Ayuda! Reencarné en la Rata!

By NithranielSylvan

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Mariana cumple su sueño de escaparse de Latinoamérica al casarse con el japonés que conquistó su corazón. Per... More

Buenos días, estrellitas! La tierra les dice hola!
ESTO no era lo que yo quería! (1)
Es mi historia ahora (2)
Aparece el Emperador (3)
No tan astuta (4)
Cuántos problemas más voy a tener!? (5)
Sospecha (6)
No soy su Reina (7)
De mal en peor (8)
Pensamientos (9)
Haciendo de una pulga un oso (10)
SE BUSCA A NAVIERLED
Revelación (11)
Inauguración (12)
Caos (13)
Solo quiero almorzar en paz! (14)
Visita nocturna (15)
Infierno (16)
Mentiras y justicia (17)
Vidas entrelazadas (18)
Mejor me quedaba muerta (19)
Resolución (20)
Las piezas caen en su lugar (21)
Cambiando el destino (22)
Ya no quiero más eventos canon... (23)
Súplica de un mensajero (24)
En mantenimiento
Sufrir por gusto (25)
Descubrimientos (26)
¡Anuncio importantísimo!
Más relleno que Naruto (27)
Una puerta se cierra, una ventana se abre (29)
En movimiento (30)
Una de cal y una de arena (31)
Las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas (32)
Referencias
Merecido descanso (33)

Cambiar las tornas (28)

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By NithranielSylvan

—Oh. Deberé comentarle el asunto a alguien, entonces. No podemos permitir que los invitados terminen encerrados en sus cuartos... —Sonreí nerviosamente. Ergy, aún a mi lado, apoyó el hombro en la pared sin quitarme la mirada de encima. Su expresión era agradable, pero sabía que tramaba algo.

Tenía que salir de ahí cuanto antes.

Tal vez... Volteé hacia la puerta e inspeccioné la cerradura. Si la congelaba o algo así, quizás la haría saltar. Miré mis manos. No era buena con la magia fina. Con mi suerte, la cosa terminaría explotando en mil pedazos y lastimaría a alguien... Maldición.

Ergy se movió a mi espalda y observó por sobre mi hombro. Su mejilla prácticamente pegada a la mía. Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar y alejarme.

—Tal vez...

Tomó el pomo de la puerta una vez más y lo giró nuevamente. Esta vez, la puerta cedió fácilmente. Entendí por qué cuando las voces al otro lado llegaron a mis oídos.

Los nobles que habían abierto hicieron silencio al vernos. Sus expresiones cambiando rápidamente por la sorpresa mientras sus ojos iban del Duque a mí. Reaccioné como un ave a la que le abren la puerta de su jaula.

—Lo siento! Con permiso! —Me escurrí entre ellos antes de salir disparada por el pasillo. Necesitaba alejarme de Ergy cuanto antes.

Aún no tenía respuesta de Heinrey. En qué mierda pensaba el inútil ese!? Tal vez esto no tenía nada que ver con él? Maldije en voz baja.

Llegué a mi habitación sin haberme calmado ni un poco. Arian, que repasaba las ventanas, se apresuró a mi lado al verme jadear. Jun alzó la cabeza desde el sofá curioso ante el escándalo. Giró la cabeza al mismo tiempo que lo sentí hurgar mis recuerdos.

Podía hacer eso?

—Vizcondesa, se encuentra bien? Qué sucede? —Me recosté en la pared, tratando de recuperar el aliento. No podía permitir que el tipo ese tuviese ese efecto en mí. Por qué estaba tan asustada? No tenía nada en mi contra. Ni mi amistad, ni pagarés, ni rumores malintencionados. Nada.

—Tuve... —Respiré hondo, eligiendo mis palabras con cuidado. —Un encuentro desagradable con alguien, eso es todo. —Me tomó del brazo para guiarme al sofá con expresión contrariada.

—Debería tener Damas de Compañía. Nosotras no podemos estar con usted continuamente. Por qué el Emperador no le asign- —Se llevó la mano a la boca, callándose. —Lo siento, Vizcondesa! Lo siento! No debería- —Mi risa fue lo que la silenció esta vez. Me observó, perpleja.

—Gracias, Arian! —La abracé, incapaz de contenerme. —Gracias por preocuparte por mí! —Aquella mujer tendría unos 35 años, solo cinco más de mi edad real. Pero a Rashta le llevaba unos 15. Era normal que se pusiera sobreprotectora.

Cherry, Kate y Delise llegaron en ese momento con el carrito de la comida, seguidas de cerca por Ser Rorkin, que evitó mi mirada deliberadamente quedándose en la puerta.

—Vizcondesa! Justo a tiempo! —Exclamó Cherry.

Las observé poner los platos en la mesa frente a mí con una sonrisa.

Estaba rodeada de gente buena, que me querían como yo las quería a ellas. Incluso apreciaba al parco guardia que me seguía como mi sombra. Jun saltó a mi falda y se hizo un bollo para continuar su siesta.

Era imposible que nada me tocara.

Tomé la taza de té que me ofrecían, dejando de pensar en cosas horrendas.

—Ah! Delise? —Levantó la vista del pastelito que acababa de morder para prestarme atención. —Eres soltera? —Parpadeó ante la pregunta, pero asintió. —Y no tienes pretendiente? —Negó.

—No tengo mucho tiempo para eso, en realidad. Entre el trabajo aquí y el ayudar a mi hermano en casa en mis días libres... —Se encogió de hombros. Kate habló.

—Por qué pregunta, Vizcondesa? —Cherry abrió los ojos como si se diera cuenta de algo.

—Acaso Delise tiene pretendiente!? —Su emoción hizo que gritara. Su voz debió oírse hasta el pasillo, porque oí claramente a Ser Rorkin toser.

Me negué a dar más información, y las risas y súplicas de las chismosas llenaron el aire.

***

El camino hacia la Casa de Campo Imperial fue tal y como se esperaba: Sumamente tranquilo. Al llegar, los sirvientes que habían venido con nosotros se dispusieron a poner el lugar en condiciones, dejándonos solos por un momento.

Navier, que había estado leyendo todo el tiempo, puso su libro a un lado y se sentó en una de las sillas del jardín bajo un gran árbol. Tomé asiento a su lado, haciendo que me mirara con curiosidad.

—Estás bien? Fue un viaje bastante largo. —Asintió desviando la vista.

—Me encuentro algo cansada, pero no es nada grave. Se pasará en cuanto pueda dormir un poco.

Recordé el deseo de Rashta de que pudiéramos descansar, pero no lo mencioné. Cualquier alusión a ella hacía que la Emperatriz se erizara como un gato. Sonreí para mi mismo antes de tomar la caja de regalo del interior de mi abrigo y alcanzársela.

—Feliz cumpleaños. Sé que últimamente hemos tenido nuestros altibajos, y te agradezco el permanecer a mi lado.

Navier abrió la caja y sacó el colgante con expresión neutra. La joya brilló con el sol del atardecer cuando la observó.

—Gracias. —Devolvió el objeto a su lugar y dejo todo sobre el libro en la mesa que nos separaba.

El silencio se instaló entre nosotros como un viejo amigo. Navier había sido mi compañera toda la vida, y me alegraba gobernar junto a ella. Solo lamentaba no poder hacerla feliz como un esposo lo haría. Quería pedirle disculpas por todo lo que había pasado desde que Rashta había llegado y alentarla a tomar su propio concubino, así que volteé a verla una vez más. Ella hizo lo mismo.

—De hecho...

—Navier...

Nos miramos por un segundo antes de sonreír por haber hablado al mismo tiempo, una chispa de la Navier de antes asomándose en sus facciones. Hice un gesto para que fuera primero, pero negó y me alentó a hablar.

—Quería pedirte perdón. Sé que debí manejar el asunto de Rashta de otra forma, pero sabes que a veces no pienso bien las cosas. Estoy seguro de haber hecho que todo fuera más difícil sin quererlo. —Sus ojos se abrieron con sorpresa. —También quería agradecerte por todo este tiempo a mi lado. Eres una gran Emperatriz y mi mejor amiga. Deseo con todo mi corazón que encuentres la felicidad, aún si no es a mi lado.

Tomó aire y noté que apretó las manos en su falda. Fruncí el ceño ante el gesto.

—Recuerdas el árbol de deseos que plantamos? —Habló. Por qué traería el tema a colación ahora? Asentí, por lo que continuó. —Te dije que había pedido ser más alta.

—Lo recuerdo. Ciertamente se cumplió... —Negó cerrando los ojos.

—En ese momento mentí. Mi deseo no fue ese. —La observé en silencio, confundido. —Quería que siguiéramos llevándonos bien como marido y mujer, y que fuéramos felices. —Sus palabras me dejaron helado. Abrí la boca, pero no salió nada de ella. —Obviamente no fue así.

—Navier... —Mi voz salió en un susurró. Negó otra vez. No había terminado de hablar.

—Discutimos todo el tiempo, y al parecer, encontraste a alguien que te hace feliz. Y no soy yo. —Comencé a negar fervientemente.

—Eso no-

—Por favor, Sovieshu. —Las lágrimas que contenía rodaron por sus mejillas, tomándome por sorpresa. Hacía mucho tiempo que no la veía llorar. Eso fue suficiente para cerrarme la boca definitivamente. Continuó hablando con la dignidad que le era característica a pesar de las lágrimas rebeldes. —Rashta te hace feliz. Te veo mirarla. Toda la corte te ve mirarla. El amor que sientes por ella hace que lo que sientes por mí palidezca.

Respiré profundo. El corazón me dolía. Todo el cuerpo me dolía. Mi intención nunca había sido lastimarla. Era normal que el Emperador tomara concubinas, y ella nunca me había amado... O sí?

—Si realmente quieres que encuentre la felicidad... Si tu deseo es completamente sincero... —La voz le tembló levemente, pero alzó el mentón. —Quiero pedirte una sola cosa. La última que jamás te pediré...

Nada en esta vida o la siguiente pudo haberme preparado para las siguientes palabras que pronunció. Sentí que el aire abandonaba completamente mis pulmones, y allí, en medio del vasto campo, me ahogaba como si me hubiesen arrojado al fondo del mar.

—...Quiero el divorcio.

Mi cuerpo reaccionó solo y me puse de pie. Mis puños apretados a cada lado de mi cuerpo, los brazos tensos. Todo mi ser vibraba, temblaba. Me esforcé por tragar el nudo que se había apoderado de mi garganta y sacar palabras.

Quería que fuera feliz. Acababa de decírselo. No podía dar vuelta atrás en eso. Pero el divorcio?

—...Estás segura?

—Lo he pensado mucho tiempo. Desde que tu concubina cayó en coma. La forma en la que te preocupas por ella... —Perdió su mirada en el atardecer. —Gravitas a su alrededor, como si ella fuera la única fuente de calor en el invierno... —Suspiró, sus ojos encontraron los míos. —No puedo seguir viviendo así, Sovieshu. Me siento insignificante. Ser Emperatriz no lo compensa.

Me arrodillé frente a ella, sobresaltándola levemente, y tomé sus manos entre las mías. Ahora que oía cómo se sentía, que me decía frente a frente todo lo que había guardado este tiempo... Era el peor ser humano del Imperio. Tal vez del mundo.

—Qué harás si te concedo el divorcio? —Se mantuvo en silencio por un momento.

—Mi hermano está en el Reino Occidental. El Rey Heinrey lo acogió luego de que lo exiliaste. Preferiría no quedarme aquí, así que iré a encontrarme con él.

No había preguntado qué había pasado con Kosair. Mis faltas seguían apilándose como la nieve. Cómo pude ser tan miserable?

—Estarás bien?

—No puedo decirlo con seguridad. Solo el tiempo lo dirá.

—El Rey Heinrey te recibirá en la corte? —Asintió. —Estarás bien? —Soltó el aire por la nariz en una risa extraña.

—Otra vez? —Había preguntado lo mismo dos veces... Me senté en el suelo frente a ella. Estaba aturdido. El mundo como lo conocía estaba cayéndose a pedazos.

—Lo siento. —Respiré hondo. —Puedo..? —Mi primer pensamiento fue responder "puedo pensarlo?" pero qué había que pensar? Ella quería irse y yo no tenía derecho a una opinión. Sacudí la cabeza, aún tomando sus manos. Bese sus dedos. —Está bien.

Sentí como la tensión abandonaba su cuerpo.

—Gracias. De verdad.

—Enviaré un mensaje a la iglesia en cuanto volvamos. —Alcé la mirada. —Puedo... Puedo quedarme así un momento? —Tras una pequeña pausa, asintió. Recosté mi frente contra sus manos con un suspiro.

El sirviente que vino a buscarnos para informar que todo estaba listo sonrió al vernos, ajeno a lo que acababa de suceder. Me puse de pie y tendí mi mano hacia la Emperatriz, que la tomó para levantarse.

—Tratemos de disfrutar el tiempo que tenemos aquí... —Navier, tomada de mi brazo, asintió una vez más.

—Aún te aprecio. Tengo buenos recuerdos a tu lado.

Tragué con dificultad. Si tan solo se pudieravivir de recuerdos...

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