Una Corte De Sombras Y Sangre...

By TheGirlUnderTheLines

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El destino a veces es caprichoso, y con ellos no iba a hacer de menos. Viejas leyendas cobraran vida, peligro... More

P R Ó L O G O
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° V Y N E E A °

      —Levantad la barbilla —La delicada mano de la Lady de Otoño se colocó bajo mi mentón —Enderezar la espalda y sacad el pecho hacia afuera.

     Su otra mano fue a mi espalda baja e hizo presión para colocarme en la posición deseada.

      Eris había hecho acto de presencia en mi habitación temprano en la mañana. No hablamos de lo que ocurrió la noche anterior en el comedor aunque sabía que en el interior que ambos teníamos un centenar de preguntas para el otro. Lo único que se preocupó en hacerme saber es que a partir de hoy su madre en persona se encargaría de mis lecciones de etiqueta, historia y no se cuantas cosas más.

      Así que aquí me encontraba. En lo que para mi sorpresa era un inmenso salón de baile, con cierto aspecto abandonado, con tres libros sobre la cabeza y la Lady de Otoño junto a mí señalando cada pequeño detalle erróneo.

      —Venga —Su tono se mantuvo neutro, ausente de toda emoción —Cruza la habitación y haz una reverencia al final.

      Y decidí que esta vez sería la última que me permitiría dejar esos libros caer. Mantuve la postura que ella me indicó pero reuní viejas memorias de los entrenamientos en la Casa del Viento, en como Azriel enseñaba las nuevas sacerdotisas a colocar sus pies de manera adecuada antes de hacerlas caminar sobre una pequeña baranda de madera manteniendo su equilibrio.

      Una vez con los dedos de los pies encogidos y la fuerza residiendo en mis talones, comencé a caminar. Los pasos no podían ser demasiado largos, dejaría que los libros cayeran, pero tampoco demasiado cortos, no podían ser demasiado rápidos ni demasiado lentos, por eso con un ritmo de palmada entre palma y la distancia de paso de un hombro a otro, hice mi camino.

      Y sonreí cuando observé el borde del trabajado suelo de baile acercarse, sin embargo, las puertas se abrieron de golpe sobresaltándome. Llevé ambas manos a mi cabeza para sostener los libros y no dejarlos caer antes de darme la vuelta. Para mi sorpresa era el propio Beron, seguido de sus dos hijos menores, los que acababan de irrumpir en la sala.

      Rápidamente hice mi camino de vuelta sosteniendo los tres libros contra mi pecho, cuando llegué al lado de Lady Otoño, ambas nos inclinamos ligeramente.

      Esa era otra de las advertencias que Eris me había hecho esta mañana. Daba igual si era genuino o no, siempre debía de inclinarme ante su padre. Siempre.

      —Esposo —Saludó la Lady mientras fijaba su atención en el sobre que Beron mantenía entre sus manos.

      Ciertamente no eran buenas noticias, era sencillo ver el desagrado en las facciones del Alto Lord y sus hijos, y por la manera en la que el papel se arrugaba bajo su mano, tampoco debía ser de alguien amigo a su juicio.

      —Una jodida reunión de Altos Lores —Contestó tirando el papel en dirección a su esposa.

      Esta se dispuso a agacharse para recoger el papel, y yo iba a dejarla hacerlo, hasta que vi su muñeca encogerse en un gesto adolorido cuando apenas se había inclinado. Y por alguna razón, fue casi mecánico el agacharme en su lugar y tender el papel en su dirección al ponerme en pie de nuevo.

      A su vez este gesto pareció complacer a Beron porque vi un corto segundo de disfrute bailar en sus ojos cuando me miró al levantarme, pero antes de dejar escapar otra sensación volvió a mirar a su mujer y su gesto volvió a ser frío, despreciable.

      —¿Qué está ocurriendo? —Preguntó ella con un hilo de voz mientras extendía la carta en sus manos.

      —Helion quiere informarnos sobre algo que amenaza a todas las cortes. Al parecer Rhysand también está metido en todo esto —El nombre de mi hermano me hizo encogerme ligeramente sobre mi misma —Dicen que hay algo surgiendo de la jodida montaña. Al parecer esa zorra de Amarantha no murió sin dejar antes algo con lo que atormentarnos.

      La noticia cayó sobre mí como un cubo de agua fría

      La Sombra. La había olvidado por completo.

      Casi por instinto busqué el rostro de Eris en el pasillo a las espaldas de Beron y sus hijos pero él no estaba a la vista, tampoco Lyron, aunque no sabía realmente si él participaría en sus discusiones familiares.

      —¿Dónde se hará? —Preguntó la Lady levantando la mirada de la carta. Había un extraño brillo en su mirada, uno que minutos atrás no había estado ahí.

      —Thesan volverá a ofrecer su palacio seguramente—Respondió Beron con el mismo tono desagradable —Pero no pienso poner un pie allí. Exigiré que se haga en Otoño. Si quieren hablarnos de Bajo la Montaña nuestro territorio es el más cercano, merecemos prioridad.

      La mujer a mi lado asintió nerviosamente y volvió a agachar la cabeza cuando devolvió el papel a su esposo. Este lo arrugó y lo hundió en uno de los bolsillos de su traje.

      Al parecer no tenía nada más que decir pero aun así, no se movió. No, en su lugar su atención cayó en mi y rápidamente agaché la mirada, copiando la actitud tímida y nerviosa de la Lady a mi lado.

      —Criatura —Definitivamente aunque se tratara de la misma palabra, no había nada parecido en el tono que Beron utilizaba si lo comparaba con el de Eris. Levanté ligeramente la mirada sin atreverme por completo a mirarlo a los ojos —¿Dónde está mi hijo?

      Sorprendida por la pregunta lo único que pude hacer fue negar desconcertada. No tenía ni idea de dónde o qué estaba haciendo Eris.

      —Yo no lo sé, mi señor —Respondí con un suave susurro.

      Ni siquiera tenía que mirarlo para notar la molestia creciendo en su rostro.

      —Utiliza el maldito lazo —Protestó mientras apretaba ambas de sus manos en puños —Llámalo a través del lazo y hazle saber que lo quiero en mi despacho ya.

      Observé de reojo y nerviosa a la mujer a mi lado, ella era la única otra persona, aparte de Eris y de mí, que sabía sobre la farsa, que no había ningún lazo que yo pudiera manipular para llamar su atención.

      La miré tratando de encontrar algo de ayuda en sus ojos, los mismos que aún conservaban el resquicio del brillo que de un momento a otro se había hecho presente, pero no se movió, por un largo instante no hizo nada y, cuando había sumido que yo misma tendría que salir del paso dio un ligero paso adelante y su brazo cruzó por delante de mi cuerpo relegándome a una posición secundaria.

      —Eris se encuentra en los establos, esposo —Informó la Lady —Yo misma le ordené que preparara un animal para su compañera, íbamos a comenzar una clase de equitación.

      La miré con cierto horror. Estaba tan segura que ella tampoco tenía ni idea de donde estaba su hijo que si hiciera una apuesta daría todo mi dinero.

      Sobre todo porque en ningún momento se había hablado de hacer ninguna clase de equitación y, a juzgar por la mirada que Beron le dedicaba a mi vestido, él también parecía dudarlo.

      Sin embargo, y para mi sorpresa, solo agitó su mano en el aire como restándole importancia y se dio la vuelta.

      Ambos hijos menores observaron a su padre algo sorprendidos pero rápidamente siguieron los pasos del mismo regresando a la salida.

      —Como sea —Habló dándonos la espalda por completo —Lo quiero en mi oficina, ahora.

      Sin más que decir se alejó dando grandes zancadas con sus dos hijos a sus espaldas. Solo cuando su figura desapareció en la esquina que daba final al pasillo me permití respirar profundamente y soltar el aire por la boca.

      No había llegado a comprender lo nerviosa que me había puesto aquella última orden hasta ahora.

      Ese pequeño detalle me había pillado completamente desprevenida, ¿llamarse a través del lazo era algo que los compañeros podían hacer? Sabía que mi hermano y Feyre lo hacían constantemente pero ellos eran distintos, ellos tenían poderes daemeti.

      Agaché la mirada porque de manera inconsciente había colocado una de mis manos sobre mi pecho, justo sobre mi corazón, y mis dedos habían tomado la tela arrugando el vestido bajo mi palma.

      Me deshice del gesto y giré rápidamente para encarar a Lady Otoño que tenía la mirada perdida en el punto por donde su esposo había desaparecido. Fue inevitable no fijarme en que el brillo, casi invisible a simple vista, seguía ahí. Como una pequeña vela titilante.

      Como si la noticia de esa tal reunión de Altos Lores supusiera una buena noticia para ella aunque para Beron pareciera ser todo lo contrario.

      —Ve a los establos —Finalmente desconectó su mirada del pasillo y la dejó caer sobre mi. Su rostro estaba diferente, toda ella era diferente —Eris siempre sale a montar a esta hora, lo encontrarás en las cuadras.

      Observé atónita a la mujer. No solo por el extraño brillo que ahora la inundaba y le daba un aspecto...más vivo, como si hubiera dejado de ser un fantasma de uns segundo a otro, si no por la exactitud de sus palabras entorno a Eris.

      Según él ella nunca le había dado su atención, lo repudiaba y apenas podía tenerlo cerca pero, si ella sabía con detalle que él siempre salía a montar a esta hora, significaba que sí le prestaba algo de atención.

      Incluso aunque solo lo supiera por causalidad, ella lo recordaba.

      —Gracias —Murmuré mientras me giraba rápidamente para dejar los pesados libros en la mesa junto a mi.

      Ella no respondió, sinceramente tampoco había esperado que lo hiciera. Durante nuestro poco tiempo juntas apenas habíamos intercambiado más allá de un saludo y algunas directrices.

       Pero igualmente estaba bien con eso, el silencio me había permitido enfocarme en lo que ella trataba de enseñarme y no en el resto de caos que me rodeaba, así que sí, agradecía la poca conversación.

       Sin más me precipité a los enormes pasillos de la mansión. Ni siquiera sabía por dónde tenía que ir, y al aparecer todos los sirvientes habían desaparecido de un momento a otro, por eso me mantuve junto a la pared con ventanas a mi derecha, seguí los largos tramos de alfombra hasta que, al final, encontré un a puerta lo suficientemente amplia como para dejarme saber que daba al exterior y no a algún ala de la casa.

       El exterior me recibió con un soplido cálido que me hizo suspirar.

      Hacía calor, muy distinto a la temperatura en el interior de la mansión donde el vestido de manga larga resultaba agradecido. Me precipité escaleras abajo y observé a mi alrededor aun algo perdida.

      Solo tardaría un par de minutos en comenzar a sudar si trataba de correr para encontrar los establos.

      No reconocía aquella entrada y, a juzgar por la escasa decoración en el lugar, ya que apenas había un camino de grava y algunos arbustos que enmarcaban el mismo, sabía que se trataba de una de las salidas del servicio.

      Me adentré en las pequeñas piedrecitas maldiciendo el haber elegido calzar tacones esa mañana, aunque tampoco es que hubiera tenido una gran gama para elegir, los únicos zapatos planos que había visto eran unas sandalias de satén hechas para acompañar a un camisón. Levanté ligeramente la falda del vestido de color vino para permitirme ver los pasos que daba mientras a su ve buscaba cualquier tipo de señal de un establo.

      Agudice el oído pero apenas podía escuchar otra cosa que no fuera el trino de los pájaros o el sacudir de las hojas secas de los árboles. Sin rastro alguno de caballos o cualquier otro animal.

      Cuando después de un par de minutos rodeando la mansión por el camino de grava, llegué a un camino bien empedrado no pude evitar suspirar de alivio.

      Pronto me encontré rodeada de un jardín bien cuidado, con fuentes medio cubiertas de una fina capa verde y húmeda, con formas de animales y humanos. Una me llamó la atención concretamente, una pequeña pero la más limpia de todas, su composición era bastante sencilla, era un niño con una pequeña ánfora en sus brazos, y a sus pies, con el hocico abierto, un pequeño zorro bebiendo del hilo de agua que caía de la porcelana.

     No me detuve pero, mi mirada se quedó fija en la fuente y por eso no percibí la figura con la que choqué repentinamente un segundo después.

      —¡Lo siento! —Me disculpé rápidamente girando mi atención hacía la persona.

      Las manos de esta se había posicionado suavemente en mis hombros evitando que cayera hacia atrás debido al impacto que, a pesar de no haber sido fuerte, me había sobresaltado lo suficiente como para retroceder nerviosamente.

      Retrocedí alejándome de su agarre cuando Lyron llenó su rostro con una sonrisa viperina.

      No había escuchado nada de él durante toda la mañana, y eso me había hecho pensar que quizás aún estaba rabiando por lo que Eris se había atrevido a recalcar anoche.

      Sin embargo ahí estaba. Vestía con el mismo tono blanco marfil que le había visto con antelación, aunque su aspecto delataba que quizás no hubiera dormido en la mansión aquella noche.

      Su cabello estaba revuelto, caía despreocupadamente sobre su frente y rostro, su ropa estaba arrugada y, cargaba la parte superior de su traje sobre su hombro, su camisa holgada estaba ligeramente abierta dejando ver el inicio de sus clavículas.

      —Cuñada —Saludó este mientras llevaba su mata de cabello hacia atrás, despejando su rostro y dejándome ver el sonrosado de sus mejillas y el brillo en su frente.

      No tenía tiempo para entablar una conversación con él por lo que me limité a ser directa.

      —¿Puedes decirme dónde están los establos? —Este me miró sorprendido y amplió ligeramente más su sonrisa antes de inclinarse ligeramente sobre mí, curioso, el juego en su mirada.

      —¿Tan pronto vas a huir de mi hermano? —Retrocedí de nuevo y clavé mis ojos sobre los suyos.

      —De hecho estoy tratando de encontrarlo, y tengo prisa así que, si eres tan amable —Me las arreglé para rodear su figura, sabía que no iba a ser sencillo con él, no iba a responder simplemente mi pregunta, así que sería más sensato simplemente irme.

      Seguramente me cruzara con alguien más de camino, seguramente pudiera pedir indicaciones a...La mano de Lyron se hizo con la parte superior de mi brazo y tiró de mí haciéndome retroceder.

      Escuché el sonido de algo caer al suelo y después sentí sus dos brazos rodeándome y su pecho fundirse con mi espada mientras toda su figura me envolvía.

      Su aroma y el mismo entremezclados con una gran cantidad de alcohol encendieron todas mis alarmas al instante.

      —¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? —Bramé —¡Suéltame!

      Traté de sacudirme pero él era mucho más alto que yo, más ancho que yo, y para colmo mis brazos estaban apresados, pegados a mi figura y sostenidos por los suyos propios alrededor de mi cintura.

      Sentí su rostro hundirse en el hueco de mi cuello y aspirar sobre mi cabello. Un escalofrío me recorrió la espalda de pies a cabeza.

       —¡Suéltame! ¡Suéltame ahora mismo! —Exigí mientras negaba violentamente tratando de obligarlo a alejarse de mí pero, en su contrario, lo único que logre fuera que una de sus manos tomara mi rostro y lo mantuviera estático.

       Sus dedos hundiéndose en la piel de mis mejillas, su brazo aun en mi cintura enterrándome aún más contra él.

       —Eris se va arrepentir por lo de anoche —Amenazó en un susurro que dejó que su aliento cálido rozara mi oreja haciéndome retorcerme —Voy a encargarme de ello. Y tú, preciosa...—Soltó mi rostro y hundió su mano en mi cabello, jugando con uno de los mechones plateados del mismo entorno a sus dedos —Vas a aprender con quien debes agachar la cabeza.

      Sintiendo que el terror trepaba por mis entrañas cerrando mi garganta recurrí a lo único que sabía que podía liberarme. Aprovechando la amplitud de la falda, levanté mi pierna y estrellé mi talón contra su figura, acertando gracias a dios, en el punto entre sus piernas.

      Gruñó, sus brazos me soltaron y yo me lancé hacia adelante, corriendo sin necesidad de una dirección. No me detuve para verlo, para saber si había caído al suelo o estaba persiguiéndome, no me di la vuelta ni hace otra cosa que no fuera correr.

      Por eso, cuando de nuevo unos brazos me atraparon no pude evitar sacudirme, gritar.

      El terror se hundió en mi pecho y, aunque no sirviera de nada, aunque fuera tan frágil que un simple roce pudiera romperlo, tiré de ese lazo que aún permanecía atado a mi interior.

      Sabía que eso no atraería a Eris. Sabía que era inutil, él no vendría pero...

       —¡Vyneea soy yo! —El rostro de Eris se materializó frente a mi. Sus manos sostenían mi rostro y sus pulgares se fundían con las lágrimas que yo no sabía exactamente cuándo había comenzado a derramar.

       —¿Eris? —La pregunta salió atragantada de mi garganta, adolorida, como si hubiera estado gritando.

      Quizás lo había hecho, no estaba segura.

      Lo que acaba de pasar... no estaba segura de si había gritado.

       Las manos de Eris abandonaron mi rostro solo para trasladarse a mis propias manos, las levantó y las llevó contra sí mismo, presionándolas contra su pecho no solo permitiéndome percibir el tranquilo palpitar de su corazón si no también aliviando el temblor de mis manos.

       —Vyneea mírame a los ojos —Ordenó con un tono demandante pero lleno de una suavidad que no sabía bien cómo describir —Mírame a los ojos, por favor.

       Me costó horrores mantener la mirada fija en sus órbitas cobrizas, me costó todo mi autocontrol no darme la vuelta y fijarme si Lyron me había seguido, o si nos observaba desde algún punto más allá.

      Me costó todo mi coraje detener las lágrimas y obligarme a tomar aire por la nariz y expulsarlo por la boca poco a poco.

      Eris por supuesto dirigiendo la acción susurrando ligeros "inspira" para acto seguido continuar con un "espira".

      Cuando finalmente mi labio inferior dejó de temblar y fui capaz de soltar mis manos invisibles de aquel lazo tan frágil en mi interior, Eris relajó ligeramente sus facciones.

       —Vyneea —Volvió a llamar mi nombre —¿Qué ha pasado? Cuéntame que te ha ocurrido.

      Tragué saliva y sentí el nudo en mi garganta aun ahí presente, impidiéndome sacar nada más que balbuceos incoherentes.

      Si le contaba lo que realmente había pasado, ¿le importaría lo suficiente como para actuar en consecuencia?, una parte de mi gritaba que sí, que Eris se encargaría de Lyron, pero la otra no estaba tan segura. Eris tenía una máscara que proteger y yo me había dejado ver débil ante la persona menos indicada.

      Además, Beron estaba lo suficientemente alarmado ya con la maldita reunión de altos lores como para necesitar más caos en sus terrenos.

      —Tu padre... —Mumuré aún temblorosa —Tu padre te está buscando, es urgente.

      La mirada de Eris no se despega de mi rostro aun cuando aparto la mirada para deslizarla sobre su figura. En efecto debía de haber estado montando porque va enfundado en unos pantalones de cuero y una simple camisa, hay pequeños cabello negros, de animal seguramente, esparcidos por las mangas de su camisa y el olor a heno se ha pegado a su aroma natural.

       Levanté de nuevo la mirada. Sabía perfectamente que le estaba metiendo, podía ver la poca credibilidad en sus ojos mirándome de regreso, pero no podía decirle lo que acaba de pasar. No hasta que él se encargue de hablar con Beron.

       —Te está esperando en su oficina —Vuelvo a informar encontrando poco a poco un tono de voz mucho más estable.

      Sus manos aligeraron su toque sobre las mías, aunque no se alejaron, la calidez de su tacto siguió presente incluso cuando dio un paso atrás.

       —Te acompañaré hasta tu habitación —Pasó de largo mi figura encaminando el camino —Y cuando termine de hablar con mi padre quiero que me cuentes que ha ocurrido ¿Entendido?

       Asentí y me fundí con sus pasos quedando tan solo un par por detrás.

       Eris dirigió el camino completamente en silencio, él seguramente preguntándose qué era eso tan urgente que Beron necesitaba comunicarle y yo aún demasiado nerviosa como para siquiera levantar la mirada cuando entramos de regreso en la mansión. Demasiado hundida en el pensamiento de que mis dedos invisibles una acariciaban aquel hilo invisible dentro de mi pecho, no por necesidad sino porque esta había vibrado en respuesta y no había parado de hacerlo desde ese entonces.







×          ×         ×







° C A S S I A N °

      Jamás había asistido a un servicio antes.

      Nunca había sido creyente tampoco.

      La capilla no era más que una cueva cuidadosamente arreglada para albergar algún tipo de sermón. La piedra no era tan rojiza como la de los cimientos de la biblioteca, a estas alturas se volvía de un tono azulado que dejaba recordar ligeramente a las piedras que las sacerdotisas solían cargar en su frente. Más oscuro, más grisáceo, pero semejante.

       —Todo está en orden —Azriel apareció finalmente a mi lado. Sus sombras se arremolinaban entorno a sus alas de manera curiosa. Lo había observando ligeramente, la manera en la que estas se parecían querer extender por al sala, curiosas ante la novedad, ante el extraño aura de tranquilidad que abunda aquí abajo.

      —¿Las chicas? —Pregunté escaneando la sala que poco a poco comenzaba a llenarse de mujeres y niños.

      —Nesta está hablando con Clotho —Señaló con un gesto de cabeza un punto exacto, ambas estaban casi escondidas en la oscuridad que proporcionaba una de las escaleras hacia el altar.

      Había adornos por doquier y aun así, las sacerdotisas resaltan bajo las luz prisma con sus hábitos blancos. Nesta por su parte, parecía formar parte de la oscuridad de la cueva, enfundada en su traje de cuero apenas era visible si no fuera por el tono pálido de la piel de su rostro.

       —Gwyn está advirtiendo al resto de sacerdotisas—Observé de reojo al macho a mi lado —Solo por si acaso. Se supone que todas fueron informadas hace dos días.

        Asentí lentamente y escaneé de nuevo la habitación.

       Aún cuando la habitación al completo estaba hecha de pura piedra, desde el altar hasta los propios bancos, nada reflejaba la frialdad de la misma. Había una calidez extraña que se conformaba a partir de las guirnaldas hechas con lo que creo eran lirios de agua y otro tipo de flor que no lograba identificar, y las pequeñas estatuillas distribuidas por la sala. No era demasiado grande, lo suficiente como para albergar veinte o treinta personas sentadas, sin embargo los techos eran altos, más de lo que uno hubiera esperado, de estos colgaban guirnaldas de luz prisma y flores, además de algún que otro arreglo de tela.

       Nesta había pedido permiso a Clotho para celebrar aquí nuestra unión como compañeros. Ahora podía entender ligeramente el porqué.

      Ignoré aquellos pensamientos cuando la misma mujer que los llenaba finalmente se despidió de la alta sacerdotisa y caminó hacia nosotros de nuevo. No me miró, no lo había hecho desde hace dos días después de que la hubiera dejado sola en la Casa del Viento.

      No me había disculpado, todavía. Ella tampoco lo había hecho.

      Se me había hecho extraño dormir en la Casa del Rio dos noches seguidas. Se me había hecho extraño despertarme y no percibir el aroma de Nesta en las sábanas. Se me había hecho jodidamente extraño tenerla a meros palmos de distancia y no tocarla.

       Pero de alguna manera no era...no se sentía erróneo esa distancia.

       Aunque dolía, joder, claro que dolía.

      —Clotho está lista para comenzar con el servicio —Nesta se dirigió únicamente hacia Azriel —Ha sugerido que uno cubra la salida de la derecha, la que conduce hacia la biblioteca, y los otros dos permanezcan aquí mismo.

       Noté como el cazador de sombras me daba una mirada de reojo, mantuve el semblante serio, a mi no me importaba cuáles fueran las posiciones pero, a juzgar por la mirada que me dedicaba estaba claro que a él sí.

        Sabía que Azriel no llevaba bien los espacios cerrados, curioso teniendo en cuenta lo bien que lo solía pasar en la mazmorra de la Ciudad Tallada, y las multitudes tampoco eran de su gusto. Y aunque su rostro estuviera completamente normal, la forma en la que las sombras se arremolinaban y bailaban nerviosas a su espalda lo delataban.

       — Az cubrirá el acceso a la biblioteca —Dije rápidamente, finalmente los ojos de Nesta se clavaron en mí —Nosotros nos quedaremos aquí.

      Esperé una réplica, una queja o la propia imposición de un cambio pero, tras un largo silencio la morena no dijo nada. Azriel, observando la escena asintió y no esperó a trasladarse a la posición indicada.

      El Cantor de Sombras se dejó caer contra el marco tallado descuidadamente de la puerta que conducía a la biblioteca, sus alas recogidas y ambos brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos alerta, escaneando los posibles lugares donde aquella criatura pudiera aparecer.

      Yo retrocedí en mi lugar hasta alcanzar la pared del final de la sala. Tomé una posición semejante a la de Az pero yo me tomé la libertad de apoyar la bota contra la roca a mi espalda descansando el pie. Esta mañana en un entrenamiento con Rhys había forzado demasiado el músculo y aun había un ligero dolor en la zona, descansar lo aliviaba ligeramente así que eso hice.

      Nesta también retrocedió y en silencio se colocó a mi lado. Había una cierta distancia entre ambos, no una que pudiera evidenciar el problema ante los ojos de los demás pero, sí extraña para mi, para ambos supongo.

       Sabía que debía disculparme, sabía que ambos necesitábamos sentarnos a solas y hablar de todo lo que realmente había sucedido. Necesitaba escuchar la explicación de porqué lo había ocultado pero, aun podía escuchar el nombre de Eris en sus labios, aun podía sentir la rabia y el dolor que me había cruzado el pecho cuando ella lo había llamado compañero.

      Más pronto que tarde la gente finalmente tomó lugar en los bancos de piedras. Las mujeres se conglomerado al final y los niños en los primeros puestos. No estaba seguro de qué esperar pero, a juzgar por la mirada entusiasmada de los críos, estaba seguro de que quizás sería agradable traer a Nyx alguna vez, quizás dentro de un tiempo cuando cumpliera los dos o tres años y fuera realmente consciente de las cosas que vería.

     Un grupo de cerca de diez o doce sacerdotisas entró y se acomodaron en los espacios indicados en el altar. Mis ojos rápidamente reconocieron a Gywn, incluso con la capucha de su túnica sobre su cabeza el color cobrizo de su cabello llamaba la atención, incluso cuando apenas eran unos mechones los que se llegaban a ver. Era extraño verla con aquel atuendo, me había acostumbrado de sobre manera a verla enfundada en los viejos cueros de Nesta que ahora, verla completamente de blanco con esa piedra luz prisma en su frente resultaba extrañamente llamativo.

      Las voces se fueron apagando, el sonido de la cueva tomó protagonismo dejando escuchar el ligero silbido del viento, el lejano gotear del agua también se hizo presente. Sentí un cosquilleo recorrerme el cuello cuando las sacerdotisas unieron sus manos unas con otras y cerraron sus ojos. Las luces prisma atenuaron su fulgor y únicamente aquellas sobre el altar mantuvieron su brillo.

      Al principio fue un hilo de voz, Gywn había tomado el papel central, no solo por su posición entre las sacerdotisas si no por que era ella quien había comenzado a cantar.

      Un desfile de notas murmuradas, un tatareo que retumbó en las paredes.

      Nunca había escuchado a Gywn cantar, sabía que lo hacía, Nesta se lo había comentado. Mi mirada se deslizó hacia ella, sus ojos estaban fijos en su amiga y había una suave sonrisa en sus labios, no era el primer servicio al que ella asistía.

      Gywn alzó la voz y más sacerdotisas se unieron a ella con más tarareos, estos más agudos, más largos y arrastrados, casi como si fueran gritos suplicantes.

      Mis ojos buscaron entonces a Az. Seguía en su lugar, sus ojos estaban fijos en las sacerdotisas, en una más concretamente, sus ojos estaban abiertos casi con sorpresa y ambos de sus brazos había caído a sus lados. Su imagen era algo asombroso, casi como si hubiera sido embrujado por la imagen frente a él. Pero lo más llamativo eran definitivamente eran sus sombras que giraban, se balanceaban al mismo ritmo que la voz de Gywn, se retorcía por sus alas, se esparcían por sus brazos y hacían ver como si el propio Azriel se estuviera meciendo.

      La canción continuó con más sacerdotisas, Gyw siempre siendo la voz principal, poco a poco la canción fue creciendo y el coro llenó todo.

     Música antigua, más de lo que él creía haber escuchado alguna vez. Palabras comenzaban a fluir pero el lenguaje era uno que él no conocía, el antiguo dialecto que seguramente Amren pudiera descifrar sin problema. Estaba seguro que incluso Rhys conocía algunas palabras.

      Estaba demasiado atento al coro de sacerdotisas que al principio no lo noté, no lo percibí en absoluto. Pero a medida que pasaba el tiempo, mi garganta se iba cerrando poco a poco, mi corazón se aceleraba y un sudor frío me cruzaba la espalda.

      Observé desconcertado a mi alrededor y solo fue durante un instante pero algo rápido, casi fugaz, cruzó mi vista cera de pasillo de bancos de piedra que conducía hacía la salida donde Az se encontraba.

      Volví a mirar al Cantor de Sombras pero toda su atención seguía fija en la pelirroja y su canto.

      De nuevo, esta vez un claro destello blanco cruzó el suelo de la habitación. Mi mano se extendió hacia la mujer a mi lado pero ella dio un paso al frente antes de siquiera rozarla.

       —Está aquí —Murmuró mientras escaneaba con la mirada la sala.

       —¿Qué sientes? —Pregunté mientras poco a poco el nudo que se creaba en mi garganta comenzaba a estrangularme. ¿Esto es lo que causaba esta criatura? ¿Esto era lo que las sacerdotisas había sentido como inofensivo?

      —No lo sé, es extraño —Respondió ella. Su atención cayó en un punto extracto de la sala, todo su cuerpo se volvió estático —Curiosidad. Creo que lo que sea esa cosa siente curiosidad.

      Mis ojos cayeron entonces en el punto donde los suyos estaban fijos, a los pies del altar, en la pequeña escalera lateral que dejaba subir y bajar del lugar, ahí, en el último escalón había un gato. un gato de pelaje blanco radiante que sobresale en contraste con la piedra oscura su alrededor.

     Un gato que tenía su mirada fija en Nesta, su peluda cabeza ligeramente inclinada, y en sus ojos azules una expresión demasiado humana.




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