El verde de mi primavera ♡ Cy...

By reazurah

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A Cyno nunca le había llamado la atención el color verde. Le parecía insípido; no era bonito, y mucho menos... More

zero
capítulo uno
capítulo dos
capítulo tres
capítulo cuatro
capítulo cinco
capítulo seis
capítulo siete
capítulo ocho
capítulo nueve
capítulo diez
capítulo once
capítulo doce
capítulo trece
capítulo catorce
capítulo quince
capítulo dieciséis ♡ xiaoven
capítulo diecisiete
capítulo dieciocho
capítulo diecinueve
capítulo veinte
capítulo veintiuno
capítulo veintidós
capítulo veintitrés
capítulo veinticuatro ♡ primera parte
capítulo veinticinco ♡ segunda parte
capítulo veintiséis
capítulo veintisiete
capítulo veintiocho
capítulo veintinueve
capítulo treinta y uno
capítulo treinta y dos
capítulo treinta y tres
capítulo treinta y cuatro
capítulo treinta y cinco
capítulo treinta y seis
capítulo treinta y siete
capítulo treinta y ocho
capítulo treinta y nueve
capítulo cuarenta
capítulo cuarenta y uno
capítulo cuarenta y dos
capítulo cuarenta y tres
capítulo cuarenta y cuatro
capítulo cuarenta y cinco
capítulo cuarenta y seis
kavetham ♡ cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
AVISO

kavetham ♡ treinta

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By reazurah

—Kaveh, tú... Me estás agradecido por haberte alejado de tu familia, ¿verdad? —el rubio asintió tímidamente. Permitió que su novio tomase su mano y lo acercase todavía más a él.

Aunque su orgullo le impedía admitirlo, Kaveh no era más que un rubio tonto de dieciocho años que se había aferrado al primer hombre que lo había aceptado. Un hombre siete años mayor que él, un profesor por el que se había sentido realmente atraído. Alguien que no era adecuado para él.

Sin embargo, tras haber pasado toda su infancia rodeado de homofobia y haberse visto forzado a ocultar su realidad, necesitaba respirar. Quería tener su primer amor antes de que su juventud, convertida en arena, se le escapase de entre los dedos. Cualquier hombre le servía, siempre y cuando le hiciera feliz.

—Me has salvado. Después de tanto tiempo escondido, ya no sabía cuánto más sería capaz de aguantar —un destello recorrió su mirada carmesí. Una mirada del color de la sangre, pero que vista de cerca parecía el mismísimo cielo.

—Entonces, ¿por qué no podemos follar? ¿Acaso no confías en mí? —el rostro de Kaveh enrojeció.

—No es eso... Simplemente quiero que sea algo especial —el rostro de su novio pareció ensombrecer. Adquirió un matiz extraño que Kaveh era incapaz de reconocer.

—¿Cómo que “algo especial”? ¿Estás insinuando que no soy lo suficientemente especial como para satisfacer tu deseo?

—¡No! ¡Me estás malinterpretando! —el rubio entró en pánico. ¿Cómo podría arreglar ahora su error? No quería que su novio pensara que no lo quería.

—¿Y qué estoy malinterpretando, exactamente? —el hombre frunció el ceño—. Explícamelo, Kaveh —apretó su mano.

—Y-yo... N-no, no... —Kaveh empezó a temblar. No quería meter la pata ahora. ¿Qué sería de él si ese hombre decidía abandonarlo? No tenía otro sustento. Se quedaría en la calle, sin lugar al que ir—. Puedo intentarlo —murmuró, avergonzado.

Aunque no quería. No quería esas manos acariciando sus piernas. No quería ver esa sonrisa de satisfacción y mucho menos quería ser penetrado. Lo detestaba. Odiaba la forma en la que le hablaba, la forma en la que lo sujetaba mientras lo follaba. ¿Por qué? ¿No se supone que un primer amor debe ser bonito?

¿Por qué era tan desagradable, entonces?

—Ese hombre se está aprovechando de ti. No te ama, Kaveh. En cuanto se canse de ti te va a abandonar y a dejar en la miseria —le había dicho Zhongli, un buen amigo suyo en el que sabía que podía confiar.

Llevaba ya dos años fuera de su país, lejos de su familia. A estas alturas ya se había acostumbrado a su nueva vida, pero seguía sintiéndose infeliz. ¿Realmente era esto lo que quería?

—¿Te crees que no lo sé? Pero, ¿qué más puedo hacer? Estoy arruinado. Está utilizando todos mis ahorros para apostar. No tengo escapatoria. Ni siquiera tengo un lugar al que ir —un hombre alto y pelirrojo, tan llamativo como el fuego mismo, se acercó a ellos y les dejó sus respectivas bebidas. Al ver que planeaba marcharse, Zhongli tomó su mano y sonrió.

—Diluc, ¿podrías hacernos un favor? —el rostro del hombre se puso casi tan rojo como su propio cabello y sus hombros se tensaron—. Cariño, tampoco te pongas así solo porque te esté tocando en público —se rio el hombre—. ¿Puedo robarte un par de minutos?

—Zhongli, estoy trabajando... —suficiente que había dejado su puesto para ir a servirles él mismo.

—Solo va a ser un poquito, venga —Diluc bajó la mirada y tomó asiento en la única silla libre.

—¿Qué necesitáis?

—Te he hablado antes sobre la situación de Kaveh, ¿verdad? —Diluc asintió—. Necesito saber si conoces a alguien que pueda aceptarlo en su casa por poco dinero.

—¿Qué? —el rubio negó con su cabeza—. ¡No, no! ¡No me hace falta!

—Sí, te hace mucha falta, Kaveh. Y si no piensas aceptarlo, pienso arrastrarte yo mismo hasta mi casa y obligarte a vivir conmigo. Pero no pienso dejarte con ese hombre ni un solo minuto más —Zhongli cruzó los brazos por encima de su pecho. El pelirrojo lo contempló en silencio antes de extender su mano para alcanzar el hombro de su pareja.

—Creo conocer a alguien. Pero es muy arisco.

—¿Más que tú? —Diluc rodó los ojos. Su novio se disculpó con tal sonrisa que el pelirrojo no pudo culparlo.

—Mucho más. Es arisco... Y a su manera —el hombre miró a Kaveh—. Si puedo conseguir convencerlo, te avisaré. Aguanta mientras tanto —el rubio asintió.

“Aguanta”, dijo. Y claro, él aguantó. Pero su pareja no.

—¿Qué cosas estás diciendo? ¿Seguro que no te encuentras mal? Estás muy borracho, deberías descansar —el rubio intentó ocultar su miedo. Sujetó su brazo e intentó conducirlo hacia su habitación. No podía creerlo. Esto debía ser un chiste de mal gusto.

—¡Te he dicho que te vayas de mi puta casa! Cada día contigo es un puto infierno. No sé cómo he aguantado estos años. No quiero verte nunca más, puto maricón de mierda —el hombre lo alejó de un empujón. Kaveh se alejó de golpe, dejando ambas manos suspendidas en el aire, incapaz de comprender la situación.

—¿“Maricón de mierda”...? —repitió. Aquellas palabras fueron como una quemadura en el corazón.

—Es lo que eres. Un pobre maricón que se creía amado —escupió—. Solo te utilicé para follarte y quitarte tu dinero. Porque no eres más que un rubio imbécil que se cree todo lo que cualquier hombre le dice.

Aquella fue, probablemente, la primera vez después de años que Kaveh acabó envuelto en una pelea grave. Su mente estableció un límite que su cuerpo fue incapaz de reconocer y lo golpeó hasta que sus puños se sintieron satisfechos.

Tal vez debió haberse controlado. Tal vez no fue la forma correcta de actuar.

Pero Kaveh estaba agotado.

—Desearía no haberlo conocido nunca —murmuraba mientras caminaba, sin saber hacia dónde se dirigía. Afortunadamente, le había dado tiempo a llevarse sus cosas antes de que el hombre le causara más problemas—. Y ahora, ¿qué coño hago? Mi móvil no tiene batería —el rubio dejó escapar un suspiro. Era demasiado tarde y Zhongli vivía lejos. Además, estaba tan cansado que probablemente no aguantaría hasta llegar allí.

Dio vueltas a lo largo de la ciudad, sin rumbo alguno. Le dolía la cabeza. No podía dejar de arrepentirse de todas las decisiones que había tomado desde que tenía diecisiete años. Incluso llegó a pensar que debió haberse quedado en su país hasta ser lo suficientemente maduro como para marcharse él solo.

¿Cómo pudo ser tan imbécil? ¿Cómo pudo confiar en ese hombre?

—Oye, tú... ¿Eres Kaveh? —como sus piernas le dolían, el rubio había cedido y ahora se encontraba sentado en el banco de un parque.

—Sí. ¿Y tú quién eres? ¿De qué me conoces? —al alzar su mirada, se encontró con un adolescente. Era un joven lindo, aunque con un aspecto bastante descuidado.

—Soy Tighnari, el mejor amigo de Alhaitham. Diluc contactó con él para preguntarle si podías quedarte a vivir con él —Kaveh asintió con su cabeza, confundido—. ¿Qué haces aquí?

—Mi pareja ha cortado conmigo y me ha echado de casa. Como tu buen amigo se ha negado a aceptarme, me he quedado temporalmente en la calle —el menor dejó escapar un suspiro y sacó su móvil.

—Me disculpo en su nombre. Tiene algunos problemas y le cuesta relacionarse con otros. Por eso no quería a nadie viviendo con él —Tighnari marcó un número y llevó el móvil a su oreja mientras inspeccionaba sus alrededores—. Pero no creo que sea tan desalmado como para dejarte aquí tirado.

—¿Lo vas a llamar a estas horas?

—Tampoco es tan tarde. No te preocupes, si le echa la bronca a alguien, será a mí —el rubio dejó escapar un suspiro y se dejó caer sobre el respaldo del banco.

Era ridículo, joder. Mucho más de lo que solía pensar.

Al estar tan concentrado en sus propios pensamientos, Kaveh no escuchó la conversación que el chico llamado Tighnari estaba teniendo. Ni siquiera se dio cuenta cuando dejó de hablar y no escuchó la respuesta que Alhaitham le había dado.

Al terminar, el chico se sentó junto a él y esperó pacientemente la llegada de su mejor amigo.

—¡Haitham! —exclamó varios minutos después, sonriendo al ver a su mejor amigo acercándose. El hombre contempló en silencio el banco en el que ambos se encontraban y siguió avanzando.

—¿Kaveh? —el rubio reaccionó con desgano.

—¿Tú eres Alhaitham?

—¿No has escuchado lo que Tighnari acaba de decir? —se cruzó de brazos—. No me digas que voy a tener que aguantar a un tonto.

—Haitham, no seas así —intervino su mejor amigo.

—Simplemente no estaba echando ni puta cuenta. ¿Te crees que estoy de humor? Me acaban de dejar en la calle y sin dinero.

—Entonces no vas a poder pagarme —la cara del rubio se descompuso. Había dicho más de lo que debía.

—No... Aunque puedo conseguir un trabajo y...

—Tampoco es que me haga falta —lo interrumpió—. Siempre y cuando no me molestes, puedes quedarte conmigo.

—¿De verdad? —los ojos de Kaveh centellearon—. Es un alivio...

—Como sea —Alhaitham miró a Tighnari—. Antes de ir a mi casa, te dejaremos a ti en la tuya —el rostro del joven enrojeció.

—¡No te preocupes! Solo he salido a dar un paseo. No vivo muy lejos y lo sabes —Alhaitham sacó las llaves de su coche y las mostró.

—Solo será un segundo. Déjame llevarte.

—No puedo negarme, ¿verdad? —Alhaitham negó con su cabeza, haciéndolo sonreír—. Vamos, anda —al ponerse de pie, se dio la vuelta de inmediato para hablarle a Kaveh—. ¿Necesitas ayuda?

—¿Qué? Ah, no, no te preocupes. Puedo con todo.

Antes de subir al coche, Kaveh se detuvo para guardar sus cosas en el maletero. Alhaitham ni siquiera se había dignado a dirigirle la mirada desde que se habían alejado del banco, así que no podía evitar sentirse incómodo.

Definitivamente, había sido un día de mierda.

—Por cierto, Kaveh... No quiero parecer maleducado ni nada, y tampoco quiero que te sientas forzado a responderme, pero siento curiosidad por algo —el rubio cerró la puerta y se abrochó el cinturón. Se sintió cómodo dentro. El coche de Alhaitham estaba limpio tanto por fuera como por dentro. Además, olía realmente bien.

—Dime —lo invitó a seguir hablando, aunque ya se imaginaba la pregunta que le rondaba por la cabeza.

—¿Qué ha pasado con tu... ex? —preguntó Tighnari tímidamente. Kaveh dejó escapar un suspiro y apoyó la cabeza sobre su mano.

—Me da mucha vergüenza admitirlo, pero era un profesor mío. Me dio la oportunidad de escapar de mi familia... y la aproveché. Pero al final me ha dejado aquí tirado —Kaveh sabía que no era adecuado entrar en detalles, así que dio una explicación superficial.

—Oh... Lo siento.

—Eso te pasa por confiar en un hombre mucho mayor que tú —la respuesta de Alhaitham fue bastante desagradable. Kaveh frunció el ceño.

—Solo estaba buscando un refugio, así que él se aprovechó de mi debilidad. Y yo estaba tan jodido que no me importó que me sacara siete años. Fue el primer hombre que me trató bien, así que me dejó atontado —intentó defenderse—. No me hables como si fuera un capullo. Sé que no debía confiar en él. Pero estaba desesperado.

Tighnari se encogió en su lugar. Esto no le estaba gustando.

Dejarlos vivir juntos era una idea horrible.


—Kaveh, ¿cuántas veces te he dicho que no dejes tus cosas por ahí tiradas? Me molesta verlas fuera de su lugar. Deberías empezar a ser un poco más ordenado —incluso la entrada a su habitación era obstruida por sus objetos. Alhaitham dejó escapar un suspiro y pasó por encima de ellos.

—¿Eh? —Kaveh sacó la cabeza de entre sus brazos y se quedó mirando a la pared, confundido. Como había pasado toda la noche entera trabajando, apenas había podido dormir.

—¿Otra vez trabajando hasta tarde? Kaveh, deberías deshacerte de ese mal hábito —el rubio dejó escapar un suspiro y negó con su cabeza.

—No podía dormir, así que he decidido avanzar.

—Últimamente estás muy raro. ¿Ha pasado algo? —Alhaitham se acercó a él y se apoyó sobre el escritorio. Kaveh desvió la mirada—. Kaveh. Ya sabes que no debes ocultarme nada.

Ya llevaban varios años viviendo juntos. De vez en cuando, Alhaitham se preguntaba cómo había sido capaz de aguantar a Kaveh tantos años en su casa sin echarlo. Porque era un desastre, demasiado ruidoso. Lo único que hacía era molestar.

Pero él... Le tenía cariño. Y a estas alturas no sabía si sería capaz de vivir cómodamente sin él.

—No te preocupes. No es nada.

—Kaveh, no soy tonto —el hombre sujetó su brazo—. Sé que pasa algo. ¿Por qué no quieres contármelo?

—No te interesa.

—Sí, me interesa —insistió—. Estás muchísimo peor que de costumbre. No me gusta eso —Alhaitham sujetó su rostro y apretó sus mejillas—. Kaveh.

—Haitham.

—Habla —el rubio se giró para poder verlo.

—¿Y si no quiero?

—Tampoco puedo obligarte a hablar. Pero me preocupas —Kaveh frunció el ceño—. Aunque parezca que no te soporto, en realidad me gusta tu forma de ser. Y es raro... Verte actuando distinto.

—¿Qué...? —Alhaitham se dio la vuelta y se marchó sin decir nada.

El rubio quiso perseguirlo, pero algo en su interior le impidió levantarse. Siempre había sido demasiado impulsivo, y sin embargo, esta vez pensó que tal vez sería mejor no buscar respuestas de inmediato.

No mientras la noticia sobre la llegada de sus padres siguiera ahí.

—Así que esta es tu casa —Kaveh quería morir.

Sus padres lo habían obligado a salir con ellos a tomar algo, sin importarle en lo más mínimo su opinión. Él, como un corderito indefenso, se había visto en la obligación de aceptar con su cabeza gacha.

Y cómo no, durante la magnífica (horrible) velada, sus padres habían insistido en visitar su hogar. Kaveh rezó para que este fuera un jueves normal y Alhaitham no llegase antes de su trabajo. No quería tener que lidiar con más problemas de los que ya tenía.

—Se puede decir que... ¿Sí? A medias. Estoy viviendo con un compañero para evitar tener muchos gastos —mintió.

—¿Con un compañero...? Ya sabes que no me gusta mucho eso de que estés con hombres, Kaveh. ¿Qué te cuesta buscarte a una buena compañera con la que poder estar...? Sería mucho mejor para ti —la mujer a la que llamaba “madre” se acercó a él y apoyó su áspera mano en el rostro de su hijo. Kaveh se estremeció.

—Mamá...

La puerta de la entrada sonó, y aunque nadie anunció su llegada, Kaveh sabía que esta persona era Alhaitham.

No pudo evitar entrar en pánico. Las cosas iban de mal en peor.

—Esperad un segundo, por favor —el rubio casi se fue de allí corriendo—. ¡Alhaitham! Lo siento, lo siento, lo siento. He tenido un proble-problema y, y... No pude avisarte... Tenía miedo... —su compañero lo sujetó por los hombros y juntó sus frentes.

—Kaveh, tranquilo —la mirada del rubio no le gustaba nada. Este no era el Kaveh que conocía. Este no era el Kaveh despreocupado y prepotente con el que llevaba años viviendo—. Dime, ¿qué es lo que pasa?

—Y-yo...

—¡Kaveh! ¿Por qué estás tardando tanto? —el rubio apartó a Alhaitham de un empujón y se alejó de él. Su compañero no tardó en comprender la situación—. Ah, ese es...

—Señor —Kaveh nunca se había atrevido a llamar “papá” a su padrastro—, mamá, este es Alhaitham, mi compañero. Alhaitham, estos son mis padres... —las manos del rubio estaban temblando, detalle que no pasó desapercibido a los ojos de su amigo.

—¡Es un placer conocerte, Alhaitham! —la mujer se acercó a él y estrechó su mano. Cada gesto suyo era tan falso que su hijo sentía la necesidad de vomitar.

El resto de la tarde fue demasiado incómoda. Con cada conversación parecían querer dejar en ridículo a Kaveh, quien no dejaba de esconderse en su lugar, como si quisiera pasar desapercibido. ¿Cuál era la necesidad de contar sus secretos? En primer lugar, ¿cuál era la necesidad de entrometerse en su vida? Ya era un adulto hecho y derecho. No necesitaba (ni quería) a sus progenitores tras él.

Cuando sus padres se marcharon, Kaveh los despidió en la entrada con su mejor sonrisa. Sin embargo, al cerrar la puerta, casi se dejó caer sobre sus rodillas. La cabeza le daba vueltas y quería vomitar.

Lo habían dejado en ridículo frente a la persona de la que estaba enamorado.

El rubio se dirigió a la cocina con la poca fuerza que le quedaba. Se sentía fatal, lo único que quería hacer era acostarse y no volver a despertarse hasta años después.

—Haitham... —murmuró mientras lo abrazaba por la espalda. El hombre dejó de lavar los platos para poder concentrarse en la persona que tenía tras él.

—¿Kaveh? —al descubrir que quería darse la vuelta, Kaveh se aferró a él con fuerza.

—No me mires, por favor —exigió. Alhaitham frunció el ceño, pero permaneció en su lugar.

—Ha sido una mala noche, ¿verdad? —el rubio asintió y escondió su rostro en la fornida espalda de su compañero, consciente de que el llanto se aproximaba.

—Ha sido vergonzoso, Alhaitham. Me han dejado como un imbécil delante de ti. No es la primera vez que me ridiculizan en público, pero no hay nada más humillante que hacerlo delante —“de la persona que me gusta”— de alguien a quien aprecio.

—¿Y te crees que yo voy a echarle cuenta a tus padres? —Alhaitham se dio la vuelta y lo sujetó por los hombros—. ¿Te crees que me importa lo que digan dos desconocidos después de haber pasado años viviendo contigo?

Aquella fue la primera vez que la expresión de Kaveh se tornó tan triste. Y también fue la primera vez que rompió en llanto frente a él.

Alhaitham comprendió que algo había cambiado. Comprendió que no quería volver a ver a Kaveh en ese estado nunca más. Él necesitaba a su Kaveh, el cabezón que se negaba a darle la razón y se quejaba como era debido cuando algo le molestaba.

—Kaveh, deberías ir a dormir —le dijo tras plantar un beso en su frente—. Estos días has estado descansando fatal y mañana debes trabajar.

—¿Te crees que voy a ser capaz de dormir con la cabeza como la tengo ahora? Lo único que voy a poder hacer va a ser llorar —Alhaitham dejó escapar un suspiro.

—Puedo quedarme esta noche contigo —dijo—, si eso hace que te sientas más tranquilo.

Kaveh alzó su mirada, solo para descubrir que su compañero estaba siendo sincero. Su corazón saltó de la felicidad.

—Me haría muy feliz.

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