El verde de mi primavera ♡ Cy...

By reazurah

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A Cyno nunca le había llamado la atención el color verde. Le parecía insípido; no era bonito, y mucho menos... More

zero
capítulo uno
capítulo dos
capítulo tres
capítulo cuatro
capítulo cinco
capítulo seis
capítulo siete
capítulo ocho
capítulo nueve
capítulo diez
capítulo once
capítulo doce
capítulo trece
capítulo catorce
capítulo quince
capítulo dieciséis ♡ xiaoven
capítulo diecisiete
capítulo dieciocho
capítulo diecinueve
capítulo veinte
capítulo veintiuno
capítulo veintidós
capítulo veintitrés
capítulo veinticuatro ♡ primera parte
capítulo veinticinco ♡ segunda parte
capítulo veintiséis
capítulo veintisiete
capítulo veintiocho
capítulo veintinueve
kavetham ♡ treinta
capítulo treinta y uno
capítulo treinta y dos
capítulo treinta y tres
capítulo treinta y cuatro
capítulo treinta y cinco
capítulo treinta y seis
capítulo treinta y siete
capítulo treinta y ocho
capítulo treinta y nueve
capítulo cuarenta
capítulo cuarenta y uno
capítulo cuarenta y dos
capítulo cuarenta y tres
capítulo cuarenta y cuatro
capítulo cuarenta y cinco
kavetham ♡ cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
AVISO

capítulo cuarenta y seis

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By reazurah

Tighnari se arrodilló en el suelo y dobló la manta sobre la que había estado sentado. Cyno se encontraba a su lado, revisando su mochila para asegurarse de que no faltaba nada.

—¿Quieres pasar esta noche en mi casa? —le preguntó Cyno.

—Sí —respondió su pareja mientras le entregaba la manta—. Por cierto...

—¿Sí? —sus manos rozaron durante el intercambio. Tighnari respiró profundamente antes de hablar.

—Muchas gracias.

—¿Por qué? —Cyno ladeó su cabeza y guardó la manta con cuidado. No quería echar a perder el trabajo de Tighnari.

—Ah, pues no sé exactamente por qué... Simplemente quería decirlo —mintió.

Tighnari sabía por qué le estaba agradeciendo, pero le daba vergüenza decirlo en voz alta. Le agradecía por haberle dado una oportunidad, por haber sido su amigo, su mejor amigo. Por haberlo apoyado en los malos momentos.

Por quererlo a pesar de no ser suficiente.

Cyno besó sus labios con dulzura. Las mejillas de Tighnari ardieron: —¿Y eso a qué viene?

—Simplemente quería hacerlo.

Ambos se pusieron de pie y salieron del invernadero. Habían pasado cerca de dos horas desde la confesión, y aunque pudiera parecer una estupidez, ahora estaban intentando acostumbrarse a estar juntos.

Habían tenido parejas antes, sí. Sin embargo, en esta ocasión era distinto y ellos lo sabían.

—¡Nari, Nari! ¡Cyno! ¿Dónde estabais metidos? ¡Os habéis perdido la actuación! —Collei se acercó corriendo a su hermano y apoyó una mano en su hombro.

—¿Dónde están tus mangas? ¿Y la capa? —le preguntó su hermano mayor, intentando desviar la conversación de Cyno y él.

—Razor las lleva en su mochila. ¡Estaba pasando mucho calor! —respondió ella—. ¡Bueno, que no me cambies el tema! ¿Dónde estabais metidos?

—Tu hermano estaba agobiado por el ruido y nos fuimos al invernadero que hay aquí cerca —intervino Cyno. Comprendía que a Tighnari le diese vergüenza decirlo porque, de hecho, a él también le resultaba difícil hacerlo.

—Oh, comprendo... ¿Te encuentras mejor, Nari?

—Sí, sí, no te preocupes —«Ellos no sabrán que estamos juntos si no se lo decimos. Con tan solo saber que estuvimos allí, ellos no serán capaces de saberlo», Tighnari intentó relajarse. No quería dar la noticia todavía—. Por cierto, esta noche me quedaré en casa de Cyno. Si necesitas cualquier cosa, llámame.

—¿Os vais ya?

Cyno asintió: —Si vas a quedarte más tiempo, ten mucho cuidado, por favor. Ya es tarde.

—No te preocupes, la madre de Razor se ofreció a llevarnos de vuelta. Además, no nos vamos a separar para nada —Tighnari besó su frente.

—Llámame cuando estés en casa.

—¡Sí, sí! Y tú pásalo bien con Cyno —el joven sintió el corazón golpeando su pecho.

—¿Cuándo no lo paso bien con él? —bromeó.

Tras despedirse de Collei y de sus amigos, quienes habían permanecido tras ella todo el tiempo, Cyno y Tighnari se fueron rápidamente del Festival Utsava. Lo único que querían ahora era algo de privacidad, y solo podrían tenerla cuando finalmente se encontraran en casa del peliblanco.

Por el camino se encontraron con Kaveh y Alhaitham, quienes estaban a punto de subirse al coche para regresar a casa. Tighnari se detuvo para hablar con ellos, pero los cuatro se dieron cuenta rápidamente de la situación en la que cada pareja se encontraba, así que se despidieron y prometieron quedar un día para hablar más tranquilos.

—Estoy agotado —se quejó Tighnari cuando finalmente estuvieron lejos de todo y todos.

—¿Quieres que te lleve a caballito?

—No, no hace falta —Tighnari agarró su mano y la apretó—. Así está bien.

—Pero yo quería cargarte —se quejó Cyno.

—Me da vergüenza.

—¡Porfaaaa!

—Cyno, acabamos de empezar a salir.

—Pero cuando éramos amigos me dejabas hacerlo —el peliblanco se detuvo y soltó la mano de su novio—. ¡Venga, no pasa nada!

—Sí que pasa —Tighnari apretó los labios—. Es distinto.

—Por favor —insistió. Su novio se encogió en su lugar, sin saber exactamente qué decir. En el fondo, él también quería...

—Puedes hacerlo, pero... —Cyno no escatimó ni un solo segundo y lo cargó. El brazo izquierdo lo pasó por las corvas de Tighnari, y el brazo derecho, por su espalda—. ¡Oye, pero a caballito!

—Así es mejor. Pareces un príncipe, va acorde con tu vestimenta.

—Eres un imbécil.

—Pues ahora vas a tener que aguantar a este imbécil durante toda la noche.

—Estoy a tiempo de regresar a casa —Cyno sonrió con diversión.

—Primero debes escapar de mí —Tighnari entornó sus ojos.

—Puedo escapar fácilmente.

—¿Ah, sí? Hazlo, entonces.

—Qué va. Estoy cómodo aquí —apoyó sus brazos en los hombros de Cyno y se acercó a su cuello—. Y yo sé que tú no quieres que me vaya.

Cyno se tensó: —Me haces cosquillas.

—¿Tu cuello es una zona sensible? —Tighnari empezó a besarlo. Su piel estaba ardiendo y su cuerpo parecía estremecerse cada vez que sus labios rozaban su cuello—. ¿Te gusta que te bese ahí?

—Nari, por favor... Puedes explorar todo lo que tú quieras en mi casa, pero en la calle no —Cyno estaba haciendo todo lo posible por mantener la compostura. ¡Qué vergüenza estaba pasando!

—Eres tú el que ha empezado.

—¿Quieres que te baje, entonces?

—No. Estoy bien aquí.

Cyno dejó a Tighnari en el suelo y abrió la puerta de su casa. Una fría corriente de viento los recibió, haciéndoles saber la ausencia de personas en el edificio.

—Pasa tú primero —le dijo el peliblanco a su novio. Este asintió y se adentró tímidamente—. ¿Quieres comer algo?

—Algo ligero —respondió. Cyno sonrió y besó su mejilla.

—Deja que yo lo prepare. Puedes ducharte mientras cocino.

—El problema es que no he traído ropa.

—No te preocupes por eso. Ven, yo te prestaré la mía.

Tighnari lo siguió en silencio y aceptó la ropa que su novio le dio sin rechistar. Como no era la primera vez que se quedaba en la casa de Cyno, esto no era nada raro. Ya estaba acostumbrado a que Cyno le prestase su ropa. Estaba acostumbrado a que lo tratase de esa forma.

Sin embargo, ahora era diferente. Había algo en la situación que la hacía especial.

—Voy a cocinar. Si necesitas algo, ya sabes, simplemente llámame —antes de que pudiera marcharse, Tighnari sujetó su mano y besó la comisura de sus labios.

—No puedo creerlo —murmuró—. ¿Cómo fuiste capaz de enamorarte de mí?

—Lo mismo digo yo. Que me sigas queriendo después de haber visto una foto mía cagando es mucho —Tighnari soltó una carcajada y pellizcó su nariz.

—No tienes remedio.

—El que nace en cuna de oro, muere en cuna de oro. Yo nací tonto, así que moriré tonto —bromeó Cyno mientras se aferraba a la cintura de su novio—. Estás a tiempo de arrepentirte.

—Dudo que lo haga —el peliblanco lo observó en silencio antes de murmurar algo.

—Qué lástima que vayas a cambiarte ya. Con lo precioso que estás así vestido... —Tighnari acarició su rostro con dulzura.

—¿Podemos sacarnos una foto antes? Creo que no nos hemos sacado ninguna, y la verdad es que me gustaría —Cyno asintió. “Tienes razón”, susurró.

Tighnari sacó su móvil y abrió la cámara. Configuró el temporizador para que tardase cinco segundos en sacar cada foto y colocó el móvil en un lugar donde se viera bien a ambos.

Su intención era sacarse una sola foto y compartirla con Cyno para que ambos tuvieran un recuerdo de esa noche, pero al final empezaron a tontear y se sacaron cerca de veinte fotografías juntos. Al darse cuenta de que se habían entretenido más de la cuenta, decidieron que era el momento de separarse y que cada uno hiciese lo que había planeado hacer.

—Ah, menos mal que teníamos verduras de sobra... —Cyno se dejó caer sobre la encimera y rascó su cabeza—. Jodida coleta. Siento que me va a sacar los ojos.

El peliblanco se deshizo de dicha coleta entre quejidos. Le quedaba bien, sí, ¡pero era tirante y dolía muchísimo! ¡Era un horror!

—Me ha arrancado pelos y todo —murmuró al ver pelos blancos enredados en la goma—. Y ahora de siente raro... Creo que va a ser la última vez en mi vida que me recojo el pelo.

—¡Cyno! Ya he terminado en el baño, puedes entrar cuando quieras —al verlo entrar en la cocina, Cyno tragó en seco.

Del cabello mojado caían gotas de agua que aterrizaban en sus clavículas y descendían hasta esconderse tras la camiseta que él mismo le había prestado. Ya no había rastro de maquillaje en su rostro, pero verlo utilizando su ropa era mucho más gratificante que eso.

—¿La comida ya está...? —preguntó Tighnari, consciente de la forma en la que estaba siendo inspeccionado.

—¡Ah, sí! Le queda un poco —dijo Cyno—. Creo que me he pasado cocinado. Si no puedes con todo, dame lo que te sobre. No me gusta tirar comida.

—Tu estómago realmente es un agujero sin fondo.

—Puede —el peliblanco sonrió.

—Por cierto, deberías ducharte ya. Tu pelo está horrible.

—Lo sé, lo sé. Ahora iré, pero... —el sonido de su móvil lo hizo callar. Alguien lo estaba llamando—. Perdón, tengo que responder.

—No te preocupes —Tighnari se sentó en una silla cercana y apoyó su barbilla sobre el respaldo—. Aquí te espero.

Cyno asintió con su cabeza y aceptó la llamada: —¿Sí?

—¿Cyno? —dijo una voz femenina. Una voz que sería capaz de reconocer en cualquier parte del mundo, la voz de una mujer que, en lugar de salvarlo, había alimentado sus tormentos.

—¿Mamá? —al ver su expresión, Tighnari se puso de pie de inmediato y se acercó a él.

—¿Estás bien? —susurró.

Cyno asintió con su cabeza y respondió: —Sí, sí, no te preocupes... —y dicho esto, volvió a prestar atención a la persona que había llamado—. ¿Qué es lo que necesitas?

—No seas tan arisco. Es solo que...

Tighnari rodeó la cintura de Cyno con sus brazos y apoyó la cara cerca de su pecho. Su novio le acarició cabeza. Tenerlo tan cerca resultaba relajante.

Tighnari le estaba acariciando la espalda con su mano derecha. Este simple gesto le estaba ayudando mucho a mantener la calma, algo que le costaba mucho cada vez que hablaba con su madre.

—¿Por qué querrías verme ahora?

—¿No quieres hacerle un último favor a tu madre...? Después de esto, te prometo que no volveré a molestarte. No volverás a verme nunca. Así que déjame verte una última vez...

—Sé que nunca te he importado. ¿Por qué te importaría ahora? —Cyno frunció el ceño y apretó el móvil. Era injusto. ¡Era tan injusto!

Cyno, por favor...

El peliblanco comprendió que no tenía escapatoria. Así que lo mejor era terminar cuanto antes: —Dime dónde estás. Iré rápido y regresaré a casa. Tengo cosas más importantes que hacer.

—¿Qué puede ser más importante que tu madre?

—Alguien a quien vale la pena querer —respondió, con un tono de voz un tanto áspero.

El coche lo aparcó lejos de la estación. Al salir de él, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. La noche se había vuelto algo más fría.

Para evitar posibles problemas, Tighnari se había quedado cenando en su casa. Puede que Dottore ya no rondara por la ciudad, pero Cyno seguía teniendo un mal presentimiento. Ese hombre era incomprensible.

Un suspiro escapó de sus labios. Qué forma más fea de arruinarle la noche.

—¡Cyno! —al llegar al lugar acordado, la encontró cerca del andén, esperando ansiosa su llegada.

Cuando la vio acercarse a él, Cyno retrocedió: —No te acerques a mí. Mantente lejos y dime todo lo que necesites decirme. Sé clara y concisa. No estoy para estupideces.

—¿Por qué me tratas así...?

—¿Por qué te importa más el hijo de tu amante que yo? Tú solo querías “prestigio” y “honor”. ¿Acaso era todo eso más importante que mi felicidad? ¿Acaso te gustaba verme ahogarme en mis lágrimas cada vez que estábamos solos en casa, solo para después obligarme a actuar como si nada hubiera pasado? —Cyno llevó su mano derecha a su pecho—. ¿Y aun así te dignas a preguntarme por qué te trato como si fueras una extraña?

—Sabes que todos cometemos errores...

—¿Un error? ¿Te arrepientes ahora? ¡No te haces una idea de cuánto costó llenar el vacío que me dejaste dentro! ¡Fiestas, sexo, alcohol!, ¡atravesé un infierno solo para poder encontrar el amor que nunca me diste!—las únicas personas presentes se asustaron por el repentino escándalo—. ¡Y mira cuánto has aprendido! ¡Sufriste tanto que tu propio hijo se metió en una pelea solo para proteger a otra persona!

—¿Fuiste tú el que le hizo eso a Dottore...? —Cyno tragó en seco.

—Ya veo lo mucho que te importo. Tanto, que lo primero en lo que piensas cuando te digo eso es en él.

—¿Y quién eras tú para meterte en sus asuntos? ¿Por qué tuviste que pelear? —el peliblanco apretó los puños e hizo todo lo posible por contener sus impulsos.

—¿Y a ti qué te importa? ¿Quién eres tú para meterte en mi vida?

—¡Soy tu...!

—Si ya has terminado, me voy. Te he dicho que tenía prisa —siseó.

—¡No, espera! —gritó la mujer—. Necesito saber por qué. No me digas que conoces a su exnovio...

A Cyno le hirvió la sangre: —Repito, ¿a ti qué te importa?

—Dottore me dijo...

—No me importa si Dottore te dijo una cosa o la otra. No me importa una puta mierda. Ya he tenido suficiente con vosotros. Él ya ha desaparecido de mi vida. Acepta que ahora es tu turno. Y no hay forma de arreglar las cosas —Cyno se alejó de ella.

—Lo siento... —fueron las últimas palabras que Cyno escuchó a su madre decir.

Sin embargo, no fueron capaces de hacer que se diera la vuelta. Un simple “lo siento” no serviría para arreglar todo el desastre que había armado.

El peliblanco se dirigió al coche a toda velocidad y subió a él. Una vez dentro, intentó animarse a sí mismo: se dio algunos golpecitos, respiró profundamente y mantuvo la cabeza erguida. Entonces, comenzó a conducir.

—Tal vez lo mejor es olvidar que esto ha pasado... —murmuró al ver su hogar a lo lejos. El único lugar al que merecía la pena regresar ahora.

Y el único motivo era...

—¡Cyno! ¿Pasó algo malo? ¿Por qué tienes esa cara? —Cyno se lanzó a sus brazos sin dudarlo ni un solo instante. Sentía que todas sus emociones iban a explotar en ese mismo momento—. ¿Ha ido muy mal?

El peliblanco no respondió. Al notar que estaba temblando, Tighnari suspiró.

—¿Quieres comer? La comida ya debe estar fría, pero sigue estando buena —Tighnari se separó de él y acarició su rostro lleno de lágrimas. Cyno intentó ocultarlo—. Puedes llorar todo lo que tú quieras. Y no hace falta que lo ocultes. No te voy a juzgar por ello.

—Me da vergüenza.

—Lo sé. Pero tienes que acostumbrarte. ¿O acaso no piensas dejar que te vea llorar nunca? —al entrar en la cocina, Tighnari empujó a Cyno hasta su asiento.

—¿Todavía no has comido? —su novio colocó la silla que iba a utilizar al lado de la suya y se acercó todo lo posible a él.

—Estaba esperándote.

—Vas a hacer que llore más —se rio.

—Si es por la felicidad, estaré encantado —Cyno se recostó sobre el hombro de su novio. Este acarició su cabeza—. No hace falta que me lo cuentes si no quieres.

—Sabes que lo voy a hacer.

Tighnari asintió, en silencio. Puede que Cyno no fuera consciente de ello, pero cada vez que demostraba lo mucho que confiaba en él, se sentía extremadamente feliz. Sentía que era una forma de decirle lo mucho que lo quería.

Y después de todo por lo que había tenido que pasar, no existía nada en el mundo que le hiciese más feliz que esa confianza.

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