Una Corte De Sombras Y Sangre...

By TheGirlUnderTheLines

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El destino a veces es caprichoso, y con ellos no iba a hacer de menos. Viejas leyendas cobraran vida, peligro... More

P R Ó L O G O
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° V Y N N E A °


      El lazo dentro de mi pecho, ese que horas antes había parecido nada más que un retal apunto de partirse, ahora estaba brillando y agitándose suavemente.

      Me hundí en la bañera dejando que el agua aún ligeramente humeante cubriera mi nariz obligándome a retener el aliento.

      Se estaba moviendo, un temblor casi invisible que solo había podido percibir cuando todo a mi alrededor había dejado ser tan ruidoso. Solo cuando Eris se había marchado, habiendo cerrado la puerta de mi habitación con llave y dejando abierta la que conducía al suyo, fue que me permití volver a temblar y sollozar de manera casi ahogada.

      Lo que Lyron había hecho había ido mucho más allá que una simple amenaza, la manera en la que me había tocado, en como me había sujetado impidiéndome moverme, había hecho que todas las alertas en mi cuerpo se dispararan.

      Y ahora, en la bañera que me había encargado de llenar con el agua más caliente que mi piel pudiera soportar, todo parecía finalmente calmarse. No solo por la caricia cálida contra mi piel si no por lo que vibraba dentro de mi pecho.

      No sabía cómo funcionaba, no había tenido oportunidad de comprenderlo. Mis dedos acariciaron la piel sobre mi corazón, y como si estas pudieran hundirse bajo ella, también acariciaron el extremo del fino hilo. El lazo se sacudió ligeramente bajo mi toque devolviendo el temblor hacía el otro extremo que se alejaba hasta ser incapaz de dibujarse en la distancia. Pasaron unos cuantos segundos en los que la fina línea fue perdiendo su movimiento hasta quedarse completamente estática de nuevo, su brillo, el cual no era más que un reflejo suave también fue perdiendo su potencia.

      No hice nada, no volví a tocarlo, simplemente dejé los dedos invisibles y esperé. No sabía exactamente qué pero, necesitaba mantenerme de aquel modo. En esa quietud y tranquilidad que el pequeño apretón del lazo le había dado a mis entrañas, el cómo había logrado hacerme dejar de llorar y lograr secar mis mejillas de una vez.

     Y aun estaba aterrada, no por lo que Lyron pudiera llegar a hacerme si no por mi incapacidad de responder, de defenderme a mí misma, pero de nuevo, el suave mecer de ese lazo había logrado calmarme lo suficiente como para mantenerlo bajo control.

      El sonido lejano de la lluvia contra el suelo cubierto de hojas también había sido un buen aliciente para calmar mis nervios. No estaba segura de cuándo había comenzado a llover, sobre todo teniendo en cuenta que una hora antes el cielo estaba completamente soleado.

      Me estiré lo suficiente como para rebajar el nivel del agua hasta mi barbilla dejándome tomar una larga y profunda respiración. Cerré los ojos y mantuve la mano sobre mi pecho, exactamente sobre mi corazón.

      Podía sentirlo palpitar lentamente bajo mi mano. Lentamente, finalmente calmado.

       Pum, pum.

       Pum.

      Pum,Pum.

      Lo confundí con una respiración intensa al principio. Tardó largos segundos en repetirse pero, el lazo vibró de vuelta, suave, casi como una caricia dejada sobre la mejilla. Casi tímido.

      Mis músculos se destensaron y comencé a pensar que el agua de la bañera estaba tan caliente que hasta yo misma me estaba disolviendo.

      Aún no estaba segura de si era él quien realmente estaba al otro lado. De si era realmente Cassian quien estaba dando respuestas a mis tirones.

      Una parte de mi deseaba que así fuera, se sentía agradable imaginar que alguien conocido aún era consciente de mi existencia pero, por otra, era doloroso. Porque ese lazo no debía de sentirse de esa manera, no debería alegrarme de esta unión porque no la merecía, no era correcto.

      Nesta y Cassian habían dado todo el uno por el otro. Nesta ama a Cassian como nadie amado nada en este mundo y yo le había arrebatado algo que le pertenecía exclusivamente a ellos.

      Sentirme bien con la idea de que ese lazo siguiera ahí no hacía otra cosa que llevar los pensamientos de que era una ladrona una y otra vez a mi cabeza.

      Pero...mantuve la mano sobre el hilo, dándole ligeras caricias en respuesta a las vibraciones que llegaban a mi. Era casi como una canción de cuna, una calidez indescriptible que me bañaba los huesos cada vez que otra ligera honda llegaba a través del lazo y se expandía por mi cuerpo.

      No sé exactamente cuánto tiempo pasé así, hundida en el agua con los ojos cerrados y únicamente enfocada en la calidez que el lazo me transmitía una y otra vez, por eso, cuando un golpe en la puerta rompió mi tranquilidad, no puede evitar aferrarme con fuerza al lazo. Mis dedos invisibles se enrollaron y tiraron de él con fuerza como si eso supusiera algo.

       —¿Estás ahí dentro? —La voz de Eris hizo que soltara el lazo con suavidad —Necesito hablar contigo, sal.

      Una nueva vibración, casi tan fuerte y contundente que logró cortarme el aliento, llegó a través del lazo. Durante un segundo dudé pero, volvía dejar una pequeña caricia sobre el fino hilo brillante y sin más volví a hundir su recuerdo en lo más profundo de mi mente.

      Salí de la bañera y tomé el albornoz que yo misma había dejado sobre un pequeño taburete antes de entrar en el agua. Envolví mi cuerpo en el suave material, lo anudé al frente y estrujé mi cabello con mis manos para deshacerme de la mayor parte del agua en él y luego simplemente lo dejé caer contra mi espalda.

      No me había molestado en traer ropa, no había anticipado que Eris se presentaría en mi cuarto, no al menos tan temprano. Me di un vistazo rápido en el espejo, mis mejillas aun estaban algo sonrojadas y mis ojos aún irritados pero, no tenía tan mal aspecto como esperaba.

      Abrí la puerta del baño y lo encontré sentado en uno de los sillones cerca de la ventana.

      Su cabello estaba definitivamente despeinado, aunque era obvio que había hecho un inútil intento por tratar de darle una forma no muy definida. Su rostro estaba serio y fuera lo que fuera que ocupaba sus pensamientos en ese instante era los suficientemente importante como para no hacerle darse cuenta de mi repentina presencia.

      Caminé suavemente hasta el sillón continuo y solo cuando pase frente a él sus ojos recayeron sobre mí. Me senté llevando mis piernas sobre el propio sillón y rodeándolas con mis brazos dejando mis rodillas frente a mi pecho. Sus ojos recorrieron la longitud del albornoz blanco, mi pelo aún mojado y por último fueron a mi rostro.

      Sin embargo, él no dijo nada de ninguna de las tres cosas. En su lugar estiró su mano y tomó el vaso medio lleno que decoraba la pequeña mesa de centro, a juzgar por el color cobrizo de la bebida en él debía de ser algún tipo de alcohol.

      —Mi padre te quiere presente en la reunión de Altos Lores —Dio un sorbo a su bebida y volvió a fijar sus ojos en la ventana a nuestra derecha.

      —No puedo ir —Respondí fijando mi atención en las mismas gotas que él aprecia observar tan atentamente —No puedo ir sin que mi hermano o Feyre me reconozca.

      Por el rabillo del ojo observé un esbozo de sonrisa dibujarse en los labios de Eris.

      —Ese sería el menor de tus problemas —Acercó de nuevo el vaso a sus labios pero no bebió de él —Tu hermano no va a ningún sitio sin sus dos perros alados.

      Me giré rápidamente no pudiendo evitar fruncir el ceño con disgusto.

      —No son perros —Eris alzó los cejos y me miró sin girar el rostro —No los llames así frente a mi.

      —No puedes obligarme a eso —Respondió antes de volver a mojar sus labios en el alcohol —Tú no puedes darme órdenes, criatura.

      Suspiré. Sabía perfectamente que Eris no era una persona agradable con el resto del mundo, que había pasado demasiado tiempo bajo su careta como para poder despegarse de ella pero, él no había sido así conmigo en ningún momento. Obviamente algo había pasado durante la reunión con su familia.

      —No te estoy dando ninguna orden —Respondí con cierta molestia —Simplemente te pido que no insultes a la familia de mi hermano.

      Eris se mantuvo en silencio, su mirada de nuevo fija en la lluvia más allá del cristal.

      Ninguno de los dos dijo nada durante un par de minutos, para cuando él volvió a dejar el vaso en la mesa este ya estaba vacío y yo comenzaba a sentir un cosquilleo en la piel. Si bien era cierto que no hacía río, tampoco hacía calor.

      —Tendrás que ir a la reunión, no habrá discusión en eso —Movilizó su cuello y cerró los ojos mientras una de sus manos frotaba su nuca —Ya pensaremos cómo ocultar tu aspecto o que hacer más adelante —Finalmente se dejó escurrir por el respaldo del sillón y dejó su cuello reposar contra el borde del mismo manteniendo su rostro enfocando el techo —Ahora cuéntame qué te pasó en el jardín. Y ni se te ocurra mentirme esta vez.

      Suspiré y no pude evitar sonreír ligeramente.

      —Técnicamente no te mentí, tu padre te había llamado —Un gruñido fue lo que recibí como respuesta, un intento de risa me abandonó y asentí —Está bien.

      Durante un corto segundo a mi memoria acudió el olor a alcohol de Lyron, el tacto de sus manos sobre mi cuerpo pero me deshice de esas sensaciones rápidamente. Empujé cualquier rastro de vergüenza o miedo en una esquina y me senté recta en el sillón.

      —Tu madre sabía que vas a montar todas las mañanas y me dijo que te encontraría en los establos así que fui a buscarte —Con tan solo esa primera frase logré llamar su atención, su rostro se giró y sus ojos se quedaron fijos en mí —Acaba de salir al jardín, no sabía como llegar a los establos y entonces apareció Lyron.

      Su cuerpo se tensó y rápidamente recuperó una postura más amenazante.

      —Iba a ignorarlo, estaba claramente borracho y no tenía tiempo para él pero, me tomó por detrás, sus brazos me rodearon y no me permitía moverme, no podía hacer nada —Observé de reojo su mandíbula tensarse y sus manos convertirse en puños —Me dijo que te arrepentirías de lo que hiciste anoche y que yo...aprendería con quien tengo que agachar la cabeza.

      —Hijo de puta —Se puso en pie y su pie golpeó seguidamente el bajo del sillón —¡Hijo de puta!

      Se dio la vuelta y sus ojos fueron de nuevo a mi, me encogí en mi lugar cuando dio un largo paso para quedar frente a mí, sus manos viajaron a mi alrededor y no puede evitar encogerse aún más ocultando mi rostro entre mi rodillas.

      Sentí la madera escondida debajo de la tela del respaldo crujir, un quejido asustado se escapó de mis labios cuando una de las manos de Eris tomó mi barbilla obligándome a levantar la mirada y observar las brasas candentes dentro de sus ojos.

      —Tú no vas a agachar la cabeza ante nadie, ¿me entiendes? —Asentí vagamente, demasiado rígida y sorprendida como para decir una palabra.

      Volvió a retroceder, mano dejó mi barbilla, esta vez ambas fueron hacia su propio cabello y tiraron con fuerza de él. Eris se dobló en dos y lo escuché murmurar una y otra vez decenas de insultos mientras su espalda, que es lo que podía ver, comenzaba a subir y bajar de una manera alarmantemente rápida.

      Me puse en pie.

      Ciertamente no conocía a Eris lo suficiente pero, cuando noté como comenzaba a jugar con el amplio cuello de su camisa, como si tratara de ensancharlo aún más ahora dejar que el aire pasara por su garganta supe que aquello no era normal.

      —Eris —Lo llamé mientras que con pasos cortos me acercaba a él —Eris ¿Qué ha pasado?

      Fuera lo que fuera que hubiera ocurrido mientras estaba reunido con su padre lo había afectado de una manera tan intensa que ante la mínima gota de lo que Lyron había hecho había derramado su capacidad de controlarse.

      —Eris —Mi mano finalmente alcanzó su espalda, al instante percibí lo caliente que se encontraba su piel. Incluso con el material de la camisa por medio.

      —¡No me toques! —Retrocedió volviéndose a erguir, aunque su espalda seguía ligeramente encorvada y sus manos sobre el cuello de su camisa —¡NO ME TOQUES!

      Levanté ambas manos para mostrarle que no lo haría pero no retrocedí, él caminó de espaldas hasta que su cuerpo chocó contra la pared que daba a su habitación. La puerta estaba a tan solo unos metros, completamente desbloqueada pero, él no buscó caminar hasta ella, se desplomó ahí.

      —Eris...—Volví a alcanzarlo y me arrodille frente a él, extendí mis manos pero las dejé en el aire cuando sus ojos las encontraron y las observaron con pavor.

      No entendía nada de lo que estaba pasando. Lo había tocado antes y no había reaccionado de esa manera, ¿por qué ahora parecía tan aterrado?

      —No sé qué ha pasado pero, puede hablarlo conmigo —Me senté en el suelo.

      Incluso desde aquí podía percibir el calor que emanaba su cuerpo, como si toda esa magia ardiente que contenía en sí quisiera abandonarlo y él no lo permitiera.

      —No somos amigos —Gruñó él con los dientes apretados unos contra otros. Sus puños apresaron el borde de la alfombra, el olor a quemado no tardó en llegar.

      Algo hizo click en mi cabeza y una ligera invadió todo mi pensamiento. Su piel estaba tan caliente que podría quemar cualquier cosa.

      —¿Y por qué no podemos serlo? —Respondí.

      Aquello pareció tomarlo por sorpresa porque sus ojos buscaron los míos y luego sonrió, había dolor marcado en todas y cada una de sus facciones.

      —Yo no tengo amigos —Su cabeza se deslizó hacia atrás y se reposó por completo contra la pared. Pude ver su nuez bajar y subir varias veces mientras se forzaba a tragar saliva, como si el calor de su propio cuerpo hubiera secado hasta la última gota de agua de su cuerpo —Nunca he necesitado amigos.

      Me puse en pie, volvía a la zona de sofás y tomé el mismo vaso que él había ocupado minutos antes, volví a caminar pero esta vez hacia la cómoda donde sobre ella residía una bandeja con una jarra de agua fría, daba igual el tiempo que pasará, siempre se mantenía así. Me detuve cuando mis dedos se aferraron al mango de cristal, observé el vaso y luego la jarra. El peso se sintió extraño en mi brazo demasiado delgado pero me las apañé para volver frente a él.

      Su gesto se arrugó y sus cejas casi se juntaron por completo.

      —¿Qué estás...?

      El agua lo empapó por completo. Su pelo el cual había estado revuelto durante todo el tiempo cayó y se pegó a su frente, su camisa blanca se pegó a su piel y se transparentó dejando libre al visión de su pecho, sus pantalones se mojaron ligeramente pero de una no demasiado acertada dando el aspecto que se había orinado encima.

      Eris permaneció inmóvil, con los brazos en el aire y la mirada gacha dejando que su cabello goteara libremente.

      Volví a arrodillarme frente a él y fui yo misma quien deslizó su pelo lejos de su rostro, casi como si estuviera abriendo una cortina. Él siguió sin moverse pero sus ojos viajaron a mi mirándome a través de sus pestañas.

      —¿Mejor? —Mientras una de mis manos seguía sosteniendo su cabello fuera de su visión la otra fue a su mejilla y en efecto, ya no estaba ni de lejos tan caliente como un segundo atrás.

      —Podría matarte por esto —Murmuró aún inmóvil.

      —No —Sonreí volviendo a sentarme en el duelo frente a él. No me importó que la tela del albornoz volviera a empaparse con el agua restante del suelo —No lo harías,

      Finalmente sus manos volvieron a aparecer útiles y arrastraron la mata cobriza fuera de su cara la cual volvía a su vez a estar mi nivel.

      —Estás demasiado segura de eso.

      Asentí y dejé que mi sonrisa se ampliara.

      —Claro que lo estoy —Gateé los suficiente para quedar a su lado en la pared, mi espalda contra la fría madera —No eres el tipo de persona que mataría a sus amigos.

      Rodó los ojos pero noté la suavidad de la calma arrastrarse por su gesto.

      —Ya te lo he dicho —Repitió —Yo no tengo amigos.

      Sabía que quizás era un paso apresurado, que puede que no tuviera muchas razones más allá de la propia supervivencia pero, algo me decía que Eris no era nada más que una caja de sorpresas aún por destapar. Y en el fondo creo que no éramos muy diferentes, algo me gritaba que sería muy fácil comprenderlo si me dejaba conocerlo por eso, no dudé en sonreír en su dirección al responder.

      —Pues es una suerte para mi ser la primera entonces.

      Cerca de diez minutos después ambos seguíamos ahí tirados, yo aun únicamente vistiendo el albornoz y él con una toalla colgando de su cuello. Había tratado de secar su cabello pero había desistido del intento cuando este no había hecho otra cosa que enredarse. Tenía la ligera sospecha de que había podido secarse el pelo sin problema con su magia pero cuando había observado como no parecía recurrir a ella me había mantenido en silencio.

      Ninguno de los dos había dicho una palabra desde entonces, simplemente nos habíamos mantenido ahí, sentados contra la pared apenas un metro el uno del otro. No estaba segura tampoco de cómo iniciar una conversación, había dejado clara mis intenciones amables pero al no recibir respuesta había quedado algo desencajada.

      Aún no había pillado demasiado las salidas de Eris, había esperado una contestación borde o una burla pero, no un silencio abrumador por, lo que ahora, me encontraba lago perdida. Sin embargo, él tampoco había buscado huir de la habitación y cruzar la puerta a tan solo unos metros para refugiarse en la suya, cosa que me indicaba que no quería estar solo.

      Así que ahí estábamos. Simplemente sentados.

      La escasa luz del atardecer había terminado por desvanecerse y solo la ligera luz de la chimenea dejaba que no nos encontrábamos en la oscuridad, fuego que obviamente Eris había encendido de un simple chasquido de sus dedos, ni siquiera había tenido que acercarse al recobeco en la pared.

      Estaba demasiado distraída con el cinturón del albornoz para notar que después de unos cuantos largos minutos su rostro se había girado en mi dirección y sus ojos cansados habían caído sobre mí, así que diera un pequeño espasmo cuando habló no le resultó sorpresivo.

      —¿Por qué querrías ser mi amiga? —Su voz no era más qué susurro cansado, completamente agotado.

      Supongo que mi rostro estaba lo suficientemente desencajado para que él continuara.

      —Oh vamos -Reprochó —Soy el villano en cualquier historia que se cuente, Da igual qué propósitos esconda detrás de todo lo que hago, no soy bueno, nadie querría ser amigo de alguien como yo —Un intento de sonrisa se alzó en sus labios pero esta no alcanzó sus mejillas —Entonces, ¿Por qué? ¿por qué quieres ser amiga de alguien así?

      —No lo sé —Respondí sinceramente —Puede porque creo que nunca he tenido amigos.

      Su mirada confusa me dejó entender que esta vez era yo quien debía continuar.

      —Hay mucha historia que no sabes sobre mi pero, te dije que después del ataque que sufrí perdí la memoria. Bueno, pues no recuerdo prácticamente nada de mi vida, solo unos fragmentos con mi hermano y mi madre pero, nada de mí...—No pude evitar mirar atentamente sus ojos, lo apagados y a la vez atentos que parecían —No sé si de niña tuve amigas, o si era buena en la escuela. No tengo recuerdos de si alguna vez conocí a alguien que no fuera antes amigo de mi hermano.

       —Desde que he regresado todo lo que me ha rodeados ha sido él, Feyre es su mujer, Morrigan es nuestra prima pero creo apenas recordarla de mi infancia, Cassian y Azriel son sus amigos no los míos —Hice una pequeña pausa y agaché la mirada a mis manos aun jugando con el cinturón del albornoz —Estoy muy agradecida de no haberme sentido sola, de que estuvieran ahí para mi pero, supongo que es normal querer algo tuyo. Algo que solo te pertenezca a ti y a otra persona.

      Eris desvió su mirada y la llevó también a sus manos, como si pudiera ver algo en ellas que yo no era capaz de percibir.

      —Tienes el lazo —Respondió.

      Me mantuve en silencio durante un instante, luego simplemente respondí con un suspiro pesado.

      —Creo que comprendes perfectamente que la situación de mi lazo es algo que realmente se siente complicado de entender —Él alzó las cejas y dio un suave asentimiento —Y quizás si eso me hubiera pertenecido a mi desde un momento y, no a otra, quizás podría contentarme con ello pero, no es el caso.

     No protestó pero vi la disconformidad cruzar su rostro un par de veces hasta que finalmente apareció dejar pasar el tema de largo pero, sin embargo, aún no parecía haberse cansado de mi compañía porque volvió a interrogar una vez más.

      —De igual manera ¿Por qué yo? ¿Por qué no otra persona?

      Levanté los hombros en respuesta.

      —¿Y por qué no? —Volví a llevar mi mirada a él y ciertamente se veía confundido, como si no pudiera comprender mi punto —No me has hecho daño desde que me encontraste en tus fronteras. Era una intrusa, estoy segura de que en esta corte podríais haberme dado de comer a los perros por entrar a vuestros bosques sin permiso.

      Eris bufó.

      —Mis perros nunca comerían carne fae, su paladar es más refinado —No pude evitar sonreír ante la seriedad de sus palabras.

      —¿Realmente tienes perros? —Él asintió con suavidad, su mano volvió a su cabello y jugó con las hebras aun humedad —Quiero conocerlos, no sé si me gustan los perros.

      De nuevo, una especie de carcajada ahogada lo interrumpió y me miró con cierta diversión.

      —Es como si fuera un bebé —Se deshizo de la toalla sobre sus hombros y la dejó caer sobre mi cabeza —¿Vas a probarlo todo para descubrir que te gusta y que no?

      De nuevo, alcé los hombros mientras tomaba la toalla y la dejaba sobre mis piernas extendidas.

      —Supongo que sí.

      Él asintió e hizo una mueca con los labios que me dejó que realmente encontraba el asunto ciertamente gracioso. Acto seguido se puso en pie lentamente y estiró sus brazos sobre su cabeza, para mi sorpresa volvió a extender la mano en mi dirección y me ayudo a ponerme en pie.

      —¿Sabes montar a caballo? —Preguntó clavando sus ojos cobrizos sobre los míos.

      Yo negué.

      —No que yo pueda recordar. Supongo que teniendo alas no me era necesario aprender

      Él volvió a asentir y un suspiro divertido lo abandonó por última vez antes de darse la vuelta. Con un ocaso tranquilo finalmente hizo su camino hasta la puerta que separaba nuestras habitaciones, su mano tomó el pomo perteneciente a su lado pero se detuvo antes de desaparecer por el marcos en la puerta.

      —Ven mañana a los establos —Me miró de reojo y creí ver el esbozo de una sonrisa dibujarse en el dorso de su rostro —Le diré a una de las criadas que te conduzca hasta allí.

      Sin más desapareció en la oscuridad del otro lado y cerró la puerta a su espalda.

      Yo me quedé allí de pie durante unos segundos, realizando que era él quien me había invitado a ir a los establos y que, quizás, solo quizás, realmente había un posibilidad de llamarlo amigo en un futuro.




×     ×      ×





° N E S T A °

      Mis ojos permanecieron fijos sobre la ahora figura masculina frente a mí.

      Un escalofrío me recorrió el cuerpo ante el repentino frío que nos rodeaba, incluso podía escuchar a Gywn quejarse en voz baja preguntando de dónde había venido esa repentina rafaga helada.

      La respuesta era simple, de él.

      Aidas.

      Su nombre era algo que no había escuchado nunca antes, ni siquiera en viejos cuentos o leyendas. Pero bueno, tampoco podía hacerme una idea, aún después de dos años de haber sido forzada a transformarme en fae el mundo no dejaba de sorprenderme con las criaturas que llegaban a habitar en él. Pero, sin embargo, a juzgar por el rostro de Cassian quien finalmente había parecido ser capaz de ponerse en pie, y el de Azriel quien se había adelantado para quedar junto a mi con El que Dice la Verdad preparado en su mano, ellos tampoco debían de reconocerlo.

      —Nesta Archeron —Jugó con mi nombre en su espaldar arrastrando las letras mientras la sonrisa felina en su rostros se ensanchaba —Dulce Nesta, llevas una roma peculiar contigo.

      El rubio dio un paso al frente y Azriel no despegó sus ojos de él en ningún instante, solo cuando este estuvo a un simple paso de mi percibí lo alto que era.

      Debía de medir lo mismo que Cassian, puede que tan solo un par de centímetros menos pero, por la delgadez que aparentaba su cuerpo él parecía mucho más alto. Fuera como fuese tuve que levantar la barbilla para mantener mi atención en sus ojos helados.

      —Si vas a decir que huelo a muerte puedes ahorrarlo, ya lo sé —Incluso después de devolver el poder, lo poco que había quedado había mantenido ese aroma tan extraño en mi. Amren no se había cansado de recordarlo.

      Aidas se mantuvo sonriente y cuando extendió su mano para hacerse con uno de los mechones que ahora caían fuera de mi recogido yo retrocedí, no hizo falta que Azriel levantar su daga, para ese entonces mi mano ya había tomado su muñeca y apretaba en el punto justo para lograr romperla si lo necesitaba.

      —No me toques —Advertí mostrando los dientes.

      Él sonrió más ampliamente comenzando a jugar con mis nervios.

      —Por la manera en la que te dejas mostrar sé perfectamente que conoces tus alcances —Se inclinó ligeramente en mi dirección acercando su rostro al mío —Pero no habló de tu olor a muerte, dulce Nesta, hablo del olor de lazo que te une con ese macho de ahí —El cuerpos e me heló cuando con un simple gesto de cabeza señalo a Cassian.

      —¿A qué te refieres? —Saltó Cassian primero, había cierto...alivio en su voz.

      —¿No lo puedes percibir y aún así te haces llamar guerrero? —Mis mano soltó ligeramente la muñeca del rubio y este volvió a enderezarse —Que decepción muchacho.

      Fue esta vez la voz de Gywn la que con notable exasperación interrumpió al supuesto príncipe.

      —Por favor —Pidió la cobriza —Explícanos lo que quieres decir y deja de jugar con nosotros.

      Aidas viajó su mirada hasta ella y luego, como si de nuevo, viera algo que nosotros no podíamos percibir, su mirada recayó en Azriel.

      —¿Habéis venido a visitarme en parejas?—Volvió a sonreír y escondió ambas manos en los bolsillos de su liso pantalón —Que monos.

      Azriel, que al contrario que Gywn no se había inmutado por la idea que el hombre frente a ambos había dejado caer, dio un paso al frente alzando su daga acercándolo peligrosamente al cuello del rubio.

      —Deja de jugar —Su tono era mortífero —Habla, ahora.

      Con la daga al cuello y rostro de poco interés levantó su mano, su dedo índice señalándonos por orden.

      —Tú y tú —Primero fui yo y luego Cassian —Estáis unidos por el hilo de la muerte y la guerra —Su dedo apuntó a Gywn y a Azriel —Y tú y tú por el de la luz y la oscuridad.

      —¿Qué quiere decir eso? —Preguntó Gywn mirándonos a todos rápidamente hasta clavar sus ojos en el rubio —Explicate.

      Azriel dio un paso más cerca y la hoja plateada se hundió ligeramente en la piel del príncipe.

      Aidas comenzó a reír sin apartar la mirada de todos nosotros.

      —Y yo que piensa que los habitantes de este mundo eran inteligentes.

      Azriel, completamente harto de la espera gruñó y hundió más el cuchillo de manera amenazante, un poco más de fuerza y comenzaría a cortar.

      El supuesto príncipe bufó con cansancio y rodó los ojos antes de empezar a hablar.

      —Es magia ancestral es extraño que no la conozcaís —Dio un paso atrás y se deshizo de la presión del cuchillo de Azriel —Cuando un poder como el tuyo surge en la tierra busca alguien a quien aferrarse para comandarlo —Esta vez su atención había vuelto a mi —Tu poder es la muerte, ¿no? Pues siempre necesitarás soldados que sacrificar. La guerra no existe sin la muerte. Fácil de entender.

     Por primera vez tomé el valor de girarme para observar a Cassian, sus ojos estaban abiertos como platos y creo que de manera inconsciente había conducido su mano derecha hasta su corazón, sus uñas clavándose en las escamas de cuero de su traje. Su rostro tenía un gesto indescifrable que viajaba desde el más puro horror hasta la calma más exquisita. Como si aquella información le doliera y calmara al mismo tiempo.

      De cierta manera podía comprenderlo, podía sentirlo también. Resultaba un alivio saber que no estábamos locos porque, yo también había sentido una parte de mi tirar hacia él, sabía que no era el lazo de compañeros. Nunca había sido tan fuerte como lo que había sentido con Eris esa maldita noche pero, era algo poderoso que yo había querido obligarme a pensar que era el lazo de apareamiento.

      —Quieres decir que...—Mi voz salió demasiado temblorosa como para mantener las apariencias —Que lo que nos une, es un lazo de ¿lealtad? ¿poder?

      Él asintió vagamente.

      —Podrías definirlo así. Lo que os ata el uno con el otro es la propia esencia de vuestra existencia, él nació para matar y tú eres la muerte, te debe pleitesía por el simple hecho de existir —Sus ojos viajaron a Azriel —Es parecido a lo que tú compartes con ella, aunque no del todo similar.

      —¿Qué podríamos tener ambos en común? —Interrogó Az con su tono ácido mientras mantenía su cuchillo alzado.

      Los ojos de Aidas se afinaron mientras su atención viajaba de Gywn a Az de manera consecutiva.

      —Ambos sois cantores, tú de sombras, ella de la luz —Volvió a sonreír ampliamente mientras levantaba su mano y envolvió la hoja de El que Dice la Verdad con su palma —Lo que tenéis en común es que sois el contrario el uno del otro y a su vez sois lo mismo, la mitad de lo que carecéis, ella es la luz de tus sombra y tú la oscuridad de su resplandor —Un escalofrio me recorrió el cuerpo, el frio comenzaba a ser un problema —Muy poético si me preguntas a mi.


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