Capítulo 4

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Mi madre invirtió todo el camino a casa en un discurso interminable sobre lo peligrosas que fueron las últimas horas de mi vida. Recogerme en la estación de policía le puso los nervios de punta, pero enterarse de los motivos la alteró sobremanera.

—No tenemos idea de lo que le sucedió a esa niña ¿Qué tal si te pasaba algo a ti? —dijo asustada. —¿Cómo se te ocurre meterte en un sitio tan peligroso?

Si algo me enseñó el interrogatorio fue que no debía volver a confiarle a nadie la historia de las mariposas.

—No pensé que pasara nada.

—¡Y ni hablemos del susto que te llevaste! —continuó la mujer sin hacer pausas ni para respirar. —Expusiste tu corazón a algo bastante fuerte ¿Desde cuando eres así? Nunca llevas al límite estas cosas.

—Lo siento —insistí, pero ella parecía no escucharme en lo absoluto.

Cuando al fin llegamos a casa, noté que el estéreo del auto marcaba las doce menos diez.

—Al menos cumplí mi promesa de llegar a tiempo —comenté sonriente.

Mamá me miró con cara de pocos amigos. Se acarició la sien y cuando estuvo más relajada me habló de nuevo.

—Sabes bien que no podemos darnos estos lujos. Ni tú ni yo podemos aparecer en un periódico o las noticias. No podemos permitir que tu padre nos encuentre.

Ahora, la voz de mamá sonó extremadamente preocupada. La entendí, yo tampoco quería que mi padre apareciera en nuestras vidas otra vez.

—No volverá a pasar —le aseguré.

Mi progenitora sonrió y tiró de mí para envolverme en un abrazo.

—Me alegra que estés bien —susurró en mi oído antes de separarnos. —Creo que ahora podemos relajarnos al fin.

Y en ese momento, las luces se fueron. Alcanzamos a ver como un apagón dejó nuestro vecindario a oscuras.

—Mierda —se quejó la mujer a mi lado.

Me pasé el resto del fin de semana llamando a casa de Valeria, pero ella jamás contestó. El lunes por la mañana la busqué desde el instante en que pisé la escuela, pero en vez de encontrarme con mi mejor amiga me llevé una sorpresa nada agradable. Los pasillos estaban repletos de carteles que llevaban la palabra "Bruja" escrita justo bajo mi rostro. La fotografía estaba impresa en hojas de color morado que contrastaban bien con las paredes para hacerlas aún más obvias.

Mi lado más flemático se encendió y tuve la ligera sensación de que iba a golpear a la primera persona que se me cruzara. Sin embargo, esa persona fue Andrea, así que me tragué el coraje.

—Tal parece que Luca se recuperó muy rápido —comentó la chica.

Andrea me leyó la mente, ambas estábamos seguras de que los carteles eran obra de Luca. El chico apareció casi de inmediato y al pasar junto a mí me golpeó la mochila en un intento desesperado por llamar mi atención. Así de pequeña tenía la autoestima.

—¡Abril! —me llamó con excesiva alegría— ¿Te gusta la nueva decoración?

—Así que sí te sabes mi nombre después de todo.

—¿Cómo olvidarme de la chica que me causó un paro cardiaco sin siquiera tocarme? ¿Practicas algún tipo de brujería?

Luca hizo de su estúpida broma algo colectivo pues todos a nuestro alrededor lo escucharon y comenzaron a reír y murmurar mientras me miraban. De pronto sentí que el aire se me agotaba, incluso mis manos comenzaron a temblar. En un abrir y cerrar de ojos volví a ser la pequeña niña de la que todos se burlaban a diario.

Entre HilosМесто, где живут истории. Откройте их для себя