En el armario de Kim •TERMINA...

Da Jhullyhanha

83.2K 7.9K 3.6K

❝A Kim le gustan las chicas y se ha esforzado en mantener ese secreto. Pero ahora que conoce a Lilian, sus se... Altro

💜 Bienvenida 💜
Sinopsis
0. Amberly y Sonia se amaban
1. Kim está en el armario
2. Solo Sandy no piensa con la pantufla
3. Addie no toma las mejores decisiones
4. Lili nunca salió del armario
5. Patrick no entiende a las lesbianas
6. Kim es la compañera de cama perfecta
7. Sandy es una heroína
8. Lili apuesta por un beso de Kim
9. Kim desconoce sus miedos
10. Sandy escucha con el corazón
11. Derek entiende mejor el concepto de relación abierta
12. Lili es una romántica de falsas esperanzas
13. Insomnio de madrugada
14. Kim no está acostumbrada al... calor
15. Diabla sabe coquetear
16. Kim le sostendrá el cabello a Lili
17. Sandy también necesita que la sostengan
18. Samuel tiene un buen instinto
19. Addie llora por todo
20. Alexa no recibe suficientes apapachos
21. Zoe canta hermosas las declaraciones de amor
22. Kim dice estar mejor de lo que siente
23. Rafael, Amelia y su secreto
25. Sandy tiene las mejores ideas
26. Amberly es feliz
27. Kim intenta controlar su propia vida
28. Lili ya había perdonado
Epílogo
Agradecimientos
Nueva novela

24. Lili contó cada día

1.7K 197 66
Da Jhullyhanha

LILI


Regué el agua sobre la décima planta y con la mano libre miré mi teléfono: aún no obtenía respuesta. Mis dos vecinas se habían ido a un viaje con la congregación de su iglesia y me habían dejado encargada de toda la vida de sus apartamentos, es decir, como treinta plantas y cuatro gatos entre ambas. Iba a diario a alimentar a los peludos indiferentes y cada tres días ponía agua en las macetas. Noté que era la segunda vez que daba agua a las plantas y que eso significaba que se cumplían seis días sin saber nada de Kim.

Bueno, sí sabía de ella, no es que se hubiera desaparecido. Sandy, a quien le había escrito al día siguiente de la última vez que la vi, me dijo que estaba bien, así que en realidad eran seis días de ella evadiendo cualquier contacto conmigo.

El primer día no insistí más de dos veces porque asumí que necesitaba seguir procesando el susto que vivió aquella noche con Zoe y conmigo; el tercer día intenté llamarla en diferentes momentos del día, sin obtener respuesta. Al cuarto me limité a escribirle porque la veía en línea, preguntándole si estaba enojada, si necesitaba espacio, si yo podía hacer algo por ella, lo que fuera; no hubo respuesta. Al quinto día solo miré la pantalla con la esperanza de encontrar algún mensaje suyo, cualquiera, pero no pasó.

Ahora, en el día seis, aunque miraba mi pantalla cada tanto, ya no esperaba nada. Ni insistiría más, porque incluso yo, tan enamorada como estaba, tenía mis límites y sabía agarrar una indirecta.

Se lo dije a Zoe cuando nos vimos esa tarde y fuimos por un helado a una heladería pequeña de nuestro vecindario. Ella me escuchó paciente y debió notar la tristeza en mi voz, porque en sus ojos brilló algo de compasión.

—No sé qué decirte, Lili.

—Si ya no quería estar conmigo, nada le costaba escribir un mensaje, pero ghostearme así... Sé que Sandy debe haberle dicho que pregunté por ella, que estaba preocupada, ¿tan poco le importo que ni siquiera merezco unos minutos de explicación?

Zoe lo meditó.

—No sé por lo que está pasando Kim, sé que alguna cosa debe estar sucediendo para que actúe así. Pero en todo caso, no es excusa para que te ignore de esa manera. Nadie merece eso. —Zoe estiró la mano, poniéndola sobre la mía—. Lo siento mucho, Lili. Si quieres puedo intentar llamarla yo o...

—No. Yo ya le pedí a una de sus mejores amigas que le dijera que me llamara, si eso no la convenció, dudo que algo lo haga. ¿Sabes qué es lo peor? Que me siento humillada y horrible, pero quiero que me llame —confesé—, quiero que me diga qué pasó y... y me odio porque en mi imaginación, si ella llega diciéndome que me quiere, le pediré que se quede aunque me esté tratando así. Me siento ridícula.

—Estás enamorada —concretó ella—, que a veces es un sinónimo. —Nos reímos entre dientes, un poco de humor que alivianar la tristeza sobre mi cabeza—. No tengo consejos, la verdad, pero pase lo que pase, puedes contar con mi hombro para llorar o mi oído para escuchar.

Asentí antes de meter otra cucharada de helado a mi boca.

En el día diez, Kim llegó a mi casa.

Abrí la puerta, tropezando con una bolita navideña que se había salido de su caja luego de que mamá las alistara para adornar en cuanto tuviera tiempo —pese a que ya estábamos a pocos días de Navidad— y su imagen me descolocó por unos segundos; me tomó un rato recordar nuestra situación: la última vez que nos vimos me había dicho que me quería, luego dejó de contactarse conmigo por completo.

Pensé en lo que le había dicho a Zoe de que le pediría que se quedara conmigo sin importar qué y me di cuenta ahí, viéndola, que no era así, que estaba enojada y que ese enojo trascendía un poco más que mi amor por ella.

—Kim.

—Hola, Lili. —Su mirada baja, sus manos entrelazadas una con la otra—. Sé que quizás me odias en este momento.

—Me es difícil decirte que no a eso, honestamente.

Mi corazón latía rápido, no sé si por la repentina confrontación o porque tenía ganas de llorar tan elevadas como las ganas de gritarla y las ganas de besarla. Zoe tenía razón: a veces, estar enamorado y ser ridículo son grandes sinónimos.

—Lo siento mucho.

—Me ignoraste —dije, como si ella no supiera que lo había hecho—. Por completo, por más de una semana. Si no es por tu amiga, pude darte por desaparecida. ¿Qué rayos pasa contigo? ¿Cómo me haces eso?

—Necesitaba espacio...

—¿Y crees que yo no te lo hubiera concedido si me hubieras dicho?

Me miró a los ojos, los suyos azules lucían atormentados, culpables, cansados. Pero de algún modo una coraza había rodeado mi pecho, así que no me ablandé por su gesto de evidente autoreproche.

—No actué bien, lo sé, lo siento.

—¿En serio lo sabes, Kim? ¿En serio dimensionas lo que me dolió que me ghostearas? Si quisiera estar con alguien que me pasa por encima y no tiene en cuenta mis sentimientos, me habría quedado con alguna de mis ex.

Sus ojos se aguaron y eso sí me ablandó... solo un poco. Lo suficiente para detenerme a tomar aire y calmarme. Entonces pensé que ahí estaba Kim; es decir, es obvio que estaba, pero me pregunté por qué estaba, ¿era la culpa o era... que me necesitaba? Algo malo podría estar pasándole...

—Perdóname.

Le siguió un silencio a su palabra. Tomé aire, esperando sonar menos agresiva.

—¿Quieres entrar?

Asintió a duras penas y cruzó la puerta, llegamos al sofá de la sala, donde se sentó con timidez, casi con miedo. Mi mamá estaba en la calle en ese momento, de modo que estábamos solas, pero eso solo hacía que el silencio de la casa fuera más pronunciado. Mi mascota, una hermosa gatita que había rescatado tiempo atrás, se asomó, pero al ver a Kim reculó y se perdió por el pasillo.

Pasó un largo rato hasta que Kim empezó a hablar:

—¿Recuerdas que cuando me caí en la calle dije un par de nombres?

—Sí. No los recuerdo, pero Zoe sí los dijo en el hospital cuando tus padres preguntaron cómo estabas.

—Amberly y Sonia.

—Sí, esos.

—Ya sé quiénes son. Amberly era una niñera, Sonia era su novia. —Su frente se arrugó mientras hablaba—. Algo horrible pasó una noche cuando ambas me cuidaban, alguien casi las mata... —Su voz se cortó—, solo porque estaban juntas. Yo lo vi todo...

—Dios mío, que horrible. —Me acerqué a ella en el sofá, ella no dijo nada. Yo seguía enojada, pero me estaba dando la explicación que había querido, así que lo mínimo que podía hacer era escucharla—. Nunca me lo contaste.

—No lo recordaba. Mis padres... hicieron cosas, terapias y otras prácticas para que yo lo olvidara. Pero solo lo olvidé a medias. No las recordaba mucho a ellas, pero el miedo que me provocó ese incidente, se quedó. —Tomó aire y levantó el mentón, buscando mis ojos—. En el pueblo me preguntaste por qué no les contaba a mis amigas que me gustabas aún sabiendo que no me rechazarían. Ahora supongo que es por eso. Me generó un terror tan extremo que me hicieran algo como a Amberly y a Sonia solo por tener una novia, que me cohibí desde adolescente, desde que supe que los hombres no me atraían. He pasado los últimos días dándole vueltas a la idea de que he temido a mi propia orientación porque cuando lo vi de pequeña salió terriblemente mal.

Tomé su mano para intentar consolarla, pese a que algo de amargura aún surcaba mi corazón. Entendía su punto, quería comprenderla y ayudarla, escucharla, pero ¿qué tenía eso que ver con desaparecer por completo de mi vida? Una cosa no tenía que ver con la otra.

—Lamento mucho que hayas pasado por eso —dije—, pero, con toda la empatía que puedo brindarte, no sé qué tiene que ver eso con que me ignoraras de esa forma, Kim.

Kim apretó mi mano, pero desvió la mirada. Sus ojos se perdieron en la mancha de la alfombra y así estuvo un buen rato; no la apresuré, no quería hacer las cosas más difíciles.

—Con lo que pasó aquella noche, más lo que mis padres me contaron al día siguiente... fue como si todos los recuerdos llegaran de sopetón a mi cabeza. Pero en esos recuerdos, los rostros de Amberly y Sonia... son los nuestros. Sé que es mi mente jugándome una mala pasada, sé que es improbable que eso nos pase, pero el miedo está ahí. No te llamé porque cada vez que intentaba hacerlo, la imagen llegaba a mi cerebro y el pánico me taladraba por dentro, pensando que estar contigo es ir caminando hacia esa imagen mental. Es insoportable.

Es curioso pensar en lo complicado que es dimensionar las realidades y los traumas ajenos. Escuchaba a Kim y mi lado empático, mi lado amistoso entendía que estaba pasando por algo terrible, pero a mi lado centrado únicamente en mi realidad le costaba muchísimo creer que algo que pasó en su infancia estuviera incidiendo así en sus emociones y decisiones actuales. Sentía que exageraba, que ella era débil y luego me sentía culpable por minimizar así sus vulnerabilidades. Mi privilegio de estar libre de traumas de la infancia, me cegaba la empatía hacia su situación.

También mi corazón medio roto por sus acciones me impedía ser cien por ciento empática.

—Pero viniste.

—Me costó —admitió—. De hecho, Sandy está en una cafetería acá cerca, me acompañó porque sentí que sola no podría hacerlo.

El tema real de su visita estaba zumbando en el ambiente como un mosquito fastidioso. Ya dicha su excusa, era fácil suponer lo que en realidad había ido a decirme, era lo más lógico, lo que, de cierta manera, había estado esperando porque lo sospeché desde el momento en que nos despedimos junto al auto de sus padres luego de venir del hospital.

Algo no estaba bien y ese algo era el nosotras que habíamos construído.

—¿A qué viniste, Kim? —pregunté, sin soltar su mano, pero sintiendo que se me resbalaba de entre los dedos.

Me miró a los ojos, desolada.

Su mano se movió hasta que pudo alzarla, pidiendo un contacto diferente. Cedí, envolviéndola en mis brazos, aferrándola tan fuerte que sentí que nuestros corazones se fusionaban. Me abrazó con ese tipo de cariño que sabe a despedida. No lo había dicho, pero yo lo sabía con una certeza ardiente en mi corazón. Me separé solo un poco y besé sus labios con suavidad, apretando los párpados, intentando recolectar cada segundo con detalle en mi mente para no olvidarlo. Cuando me separé, las palabras salieron de mis labios:

—Lo nuestro acabó, ¿cierto?

—No estoy lista para amar, Lili, necesito tiempo.

La elección de sus palabras o el dolor en mi pecho, o ambas, hicieron que me pusiera de pie, soltándola abruptamente. Bufé, mirándola desde el otro lado de los sillones.

—Yo no estaba lista para meterme en un armario y lo hice por ti, Kim.

—Lo sé, pero no puedo pedirte más.

—¡No me pediste nada! Yo lo ofrecí porque lo vales, ¿no te das cuenta?

—No puedo darte lo que quieres... yo me daba cuenta, Lili, de lo mucho que querías otro tipo de relación cuando salíamos, lo mucho que deseabas tomarme la mano, besarme y te contenías por mí. No quiero que pases por eso, no...

—Yo cedí por ti —insistí—, porque eso es lo que hace el amor, ceder, complementar. Te quería a mi lado y si eso implicaba...

—Ese es el problema —interrumpió—, que yo no sé lo que quiero en este momento. Mi corazón y mi mente están en un punto de confusión, en una enredadera que necesito resolver antes de que alguien entre y lo sufra conmigo.

Cerré los ojos, adolorida de mirarla, de escucharla.

Quería pedirle que se quedara, que buscáramos una solución, que me dejara ayudarla... pero mi orgullo no me lo permitió. Haber escuchado antes varios discursitos del tipo "nadie puede verme contigo", "lo nuestro debe ser un secreto", "bien, pero no le digas a nadie", "creo que en realidad sí me gustan los hombres y solo experimentaba" me habían endurecido lo suficiente para no rogar en donde no me querían, independientemente de las razones.

No podía exponer más mi corazón de esa manera.

—Debiste pensarlo antes de meterte en los míos. —Abrió la boca para replicar, una lágrima en su mejilla izquierda—. Deberías irte, Kim.

Cerró la boca, se puso de pie, me miró en silencio varios segundos. Desvié primero la mirada, deseosa de no tener que verla más. Ella avanzó para llegar a la puerta, cuando pasó a mi lado, se detuvo.

—Perdóname, Lili.

No le respondí ni la miré. Ella aguardó un poco pero finalmente retomó el camino, escuché la puerta cerrarse y solté el aire que había estado conteniendo.

Mis ojos estaban secos, lo cuál me extrañó, mi mente entró en un sopor, en una quietud inesperada. Me dejé caer en el sillón de nuevo, la mano que había sostenido la de Kim me cosquilleó un rato y cerré los ojos, como si necesitara un poco de tiempo para enfrentar esos últimos minutos, como si una parte de mi pensara que había imaginado esa visita de Kim, que en realidad no había sucedido. Pero sí había sucedido. Sí había estado ahí... y sí había roto mi corazón.

Recordé que días atrás le había dicho, con el corazón enamorado, que no dejaría que huyera de mí. Quise reírme de eso en ese momento de mi ingenuidad enamorada; sabía ahora que no podría haberla detenido, no podría haberla aferrado, porque ella ya me había dejado ir mucho antes de que yo me diera cuenta. 

Esa iba a ser una horrible Navidad.


Continua a leggere

Ti piacerà anche

318K 20.3K 28
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...
18.5K 2.7K 45
Esta es la secuela de "La guerrera durmiente: la maldición." La primera parte está terminada en mi perfil. *** Casi siete meses después de caer...
57.9K 4.5K 50
Ella era un completo caos. Todo por donde pasaba quedaba destruido, y eso la destruía también a ella. Era un pequeño rayo de luz que quemaba y destru...
74.2K 7.1K 26
Eliza Jones y Stella Lambert son el prototipo de: "personas correctas en el momento equivocado", pues sus vidas habían coincidido en preparatoria, cu...