He besado a Alba Reche

By albxlia3520

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Natalia Lacunza está a un paso de la victoria. Después de que sus madres la obligaran a mudarse, se ha pasado... More

Prólogo
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Tirado a la hoguera
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By albxlia3520

Días desde que desapareció Alba Reche: 3
Días hasta la graduación: 40

Un martes por la tarde en su habitación, Natalia se enrolla una cadena de plata en el dedo y piensa en California.
Antes de empezar el instituto, Natalia solo había visitado False Beach unas cuantas veces. Siempre le había parecido insoportable: ni un burguer King, ni un Starbucks, solo había Polar Pops de gasolinera y un Olive Garden con dos horas de cola los viernes porque era el restaurante más elegante del pueblo. (Hace años corre el rumor de que van a abrir un restaurante asiático P.F.Chang's, pero Natalia sigue pensando que es un poco demasiado atrevido para False Beach).

Sin embargo, cuando su abuela se puso enferma y vieron que no iba a recuperarse, su mamá renunció  al puesto en la ópera de Los Ángeles y Natalia renunció a sus amigos del colegio para ir a False Beach. De eso hacía ya cuatro años.
Cuatro años desde que le había preguntado a una chica de la clase de Biología de primero por qué el capítulo sobre reproducción sexual estaba pegado con celo: así había conocido a Marta, estudiante de Willowgrove desde el parvulario. Tres años y medio desde que había salido de la fase gótica y Marta había empezado a escribir un plan poswillowgrove a cinco años vista para las dos, que guardaba en la taquilla. Este año, Natalia y Álvaro por fin habían conseguido camelarse al señor Guix, el profesor de coro, para que eligiera El fantasma de la ópera para el musical de primavera: habían interpretado a Christine y Raoul, respectivamente.

Y hacía cuatro años que Natalia había entrado en la primera clase de Willowgrove y había visto a la chica de la valla publicitaria sentada en la fila de delante, con los rotuladores fluorescentes bien ordenados en la mesa. Al final de ese día, ya sabía: 1) Es Alba Reche. 2) El padre de Alba es el director Reche, el hombre que hace cumplir las arcaicas reglas de Willowgrove. 3) Su familia tiene más dinero que Dios. 4) Todo el mundo, sí, todo el mundo la ama.

Incluso Marta, que, a su discreta manera, siempre daba a entender que no le impresionaba Willowgrove, le había dicho aquella primera semana a Natalia: "sí, lo reconozco, Alba es guay".
No, Alba no es guay. California era guay. Vivir en un sitio en el que daba igual que todos supieran que tenía dos madres era guay. Alba es una nebulosa de persona, que rellena todas las casillas de False Beach para que todo el mundo crea ver a una chica perfecta en su lugar. ¿Qué tiene eso de guay?
(No, Natalia todavía no ha encontrado la nota que le dejó Alba. Sí, ha buscado por todas partes, incluso en el bolsillo de la camisa Oxford que quedó aplastada contra el polo de algodón de Alba cuando se besaron).

Natalia deja caer la delicada cadenita en el cajón y lo cierra.
Se mira en el espejo del baño. ¿Por qué tiene delante a la única persona en todo el pueblo inmune a Alba Reche?
—Tienes la maldición del juicio infalible —le dice Natalia a su reflejo.

De vuelta en su cuarto, da una patada a un taco de folletos de admisión de distintas universidades para llegar hasta la mochila. La búsqueda de la nota de Alba tendrá que esperar un par de horas. Tiene una cita con la entrega final de Francés 4 y un trabajo entero sobre levantamientos en Francia desde 1789 hasta 1832, que debería entregar en tres semanas. Es por parejas y lo hace con Marta.
—Mami, Fígaro se ha comido otra vez mi ropa interior —dice Natalia mientras entra con desgana en la cocina.

La mami de Natalia, que todavía lleva puesto el mono de trabajo y está metiendo a la fuerza algo enorme en el congelador, gruñe en voz alta.
—Creo que el problema lo tiene alguien que deja la ropa interior en el suelo, no yo.
—Son las terceras bragas de este mes. ¿Me das dinero para ir mañana al Target?
Fígaro, el gato doméstico en cuestión, está apostado sobre el frigorífico y las observa a las dos como un diminuto amo devorabragas. Es tempestuoso y rencoroso y forma parte del hogar de las Lacunza desde hace casi tanto tiempo como Natalia.
A las madres de Natalia les gusta culpar al gato de la personalidad de su hija.

—Mira en el frasco del cambio —dice su mami.
Natalia suspira y empieza a contar monedas pequeñas.
—¿Qué es eso? —pregunta al ver que su mami recoloca las verduras congeladas para hacer sitio al misterioso paquete envuelto— ¿Has matado a alguien?
—Tu madre —dice cuando por fin consigue embutir aquella cosa en el congelador— ha pedido un banquete sureño cuando vuelva a casa de Portugal este fin de semana. Uno muy concreto. —Le da un golpecito al bloque de carne y se vuelve hacia Natalia, con un mechón de pelo oscuro y corto que le cae sobre la frente.— Esto, hija mía, es un turducken.
Suena a insulto...—dice Natalia—. Pero continúa.
—Es un pavo relleno con un pato relleno con un pollo.
—¿De dónde has sacado eso?
—Tengo mis contactos.
—Es... deprimente.

Su mami asiente y cierra el congelador.
—Mi esposa es una mujer muy refinada.
Como Natalia y su mami se sentían fatal por tener que mudarse, su mamá de la Costa Oeste decidió mostrar un entusiasmo casi agresivo por descubrir el sur del país. Se compró una camiseta roja de la Universidad de Alabama que se pone cuando trabaja en el huerto y un juego de maletas con estampado de pata de gallo para sus viajes al extranjero. Incluso puso una foto enmarcada de Dolly Parton en la repisa de la ventana. Es todo un tema.

Sin embargo, su actividad favorita ha sido probar cualquier delicatessen sureña que exista. Cuando vivían en California, lo más típico de Alabama que tenían en la cocina era una jarra de té dulce que la mami de Natalia siempre dejaba en la nevera.
Ahora, su mamá ha insistido en aprender a freír alitas de pollo y tomates verdes, ha copiado hasta el último elemento de la caja de Bojangles, esa cadena de restaurantes de pollo cajún que tanto abunda por aquí, y se ha hecho asidua de todos los locales del pueblo que sirvan comida típica de la zona.
Al parecer, ahora va a obligar a Natalia a comer una especie de matrioshka avícola terrorífica. Es peor que cuando asó un pollo metiéndole por el trasero una lata de cerveza Miller Lite.

—Subiré al escenario para recoger el diploma y luego seguiré caminando hasta que llegue a una ciudad con un súper Trader Joe's —dice Natalia.
—Oye. —Su mami se cruza de brazos y la mira desde la otra punta de la cocina —. ¿Se trata del clásico comportamiento gruñón de Natalia o estás mosqueada porque echas de menos a mamá? ¿No te basta con una madre?

Natalia hace oídos sordos y recoge el monedero y las llaves de la mesa que está junto a la puerta de atrás, debajo de uno de los cuadros abstractos de tetas que pinta su mamá.
—No me pasa nada.
—¿O es por eso que te ha hecho estar tan rara desde la semana pasada?
—¡Que no me pasa nada! —suelta Natalia—. ¡Prueba a usar como ropa interior la parte de abajo de tu bikini y a ver de qué humor estás!
—Vale. Pero ya lo sabes. Si necesitas hablar de cualquier cosa... Chicas, chicos, lo que sea. El final del último curso de instituto siempre hace aflorar muchas emociones. Sé que estás...
—¡Adiós! —exclama Natalia mientras coge el pomo de la puerta.
Si la cierra lo bastante rápido, está segura de que el fantasma de Alba no podrá seguirla.

Se tarda un cuarto de hora en coche en llegar al centro de False Beach desde la casa de Natalia y durante ese trayecto no pasa por delante de absolutamente nada digno de mención salvo por un Dairy Queen.
Lo que los lugareños llaman "el centro" no es más que una calle principal con edificios históricos de ladrillo rojo a ambos lados y tiendas de dos plantas apelotonadas, con sus balcones de hierro y el encanto de las ciudades pequeñas de Sur. De ahí se llega al edificio blanco del juzgado, que se alza con sus pilares de hierro forjado sobre la ancha plaza mayor de la época de la guerra de Secesión, que tiene a sus pies. En el centro de la plaza solía haber un monumento confederado horroroso, pero hace dos veranos alguien lo arrancó en medio de la noche y lo arrastró rodando hasta el lago Martin, que es lo único guay que ha ocurrido en False Beach. El año pasado, el ayuntamiento convocó un concurso para elegir la nueva mascota del pueblo e instaló una estatua de bronce de la que había ganado: un ciervo a dos patas con una enorme cornamenta al que llamaron Ciervo con Cuernos, muy original.

Natalia gira a la izquierda en la plaza y aparca delante de la heladería Webster's Ice Cream justo cuando la torre del campanario toca las cinco de la tarde.
Libros del Campanario, cuyo nombre se debe a que se encuentra en la parte inferior de la torre, es casi seguro el único lugar de False Beach en el que vale la pena estar. Es una librería pequeña: solo tiene dos salas abarrotadas más una tercera a la que se accede con una escalera de mano previo permiso especial, pues allí los libros están apilados hasta el techo en cualquier superficie disponible, como el suelo, la estantería que hay encima del retrete o la parte superior del terrario en el que vive una iguana gorda. Cada hora sin falta, la campana de la torre resuena en las paredes de piedra y reverbera por toda la superficie hasta llegar al mostrador, donde el padre de Marta se sienta con sus gafas de aviador y escucha a los Eagles.

Natalia encuentra a Marta subida al peldaño más alto de la escalera con un libro de bolsillo. Se ha cambiado la parte inferior del uniforme por unos pantalones de deporte grises recogidos por abajos y unas Tevas. Las dos se parecen mucho (ojos castaños, cejas pobladas, mandíbula marcada), pero la estética de Natalia es más bien dark academia y la de Marta es la de una mochilera butch en potencia. Incluso llevan casi el mismo pelo corto y moreno, pero Natalia tiene un flequillo muy marcado, mientras que a Marta no le importa quién le vea la frente.

Marta es la clase de persona que entra en una habitación como si hubiera estado allí un millón de veces, sabe dónde está todo, incluidas las salidas, y no se preocupa de si algo puede haber cambiado desde la última vez que estuvo allí. Es demasiado alta para parecer menuda, demasiado educada para ser imponente, demasiado lista en temas que no tienen nada que ver con las fórmulas químicas ni las integrales indefinidas para que le preocupe la nota media. Una vez, en la optativa de Escritura Creativa, Natalia tuvo que describir a una persona con una sola palabra. Eligió a Marta y la describió como "robusta", igual que un árbol o una casa.

Es un milagro que alguien como Marta se materializara a partir del caldo primigenio de Alabama. Sin ella la vida sería insoportable.
Natalia se acerca a su amiga y le da dos golpecitos en el tobillo.
—¿Qué lees?
Marta le muestra la cubierta sin separar la vista de la página. Emma.

—¿Austen? ¿Otra vez?
—Mira. —Marta suspira; parece que ha terminado con el párrafo que estaba leyendo. Nunca habla cuando está en medio de un fragmento—. Probé con uno de esos escritores contemporáneos que me recomendó María...
—Por favor, no llames María a mi mami.
—... y lo que pasa con los libros actuales es que muchos no son tan buenos.
—Y, aun así, quieres escribir un libro actual.
—El truco está —dice Marta, y cierra el libro— en que escribiré uno bueno, y punto.
—No sé por qué te pones tan pesada con Austen —dice Natalia mientras Marta baja los peldaños de la escalera y acaba en la alfombra de pelo largo que hay al pie—. Emma siempre me ha parecido irritante.
—¿El libro o el personaje?
—El personaje. El libro está bien.

Marta va la primera hasta el mostrador; los golpes que se da la botella de agua que siempre lleva colgando contra las estanterías y las sillas anuncian su llegada. La madre de Marta las saluda con la mano desde la otra punta de la tienda. Lleva cascos mientras hace el inventario.
—¿Por qué te irrita Emma? —pregunta Marta.
—Porque es manipuladora —dice Natalia—. No creo que al final tenga su merecido por todo lo que les hace a los demás.
—La gracia del libro no es que ella lo haga todo bien. Es que sea un personaje interesante —explica Marta, y se cuela detrás del mostrador para recoger sus cosas—. Y yo creo que es... Es una chica atrapada en el mismo lugar en que nació, tan aburrida con lo que le han dado que tiene que jugar con la vida de la gente que la rodea para entretenerse. Es un buen personaje.
—Ya, claro.
—Además, el libro es romántico. "Si te amara menos, sería capaz de hablar más de ello". Mejor frase de toda la obra literaria de Austen. Y me los he leído todos, Natalia.
—¿Cuántos libros de ella te has leído? —dice su amiga, inexpresiva.
—To-dos
Natalia se echa a reír y ojea los libros que hay detrás del mostrador.

—¿Alguna novedad en la CFN?
Mientras Marta relee clásicos victorianos, las historias favoritas de Natalia son las que tratan de una joven obstinada que se embarca en un viaje cinematográfico para controlar sus poderes y se enamora del monstruo que ha sido su antagonista desde el principio. Marta lo sabe, así que reserva una pila de libros detrás del mostrador para su amiga, y cada vez que descubre algo que podría gustarle a Natalia lo añade ahí.
Con cariño, la llama "colección de Follamonstruos de Natalia".
—Una —dice Marta. Pesca un gastado libro de bolsillo de la parte superior de la pila: uno de fantasía de los años ochenta en el que un elfo con mallas paqueteras en la cubierta. Su madre tiene un millón—. Princesa de cuento de hadas emprende una odisea heroica perseguida por un maligno mercenario elfo. Aunque es hetero.
Natalia suspira.

—Gracias, pero ya he tenido mi ración de villanos masculinos de este mes —contesta.
—Me lo imaginaba —dice Marta. Lo arroja a una caja de libros de segunda mano pendientes de colocar en las estanterías—. Sigues buscando a la megazorra de tus sueños
—No tiene por qué ser una reina maligna —aclara—. Solo es "preferible".
Aunque si le gustan los chicos, suele parecerle que las características de un villano atractivo (arrogancia, malicia y un trasfondo angustiante) son tediosas en un hombre. Porque, a ver, ¿qué motivos tienen para estar amargados los tíos buenos de pelo largo y moreno? Ponte un champú clarificante y deja de dar la brasa, Kylo Ren. Así que tus padres te mandaron a un campamento mágico y no has hecho amigos. Vaya problemón.

—Si la chica tiene que acabar con un tío que sea un monstruo —añade Natalia—, debería ser...
—El fantasma de la ópera. —Marta termina la frase por ella mientras salen, porque lo ha oído quinientas mil de veces.
—Monstruo por fuera, pero por dentro ¡se preocupa de las aspiraciones profesionales de ella! —dice Natalia—. Llámame antigua, pero el sitio que corresponde a un hombre está en el sótano, preparando ejercicios vocales para su mujer, con más talento que él.

—Estás tan loca como el día en que te conocí —suelta Marta—. Lo único que quiero yo es una novia simpática y una casa de campo en la que tengamos conversaciones filosóficas sobre los bollitos o algo así.
—Y yo te apoyo —dice Natalia— para que hagas de eso tu plan de jubilación cuando, no sé, ya tengas treinta años y te hayas cansado de vivir en Nueva York conmigo.
—Muchas gracias —contesta Marta, y se pone en el asiento del copiloto—. Dios mío, me muero de hambre.
—Lo mismo digo —responde Natalia, cuyo apetito ha hecho un veloz cambio de rumbo y ha olvidado los turducken.
—¿Taco Bell? —pregunta Marta, como siempre.
—Dios, mi teta izquierda por poder ir a un Shake Shack —dice Natalia mientras enciende el motor—. Este pueblo es tan deprimente... Me apuesto a que nadie dentro del límite metropolitano, aparte de nosotras y nuestras familias, sabe siquiera quién es Jane Austen.

—Hace veinte años que mis padres tienen la librería, así que estoy segura de que el residente medio de False Beach no  es taaaaaaaan inculto —señala Marta—. ¿Sabes qué? Alba Reche vino a preguntar por Emma hace un par de meses.
—Aj.
—Puedo decir su nombre. No es Bitelchús.
—Desde luego que no —corrobora Natalia —. Es peor.



Bueno pues hasta aqui el cap 5, ya conoceis un poco mejor el entorno de Natalia :)))))

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