dispuesta a dejarlo correr tan fácilmente.

—¿Sabes cuantas explicaciones tuve que dar? ¿Cómo tuve que mentir para proteger mi reputación? —le recriminó con dureza. Sus ojos no reflejaban amor alguno.

—¿Todo se resume a las apariencias, no, Wendy? —le respondió él con sorna.

Ella tomó la solapa de su camisa con rabia y lo atrajo mientras le clavaba la mirada.

—¿Quieres que todo el mundo se entere de quienes son tus tíos? ¿Qué tienes un trato preferente en la universidad? ¿Qué pongan en duda tus méritos? —lo amenazó en voz baja.

Sus palabras le sentaron peor que un golpe; casi habría preferido que le diera un puñetazo. Pero Wendy Whitman jugaba en otra liga; mucho más superior y retorcida.

—Mi ingreso y mis notas son gracias al esfuerzo personal —le recordó entre dientes.

Que sus tíos fueran los mayores benefactores de la universidad no tenía nada que ver; Kevin había luchado por cada décima de su nota de ingreso para lograr abrirse paso. No había recibido ayuda alguna y jamás la pediría.

Por ello había mantenido su parentesco en secreto; al fin y al cabo, era la hermana de su madre la que se había casado con Marcus Bosman y adoptado su apellido. Su madre, a su vez, se había casado con su padre y había adoptado el apellido Geller. Nadie podía relacionarlos; quería labrarse un futuro por su propio mérito.

Pero caer en su manipulación le asqueaba de igual manera. Por eso Kevin estuvo a punto de decirle que no le importaba lo más mínimo que lo contara; estaba cansado de fingir. Pero entonces, el rostro de Mia apareció en su mente; su hermana acababa de ingresar a la universidad y quería, por encima de todo, evitar que nadie la señalara como una persona aventajada.

Si destapaba su secreto, destapaba el de su hermana. Nunca más importarían sus notas o la pasión que le pusieran en cada asignatura; serían los sobrinos de los Bosman.

—No me jodes solo a mí... —empezó a reprocharle, pero Wendy lo cortó.

—Me importa una mierda. Tú estás intentando joder mi reputación.

Wendy se lo había dejado claro; no tenía escapatoria.

—¿Y qué vamos a hacer? ¿Fingir que somos la pareja perfecta? —le espetó con desagrado.

—Fingir que lo seguimos siendo. Al menos, hasta que me dé tiempo a encontrar a alguien mejor que tú. Yo decidiré cuando y como rompo contigo. —Wendy le sonrió con frialdad.

«O sea, que ella tampoco me quiere», reflexionó con dolor. No es que quisiera darse una segunda oportunidad ni verla arrastrada por amor, pero le dolía pensar que ella jamás lo hubiera querido.

—Dile a Osvaldo que pase a por mí como siempre. Descansa, cariño —le dijo irónica antes de largarse sin mirar atrás.



¡Holi!


¡Hemos llegado! ¡Hemos llegado!

Acabo de pasar la meta de las 8K. 

(Orgullosa de mi; pensaba que no lo lograba jajaja.)

¿Qué os ha parecido el capítulo?

Os aviso que habrá más de Davide, por el momento lo hemos dejado un poco apartado.

¿Y Wendy?

¿Habeis conocido jamás a alguien al que le importen más las apariencias que otra cosa?

¿Como creeis que afectará esto a Gala?

Por fin os cuento un poquito más del motivo por el que Kevin se fue durante un año a europa: la muerte de sus padres. 

(Ya iremos profundizando en eso)

Y la otra bomba es que sus tios son los Bosman... (Sí, los mismos que los de la Beca Bosman)

¡Os leo!


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