—Ya me cansé. —Lloriqueé tratando de seguirle el paso a Roier.
—Ya ahorita nos vamos.
—Pero seguimos alejándonos de la casita.
—No, aguanta, ahorita encontramos esa madre.
—Al menos dame comida, me comí mis últimas tostadas hace dos mil bloques atrás.
—Ay ya, que quejumbrosa. —Me dijo pasándome un par de tostadas en una bolsita.
—¿Qué? ¿Y el aguacate? —Exclamé sorprendida. —Dirás que me voy a llenar con puro pan y ya.
—Ya se acabó, necesitamos más aguacate, o podemos encontrar algo más para ponerle.
Me puse a llorar, obvio fingido, mientras seguíamos caminando sin rumbo.
—Ya no sea chillona, aguantese cómo los grandes.
—Quiero a mi mamá. —Lloriqueé, pero en ese momento la imagen de una mujer pelirroja llegó a mi mente. —Uh.
—¿Qué pasó?
—N-Nada, es que me acordé de algo, creo que olvidaste apagar la estufa.
—¡No me digas eso! —Exclamó. —¡Chingale, chingaleeeee!
—Oye.
—¡Cállate y chingale, se nos va a quejar la casa!
—Roier.
—¡No te quedes allá atrás!
—¡ROIER!
—¡No me grites porque lloro! ¿Que paso?
—Estas pisando algo.
—¿Qu...? —Roier me miró y sus ojos estaban brillando de la emoción. —¡Tomatillo! ¡Te dije pendeja! ¡Te dije que lo encontraríamos!
Roier por la emoción me abrazó, incluso me levanto del suelo y me dio vueltas, reí divertida y luego me dejó en el suelo.
Se dispuso a tomar la planta para después ponerla en mi mochila con cuidado.
—Ahora si vamos a la casa.
°°°
—¿Pero como lo conseguiste? —Cuestionó sorprendido Roier.
—¡Hola familia bonita! —Exclamé entrando.
—Fue re fácil, amigo, encontré todo en menos del tiempo que me dijiste. —Le decía Spreen. —Así que ya sabes, dame lo que me pertenece ahora.
—Nah que, tu estás pero si bien mal, es más, Roxy, ¿Verdad que nos tardamos un chingo para encontrar el tomatillo? —Preguntó y yo asentí sin saber muy bien que sucedía. —No puede ser posible que hayas encontrado todo en seis o cinco minutos.
—Che, nomás paga y sha, no te cuesta nada.
—¿No me cuesta? Eres un pendejo la neta.
Ah caray, esto se ve muy intenso.
—¿Sabes que? Llamemos a un abogado, porque neta no te creo ni verga, Spreen, ni verga.
Ambos salieron de la casa y yo los seguí, pero sin saber muy bien que hacer.
—¡Hey, Quackity! —Exclamó Roier. —¡Quackity, ven!
—¡Holaaa! —Exclamó Quackity contento. —¿Todo bien?
—Necesito un abogado, vas, representame.
—¿Pero por qué? ¿Que paso?
—Es que mira, yo le ofrecí a Spreen un taco que había hecho con todo lo que conseguí, y... Roxy es testiga de que me tarde días en conseguir todos los materiales para hacer mis tacos. —Me señaló y yo asentí. —Y Spreen apostó con que él lo encontraría en menos tiempo, le di diez minutos y él lo encontró en cinco o seis.
—Pero fue legal, boludo, todo fue legal.
—Nonono, mis huevos qué. No puede ser que él haya encontrado eso en tan poco tiempo, cuando yo me tardé días.
—A ver, a ver, es que es muy claro, Spreen dice que fue legal, no hizo nada malo o fuera de las normas del QSMP, así que solo dale lo que apostaron y ya. —Le dijo Quackity y yo fruncí mi entrecejo.
—No qué. —Le dije. —No es por ponerme de algún bando, pero la neta Roier si buscó por cielo, mar y tierra esos materiales, de ninguna forma Spreen podría conseguir eso en cinco minutos. Chance una hora si, si se dedica mucho y no pelea contra los mobs, pero ¿Cinco minutos? Es muy poco.
—No se meta, señora. —Me dijo Quackity y yo me ofendí.
—¿Señora? ¿Pues donde me ves los hijos, animal?
Quackity y Roier se empezaron a reír pero yo no podía estar menos ofendida por eso.
—Pues óyeme, ¿Que le pasa a este chavoruco?
—Roier, Roier, te lo pido sin las gafas. —Le decía Spreen a Roier tras quitarse las gafas para mirarlo.
—¡No mames! —Soltó una carcajada. —Ponte los lentes, Spreen.
—Amigo, te lo pido así.
La situación después de eso, se descontroló y no supe ni cómo.
—¡Que me des el puto perro!
—¡No, Spreen, aguanta! —Exclamé tratando de seguirles el paso.
—¡No te voy a dar ni madres! —Exclamó Roier corriendo con todo lo que sus piernas daban.
—¡Que me des al perro! —Exclamó Spreen alcanzando a Roier, primero lo golpeó con el puño, pero después sacó su hacha para tratar de matarlo.
—¡No, espérate! —Exclamé interponiendome.
—¿Dónde está el puto perro? —Exclamó ignorandome.
—¡Hazme lo que quieras, no te voy a dar ni madres!
Spreen me hizo a un lado bruscamente, haciendo que casi tropezara de no ser porque Quackity me sostuvo.
—¡Spreen! ¡No le hagas daño o yo te mato!
—Intentalo, pueblerina. —Bramó cegado.
—¡Spreen! —Exclamó Roier luego de ser herido por el susodicho.
No lo mató, pero si lo dejó inconsciente.
Spreen y Quackity aprovecharon para tomar sus cosas, luego Spreen fue a la casa donde Roier tenía a su perro, y, bueno, supongo que lo mató.
—Roier, Roier, despierta mamón. —Chillé tratando de despertarlo con pequeños golpes en sus mejillas. —No mames, ya vienen los mobs.
Saqué mi espada para defendernos a ambos.
Pero entonces sentí como Roier tocaba mi mano, lo ayudé a levantarse y él sin decir nada mató a los mobs.
—Vamos a casa. —Murmuró adolorido.
Lo sujeté en todo el camino, guiandolo a pasos lentos.
Para cuando llegamos a la casa, el cuerpo del gato de Missa fue lo primero que encontramos, y luego al perro de Roier.
—Ese maldito. —Habló adolorido Roier.
—Ven, vamos a curarte. —Le dije tratando de llevarlo al piso de arriba.