Una Corte De Sombras Y Sangre...

Oleh TheGirlUnderTheLines

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El destino a veces es caprichoso, y con ellos no iba a hacer de menos. Viejas leyendas cobraran vida, peligro... Lebih Banyak

P R Ó L O G O
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° V Y N N E E A°

       Cassian había dicho mi nombre...

       Mi cuerpo cayó hacia atrás mientras el dolor se expandía por mi rostro y brazos.

       No tuve control sobre el alarido que escapó de mis labios mientras mi cuerpo se fundía con la arena que conformaba la playa.

        De un modo a otro el mundo se tornó en una espiral de dolor y agonía, no podía moverme, el ardor en mis brazos no había desaparecido y segundo a segundo este se volvía peor haciéndome rogar por alivio.

        Los llantos resonaron en mi garganta y en mis oídos. Opacaron cualquier voz o cualquier sonido ajeno a mi.

        Cassian había dicho mi nombre...

        El peso de una figura se hundió en la arena junto a mí y rápidamente sentí un tirón de mi cuerpo.

        Volví a gritar cuando un tacto brusco y desesperado se apoderó de mis brazos, pataleé con fuerza cuando sentí mi piel despegarse de mi cuerpo en un tirón rápido y agónico.

        —Lo siento —La voz de Eris murmuró con horror —Lo siento, lo siento.

        Era él quien me sostenía.

       El olor a carne quemada revolvió mi estómago con violencia y la bilis escaló por mi garganta rápidamente.

        Cassian había dicho mi nombre...

        —¡BASTARDO, HAZ ALGO! —Gruñó Eris mientras sus manos sostenían mi cuerpo impidiendo retorcerme.

         Otra figura se sumó a nuestro lado.

         El corazón me martilleó con violencia tras las castillas en un palpitar doloroso.

         Cassian había dicho mi nombre. Él lo sabía.

Cassian lo sabía.

         El llanto se intensificó y como pude, sin saber bien cuales eran exactamente mis movimientos o, si estaba moviéndome en absoluto, busqué huir más cerca de los brazos de Eris.

        No quería estar aquí.

        Quería irme. Huir.

         Alejarme por completo de él.

         —¿Qué...? —Cassian sonaba perdido, completamente periodo —¿Qué puedo hacer?

         Eris gruñó mientras trabajaba algo sobre uno de mis brazos.

        El contacto de su mano con la piel quemada me hizo volver a gritar.

       Las lágrimas se introdujeron en mis labios e inundaron mi paladar de un sabor salado.

        —Usa tu lazo —Protestó mi amigo con esfuerzo mientras seguía tocando mi piel y haciéndome retorcerme —¡Utiliza tu lazo para aliviar su dolor!

         Durante unos cuantos segundos no hubo nada más allá del dolor y la agonía de lo que fuera que Eris estaba haciendo conmigo.

         No hubo absolutamente nada hasta que otro par de manos se posaron en mí con una delicadeza conocida.

         Él. Cassian.
         Era él quien me estaba tocando ahora.

         Las palmas de sus manos duras a causa de los callos acariciaron mis mejillas y sus pulgares limpiaron con suavidad los ríos de mis mejillas.

         —Alivia su dolor mientras trato de retener el fuego —Indicó Eris con un tono más tranquilo, como si se obligara a calmarse para tratar de hacer lo mismo conmigo —Necesito absorber el calor de su cuerpo. Sostenla.

         Entonces el dolor desapareció, como si una nueva estación barriera la otra. Una oleada de alivió y calidez me recorrieron los huesos.

         Supe enseguida de que se trataba porque conocía esa sensación. La había usado apenas unos días atrás para calmarme.

          —Estoy aquí —La voz de Cassian me hizo temblar. Sus labios susurraban junto a mi oído —Te tengo.

           Estaba nervioso, puede que aterrorizado. Su voz era temblorosa y sus manos también aunque trataba disimularlo con esfuerzo.

           Observé poco a poco los resquicios de las paredes que había construido alrededor de aquel hilo brillante en mi pecho desmoronándose poco a poco.

           La luz que este desprendía era tan dulce, cálida y apetecible que no me molesté en tratar de frenar su caída.

          Un frío mortal comenzó a recorrerme el cuerpo y un escalofrío cruzó mi espalda haciéndome temblar.

       —¿Qué ocurre? —Preguntó Cassian desconcertado levantando ligeramente sus manos de mis mejillas.

       Protesté con un lloriqueo en respuesta.

        Sus manos estaban cálidas y yo estaba comenzando a congelarme.

        —Estoy vaciando su cuerpo de calor. Se está congelando —Eris gruñó en una forma que me indicó que estaba trabajando con todo su esfuerzo —Necesitas darle calor. Si no se congelará hasta morir.

         Ni siquiera tuve que esperar un segundo.

        Lo reconocí enseguida. Los suaves músculos de su pecho, la firmeza de sus brazos.

         Toda su figura me rodeó y agradecí el peso de está sobre mí, la tensión con la que me envolvió y el calor que su cuerpo me transmitía.

         Todo estaba mal. Hasta el último gesto de lo que estaba ocurriendo estaba mala pero...no tenía fuerzas para rechazarlo, para alejarme.

        —Haz que deje de sangrar —Murmuró Cassian con nerviosismo.

       Mi cuerpo buscó más calor contra él. Mi cabeza se posó entonces en el punto exacto para escuchar el desenfrenado palpitar de su corazón.

        Era una melodía estruendosa, desacompasada y que rondaba el punto de la locura. y aun así, me mecía con suavidad en una canción que no quería dejar de escuchar.

        —¡Eso estoy intentando pero está demasiado nerviosa! ¡Calmala!

       Cassian se quedó entonces estático. Incluso pude creer escuchar que su corazón se saltó un latido.

        Fue entonces cuando encontré la fuerza para abrir los ojos.

       La visión de su rostro era borrosa, y pequeños puntos negros ocupaban su imagen pero, era él.

      Y si horas atrás pensaba que era el único que no había cambiado, viéndolo ahora de cerca, parecía haber envejecido cien años de golpe.

       Su rostro estaba pálido y su gesto estaba encogido en una mueca dolorosa. Decenas de líneas de expresión llenaban su rostro haciéndolo ver envejecido y derrotado.

      Como si fuera arte de magia y él también hubiera estado cargando un glamour sobre sí mismo noté las espesas ojeras bajo sus ojos y el brillo del que estos carecían.

       Cassian se veía apagado. Casi roto.

       El movimiento fue impulsivo. Hizo que mi cuerpo volviera a estallar en dolor pero no pude reprimir. No tenía control de mi cuerpo.

        El lazo dentro de mi pecho vibraba con fuerza y era él quien me movía por completo.

        Me hundí más contra él y un suspiro de tranquilidad finalmente escapó de mi garganta. Me encogí sobre mí misma y me escurrí sobre su figura hasta que sus brazos frenaron mi camino y me sostuvieron con delicadeza.

        —Te tengo —Volvió a susurrar contra mi oído —Está bien, te tengo.

        Aquellas habían sido también sus primeras palabras. Durante aquella noche de estrellas donde me había salvado de caer junto a ellas.

        —Pensaba que...—Su voz se interpuso entre el resto de sonidos. La respiración nerviosa de Eris se desvaneció y el sonido de las olas a nuestra espalda se hizo tan lejano que ni siquiera podía percibirlo —Pensaba que nunca volvería a verte.

       Dolor.

       Había dolor en sus palabras y aquello no hizo otra cosa que hacerme necesitar aún más la cercanía.

       No podía escuchar esto. Sollocé.

      Cassian no podía hacerme esto. No podía hacernos esto.

       Viajé sola, ni siquiera era mi intención. Antes de darme cuenta estaba flotando en su mente, en un lugar que de alguna manera se sentía conocido.

      Su voz también se convirtió en un susurro secundario.

       Las puertas de su mente, una cero puro y duro, con más marcas de las que pudiera contar, casi como si se tratara de un escudo de batalla, se abrieron para mi poco completo.

       Su mente...

       Su mente era un lugar que no podía describir.

        Desordenada, caótica y a su vez, sencilla de entender.

        No era como Eris que mantenía sus recuerdos ordenados, ni como la Lady de Otoño que los mantenía oculto, tampoco como Beron quien tenía tantos recuerdos que ya ni siquiera parecían tener orden.

        Cassian los conservaba de una manera muy peculiar.

        Había un centenar de recuerdos dispersos, sin orden, casi como si no fueran importantes.

        Recuerdos de él volando sobre Velaris, de él junto a Helion y un millón de rostros más que no conocía. De la guerra, de antes de ella y de después. Un millón de recuerdos desperdigados a ambos lados de un camino invisible.

       Pero lo importante no eran esos, no, porque tras unos largos minutos de camino apareció una imponente montaña que me dejó con la boca abierta.

       Es una montaña que yo conocía, su figura, su silueta. Ramiel.

       Di un paso más cerca de la montaña y observé los recuerdos en su base.

       Era él con Azriel sobrevolando las estepas. El que estaba junto a él era parecido, solo que Azriel había sido reemplazado por Feyre y no había estepas si no el anillo de entrenamiento de la Casa del Viento.

        Poco a poco me di cuenta, la montaña estaba compuesta por recuerdos de la Corte. Recuerdos con Rhys, Feyre, Azriel, Mor y Amren, también con Nesta y Elain, incluso había podido ver a Madja la curandera que había cuidado de mi durante las primeras semanas.

       Y poco a poco, mientras los recuerdos escalaban hacia los picos de la montaña estos se volvían más intensos, más concretos.

       Cerca de la cúspide había un recuerdo de él y mi hermano en una cabaña, nuestra madre también estaba presente. Cassian devoraba un plato de sopa caliente mientras mi madre y Rhys lo observaban.

       Otro recuerdo rememoraba cómo habían conocido ambos a Azriel.

        Otro con Feyre en una de las terrazas que había acabado con un efusivo abrazos.

        El anuncio del embarazo de Feyre. También la noticia sobre el riesgo que este suponía.

       Pero mi atención se centró en los tres recuerdos que brillaban en lo más alto de los tres picos, separados del resto, casi como estrellas que alumbraban a los demás.

       El más alejado era de él con una hembra. Él apenas era un bebé, y la visión era borrosa pero presente.

        Su madre.

        Era un recuerdo viejo y que se notaba como poco a poco se desvanecía pero ahí estaba. En lo más alto de su montaña.

        Al otro extremo estaba Rhys. Ambos sumidos en un abrazos que parecía capaz de derretir cualquier de los corazones de quienes hubieran presenciado la escena.

        Ambos estaban llorando y a juzgar por el aspecto de mi hermano, su piel pálida y delgadez, aquella había debido de haber sido su reunión tras la liberación de Bajo la Montaña.

         Y en el centro, ligeramente más alto que los demás, había un recuerdo un poco más brillante que el resto.

          Era del cielo nocturno, había música y risas.

          Y estaba Nesta. Era un recuerdo de ambos durante la Caída de Estrellas. Abrazados en la terraza mientras reían y bailaban junto al resto de la familia.

          No pude verlo completo. No cuando una punzada de dolor y envidia me cruzó el pecho.

          Ni siquiera tuve que rehacer mi camino fuera de su mente, en un pestañeo ya estaba fuera y el mundo volvía a ser una carga de dolor y frío.

         Me retorcí y proferí un quejido de dolor que no tenía nada que ver con una sensación ardiente de mis brazos.

           Estaba mal sentirme de esa manera. Puede que ambos compartiéramos un lazo pero Cassian había decidido amar a otra persona.

         Yo no estaba en los planes de ninguno. Estaba muerta, como lo había estado durante los últimos trescientos años.

        No merecía estar en ninguno de sus recuerdos.

          —No —Sollocé mientras me deshacía del contacto de Eris en mis manos y usaba mis extremidades para empujarme fuera del sostén de Cassian.

        —¡Vyneea! —Gritó horrorizado Eris mientras trataba de volver a tomar control de mis brazos.

         —¡No! —Volví a quejarme mientras peleaba por alejarme —¡NO! ¡NO!

          El lazo dentro de mis entrañas se tensó con fuerza y reconocía las sensación, el dolor punzante y casi insoportable que esto causaba. Ni siquiera podía sentir el dolor que provenía de las heridas en el resto de mi cuerpo.

         —¿Velaris? —El susurro adolorido de Cassian me hizo saber que él también entendía lo que estaba pasando.

         Yo misma estaba rechazando el vínculo.

           Estaba rompiendo el vínculo de la misma manera que él había tratado de romperlo aquella tarde.

         Mis manos habían rodeado el hilo que de alguna manera había engrosado su tamaño hasta hacerse un verdadera cuerda y tiraba y tiraba con todas mis fuerzas.

         Si rompía mi extremo él sería libre. Cassian sería libre.

        —¡DETENTE! —Rogó Cassian volviendo a tomar mi cuerpo entre sus brazos —¡DETENTE, DETENTE!

         Pero yo no lo hice. No necesitaba que él aliviara mi dolor. Podía soportarlo. Eris se encargaría de sanar mis heridas.

         Ambos volveríamos a Otoño y lo ayudaría a terminar con su padre, luego, cuando todo volviera a la calma, huiría de nuevo. Más lejos. Al continente quizás. Me alejaría para que todos me olvidaran.

       Empezaría una vida nueva, lejos de todos los recuerdos y del dolor que mi regreso había acusado.

       Mis uñas se clavaron en la cuerda dorada y pelearon con las fibras que la componían. Eran duras, casi como si fuera oro puro. Tiré y tiré hasta que la propia cuerda se manchó de un color rojizo, hasta que el dolor se hizo tan intenso que apenas podía respirar.

        —Vyneea —La voz de Cassian resonó en mi interior —Por favor, detente.

        Mis manos se detuvieron. Observé como de manera imposible mis manos fantasmales estaban sangrando y de la misma manera, mi propio corazón había resultado herido.

         ¿Por qué no se rompía? ¿Por qué no podía liberarlo?

         —Porque realmente no quieres romperlo —Respondió el murmuro adolorido de Cassian —Aceptaste el vínculo en el momento en que me llamaste a través de él.

       No.

        Yo no lo había llamado, yo nunca lo...

        Había pedido ayuda...

        Cuando Lyron me había atrapado...en Bajo la Montaña me había aferrado al lazo que aún no conocía para salir del trance en el que La Sombra me había bañado.

        Yo...había usado el alzo más veces de las que podía recordar.

         —No puedo...—Murmuré a modo de sollozo de vuelta —No puedo hacerte esto.

          —¿Qué? ¿Qué quieres decir?

         El frío volvió a desaparecer gradualmente mientras los brazos de Cassian se tensaban más a mi alrededor.

         —¡Esto! ¡Amas a Nesta! —Protesté —¡Yo no puedo ser tu compañera!

         —¿Por eso huiste? ¿Por qué eras mi compañera? ¿Huiste por mi y por Nesta?

         No tuve que responder.

         El lazo en mis entrañas se tensó cuando volví a tirar de él.

         —La amas a ella. Este lazo le pertenece a ella, a vosotros....

         —¡Para! —Rugió —¡Para de una maldita vez!

          Mis manos no soltaron el alzo porque un agarre invisible lo impidió. Reconocí el tacto aunque no fuera real. Él mismo sostenía el otro extremo con fuerza, sosteniendo las cuerdas que habían comenzado finalmente a desgarrarse.

           —¡NESTA ES LA COMPAÑERA DE ERIS! —Gritó con una voz que entremezcla el dolor y el enfado a partes iguales —¡Y TÚ ERES MI COMPAÑERA! ¡MI COMPAÑERA!

           —Pero yo...Tú...¿Acaso ?—Apenas podía encontrar las palabras. Todo lo que estaba ocurriendo, que él podía ir a hablar dentro de mí, que sus manos estuvieran sosteniendo desesperadamente el lazo en su lugar... era demasiado intenso.

          Apenas podía respirar.

          —¿No me odias?

         Cualquier rastro de tensión desapareció por completo. Mi mente se quedó en blanco y la voz de Cassian sonó herida.

         Como si mis palabras realmente hubieran clavado un cuchillo en sus entrañas y lo hubieran retorcido.

         —¿Piensas que te odio?

         —¿Por qué no? —Apenas podía comprender que no lo hiciera —¡Te he robado algo que no me pertenece! ¡Te he robado la oportunidad de ser feliz con Nesta sin trabas en el camino! ¡Te he robado la felicidad de ser el compañero de la hembra a la que amas! ¡Soy una ladrona!

         Cassian permaneció en silencio por un largo instante.

         Abrí los ojos.

          Las lágrimas seguían impidiéndome la visión de su rostro de manera detallada pero aun así podía notar la angustia en su gesto, que el dolor que estaba sintiendo era genuino.

          Lo había herido. Lo había herido casi hasta el punto de destrozarlo.

          ¿Por qué no odiarme? ¡Debería odiarme! ¡Era una maldita niña egoísta!

            —Nunca podría odiarte —Volvió a susurrar solo para mi.

            De alguna manera Eris se había marchado, quizás a buscar ayuda, quizás permitiéndonos estar solos. Fuera como fuera agradecía su ausencia aunque a su vez deseaba su vuelta.

            Quería irme. No quería afrontar nada de esto.

           —Deberías...—Logré articular con mi propia voz ronca y rota —Deberías odiarme.

           —Nunca podría hacerlo incluso por mucho que lo deseara —Su mano apartó los mechones pegados a mi frente a causa del sudor frío que me bañaba —Eres mi compañera.

           —¡No merezco eso! —Sollocé de vuelta.

           No me importaba el insoportable dolor en mis brazos. No me importaba el frío que me bañaba hasta los huesos y me hacía temblar sin control, tampoco los puntos negros y blancos que pocos
a poco invadían las esquinas de mis ojos.

          —¡Os he hecho daño a todos! ¡Todos deberíais odiarme! ¡No merezco nada de esto!

           Me separé de él de un empujón que me hizo gritar de dolor. Cassian trató de alcanzarme pero no se lo permití, me escurrí por la arena sintiendo el sabor metálico de la sangre escalar por mi garganta.

        —¡Ve con Nesta! —Me doble en dos y volví a caer a la arena incapaz de soportar más mi peso —¡Ella sí te merece, ella si es tu compañera!

       Cassian me observó estático desde su lugar, arrodillado en la arena manchada de mi propia sangre.

        La imagen era digna de un cuadro.

        El soldado caído.

       Su rostro sombrío se endureció antes de hablar.

         —Sí. Nos has herido —Afirmó no haciendo otra cosa que reafirmar el dolor que me perforaba el cuerpo —Nos has hecho daño a todos y cada uno de nosotros marchando como lo has hecho.

         —Y estoy muy seguro de que Eris te advirtió sobre las búsquedas que tu hermano ha organizado —Cassian se puso en pie —Estoy seguro de que sabes que Rhysand ha puesto el mundo patas arriba para encontrarte y tú, te escondiste. Ignoraste el sufrimiento de la única persona que no dejó de pensar en ti por trescientos años.

        Me encogí sobre mi misma y a pesar de que ambas de mis manos estaban en carne viva, las llevé a mis oídos para silenciar su voz. No quería hacer frente a nada de esto.

        Quería irme. Huir otra vez.

        Quería desaparecer por completo.

        —¿Pero, sabes qué? —Se agachó de nuevo frente a mí y tomó mi mentón obligándome a mirarlo —Me da igual. Todo eso me da igual.

         Apenas era capaz de sostenerle la mirada. Apenas era capaz de mantenerme consciente.

        —Porque yo también le he hecho daño. Les he herido muchísimas más veces de las que tú lo has hecho —Su pulgar volvió a acariciar mi mejilla —Abandoné a Nesta, hui como lo hiciste tú. Ni siquiera me expliqué. Ignoré a Ryhsand cuando estaba despejado por encontrarte y yo era la única manera de conseguirlo.

         Su voz se entrecortó y tuvo que tragar saliva para reunir el coraje de seguir.

         —Y te herí a ti —Su mano cayó y esta vez ambas rodearon mi cuerpo, tomándolo con suavidad para alzarse del suelo —A ti. Mi única compañera.

         Su aroma a tierra, viento y ceniza me emborrachó por completo.

       —Te herí cuando tú ni siquiera podías comprender lo que estaba pasando —Me estrechó contra su cuerpo y la calidez volvió a rodearme —Te traté como si fueras la única culpable de mi locura cuando en realidad, tu pensamiento era el único que me mantenía cuerdo.

         Apenas podía mantenerme despierta, apenas podía comprender sus palabras.

        —Cassian...

        —Ambos somos dos bastardos egoístas pero, ¿sabes qué? Yo soy el peor de los dos —Agachó su frente hasta que esta rozó la mía. Su cálido aliento golpeó la punta de mi nariz —Porque me da igual el daño que he causado, no me importa cuanto sufra el mundo y eso significa que puedo hacerte volver. Que puedo quedarme a tu lado.

        Iba a desmayarme. Iba a desmayarme y no iba a poder responder. No iba a poder tratar de hacerle entrar en razón.

        No iba a poder convencerme a mí misma de que ambos estábamos equivocados. Convencerme de que yo no quería permanecer a su lado. Que no me daba igual el dolor del resto de personas.

       —Eres mi compañera, Vyneea —Sus labios se posaron sobre mi frente —Y no quiero que nadie más ocupe ese lugar.

        —Cass...

        —Puedes descansar —Murmuró en un último susurro —Yo cuidaré de tí. Te lo prometo, cielo.

         Y si más, mi cuerpo se dio por vencido a la calidez que vibraba en babos de nuestros corazones.










×              ×            ×







.

° C A S S I A N °

       —¿Dondé la llevarás? —Preguntó Eris quien finalmente había regresado, una pequeña lata plateada brillaba en la palma de su mano.

       —A la Corte Noche —Respondí manteniendo mis ojos fijos en mi compañera, completamente inconsciente en mis brazos.

        Su peso se sentía demasiado ligero en mis brazos.

—Ella aún no está lista para volver junto a su hermano —Advirtió mientras daba un amplio paso y tendía la lata plateada en mi dirección —Necesita algo más de tiempo.

       —Lo sé —Dije mientras mis dedos envolvían la pequeña lata, estaba fría, casi helada—La llevaré a otro sitio. Uno donde pueda descansar.

         Eris me observó en silencio con un gesto que nunca antes había podido ver en su rostro. Sus ojos viajaron a Vyneea y a sus heridas.

        —Aplica el ungüento tres veces al día y envuélvelo en vendas limpias —Instruyó. Asentí —La piel se reconstruirá por completo en una semana.

        No pude evitar cuestionarlo.

         —¿Qué es ella para ti? ¿Por qué preocuparse tanto por alguien quién no es de los tuyos?

         Eris sonrió.

        Sonrió sin malas intenciones, con sus ojos fijos en mi compañera y un gesto cariñoso en sus ojos.

         —Ahí te equivocas —Advirtió mientras escondía ambas de sus manos en los bolsillos de sus pantalones —Ella es de los míos.

          Mi mirada se agachó para observar el rostro pálido y mojado por las lágrimas que descansaba dormido en mis brazos.

          —Ella es mi única que forma parte de los míos, de hecho.

         Sin más que decir Eris negó y señaló el cielo que ya se había oscurecido por completo.

         —Vete —Ordenó —Yo me encargaré hacerle saber a tu espía lo que ha pasado. Es hora de poner mis cartas sobre la mesa.

         Me di la vuelta con una sensación pesada en el pecho. ¿Vyneea era la única que formaba parte de los suyos? ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué había ocurrido entre ellos estas semanas?

        Apenas di unos pasos antes de detenerme una última vez, extendí las alas pero no llegué a impulsarme para tomar vuelo, en su lugar me di la vuelta y con la sensación de pesadez aún en mi pecho, lo llamé una última vez.

          —Eris —El heredero de Otoño levantó una vez más la mirada.

         —Necesita que atiendas sus heridas, ¿qué mierda estás esperando?

         —Gracias por cuidar de ella —Los ojos del cobrizo se abrieron de par en par, casi como si no creyera mis palabras.

          Luego agachó la mirada para tratar de esconder la sonrisa en sus labios, alzó los hombros y volvió a enfrentarme, esta vez con el gesto retorcido con malicia.

         —Eso es lo que hacen los amigos, ¿no?

         Un segundo después ambos estábamos en el aire rumbo a casa.








×            ×            ×


¿Gritasmos?
¡Gritamos!

¡Volvemos a tener a Cass y Vyn juntos!

Este es el final del maratón, espero que os haya encantado y que estéis igual de nerviosas que yo por lo que se viene.

¿Cómo reaccionara Vyneea al despertar?
¿Qué le contará Eris a los demás?

Uf, tengo miedo.

Contadme, ¿qué os ha parecido?
¿Os ha gustado?
¡Os leo!

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