Arcadis: El juego ©

By gabywritesbooks

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Astra es obligada a participar en Arcadis: una serie de juegos donde no todos salen con vida y los que lo hac... More

Las reglas del juego
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¡Bienvenidos al segundo juego!
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Hola! Hoy subiré 3 capítulos, así que bienvenidas al maratón de Arcadis. También busquen sus pochoclos (cotufas, palomitas de maíz), porque se vienen demasiadas cosas.

Capítulo 1/3 de hoy🍿

Dedicado a aivlisgreen ❤️

«Todo lo que representas es posible»

Astra

Mi cuerpo no daba más. Mi mente tampoco.

Luego de dos días de un entrenamiento cada vez más duro, el mediodía del miércoles lo tomamos para descansar. Me aseé con la poca energía que me quedaba y luego me eché en el sofá. Dentro de poco empezarían las visitas familiares y necesitaba prepararme mentalmente para darle la mejor cara a mi familia. No quería mentirles, pero tampoco quería que se preocuparan por mí más de la cuenta.

—¿Te vas? —le pregunté a Maddox cuando lo vi dirigirse a la puerta.

—No creo que me necesiten durante las visitas familiares, así que iré a dar una vuelta. Nos vemos a las seis de la tarde para continuar con el entrenamiento. A esa hora ya sus familias deberían haberse ido, así que no dejes que tus compañeros se pongan muy cómodos.

Rezongué, pero no respondí nada más. Maddox se estaba afincando con nosotros, sin embargo, no éramos el único equipo cuyo entrenamiento se había intensificado. Todos estábamos exprimiendo hasta la última gota, en especial después de que uno de los equipos se retirara. Así que ya no seríamos cinco equipos en la final, sino cuatro. El de Graham incluido.

Y el de Troy también.

Al rato que Maddox se retiró, Cassian apareció en la sala vestido de negro y con el pelo todavía húmedo. No dijo nada, solo se sentó al otro extremo del sofá y empezó a jugar con una pequeña pelota de goma. Se la pasaba de una mano a otra con expresión pensativa. Llevaba par de días así, y suponía el motivo.

—Todo saldrá bien hoy, ya verás. Con suerte, tu papá ni siquiera vendrá —le dije.

—Claro que va a venir.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Él ni siquiera sabía que yo me inscribiría en los juegos y es una persona que necesita tener el control de todo y de todos. Créeme, vendrá hoy y seguro intentará demostrarme que, haga lo que haga, él siempre tendrá control sobre mí.

—Pues no lo tiene.

—No, no lo tiene —respondió, aunque creí notar un atisbo de duda. ¿Tanto poder tenía Wex sobre Cassian?—. De todas maneras, eso no es lo único que me preocupa.

Me acerqué a él y cuando me miró, sentí una calidez en todo el cuerpo. Llevábamos un par de días durmiendo en la misma habitación —desde el atentado, nos volvimos inseparables— y aún no me acostumbraba a las sensaciones que él me producía.

—Me preocupa lo que quiera hacer contigo cuando te vea —confesó, con voz sepulcral—. Ya «lo nuestro» es público. Así que no tardará en demostrarme que, si quiere, puede hacerte daño a ti también. O, incluso...

—A mi familia —terminé por él. Cassian asintió—. Ya le debemos un montón de dinero. Si ganamos Arcadis, mi millón de fichas se irá prácticamente en lo que le debemos. ¿De verdad crees que sería capaz de...?

—Wex es capaz de todo —me interrumpió—. Pero como te dije, lo que más le interesa es probarle a los demás que él es quien tiene el control de la situación, aunque a veces sea mentira. Cuando veas a tu familia hoy, pregúntales si han notado algo extraño durante las últimas semanas, y pídeles que tengan mucho cuidado a partir de ahora.

—Y pensar que mi mayor preocupación hacia ellos era que pudieran cumplir con la cuota semanal. —Suspiré—. Solo espero que mi hermano haya podido encontrar el dinero necesario estos días.

Cassian tomó mi mano con suavidad.

—Te prometo que cuando regresemos, te ayudaré a resolver este problema.

—No tienes que hacerlo.

—Somos un equipo, Astrid.

Levanté media sonrisa, aceptando su ayuda en silencio. Si yo me había comprometido en ayudarlo a que South Rednett se librara de su padre, entonces podía permitir que él me ayudara a proteger a mi familia. Sonaba como un intercambio equivalente.

Poco después, Robin nos pidió a los tres que saliéramos del dormitorio y nos dirigiéramos a la sala común de participantes donde nuestros familiares esperaban. Por primera vez en el día, los ojos verdes de Cayla brillaban y fue la que caminó más rápido; Cassian, a diferencia, se quedó atrás, dando pasos cortos y lentos.

A medida que cruzábamos pasillos, mi corazón se aceleraba más. Era como si hubiera pasado un año desde la última vez que había visto a mi familia. ¿Qué preguntas me harían? ¿Estaría yo dispuesta a responderles con toda la sinceridad posible? Y si me preguntaban por Zaid, ¿sería capaz de contestar sin llorar? ¿Qué les diría si me interrogaban sobre Cassian? Dios, ni siquiera había tenido tiempo de imaginar la reacción de mi hermano.

Entonces, cuando cruzamos el umbral y de inmediato los vi al fondo, olvidé todo. Desapareció todo. Corrí hacia mi mamá y mi hermano como si no hubiera mañana, sin poder creer que de verdad estaban ahí. Cuando mi mamá me abrazó de vuelta, empecé a llorar. Nada lindo para mi imagen pública de chica fuerte y ruda.

—Astra —pronunció, con toda la dulzura que la caracterizaba—. Al fin volvemos a verte, cariño.

—Recuérdame felicitar a tu estilista, te pusieron hasta guapa, hermanita. Y como alguien que te quiere, déjame decirte que pensé que eso no sería posible —dijo Jaxon.

Me separé de mi mamá y le saqué la lengua. Él se rio y fue quien tomó la iniciativa de abrazarme con fuerza.

—Cada día que te vi en la arena, pensé que me iba a morir de un infarto —murmuró antes de apartarse—. Me alegra que estés bien. Ahora sécate las lágrimas, o volverás a verte fea.

—Cállate, idiota.

—¡Astra! —reprendió mi mamá, frunciendo el ceño—. No le hables así. Además, puede salir en la televisión.

—¿Y qué? Si pensaba dar imagen de hermano mayor y alfa de la familia, espero que la ciudad lo vea como el tarado que es. Y si no, pues los puedo ayudar.

—Ah, empiezo a recordar por qué no te extrañaba del todo —respondió Jaxon—. Tener novio te volvió rebelde.

—Claro que sí, lo aprendí del mejor. —Lo señalé—. Supongo que eso explica por qué has sido un rebelde desde la pubertad.

—Basta, los dos. —El tono de mamá fue irrefutable. Luego, nos pidió sentarnos en uno de los muebles de la sala—. Cuéntanos, cariño, ¿cómo has estado? No le hagas caso a Jaxon, se la pasa diciéndole a todo el mundo que eres su hermana y que eres la mejor de este año. Le cuesta comunicarse, pero está muy orgulloso de ti.

—No hables de mí como si yo no estuviera presente —se quejó él.

Sonreí. No tenía idea de cuánto necesitaba verlos hasta que estuvieron ahí frente a mí. Alrededor, todos los participantes se estaban reencontrando con sus familiares, llorando y riéndose, llenos de abrazos. Incluso Cayla, que había pasado días en shock tras lo de Neopolis —y antes de eso, vivía malhumorada—, abrazaba a su familia y se reía de algo con ellos. Parecía una persona nueva.

Al otro extremo de la sala vi a Cassian. Era el único participante que no lucía feliz con la presencia del hombre que estaba ahora delante de él. El estómago se me comprimió al verlo; la última vez que lo había visto fue cuando le pedí que por favor tuviera piedad con mi familia y no le cobrara la deuda mientras yo no estuviera. Wex Riker estaba ahí, con una sonrisa natural, como si no fuera el monstruo que yo sabía que era, e intentando sacarle conversación a un hijo que maltrató toda su vida. Me hubiera gustado intervenir, pero sabía que: primero, Cassian podía manejarlo solo; segundo, Cassian odiaría si yo intervenía sin hablarlo con él antes.

—Todos quieren que regreses —comentó mamá, sacándome de mis pensamientos. La miré y parpadeé varias veces para concentrar mi atención en ella—. No lo creerías, cariño. Las calles están repletas con tu cara y la de Cassian. Hay miles de afiches; todas las pantallas reproducen sus jugadas, entrevistas, y todo lo relacionado con ustedes dos. Cuando ganen el último juego, creo que las calles de South Rednett explotarán.

Sabía que en la ciudad nos admiraban, pero nunca me había detenido a pensar cuál sería la reacción del sector que me vio crecer.

—¿Es en serio?

—No exagera —habló Jaxon—. Y después del atentado... Que, por cierto, me alegra que no te haya sucedido nada, la gente en South Rednett los ve como los héroes de la ciudad, no solo de nuestro distrito. Muchas personas me han ofrecido trabajo para ayudar a pagar la deuda con Wex, las ventas de comida casera de mamá han subido un montón, y hay gente que simplemente nos ha donado dinero porque conocen la situación.

Mi boca se abrió ante la sorpresa.

—¿Solo porque voy ganando?

Mi mamá negó con la cabeza y me sonrió.

—Lo que la gente dice es que tanto tú como Cassian han jugado limpio, han sido honestos frente a las cámaras, y han dado una imagen de trabajar para mejorar —explicó mamá.

—Cuando yo fui participante, recuerdo que la gente solo admiraba al más fuerte, ¿sabes? Al puro músculo, al típico Graham. Admiraban algo que querían ser, pero que parecía imposible; a ti te admiran porque se sienten identificados contigo, porque todo lo que representas es posible —añadió mi hermano.

—No sabía que nos veían de esa manera —admití—. Entonces todo ha salido bien estas semanas. Me preocupaba mucho lo que les pudiera pasar.

Jaxon torció los labios. Lo conocía lo suficiente para que su expresión me delatara que había algo que no me estaba diciendo. Cuando se lo pregunté, miró alrededor, sabiendo que la conversación estaba siendo grabada y que posiblemente fuera transmitida. Él, como espectador de los juegos y exparticipante, sabía cuánto debía cuidar sus palabras.

—No todos estamos bien. El local de Kaeya se incendió.

—¿Qué dices? —Lo miré sin poder creerlo.

—Trabajé ahí los primeros días que tú pasaste en Arcadis. Ella me ayudó mucho con el empleo que me dio, y fue muy paciente. Hasta me hizo un pequeño préstamo para poder pagar completo a... —Se aclaró la garganta—, ya sabes, nuestra deuda. A medida que te hiciste más famosa, la gente nos empezó a ayudar más, y a finales de la semana pasada alguien nos regaló dinero suficiente para pagar la deuda hasta que tú regresaras a South Rednett. Creo que muchos pensaron que el dinero provino de parte de Kaeya, porque al día siguiente, su tienda amaneció quemada.

Aquello tenía nombre y apellido: Wex Riker. Cassian había tenido razón: era capaz de hacer cualquier cosa para demostrar que nada escapaba de su control, ni siquiera la deuda de mi familia. En realidad, no le interesaba el dinero que le pagábamos, sino mantenernos sometidos.

Apreté la mandíbula ante la rabia y lo busqué con la mirada, pero no lo encontré. Ni Cassian ni él estaban en la sala común, por lo que de inmediato mis alarmas se encendieron. No quise preocupar a mi familia, así que me quedé con ellos y traté de convencerme de que nada malo sucedería dentro de la sede de Connektd.

—¿Ella está bien? —pregunté.

Jaxon asintió.

—Decidió irse a Norville con su familia unas semanas. Estaba muy deprimida.

¿Cómo no estarlo? Kaeya había crecido en el sector vecino al nuestro, que no era muy privilegiado tampoco. Trabajó desde muy pequeña y se mudó a South Rednett para levantar su propia tienda de tatuajes, ganándose el título de una de las mejores tatuadoras por sí sola. Era dulce, resiliente y honesta. No merecía que nada malo le pasase.

Mientras ella perdía todo su trabajo de años y ayudaba a mi familia porque le había pedido el favor, yo me besaba con Cassian frente a toda la ciudad y daba la imagen de joven tonta enamorada. Es que se me caía la cara de vergüenza, por no mencionar la culpa que empezaba a pesar sobre mis hombros.

—Cuando regrese, le pagaré todo lo que perdió —dije, más para mí misma que para ellos.

—No te concentres en eso —pidió mamá—. Lo único importante es que vuelvas con vida a casa. Astra, nadie que conozca ha salido de la ciudad. Todo lo que dicen del exterior...

—Lo sé.

La mirada de mi mamá se tornó seria y me habló con autoridad.

—Cuando estés ahí fuera, no pienses en el premio ni en estos ridículos juegos —me ordenó—. Solo piensa en hacer todo para sobrevivir y volver con nosotros, aunque eso signifique perder. A todos nos da igual quien gane, siempre y cuando termines sana y salva, cariño. No soportaría la noticia de que... —Se le hizo un nudo en la garganta y me tomó las manos—. No quiero que termines como Zaid. No conocía a su familia, pero le hicieron un homenaje en la plaza central de South Rednett y pude conversar con su madre. Así que solo vine hoy para pedirte que, por favor, no intentes ser la heroína como en el segundo juego. No busques protagonismo ni ser la mejor. Solo vuelve a casa con nosotros.

Si habían destruido el negocio de Kaeya por ayudarnos, no quería ni imaginar lo que Wex le haría a mi familia si yo desaparecía del mapa. Claro que necesitaba el millón de fichas para ellos, pero quedarme con ellos era mucho más importante.

—No te preocupes, mamá. Daré todo lo que tengo en el último juego, pero si en algún momento creo que mi vida está en riesgo, créeme que daré un paso atrás.

*

Reímos y hablamos un rato más, hasta que personas de Connektd le pidieron a mi familia que se retirara. Me hubiera encantado pasar toda la tarde con ellos, pero quería creer que en menos de una semana volvería a estar en casa, sea cual fuese el resultado de Arcadis.

—Astra... —me llamó Jaxon cuando llegamos a la entrada del edificio. Le hizo una seña a mamá para que se adelantara al coche de Connektd que los llevaría a casa—, hay una cosa más que debes saber.

Me abrazó con suavidad y noté que eso fue solo una excusa para depositar algo en el bolsillo de mi pantalón con extremo disimulo.

Cuando se apartó de mí, me dio un beso en la frente, lo cual no era usual en él. Sabía que mi hermano me adoraba, de la misma forma en la que yo a él, pero ninguno de los dos iba por ahí demostrando ese afecto.

—Eso estaba en la mochila de dinero que nos llegó a casa hace unos días —susurró—. Mamá y yo suponemos que fue obra tuya, así que muchas gracias. Y no te comas la cabeza por lo de Kaeya, ella sabe que no es tu culpa. Todos queremos que regreses pronto, estamos muy orgullosos de ti.

Asentí y le di las gracias, antes de acercarme a mamá para darle el último beso.

Menos de una semana.

En menos de una semana volvería a ellos, me repetí mil veces mientras me daba la vuelta y volvía a la torre de Connektd con un nudo en la garganta y muchas preocupaciones nuevas. Dentro del edificio, me acerqué a la esquina de un pasillo y saqué lo que Jaxon había depositado en mi pantalón. Era una tarjeta con el logo de Arcadis.

Fruncí el ceño. ¿Micaiah Frederick había autorizado que le enviaran dinero a mi familia? Sabía que eso no era algo que nos ofrecieran como participantes. Entonces, ¿por qué le habían enviado dinero? ¿Cómo sabían cuánto debía pagar mi familia a Wex hasta que yo volviera?

Decidí buscar las respuestas yo misma y de una vez. Estaba cansada de hacer teorías y esperar. Me encaminé hacia el despacho de Frederick y cuando su recepcionista me dijo que tenía que pedir cita, la miré de arriba abajo. No era mi actitud usual, pero si desde Connektd podían enviarnos al exterior para casi sacrificar nuestras vidas a cambio de rating televisivo, entonces yo podía entrar a la oficina de Frederick sin una cita.

La ignoré y toqué la puerta por cortesía, antes de abrirla, con la recepcionista poniéndose de pie para detenerme.

—Déjala que pase, Amara —dijo Frederick cuando se dio cuenta de lo que sucedía.

La recepcionista llamada Amara me miró con rabia, sin embargo, le hizo caso a su jefe. Estuve a punto de sacarle la lengua a modo de victoria, pero me ganó la madurez. Así que solo entré y cerré la puerta detrás de mí.

La oficina de Micaiah Frederick era gigante. Pulcra, nívea y monótona, pero gigante. Solo había algunos estantes, un escritorio, su silla y, al fondo, donde estaba él, una mesa con... ¿Una mujer sentada? No. Era un robot, pero uno que emulaba muy bien la figura femenina.

—Astra Wyse. De todas las personas que pensé que podrían visitarme hoy, eras la menos esperada. ¿Está todo bien?

Vestía un traje negro y brillante, con su pelo azabache hacia atrás y aquellos ojos también oscuros como la noche me miraron con su típica e intensa curiosidad. Guardó las manos en los bolsillos de su pantalón y levantó una sonrisa, como si no hubiera sucedido nada en los últimos días. Como si mis palabras el día de la muerte de Zaid no lo hubieran humillado. Como si no estuviera a punto de mandarnos a un matadero. Estaba tan despreocupado que casi me hizo vomitar de la rabia.

—¿Cómo puede estar tan tranquilo después de todo lo que ha pasado estos días? Yo sabía que nosotros no significábamos nada para usted, que solo le damos dinero... pero un poco de empatía al hablar con nosotros, sus minas de oro, no le vendría mal.

Enarcó ambas cejas, demostrando que no esperaba mis palabras.

—Que me veas tranquilo, no significa que lo esté —respondió con simpleza—. Tú llevas solo tres semanas siendo observada constantemente y ya has aprendido a tener una faceta para los demás, ¿no es así? Yo he tenido una faceta para el mundo desde que nací. Así que te recomendaría no juzgar sin saber, querida Astra.

Me crucé de brazos sin creerle nada.

—En fin, no vine a quitarle el tiempo con reclamos, espero que tenga consciencia. Vine a hacerle una pregunta.

Se recostó de su escritorio y ladeó la cabeza, esperando a que continuara. Le mostré la tarjeta con el logo de Arcadis y ni siquiera se inmutó.

—Mi familia recibió dinero hace unos días para poder pagar una parte de la deuda con Wex Riker mientras yo regresaba. Esta tarjeta estaba en el bolso con el dinero. Quiero saber para qué usted los quiere ayudar, porque sé cómo funciona el mundo. Sé que nada es gratis, y no planeo que mi familia ahora también le deba a usted.

—No estoy esperando nada a cambio.

Resoplé. Entonces, añadió:

—Bueno, quizás esperaba que no entraras a mi oficina a decirme lo mala persona que soy.

—Jamás pensé que usted fuera un héroe sin capa, pero al menos pensaba que era un hombre con buenas ideas. Después de lo de Zaid y de que usted no hiciera nada...

—¿Qué esperabas que hiciera? —me interrumpió sin ser cortante—. Hay una razón por la que tenemos a un jurado en los juegos, y es para que yo no sea el único con el poder de decisión. Si yo hubiera dicho que la decisión del jurado no tenía validez, ¿qué crees que pasaría en los siguientes juegos? ¿Pensarías que Arcadis tendría algún tipo de transparencia si yo soy el que decide todo? No estoy de acuerdo con lo que sucedió, pero créeme, era peor si anulaba la decisión de un jurado tan grande.

—¿Y por qué no aprende de sus errores?

—El próximo año tendremos mejores jurados, si eso es lo que te preocupa.

—No me refería a eso. Me refería a que no le bastó con lo sucedido en el segundo juego, ahora quiere enviarnos al exterior y cambió las normas para que sea todo más violento. Esto es todo lo contrario a aprender de sus errores.

—Es precisamente por ese miedo que transmites, que quiero que vayan al exterior.

Fruncí el ceño, sin entender nada.

—¿A qué se refiere?

—Lo que está en las afueras de Harlax no es el cuento de terror que te inculcaron en el colegio. Hay otras ciudades, aldeas, gente que comercia, gente que incluso quisiera conocer qué hay dentro de Harlax y ver si pueden vivir aquí y trabajar. Eso de que Harlax es un mundo seguro y afuera todo es un desastre post-apocalíptico es mentira, Astra.

—No hay pruebas de que lo que usted dice es cierto.

Él ladeó la cabeza y me miró con condescendencia.

—¿De verdad crees que no las hay? Que no lo pasen en televisión, no quiere decir que no exista. Es de público conocimiento que el gobernador viaja a veces a negociar con otras ciudades. —Hizo una pausa y caminó hacia mí—. Es cierto que el territorio entre ciudades puede ser un poco peligroso, pero es mentira que todos los que viven fuera de Harlax son salvajes. Hay pueblos muy avanzados y las otras ciudades son más grandes que Harlax. No nos han conquistado porque no es prioridad aún, pero créeme, si deciden invadirnos, no tenemos la fuerza para resistir. Mientras tú te preocupas por Wex Riker y lo que pasa en un mini distrito como South Rednett, yo pienso en cómo haremos para defendernos de ciudades que nos duplican en tamaño y tecnología.

—¿Y por qué me dice todo esto?

—Primero, porque preguntaste —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo—. Segundo, porque creí que te interesaría el tema. Eres un ícono de Arcadis ahora mismo y, por ende, de la ciudad.

—¿Y qué? —Enarqué una ceja—. Si piensa que porque le dio dinero a mi familia debo ser su portavoz o decirle a la gente algo de lo que ni yo misma estoy segura, déjeme informarle que se equivocó de participante.

—Te dije que el dinero no era para obtener nada a cambio. Recuerdo nuestra conversación en el Baile del Gobernador. Sé que no estás aquí por voluntad propia, aunque hayas firmado un permiso de Arcadis que lo diga. Sé que no puedo reparar lo que pasa en South Rednett ni lo que otros hacen con mis juegos. Pero sí puedo darles una mano a mis participantes si lo necesitan.

Torcí los labios, sin creerle del todo. No olvidaba que desde Connektd tenían a Cayla atrapada en algún acuerdo raro y que le habían pedido que matara a alguien durante el Baile del Gobernador. Nunca supe si había sido directamente Frederick, pero sí alguien alto de su empresa. No pensaba aliarme con gente que diera ese tipo de órdenes.

—Bueno, por ayudar a mi familia, le doy las gracias. Nada más que eso.

—No esperaba más.

Antes de que me diera vuelta para irme y procesar el bombazo de información que había recibido, Micaiah Frederick frunció el ceño y se llevó un dedo a su audífono derecho.

—¿Robin? —Esperó unos segundos y luego prosiguió—: De acuerdo, iré ya mismo al dormitorio. Gracias por intervenir. Avísale a Maddox Kennet también, por si acaso.

Frederick ni me miró cuando buscó un saco negro en su silla y se lo puso con rapidez. Luego, pareció recordar que yo estaba ahí.

—Es increíble cómo tu equipo no sale de un problema para entrar en otro —murmuró—. Ahora hasta tengo que intervenir en relaciones padre-hijo.

—¿Qué quiere de...? —intenté preguntar, pero de inmediato todo hizo clic.

Me di vuelta y salí corriendo de ahí. En mi mente solo resonaban las palabras «padre», «hijo», «problemas», «dormitorio», y que Robin había tenido que «intervenir». Algo tenía que haber sucedido para que el mismo Frederick tuviera que ir a la escena. ¿Por qué Cassian había llevado a Wex a nuestro dormitorio, cuando ahí no habría cámaras o personal de Connektd? A lo mejor había sido una trampa de su padre, no me extrañaría.

Corrí por los pasillos con desesperación y abrí la puerta de golpe, sin molestarme en avisar con un toque. Un montón de escenarios surcaron mi mente en ese segundo, incluso llegué a imaginar que Cassian estaría gravemente herido. O peor aún... que habría terminado como mi papá, también por culpa de Wex. Un nudo se alojó en mi garganta.

Entonces, cuando tuve visión de la sala, los encontré a los dos en el fondo. Cassian recostado de la pared y Wex frente a él, con su típica sonrisa sádica, de esas que solo nacían tras haber hecho sufrir a alguien. El rostro de Cassian estaba rojo, no supe si porque se había peleado con su papá o porque tenía ganas de llorar: su expresión estaba contraída, su ceño fruncido, su mirada oscura, pero sus ojos aguados.

Robin estaba cerca de ellos, lo cual llamó mi atención porque rara vez aparecía como holograma. Me acerqué a la escena y Wex giró su rostro hacia mí, sin perder la sonrisa. Aquello generó una sensación de vacío en mi estómago y un miedo profundo. Por un momento, toda la rabia que tenía acumulada hacia él por el daño que le había hecho a Cassian, a mi familia, incluso a Kaeya... desapareció.

—Astra Wyse —pronunció mi nombre, divertido—. La heroína del pueblo.

—No la involucres en esto —espetó Cassian. Reconocí una nota de temblor en su voz.

Wex lo ignoró y se giró por completo hacia mí.

—¿Por qué me miras así? No me digas que sigues teniéndome miedo.

—Claro que no le tengo miedo —mentí.

Hasta él se dio cuenta de que era falso. Entornó un poco los ojos y ladeó la cabeza.

—No me hagas sentir decepcionado, Astra. Hace menos de un mes te plantaste en mi oficina, peleaste con mis hombres, y me pediste que fuera solidario con tu familia. Y no conforme con eso, has jugado mejor de lo que todo el mundo esperó y toda la ciudad te respeta por los ovarios que tienes. ¿Y me tienes miedo a mí? —preguntó de forma retórica, divirtiéndose con cada palabra.

Algo que había olvidado de él era cuánto le gustaba escucharse a sí mismo.

—Pensé que causar terror en los demás era el único propósito de su vida —contesté, arrepintiéndome un segundo después. Mientras estuviera lejos, cualquier cosa que dijera podía perjudicar a mi familia.

—Y yo pensaba que cuidar de las personas que querías era el tuyo, pero ya ves, quizás los dos fallamos en nuestros propósitos.

Empecé a mover los dedos de las manos para liberar tensión. Que se estuviera refiriendo a mi familia, o incluso a Cassian, me puso el cuerpo de piedra.

—¿Lo ves? Ese es tu problema —dijo, aun sonriendo y enseñando sus dientes perfectos—. Tus debilidades están a simple vista, tal vez por eso no puedas ganar el último juego. No me malinterpretes, me encantaría que alguien de mi sector ganara, pero si todo el mundo conoce tus puntos débiles, es demasiado fácil desconcentrarte. Así que déjame ayudarte a deshacerte de una de tus debilidades más grandes.

Dicho eso, señaló a Cassian con la cabeza. De inmediato, Cassian palideció y dio un paso hacia delante. Yo no entendí nada.

—Déjala en paz —le ordenó a su papá, pero fue muy tarde.

Wex estaba lo suficientemente cerca de mí que murmuró algo y lo escuché con absoluta claridad:

—¿Sabías que tu papá murió por culpa de Cassian?

Mi corazón se detuvo por un momento, sin poder procesar del todo lo que acababa de escuchar. Miré a Cassian, quien se detuvo a medio camino con el rostro pálido. Tenía que ser mentira, o ya él me lo hubiera dicho.

—Supuse que no lo sabías, así que vine a hacerte el favor, digo... ahora que son «novios», deberías saberlo todo de él —continuó Wex—. Supongo que cuando me vaya, puedes preguntarle por qué se quedó sin hacer nada mientras tu padre moría, por qué no intervino para salvarlo y prefirió salvar su propio pellejo.

Detrás de nosotros, se abrió la puerta del dormitorio y tanto Micaiah Frederick como Maddox aparecieron.

—Ah, interrumpiendo el mejor momento de esta historia de amor —dijo Wex—. Una lástima.

—Las visitas familiares terminaron hace treinta minutos —anunció Frederick, con un tono gélido—. Creo que es momento de que se retire.

—Cuánta formalidad. Hace unas semanas, cuando querías que trabajáramos juntos, hasta me tuteaste, Frederick. Oh, perdón, ¿debía ser un secreto? —Wex fingió inocencia de forma exagerada—. Pensé que estábamos en confianza. En fin, me retiraré... —Caminó cerca de Maddox y puso una mano en su hombro—, no tengo intención de que me saque de aquí el perro faldero.

En un abrir y cerrar de ojos, Maddox tomó a Wex por el cuello con su brazo metálico y lo aprisionó contra la pared.

—Tócame otra vez y te mato.

—No hay necesidad de matar a nadie, mucho menos dentro de mi edificio. Si quieren pelearse, háganlo fuera de mi recinto —pidió Frederick.

Maddox se apartó de Wex, quien sin mucho más, salió de ahí, no sin antes dedicarnos una mirada divertida a Cassian y a mí. Micaiah nos preguntó cómo estábamos, pero no fui capaz de pronunciar palabra y Cassian tampoco.

Al final, los dos nos dejaron a solas, entendiendo que sucedía algo entre ambos y que no necesitábamos público. Me costó mirar a Cassian a la cara, y cuando lo hice y reconocí la culpa en su mirada, sentí que todo dentro de mí empezó a colapsar, pedazo a pedazo.

—¿Es cierto lo que tu padre dijo? —pregunté con voz rota.

Aquellos ojos castaños que durante los últimos días me habían mirado con preocupación, interés y cariño, en ese momento se dirigieron a mí llenos de remordimiento. No había necesidad de palabras cuando la verdad era tácita.

Mi papá había muerto por culpa de Cassian, y nada en él se encargó de negarlo. 

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