El Gran Varón ||R u s m e x||

By Marr_Marrr

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Mira su forma de caminar, usa falda, lápiz labial y un carteron. Un día la fama le fue a llegar pero de su f... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 7

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By Marr_Marrr

Es ilusión, no es amor.

Cuando eres joven, cometes muchos errores. Eso esta bien, no hay porque mortificarse. Siempre y cuando no dañes a exteriores y no te metas contigo mismo.

El punto es aprender.

Aunque implique dolor... o perder.

Cynthia me dijo que se había sentido mal el fin de semana. Últimamente vomitaba en casa, a veces venía a la escuela, a veces no. Me comencé a preocupar.

— Simón—me susurró antes de que la última clase comenzara. Me incliné a ella para escuchar mejor—. Necesito que me acompañes al pueblo por algo.

Hice una mueca.

— Claro.

Esos cincuenta minutos de matemáticas se me hicieron eternos. Pude pensar en muchas cosas, no llegue a la respuesta. No hasta la tarde. Nuestro paso era apresurado, el sol pegaba en el pueblo cálidamente, Elías no me había hablado durante toda la semana. Era jueves y casi me cagué cuando vi que nos dirigíamos a la farmacia.

Me tomó de las manos antes de entrar.

— Necesito que hagas algo muy valiente por mí.

No quise admitir ese pensamiento.

— ¿Quieres un paracetamol?

— No estúpido—apenas si se rió—. Una prueba de embarazo, necesito una prueba de embarazo.

Mi piel se enfrió por completo, seguro  empalidecí.

— Okey...

— ¿Sí?

— Si.

Me pasó unos billetes, los metí en mi bolsillo y entré; no sin antes colocarme un cubrebocas para que no me reconocieran (fuí estúpido). Fuimos hasta mi casa para que la prueba no fuera a dar a la basura de su casa. Espere pacientemente en mi cama a que Cyn saliera con los resultados en mano, pasaron veintidós minutos exactos. No salió con algo bueno, su rostro reflejaba todo lo malo.

— Simón—habló vacilante con el rostro pálido, casi helado—. Estoy embarazada.

“Un bastardo”, lo llamó ella, tendría a un bastardo. Ni si quiera le pregunté como sucedió, con quien se metió, me dedique a tratar su llanto. La fui a dejar a su hogar y volví algo tarde. ¿Cómo es que cambias tu destino tan fácil?

No lo entendí.

Cynthia faltó a clase dos semanas consecutivas. Era viernes, era mi día. Se sentía mal estar bien, quería visitar a mi única amiga, pero me dijo que llamaría. Respeté el espacio ajeno, no insistí. Pero dolió.

— ¡Simón! —otra vez Elías.

Yo iba a la mitad del camino, me sorprendió que me pudiese alcanzar tan rápido, y por mero respeto, me detuve a esperarlo. Corría agitado y sonriente hacia mí, había esmero en el acto.

— ¡Sentía que no iba a alcanzarte! Caminas muy rápido.

Al fin lo tuve de frente, se apoyó en sus rodillas. Se detuvo a regular sus respiraciones.

— Es costumbre.

— Me sorprendes—sonríe y se alza—. ¿A dónde vas?

Arrugue la frente.

— A mi casa, ¿Por qué?

— ¿Qué tienes planeado? Es viernes.

— Si, es viernes.

— ¿Qué harás?

Me pareció que tomó una posición muy impertinente.

— ¿Por qué quieres saber?

— Te quiero acompañar.

Hoy en día, sigo siendo incapaz de describir exactamente lo que viví. Un balde con agua fría, la piel que se eriza, mariposas que viven la vida.

— ¿Para qué?

— Creo que lo que haces los viernes es interesante.

— Lo dices con tanta seguridad que me asusta.

Se encoge de hombros y me anima a caminar.

— Vamos, una aventura nos esta esperando.

Continué mis pasos sin mirarlo.

— Pareces huérfano.

— Probablemente lo soy.

Ninguno dijo nada más en la caminata hasta llegar a la hacienda, donde todos me miraban extrañados por traer compañía a casa, me saludaban y hacían lo mismo con Elías, el cuál les correspondía efusivo. Llegamos hasta la sala, mi casa en ese momento me resultó tan vacía que comencé a agradecer su compañía.

Dejé mis cosas en la sala y el hizo lo mismo.

— ¿Qué haremos? —preguntó con entusiasmo.

Me volví a él, resignado a que no me lo quitaría de encima.

— Quetzal. Iremos con Quetzal.

Su sonrisa se engrandeció de manera fenomenal, me dio tanta gracia que me carcajee. Lleve a Elías a las caballerizas, le contaba acerca de mi querido caballo. No le hable de la parte dolorosa, en la cual me obligaron a montarlo, resumí mis mejores días con Quetzal, que también era mi mayor confidente. Le invite a acariciarlo, Quetzal se adaptó a la mano de Elías, él que se miraba como un niño.

— Es mas imponente de cerca, pero tan manso que no me la creo.

— Es manso con quien quiere.

Rei y el se giró a mí.

— ¿Debería sentirme especial?

— Probablemente.

— Entonces Quetzal es como tú.

— ¿Qué? —el desconcierto me cegó.

— Claro— se alejó del caballo para darme toda su atención—. Me has dejado pasar un rato contigo, me siento especial.

— Me has perseguido, —le recuerdo con rudeza— es diferente, por mí ya te hubiese corrido a patadas.

—Pero no lo has hecho y dudo que lo hagas.

Bufé con la cabeza abrumada de pensamientos y respuestas.

—Tienes muchos amigos, no entiendo tu pequeña obsesión conmigo.

Elías sonrió y dio dos pasos aproximándose a mí.

—Creo que eres un juego complicado. ¿Qué sé yo? También quiero ser tu amigo, ¿Por qué no?

—Si todos te vieran de la forma en la que te muestras conmigo, te quedas sin amigos, eh.

—Pero el amigo que me interesa eres tú, también por ello le tengo cierto recelo a Cynthia.

—Ya te dije que ella tiene el don de tolerarme.

—Ah...—la conversación se congeló por un instante—. Creo que no te he dicho que yo también puedo tolerarte. Me caes bien. Pero como sea, esta es una de las pláticas más interesantes que he tenido.

Puedo dar por terminada la conversación. No hubo nada más interesante después de ahí. Procuré que se fuera antes de que mis padres llegarán y nos despedimos cortamente.

Me puse a pensar antes de dormir, no era tan molesto, yo lo hacía molesto. En realidad, Elías si estaba siendo tolerante, en exceso tolerante. Eso lo comprendí después.

Cynthia dejó de asistir a clases consecutivamente, Elías se propuso a sentarse en el sitio que ella ocupaba y seguir con su intento de amistarse conmigo. Dejé de oponerme tanto, me gustaba tenerlo a lado, me salvaba de la monotonía. Y claro, continúo persiguiéndome todos los viernes.

“Viernes del caballo”, así le decía él.

— Estoy triste—dice de repente aún con el peine de Quetzal en su mano.

Mi cerebro se esclarece. Hago una mueca.

— ¿Cómo por? Te permito invadir mi espacio sideral.

Su expresión cabizbaja se deshace y suelta un par de risotadas.

— Pensé que se te había pasado la incomodidad.

Me reí.

— Si, solo juego. Pero luego sales con cada mamada, que me digo a mí mismo "¿Como lo has permitido?"

— Si, claro, te lo agradezco y eso, pero te veo triste por Cynthia.

Sonrío con melancolía.

— Cynthia ha sido mi amiga desde hace tres años, Elías. Por su puesto que su ausencia me va afectar, pero no te desmerito, agradezco que te la quieras pasar conmigo.

Sus comisuras suben. Surge un rubor peculiar en su cara.

— Bueno... es que... —alza su vista—. ¿Ustedes tuvieron algo?

Casi me ahogo con mi saliva, mis ojos se escapan de sus orbitas. No podía creer que el haya supuesto eso. Se apena e intenta acercarse, lo detengo con un ademán de mano.

— ¡Claro que no! ¿Qué te hace pensar eso?

— No sé, todos piensan eso.

Empalidezco y me recompongo.

— ¿Neta?

Él asiente.

— ¿Apoco querías con Cynthia? —le pregunto yo.

De un momento a otro mi pregunta se convirtió en la más estúpida de este mundo. Elías se echó a reír a carcajadas infinitas, su cabello desacomodándose. No llore porque no me lo permiti.

— Si te dijera la verdad...—comenzó a recomponerse—. Me tomarías a loco y no me hablarías jamás en tu vida.

Me reí con un peculiar toque de nerviosismo. Mi intuición sabia algo que yo no había querido aceptar. La razón por la que Elías ahí estaba.

Retrocedí cuando se calmó.

— Te escucho. —fuí osado.

— ¿Qué? —su rostro se desencajó.

— Si, te escucho. Quiero la verdad.

Elías se enderezó. Paso el cepillo por la cabellera de Quetzal una última vez, lo dejo en su lugar, me miro y nació algo peculiar en mí, como una luciérnaga que sufre.

— No me mates, por fa.

— Ya deja de bromear.

Rió amargamente, se aproximó.

Sus ojos se tornaron vibrantes, como si tuviese algo que esconder, algo que ocultar, y se descubre, morirá. Pensé que yo podría morir con él.

Era cuestión de valor.

— Simón— tomo fuerza y sus ojos me clavo—. Simón, a mi no me gusta Cynthia. A mi me gustas tú, siempre me has encantado tu. Tu y tú, tu.

El cristal de sus ojos de hombre se estrelló, los restos sobrepasaron mi corazón que sin mucho embrollo como un loco latió. ¿Eran esos mágicos latidos que alarman amor?

¿Así es como se siente?

— Simón, —volvió a hablar—. Simón, dime que eres igual que yo, dímelo por favor.

Me confundió. Me encendió. Me enredó.

Tenía un don en su tono de voz, probablemente eso fue lo que me enamoro.

¿Pero como expresarlo? Yo no podía expresarlo ni con llanto.

— Simón... —casi lloraba, se acercaba a mí, su respiración resbalándose en mi nariz—. Simón.

— Elías... yo...

Abrí la boca para que hablara mi corazón, pero Elías mis labios atrapó. Nuestros ojos se chocaron por un momento, y con el movimiento, cerré la realidad.

Fue un beso, tan corto como intenso.

Mi cabeza no tardó en dispararme con la voz de mi padre.

"Eres un macho, eres un hombre, eres mi gran varón".

"Eres un macho, eres un hombre, eres mi gran varón".

"Tú eres mi gran varón".

Fue mi primer beso, sí. Pero no saben como me dolió.

— ¡NO! ¡no! ¡no!

Mi cuerpo apartó el suyo rompiendo aquella íntima cercanía. Sus ojos se enrojecieron y salió corriendo de las caballerizas. No me molesté en detenerlo, permanecí ahí, como pasmado. Me sentí tan sucio, tan asustado. Pensé en mi padre, él que me mataría si supiese eso que había pasado.

Si soy sincero, admito que me gustó de una manera que la misma lujuria me consumiría en pecados y castigos.

Había estado respetando el espacio de Cynthia, pero le necesitaba más que nunca, y sabía que ella también. Pensé en darnos consuelo mutuamente. Fui a su casa, pero su nana fue la que salió a recibirme.

— ¿En donde esta? —persistía yo.

La nana me conocía bien, se miraba vacilante entre confesar o seguir actuando.

— Muchacho... ¿Tu sabias del niño que ella estaba esperando? —su voz sonó fría y rota.

Siempre he sido bueno actuando, decidí hacerme el loco, dije que no sabía de lo que me estaba hablando. Yo era mentiras.

— Lo perdió, perdió a la criatura y su padre se la llevó a la ciudad, ahí donde todo se ha industrializado. No creo que vuelva.

Agradecí y me fui aceptando que había perdido otra cosa en mi vida. Perdí a mi única amiga, a mi compañía en forma humana. Elías por su parte, volvió a sentarse al frente, volvió con aquellos amigos falsos, amigos interesados. Decidió rodearse de hipócritas para ocultar lo miserable y gris que se sentía.

Yo tenía el mismo sentimiento, pero solo, lejos de personas con empatía ficticia.

— Ya no has traído a Elías a la casa, con Quetzal, —mi padre, todos notaban la distancia entre él y yo—¿verdad?

Cenábamos en silencio hasta que decidió el tema tocar.

— No, ya no.

— ¿Por qué? —a mi madre se le escapo—. Parecían buenos amigos, además, el papá de Elías se lleva muy bien con el tuyo—señaló—. ¿Se puede saber que paso?

Sonreí amargamente picando la comida con el tenedor.

— Nos peleamos. —mentí—. Nos peleamos por Cynthia.

— Cynthia se fue al extranjero, —Elena agrego por primera vez en la conversación—¿no?

— Si, para una educación mejor.

— Tú deberías hacer lo mismo hijo—dijo mi padre, como un dictamen—. Sería bueno que te fueras a estudiar al extranjero. Eres el hombre heredero, sería muy bueno.

Abrí los ojos.

— ¡Ay papá! —Elena irrumpió—¡Primero deja que Simón terminé de contar que paso con Elías!

— ¡Elena! —madre le reprendió—. No alces así la voz por favor.

Me reí. Elena hizo un puchero.

— Cynthia se fue, Elías pensaba que ella y yo teníamos algo, le aclaré que éramos amigos. No me creyó. Le dije que Cynthia era guapa, pero no mi tipo. Eso fue lo que lo encendió, nos hicimos de palabras y pues, ahora nos alejamos.

— Sinceramente, yo también hubiera pensado que tenías algo con Cynthia.

Bufe.

— Siempre hemos sido amigos, nada más.

— Aun así—padre interfirió—. Concuerdo con tu hermana. De hecho, yo hubiera apoyado esa relación, pero son jóvenes todavía.

No dije nada. Me limite a reír y mi madre me acompañó.

Elías y yo nunca volvimos a cruzar palabra, el asiento a mi lado continuó vacío hasta el final del año.

Por un tiempo pensé haber dejado ir a mi primer amor. Era joven, por su puesto que no era mi primer amor, era una ilusión.

El amor no duele, y Elías siempre dolió.

Otro verano. 

Ya volví. U.U
σLα dє мαƦƦ🌊⃤

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