Entre Hilos

By emma_soleer

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¿Y si te dijera que tu alma gemela es una chica mitad demonio? Abril se llevó dicha sorpresa cuando se reenco... More

Exordio
Nota
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Lista de deseos
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Extra
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Moodboard: Día de Muertos + Halloween
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Moodboard: Si fuera...
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Extra II
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29

Capítulo 19

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By emma_soleer

El 31 de octubre llegó pronto. Aunque no era Día de Muertos, en realidad esa fecha era sagrada y familiar, por lo que el festival se adelantó a la noche de Halloween. Caminé entre locales y turistas hasta llegar a la altura de la calle donde se encontraba el altar del instituto. Todo el Centro estaba repleto de espectadores ansiosos por vivir la experiencia.

Me acerqué como si nada, sin considerar lo fácil que sería para mí que me temblaran las piernas cuando Gia apareciera. Nos encontramos cerca del altar, lucía justo como imaginé que sería una vampira. El vestido negro intenso se ceñía a su cuerpo con elegancia, como si hubiese sido diseñado para acentuar las curvas de su cintura. En cada rincón del vestido lucía encajes delicados que se entrelazaban creando un contraste romántico.

La prenda larga, casi tocando sus tobillos, dejaba al descubierto un par de botines altos de charol que se asomaron con audacia en cada paso que dio hacia mí. El escote en forma de V, aunque no muy pronunciado, le dio un toque sofisticado e invitaba a la imaginación a vagar por sus misterios.

Sus mangas eran acampanadas. Alrededor de su cuello descubrí que una gargantilla de terciopelo sujetaba un colgante en forma de corazón. Sus labios iban de rojo intenso y tentador. Sus ojos, enmarcados por sombras oscuras, brillaron honestos y alegres. Su cabello estaba suelto y con ondas suaves. Pero lo que más llamó mi atención fueron esos colmillos afilados delatados por su sonrisa. Si no la conociera de años, hubiera creído que de verdad poseía una naturaleza inmortal.

Tuve que aferrarme a la caja de cartón entre mis manos para no dejarla caer por la emoción.

—Mi persona favorita llegó al fin —comentó sin darse cuenta del efecto que tuvo en mí. —¿Qué traes ahí?

Tan solo le tomó medio segundo reconocer aquella caja que decoramos con pegatinas y donde guardamos las mariposas de papel en nuestra infancia. Estaban listas para que las hiciera volar de nuevo.

—¿Nos darás un buen espectáculo? —pregunté desafiante, a lo que Gia me sonrió con el mismo aire y aceleró mi corazón.

Fuimos a donde Valeria armaba el altar con ayuda del resto de los capitanes de equipo. Algunos se encargaron de la estructura, otros de la comida o las velas. Luca, por primera vez, se ocupó en algo productivo y colgó varias hileras de papel picado que lucían preciosas.

Las flores que mi equipo hizo estaban esparcidas por todo el altar, en cada nivel, en el camino de veladoras o en el muro detrás. El equipo de Miriam hizo muchas mariposas monarca que también decoraban cada espacio en la estructura.

El altar llevaba solo colores cálidos que provocaban una sensación confortable, pero el resto de sus elementos delataba la nostalgia de la época y el olor de la comida lo hizo irresistible de mirar. Era maravilloso.

—¡Abril! —me llamó Val. Bajó de la escalera que usó para colocar flores en la parte alta del muro y se acercó a nosotras—. Luces preciosa.

—Igual que tú —respondí sonriente.

La castaña llevaba un vestido señorial que lucía a la perfección por su elegancia natural. Su cabello estaba recogido en un moño bajo, llevaba un sombrero con plumas y la mitad de su rostro iba pintado de blanco con los típicos detalles coloridos de las catrinas.

—¿Qué tienen ahí? —preguntó por la caja y Gia se encargó de explicarle.

—Cuando los jueces pasen, llenaremos el lugar con mariposas reales.

—¿En serio? Eso nos asegurará el primer lugar, sin duda.

—Ojalá que sí.

Val tuvo que volver a trabajar. Antes, se encargó de poner la caja de mariposas en una zona estratégica para esperar al momento preciso.

—¿Necesitas ayuda con algo? —le preguntó Gia. Pero la castaña presumió tener todo bajo control e insistió en que nos dedicáramos a disfrutar del festival.

No pudimos estar a solas por mucho tiempo pues Diego apareció para llevarse a mi chica. Avanzaron tan de prisa que apenas alcancé a entender hacia donde iban. Al parecer, la banda escolar estaba por comenzar su presentación y Melissa, hermana del chico, era parte de ella.

El escenario estaba apenas por encima del suelo y el público en general no prestó demasiada atención. Tocaron canciones que no conocía pero me dio la impresión de que eran muy viejas. De hecho, creo que las escuché en la reunión del último cumpleaños de mi abuela.

Melissa era una estudiante del instituto con la cual jamás había hablado, pero la reconocí pues era común verla acompañada de Miriam. Llevaba puesto el uniforme rojo de la banda y parecía disfrutar cada vez que agitaba sus baquetas contra la batería, aún si sus movimientos eran suaves.

Después de un rato, la banda se detuvo. Quizá para buscar nuevas partituras. No pudieron moverse de su lugar antes de que Johana apareciera en el escenario dejando a los chicos boquiabiertos.

—¿Qué estás haciendo? —le reclamó Melissa desde su lugar.

La de cabellos teñidos de rubio la ignoró por completo. Se colocó una guitarra eléctrica y caminó hasta el micrófono principal.

—Lamento interrumpirlos, pero esto se estaba poniendo aburrido —. Miró a los chicos de la banda para asegurarse de que estaban en sintonía-. Take On Me, ¿se la saben?

Una chica delgada y con lentes enormes le respondió tocando la melodía principal en el teclado. Johana sonrió de oreja a oreja pues supo que era su momento para sentirse una estrella.

Aunque al principio puso los ojos en blanco, Melissa cedió ante los vitoreos del público y puso sus baquetas en movimiento para comenzar la canción. Johana se unió con el vibrante sonido de la guitarra y la chica en el teclado terminó de perfeccionar la canción.

Terminé atrapada en medio de una multitud eufórica. Aquellos que alguna vez fueron indiferentes comenzaron a bailar al ritmo de la banda. Las manos se alzaron y los cuerpos danzaron. Las luces parpadeantes también formaron parte de la escena que se convirtió en algo emocionante.

Justo cuando creí que no podía ponerse mejor, la voz de Johana emergió con fuerza. Entonó las notas con una capacidad que no le conocía y contagió al público con su audacia. Todos estaban poseídos por la buena música. Cada palabra, cada nota, estaba envuelta en un remolino de pura energía.

Me dejé llevar tanto que no noté que Gia era la única que no bailaba. Parecía congelada en el momento, tan solo miraba a la banda mientras sus ojos brillaban, como si hubiera atrapado una constelación en ellos.

—¿Te molesta el ruido? —pregunté tan alto como pude, y cerca de su oído, para que me escuchara.

Gia se giró hacia mí y me sonrió con más energía de la que creí que podría guardar el pecho de una persona.

—No me molesta, al contrario. Amo la música.

Entonces volvió a mirar el escenario que, ante sus ojos, parecía la cosa más increíble.

La presentación no fue perfecta. Cometieron algunos errores apenas audibles y se adelantaron un par de veces, pero todo eso pasó a segundo plano. No importó entre tanta pasión desbordada. La banda supo mantener al público cautivo durante toda la canción. Les aplaudieron hasta hincharse las manos y aclamaron por otra interpretación.

Johana, flotando entre nubes de felicidad, se mostró más que dispuesta a continuar. Pero el maestro de ceremonias la obligó a bajar del escenario con sutileza pues la rubia estaba interrumpiendo el programa.

Haberse infiltrado en la presentación probablemente le costaría una visita a la oficina del director.

Me quedé sola cuando el concurso de disfraces comenzó. Gia y Diego tuvieron que acercarse al escenario y yo estaba descalificada por no tener una pareja. Al menos podría apoyar a mis compañeros desde el público.

—¿Has visto a Valeria? —preguntó Andrea quien me hizo sobresaltar ya que apareció por detrás con el rostro pintado de catrín.

Tal y como negoció con mi mejor amiga, llevaba un traje ancho en vez de ese vestido ceñido. El estilo opulento le iba bien, sobre todo por su elegante chistera que llamaba la atención.

—Me parece que estaba ocupada con el altar, pero no tardará en aparecer.

Andrea asintió. Noté que los nervios se habían apoderado de sus manos que temblaban sin discreción.

—¿Y Eric? No lo he visto en toda la noche.

—No creo que venga. Tuvimos una discusión ayer y terminamos.

Andrea apretó los labios, como si intentara morderse la lengua para no hablar. Al final perdió la batalla contra sí misma pues de todas formas preguntó lo que quiso.

—¿Discutieron por Gia?

Valeria, Eric, ahora también Andrea e incluso Johana. Todos se dieron cuenta de lo que me pasaba con Gia antes que yo.

—¿Soy tan obvia? —me quejé, cansada de no poder entender ni mi propio interior.

—Sí. Pero Gia es aún más obvia.

Ahí estaba de nuevo. Ese rayo de esperanza que no dejaba de crecer en mi pecho volvió a hacerse presente.

—¿Crees que sienta algo por mí?

—¿Lo dudas? —. Sonrió con ternura—. Pareciera que flotan estrellas a su alrededor siempre que están juntas.

—Pero se ha vuelto muy cercana a Diego. A veces pienso que es él quién le gusta.

Andrea soltó un par de carcajadas suaves.

—¿Un chico? Sí, como no —agregó sarcástica. —Te has perdido de mucho.

—¿De qué hablas?

—Gia ha estado frecuentando a las Desviadas. ¿No te lo dijo?

Ni siquiera pude responder antes de que Valeria apareciera de prisa. Tomó a Andrea de la mano y subieron juntas al escenario. Iban atrasadas pero supieron integrarse en la pasarela.

Cada pareja tuvo su momento de brillar. Gia y Diego estuvieron increíbles, él la hizo girar sobre sus talones para que todos pudieran ver el maravilloso vestido de vampira mientras las puntas de su melena se levantaban con gracia.

Concursaron disfraces muy creativos, con materiales reciclados, lentejuelas brillantes o luces neón. Algunos los reconocí de películas o caricaturas.

Después de que todos pasaran, los jueces tuvieron un momento para decidir quién era la pareja ganadora.

Cuando se tuvo el veredicto, el maestro de ceremonias se colocó frente al micrófono principal para anunciar a los ganadores:

—¡Andrea Díaz y Valeria Flores!

.

.

.

Los jueces iban pasando de altar en altar para calificarlos. Desde el balcón con vista al nuestro, también se podía mirar una hilera larga del resto de altares que descansaban sobre las casonas de la calle. Veía pasar los inagotables grupos de conocidos que admiraban cada estructura y conversaban sobre su belleza. Se escuchaba el tintineo de la vajilla y las copas de los restaurantes en la zona así como la suave música de jazz sobre el escenario.

La escena estaba envuelta en las cálidas luces que terminaban de crear un ambiente bohemio y familiar. Era lindo. Sin embargo, me pareció que la chica a mi lado superaba cualquier cosa que el resto del mundo podría ofrecerme.

Gia no podía dejar de sonreír. Miraba su medalla del tercer lugar en el concurso de disfraces como si fuera de oro.

Mi preciosa Gia, la chica de la sonrisa traviesa y los ojos tiernos. Sus delgadas manos sostuvieron aquella medalla con orgullo. Eso no estaba en su lista, pero parecía que acababa de hacer realidad un sueño de toda la vida.

—Felicidades —fue lo único que alcancé a decir.

Ella tardó en reaccionar. La descubrí aclarando la garganta, como si tuviera que prepararse antes de responder.

—Gracias —dijo con entusiasmo.

Quizá si no hubiera estado tan nerviosa habría iniciado algún otro tema para conversar. Entonces me percaté de que las manos de Gia temblaban y quiso esconderlas tras su espalda. Me tranquilizó un poco pensar que no era la única con el corazón a punto de salirse del pecho.

Finalmente, los jueces llegaron al nuestro y Valeria comenzó a explicarles la temática. Escondió un mechón imaginario tras su oreja para darnos la señal, era hora de poner nuestro plan en marcha.

Coloqué la caja con las mariposas de papel sobre el barandal y Gia acercó su mano a esta. Su piel emanó la luz roja que acompaña a sus poderes y envolvió la pieza de cartón.

Me deshice de la tapa para liberar a los insectos. Uno a uno comenzaron a volar. Avanzaron entre las luces y poco a poco fueron descendiendo hasta llegar a nuestro altar para adornarlo.

La gente quedó tan sorprendida que muchos dejaron conversaciones a medias, platos llenos o fotografías sin revelar pues se vieron guiados por la curiosidad. Incluso los músicos dejaron de tocar. Se acercaron para ver lo qué sucedía y de dónde venían aquellos animalitos naranja.

Si supieran que Gia podía hacerlos brillar como luciérnagas quizá se les caería la quijada, pero era demasiada magia para ellos. No creo que la mayoría estuviera preparada.

Los jueces sonrieron de oreja a oreja, complacidos por un truco que no sabían que necesitaban. Sonrieron como si pensaran en darnos el primer lugar.

De acuerdo con las reglas, no podían pasar demasiado tiempo con un solo altar pues tenían que ser justos con el resto. Se movieron al siguiente y aún así miraban el nuestro cada tanto.

—¡Lo lograste! —le dije a Gia—. A los jueces les encanta.

—Fue un trabajo en equipo —me corrigió entre sonrisas.

Ambas nos apoyamos sobre el barandal para observar mejor. Desde abajo, Valeria agitó los brazos para mostrar lo feliz que estaba y nosotras la secundamos.

—¿Deberíamos bajar? —preguntó Gia.

No me apeteció en absoluto. Abajo estaríamos rodeadas de mucha gente mientras que en el balcón solo éramos ella y yo.

—O podríamos quedarnos.

La pelinegra sonrió, me dio la impresión de que esa era la respuesta que esperaba.

—¿Quieres ver un viejo truco?

Asentí ante su propuesta, así que la chica extendió su mano apenas un poco para que una de las mariposas descansará sobre ella. La observé de cerca y no parecía hecha de papel. El diseño de sus alas era cautivador y sus movimientos delicados.

Entonces, Gia la hizo brillar. Sus alas se encendieron por una tenue luz cálida que me hizo pensar en mis días de infancia, cuando mi amiga imaginaria fue capaz de crear tal cosa solo por verme sonreír.

Tuve que tragar grueso cuando la emoción me erizó la piel. El aroma a jazmín de Gia me embriagaba con tanta facilidad que me estaba perdiendo a mí misma.

Me acerqué a ella, tan lento como me fue posible. Observé su rostro perfecto y ella observó el mío. Quizá por fuera me había quedado muda, pero en mis adentros recitaba el amor que mi pecho ya no podía contener.

Estaba muriendo de la forma más hermosa posible, callando mis deseos y soñando dar aquel paso atrevido por el que por fin me decidí a apostar.

Encontré más valentía de la que me conocí alguna vez y permití que mi nariz rozara la suya. Sentí su respiración entrecortada sobre mi boca y me detuve tan solo un momento para asegurarme de que ella estaba de acuerdo. Me daba miedo que se echara para atrás, pero no lo hizo.

Lo interpreté como una invitación y continúe. Cerré los ojos al mismo tiempo que ella y acaricié sus labios con los míos.

Sentí el contacto suave de las emociones al viajar a través de nuestra piel, pero tal y como una explosión, el amor no podía ser discreto. Era intenso y dramático.

Nuestro beso se hizo así. Gia tiró de mi espalda para acercarme más a su cuerpo y yo llevé mis brazos alrededor de su cuello.

Me besó con fuerza y yo cedí por completo. No quería estar en otro lugar ni hacer otra cosa. Quería sentirla alrededor de mi cintura y contra mi pecho. Como si me leyera la mente, hizo cada movimiento que yo ansié, me hizo sentir tan amada que me volví loca de felicidad.

Gia, mi preciosa Gia. Estaba tan enamorada de esa chica que ya no podía habitar un mundo donde no fuera suya. Mi cuerpo, mi alma y mi corazón le pertenecían. No quería compartirlo con nadie que no fuera ella.

No había duda. Gia era quien se encontraba al otro lado de mi hilo rojo.

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