Capítulo 15

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El jardín de niños estaba vacío y yo me encontraba en medio del patio de juegos. La brisa sopló hasta levantar la arena sobre el suelo y hacer rechinar los columpios.

Noté que las pinturas en la pared no eran precisamente infantiles. Se trataba de rostros aterradores cuyas expresiones daban la impresión de venir de un sufrimiento profundo. Algunos parecían gritar de dolor, otros se arrancaban la piel o lloraban sangre. El más impactante de todos llevaba las facciones desfiguradas y hematomas por todos lados.

Entendí que aquel lugar no era un sitio seguro. Ni siquiera tenía pinta de ser para niños.

Corrí en busca de una salida pues de pronto me convenció la idea de que si no escapaba terminaría como aquellas pinturas.

Cuando al fin encontré la reja principal me detuve. Estaba abierta de par en par pero encontré unas botas para lluvia de color rojo justo en el centro y tuve un mal presentimiento.

Eran pequeñas, para los pies de un niño. Su tonalidad de rojo era muy intenso, sobresalía de la escena grisácea como si no fuera parte de ella.

Caminé despacio para acercarme de a poco. Comencé a pensar en formas de escapar si algo sucedía y consideré las tres calles que conectaban con la reja del jardín.

Al llegar a la altura de aquellas botas solo intenté pasar a un lado, pero entonces comenzó a llover. No tardé mucho en darme cuenta de que no era cualquier lluvia. Era roja, casi tanto como los pequeños zapatos.

Estaba lloviendo sangre, espesa y cálida.

Mi respiración se cortó. Entré en pánico pero cuando estaba a punto de gritar de miedo mi cuerpo reaccionó.

Desperté en mi habitación y alcancé a escuchar la voz de mi madre que me llamaba para almorzar.

Había tenido otra pesadilla.

Me tomé un momento para recuperarme. Hice algunos ejercicios de respiración y me pasé la mano sobre la frente para limpiar la capa de sudor que se había formado.

¿Qué mierda fue eso? ¿Por qué no dejaba de tener esos sueños?

Bajé de la cama y fui al baño para enjuagarme los ojos. Tan solo intenté descansar un par de horas después de regresar del hospital, pero esa pesadilla acababa de quitarme la poca tranquilidad que me quedaba.

Me obligué a recuperar la postura y fui hasta el comedor donde ya me esperaba mi madre y doña Renata. Ambas conversaban sobre mí y lo irresponsable que fui. Bueno, en realidad eso lo dijo mamá, mi vecina intentó defenderme.

Terminamos de poner la mesa y doña Renata y yo incluso comenzamos a comer. Pero mamá aún daba vueltas por toda la cocina mientras recitaba un discurso sobre lo peligroso e irracional de mi comportamiento al llevar a mis compañeros a aquella cabaña.

Me sentía tan culpable por haberlos expuesto que no pude ni intervenir entre las palabras de la mujer, tenía toda la razón. Fui una egoísta.

—Sabes que no debes exponerte de esa forma, Abril. No entiendo por qué sigues haciéndolo —dijo cuando por fin se sentó en la mesa.

Para entonces doña Renata y yo ya casi terminábamos nuestra comida.

—Deja en paz a la niña —intervino mi vecina—. Si la regañas tan seguido solo la pondrás más ansiosa.

—Es que tengo miedo —dijo mamá y no pude evitar mirarla con asombro. Ella solía ser muy cariñosa conmigo pero está vez su voz se rompió. Me di cuenta de que sus ojos estaban húmedos cuando me miró— No quiero perderte.

Llevé mis manos sobre la suya y la acaricié con cariño.

Pocas veces había visto a mamá tan vulnerable. Siempre se mostraba fuerte, indestructible. Sabía que eso tocaba su punto más sensible y la culpa en mi pecho creció.

Entre HilosWhere stories live. Discover now