Una Corte De Sombras Y Sangre...

By TheGirlUnderTheLines

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El destino a veces es caprichoso, y con ellos no iba a hacer de menos. Viejas leyendas cobraran vida, peligro... More

P R Ó L O G O
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 R H Y S A N D


Cassian se mantuvo inmóvil, su brazo aún levantado pero tembloroso, sus ojos llenos de lágrimas que no podía detener y todo su rostro contraído en la mueca más dolorosa que jamás hubiera visto.

Incluso cuando su cuerpo había sido despedazado, Cassian jamás había llorado de esa manera, jamás se había visto tan...destrozado.

Se dejó caer hacia atrás y llevó ambos puños hasta su rostro, ocultándose. Sus alas se recogieron en su espalda, toda su figura se hizo más pequeña. Era la viva imagen de un niño asustado.

—No quise entenderlo —Dijo entre sollozos ahogados —No quise verlo, no quise afrontarlo.

Se dejó caer completamente, sus alas crugiéron ligeramente cuando su espalda tocó el suelo.

Observé lentamente como Azriel descendía en movimientos sigilosos hasta quedar acuclillado a la altura que Cass y yo compartíamos.

Un viejo recuerdo de los tres en el campamento donde entrenamos flotó en mi memoria.

Los tres habíamos acabado destrozados después de que Devlon se hubiera encargado de que todos los machos pasaran sobre nosotros durante en entrenamiento. Nos habíamos enfrentado a todos y cada uno de ellos, obviamente perdiendo, pero no sin antes haber hecho morder el polvo a varios de ellos. Cuando los tres nos habíamos arrastrado hasta la vieja cabaña de mi madre, Azriel había comenzado a llorar y obviamente Cass se había comenzado a reír de él, pero sin embargo, minutos después él mismo también había comenzado a llorar porque incluso tumbado le dolía cada parte del cuerpo. Al final los tres habíamos acabado llorando y riéndonos a la vez, los tres tirados en el suelo como estábamos ahora mismo.

Pero no había rastro de esas risas en este instante. Todo se sentía muy diferente a ese momento, demasiado lejano.

—Yo amo a Nesta —Lloró mientras trataba de limpiarse furiosamente las lágrimas —¡Yo la elegí a ella, el Caldero la eligió a ella!

Ni Azriel ni yo hablamos, simplemente mantuvimos el silencio, dispuestos a escuchar lo que solo él quisiera contar.

—Pero...—Su voz bajó varios tonos, todos sus músculos se tensaron —Desde el momento en que la vi por primera vez, cuando la encontré esa noche, no he podido dejar de pensar en ella —Sorbió su nariz —Es imposible sacar su imagen de mi cabeza. Todo lo que me rodea es ella, cada instante, cada segundo. No puedo. Lo he intentado, lo he intentado tanto.

Dejó ambos brazos caer a sus lados y sus ojos, aun llenos de lágrimas que se escurrieron por los laterales de su rostro, estaban fijos en el techo. Entreabrió sus labios una y otra vez mientras trataba de hablar, pero era como si no fuera capaz de hacerlo, como si las palabras no bastasen para describir lo que sentía.

—No sabía qué hacer —Se me encogió el corazón dentro del pecho ante lo rota que tenía la voz —No sabía qué era lo correcto...no quería hacer daño a nadie.

Azriel extendió su mano y la dejó caer sobre el hombro de Cassian, su mano cubriendo el sifón rojizo y brillante. Una sombra violeta se creó con la luz entremezclada de ambas piedras.

—Está bien Cass —Dijo esté con un tono suave, uno que extrañamente dejaba salir —Está bien.

Cassian giró su rostro y observó a Azriel durante unos pocos segundos antes de que las lágrimas volvieran a potenciarse y él volviera a llorar con fuerza.

Y quería poder decirle lo mismo, quería poder acercarme a él y consolarlo pero, ¿cómo?, ¿qué podía decir para hacerlo sentir mejor?, ¿para tratar de aliviar la carga que se había asentado en su pecho? Jamás se había escuchado sobre alguien con dos compañeras o compañeros, el Caldero siempre unía a dos personas, dos, no tres.

Así que solo pude decir lo único en lo que era capaz de pensar.

—Cass —Me incorporé ligeramente hasta estar completamente sentado. Cassian hizo lo mismo pero su postura era más descuidada, más cansada. —Cass necesito que respondas con total sinceridad, simplemente dinos la verdad.

Él asintió sin mucho ánimo.

Respiré hondo y lo dejé salir.

—Cassian, ¿crees que tu lazo con Nesta fue algo real?

Él levantó la mirada y el vacío que percibí me hizo temblar.

—Ese es mi problema Rhysand —Sus alas se arrastraron por el suelo, aún más flojas —Que no lo sé.

—Siempre he sabido, desde el primer momento en que la vi, que Nesta y yo estábamos unidos por algo mucho más profundo que nada en este mundo pudiera hilar. Por algo que solo el Caldero era capaz de crear. ¡Aún lo siento! ¡Aún está ahí! —Tiró ligeramente de los mechones desordenados de su cabello, apartándose de su rostro —Pero...—Se trabó durante unos cortos segundos —Cuando la vi a ella por primera vez, supe que había algo mucho más poderoso entre ambos.

"Estaba tan asustado. No podía simplemente aceptar el hecho de que mi propio ser reclamaba a otra hembra cuando yo ya había encontrado a mi compañera. No quería hacerle frente, no puedo simplemente aceptarlo. Así que lo ignoré. Ignoré el cosquilleo que me recorría el cuerpo cada vez que la tenía cerca, la necesidad de estar a su alrededor, me hundí por completamente en mi verdadera compañera, en quien yo había elegido porque quizás, todo esto, no era más que un simple error.

Suspiré pesadamente y agaché la mirada sin saber bien qué decir. Estaba completamente perdido, todos lo estábamos.

—Y el otro día simplemente algo cambió. En Bajo la Montaña, cuando supe que ella estaba allí, que quizás estaba sola, puede que herida, simplemente perdí el control de todo eso que había estado reprimiendo. Cuando os encontré no pude negarlo más a mi mismo, no quería comprobarlo pero no pude evitarlo y tiré del lazo, tiré una y otra vez y con cada uno de los tirones ella reaccionó y...dejé de ser consciente de todo por un momento. Solo podía pensar en eso, en que ella era mi pareja, mi pareja, mi pareja.

Observé por el rabillo del ojo como Az también había dejado caer sus alas contra el suelo, que él hiciera ese gesto era realmente casi imposible.

Azriel jamás dejaba caer sus alas a propósito, jamás permitía que estas rozaran el suelo. Porque siempre le recordaba a todos los años en los que había estado encerrado, obligado a mantenerlas en esa misma posición. Que lo hiciera ahora significaba que se dejaba ver tan vulnerable como Cassian lo estaba haciendo, abriéndose por completó a su hermano.

—Lo único que supe fue que Helion lo había descubierto, lo vi en sus ojos así que simplemente necesitaba salir de allí, seguir adelante con la misión y volar lo más lejos posible de todo. Y entonces ella quiso acercarse a la Sombra, ella te dejo atrá...—Me miró de refilón — Y quiso llegar a esa maldita sombra y jamás he sentido un pánico semejante a lo que sentí en ese instante, mi propio cuerpo me advirtió, que si ella entraba en esa Sombra no saldría de ella.

Y dejó de hablar, sus ojos volvieron a perderse en algún punto en el techo, en nada en absoluto y todo a la vez.

—Recuerdo que mientras salimos al exterior sólo podía pensar en lo bien que ella encajaba en mis brazos, en lo ligero que me sentía al tenerla tan cerca. Solo podía pensar en...—Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas —Solo podía pensar en lo correcto se sentía estar de esa manera.

El estómago se me revolvió con violencia, no en un gesto de disgusto si no de miedo y confusión. Azriel debió de sentirse de la misma manera porque fue él quien preguntó;

—Entonces, ¿por qué hiciste eso? —No se necesitaba más detalles para saber a qué se refería.

—Porque...—De nuevo no creía ser capaz de encontrar las palabras adecuadas —Porque entré en pánico. Porque me permití abrirme a lo que ella podía llegar a ser para mi y no pude soportarlo, la idea de que algo tan bueno y dulce, tan puro fuera mío. Me hizo entrar en pánico. Sobre todo porque sabía que si lo aceptaba solo significaría herir a más personas, porque suponía más dolor que felicidad.

—¿Ella lo sabe? —Pregunté sin poder evitarlo —¿Mi hermana sabe que tú eres su pareja?

Cassian asintió vagamente.

—Le supliqué que lo rompiera —Había un tono agónico en su voz al decir aquellas palabras —Pero creo que ella lo descubrió antes de eso, solo que ella no sabía realmente que era el lazo.

Ninguno dijo nada más, por largos minutos sólo el crepitar de las llamas en la chimenea y el crujir de la madera siendo azotada por el viento del exterior llenó el espacio entre nosotros.

Cassian no se incorporó, tampoco dejó de sorber su nariz ni de limpiar las lágrimas con el dorso de su mano, las pocas que aún lograban escapar de sus ojos no tenía un recorrido largo.

Y así seguimos, callados, sin tener idea de como seguir.

¿Cómo podía, él, afrontar la idea de tener dos compañeras? ¿Cómo podía ser eso algo racional?

¿Acaso los tres eran idénticos?

Desde un inicio había dudado de la elección del Caldero. Sí, Nesta y Cassian se parecían en bastantes aspectos, pero, a su vez, eran tan malditamente distintos que la idea de ambos siendo compañeros me había parecido una locura.

Por otro lado, conocía a mi hermana. Conocía lo que una vez fue mi hermana aunque, al llegar de nuevo no parecía haber cambiado mucho, no si no recordaba la mayoría de lo que alguna vez había sido.

Pero Velaris ya no era esa pequeña niña que sonreía cada vez que le enseñaba la oscuridad de los soñadores, ya no era esa veía que ayudaba a nuestra madre a tejer vestidos. No, ella era algo más ahora.

Algo que nadie sabia definir y que de alguna manera, sí encajaba con él, si se amoldaba a toda esa bestialidad que Cassian cargaba consigo.

Y eso tampoco sabía explicarlo.

Azriel sacudió sus hombros y eso bastó para romper el ininterrumpido silencio que nos habla rodeado ya por largos minutos.

—Tienes que volver, Cass —Murmuré.

Giré mi rostro para enfrentarlo, sus ojos seguían fijos en el punto en el techo que debía ya de haber memorizado.

—Quiero quedarme aquí —Contestó —Por un tiempo al menos.

Azriel se incorpora hasta que sus alas finalmente dejaron de tocar el suelo.

—Sabes que no disponemos de ese tiempo —Atajó él con un tono más serio —Nesta te necesita, lo que sea que se crea en Bajo la Montaña necesita ser tratado. Debemos encontrar a Velaris.

Era extraño, escuchar aquel nombre en los labios de otra persona.

—Yo no sé si puedo hacerlo —Dijo con una voz pesada y dura Cassian — No sé si puedo encontrarla.

Fui yo quien se incorporó esta vez.

—Si puedes, eres su compañero —Cassian negó.

—No lo entiendes Rhys —Se levantó también hasta quedar en un posición sentada —No puedo sentirla de la misma manera en la que tú sientes a Feyre.

—¿Por qué?

Cassian suspiró y agachó la mirada.

—Porque rechacé el vínculo Rhys, ese día, en la terraza, rechacé el vínculo.

Me quedé estático.

¿Él había rechazado el vínculo? Ni siquiera había sido capaz de sopesar esa idea.

No pude evitar dejarme encorvar de nuevo, dejar que el peso permanente en mis hombros volviera a ser demasiado para ese momento.

Sí Cass había rechazado el vínculo, si no podía percibir a Velaris...no sería capaz de encontrarla.

—Lo siento —Murmuró Cassian levantando la mirada.

Negué con un movimiento lento, cansado.

—No —Respondí —No es culpa tuya, no tienes que disculparte...

Llevé una de mis manos hasta mi boca y sostuve mi rostro.

¿Cómo podría encontrarla?

Por lo que ella podía recordar no sabía usar la magia, Velaris antes de desaparecer apenas estaba aprendiendo a volar correctamente. Jamás había sido capaz de tamizar. ¿Dónde habría ido? ¿estaría bien?

La primera vez que yo me había tamizado había sido en compañía de mi madre y, gracias al Caldero que ella estaba allí porque nos había tamizado sobre un acantilado y si no fuera por mi madre, hubiera resultado gravemente herido por la caída.

¿Si ella estaba herida? ¿si se había tamizado y caído desde algún lugar?

Me puse en pie e inmediatamente, sintiendo como el ligero temblor en mis manos comenzaba a expandirse por el resto de mi cuerpo.

Si volvía a perderla yo...

—¿Rhysand? —Preguntó Azriel dirigiendo su mirada en mi dirección.

—Necesitamos regresar —Le dije solo a él, luego giré mi atención a Cassian —Y tú deberías hacerlo también pero, quédate los días que necesites. Pero vuelve a casa.

Cassian asintió en silencio.

Sin más di un paso atrás, palpando con mi mano la rústica puerta y su manillar. Azriel salió primero una vez la abrí, y yo iba a hacer lo mismo pero me detuve y observé a Cassian quien ahora se levantaba torpemente y sacudió sus pantalones con palmadas.

—Incluso sin el vínculo te necesito Cass —Este levanto la mirada para encontrarse con la mía —No puedo permitirme volver a perderla.

Él fue rápido al contestar.

—Lo sé.






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° V Y N E E A °

Eris se fue al anochecer diciendo que volvería minutos después con algo de comida para la cena. Al aparecer la cabaña raramente era usada por nadie y apenas tenía lo necesario para vivir dentro de ella.

Finalmente le había dejado trenzar mi cabello después de un largo tiempo de discusión donde, a pesar de conocer mi nombre, él, se había limitado a llamarme criatura. No me había molestado demasiado en obligarle a dirigirse a mi por mi nombre, también había encontrado una estúpida sensación de tranquilidad cuando él había tomado un cepillo del cuarto del baño y había comenzado a cepillar mi cabello y después a trenzarlo.

Había sido incómodo pero, estaba demasiado cansada como para oponerme eternamente.

Así que ahí estaba ahora, encogida entre las mantas y abrazada a mi misma, sosteniendo la elaborada trenza que decoraba mi cabello y pensando que quizás ese sentimiento de tranquilidad hubiera venido de un viejo recuerdo, de uno que yo no podía ver ahora pero que estaba segura de que estaba ahí.

¿Rhys habría trenzado mi cabello cuando aún éramos unos niños? ¿Lo habría hecho mi madre?, de eso estaba segura que sí.

No me había parado a pensar en lo que había vuelto a mi después de aquella noche en la que Rhys me había reconocido. Desde que esa grieta se había abierto y los recuerdos había comenzado a escapar de ese gran muro que bloqueaba mi mente.

Sí, recordaba a Rhys y a mi de niños, en su cuarto, en las escaleras, en todas partes sonriendo y corriendo de un lado a otro, a él enseñándome a volar por primera vez, en la noche que me enseñó la oscuridad de los soñadores. Recordaba a mi madre y a mi tejiendo los vestidos que había visto a Feyre vestir, los que yo misma había encontrado en aquel viejo cuarto que ahora podía reconocer parcialmente como mío. Podía recordar cientos de recuerdos hermosos pero...

También estaban ahí unos que no conseguía comprender.

Aquellos en los que no me sentía yo misma si no algo mucho más grande, mucho más peligroso.. Recuerdos donde solo podía sentir frío, angustia y dolor. Llenos de rostros de gente que no conocía, rostros bañados en un horror que jamás había llegado a poder imaginar.

Y todos, dirigidos a mi.

¿Qué es eso tan horrible que había hecho durante trescientos años como para haber recibido esas miradas? ¿qué era en lo que me había convertido?

No podía recordarlo exactamente, solo había niebla, oscura y espesa, casi como una sombra.

Una sombra que reptaba y se desplazaba a mi alrededor...una sombra que yo había sentido antes...una sombra que me llamaba.

Como el palpitar de mi propio corazón.

Me estremecí y casi de un salto me puse en pie.

Un agudo destello de dolor me cruzó las sienes y llevé ambas manos a mi cabeza.

Pum...pum, pum...pum...

El sonido de un corazón a punto de detenerse pero que nunca encontraba un final, uno que aguantaba entre el fino hilo de la vida y la muerte.

Velaris...Velaris...

Un grito de horror se aconglomeró en mi garganta pero no logré liberarlo.

La sombra que yo había visto en Bajo la Montaña, la sombra que me había llamado como si fuera algo que debía encontrar, ya la conocía...

El dolor se esfumó de un segundo a otro, el aire volvió a pasar libre por mi garganta mientras sentía las primeras y últimas lágrimas deslizarse por mis mejillas mientras la paz volvía a regresar tras un segundo de caos.

¿Qué había sido eso? ¿Qué me estaba pasando?

Respiraba con dificultad cuando la puerta se abrió y mis ojos recayeron sobre las figuras detrás de la madera.

El corazón se me detuvo al ver un rostro demasiado familiar, más incluso que el de Eris, que aunque tenía un sutil parecido se distaba mucho de su hermano Lucien. La mujer que entraba en la cabaña delante de Eris era una especie de retrato del propio Lucien, con sus facciones obviamente más delicadas pero con el mismo todo.

El cabello cobrizo largo y liso hasta los codos, este decorado con varios trenzados casi igual de trabajados y complicados como el que Eris había hecho en mi propio cabello. Los ángulos de su rostro eran afilados por la delgadez del mismo, sus labios eran finos y su nariz puntiaguda, quizás esa era la única gran diferencia con su hijo, quien tenía una nariz algo más prominente y redondeada. Seguramente herencia de su padre.

—Criatura —Mis ojos recayeron sobre Eris quien caminaba detrás de la mujer con una mochila o saco, o algo semejante, colgado de su hombro —Esta es mi madre, la Lady de Otoño.

Volvía a dedicar mi atención a la mujer quien ahora deshacía con cuidado el lazo que sujetaba una espesa capa de color vino sobre sus hombros.

El vestido que mostró la caída de la tela que cuidadosamente la mujer recogió en sus brazos era algo que quizás si Morrigan hubiera llegado a ver la haría desmayar de la cantidad de tela que poseía. Ciertamente si la moda de la Corte Otoño era igual a ese vestido, entendía lo que Eris había dicho horas antes.

La tela de color cobrizo cubría desde el cuello, con un entretejido cuidado de color blanco, hasta los tobillos. Era un vestido simple, bastante plano a excepción por varios detalles de encaje en la propia tela del corpiño no demasiado ajustado. Quizás la mayor parte de piel expuesta era la de sus antebrazos, ligeramente visibles a través de las anchas mangas del propio vestido.

—Mi Lady —Tomé la tela del camisón y sin saber bien si era adecuado o no, me incliné ligeramente.

Escuché a Eris reír y rápidamente me levanté sintiendo como la vergüenza se arremolinaba en mi rostro, más concretamente en mis mejillas.

Pero algo se asentó de modo pesado en mi pecho al notar como había una especie de brillo de agradecimiento en los ojos de la mujer.

—Te lo dije antes, criatura, aquí no hay altas ladys —Habló Eris de fondo mientras tomaba la capa de las manos de su madre y la dejaba en el respaldo de una de las sillas que se encontraba alrededor de la única mesa de la cabaña —No necesitas inclinarte.

—¿Por qué no? —Pregunté de manera instintiva —Incluso si no hay altas ladys, ella es una lady.

Eris me miró de soslayó mientras dejaba lo que en efecto era una mochila bastante grande sobre la mesa. No dijo nada, se mantuvo en silencio mientras comenzaba a abrir la propia mochila y sacaba cosas de ella.

—Porque ese título no significa nada, muchacha —Habló finalmente la mujer con una voz suave pero vacía.

Su mirada no estaba realmente en mi a pesar de que sus ojos si estaban fijo en mi figura, estaba en algún punto más allá, como si pudiera ver a través de mis huesos y carne.

—¿Por qué? —Volví a preguntar.

Y ella apreció volver a mí, o quizás, simplemente había visto lo suficiente.

Sus ojos de color cobre escanearon mi rostro y luego se deslizaron por la propia estancia, a pesar de que la luz era bastante nefasta debido a las pocas velas que iluminaban el lugar más allá de la chimenea.

—Siempre ha sido así —Respondió mientras levantaba ligeramente las faldas de su vestido para no tropezarse mientras caminó hasta una de las paredes de la izquierda, justo contrario a donde se encontraba la puerta del baño.

Un sabor amargo bañó mi paladar y se pegó a mi lengua. Mis ojos esta vez fueron hacia el heredero.

—¿Qué es esto? —Pregunté mientras me acercaba a la mesa y observaba el montón de cosas que Eris había traído en aquella mochila.

Había piezas de comida cuidadosamente envueltas, también algunos utensilios como cubiertos y cuchillos pero, lo que me hizo preguntar y llamó mi atención fue un botecito con un líquido blanquecino que él había dejado pegado a él.

—Destructor de sangre —Respondió causalmente.

Abrió los ojos casi con horror.

Ese era el veneno que me arrebataba la magia, y lo había colocado ahí, como si no fuera nada.

—No tienes mejor opción —Volvió a sonar la voz de la mujer —Es lo mejor que puedes hacer por ahora.

Me giré de nuevo para observarla.

Era incluso difícil mantener la mirada, había algo tan pesado, profundo y triste en sus ojos que solo unos segundos bastaba para saber que no me estaba mintiendo. Ella lo sabía por experiencia propia que tomar aquello era lo mejor.

No necesitaba averiguarlo, que incluso si me negaba, si peleaba, iba a terminar siendo callada.

Quizás no por Eris, quizás no por ella, pero si por todos los demás.

—¿Durante cuánto tiempo? —Pregunté con la mirada fija en el frasco.

Fue Eris quien respondió.

—Hasta que hayas mentido lo suficiente.







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