El verde de mi primavera ♡ Cy...

By reazurah

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A Cyno nunca le había llamado la atención el color verde. Le parecía insípido; no era bonito, y mucho menos... More

zero
capítulo uno
capítulo dos
capítulo tres
capítulo cuatro
capítulo cinco
capítulo seis
capítulo siete
capítulo ocho
capítulo nueve
capítulo diez
capítulo once
capítulo doce
capítulo trece
capítulo catorce
capítulo dieciséis ♡ xiaoven
capítulo diecisiete
capítulo dieciocho
capítulo diecinueve
capítulo veinte
capítulo veintiuno
capítulo veintidós
capítulo veintitrés
capítulo veinticuatro ♡ primera parte
capítulo veinticinco ♡ segunda parte
capítulo veintiséis
capítulo veintisiete
capítulo veintiocho
capítulo veintinueve
kavetham ♡ treinta
capítulo treinta y uno
capítulo treinta y dos
capítulo treinta y tres
capítulo treinta y cuatro
capítulo treinta y cinco
capítulo treinta y seis
capítulo treinta y siete
capítulo treinta y ocho
capítulo treinta y nueve
capítulo cuarenta
capítulo cuarenta y uno
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capítulo cuarenta y tres
capítulo cuarenta y cuatro
capítulo cuarenta y cinco
capítulo cuarenta y seis
kavetham ♡ cuarenta y siete
cuarenta y ocho
cuarenta y nueve
cincuenta
cincuenta y uno
AVISO

capítulo quince

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By reazurah

Tras lo sucedido con su exnovio, Tighnari había evitado salir por otro motivo que no fuese ir a la universidad. E incluso sus viajes hacia aquel lugar resultaban desesperantes; siempre terminaba fuera del autobús una parada antes. Necesitaba respirar aire fresco para poder tranquilizarse.

Ese día no había sido una excepción. El autobús iba lleno de personas, y él no podía dejar de pensar en Dottore. ¿Y si de repente subía al mismo autobús que él? ¿Y si se lo encontraba al bajar en su última parada...? Con todos estos pensamientos en mente, Tighnari tuvo que bajar en su penúltima parada. Tal vez, lo mejor era ir andando.

Mientras paseaba lentamente a lo largo del centro, camino a su universidad, no pudo evitar pensar en la cantidad de tiempo que había pasado desde su última conversación con Cyno. ¿Cuándo había sido la última vez que lo había visto? ¿Por qué últimamente no iba a tocar música al centro?

Sin embargo, esa mañana, tras mucho tiempo extrañando su música, una dulce melodía viajó hacia él. Tighnari supo de inmediato que esa era la guitarra de Cyno. Y efectivamente, cuando miró al lugar donde el artista siempre se encontraba, la figura del mejor amigo de su hermana lo recibió dócilmente.

Sus pasos se dirigieron inconscientemente hacia aquel lugar. Cyno siguió inmerso en su mundo, sin ser consciente de la persona que caminaba directamente hacia él.

—Buenos días, Cyno —en un descuido, el mencionado dio un toque incorrecto en el instrumento y produjo un sonido algo desagradable. Su mirada chocó con la de Tighnari. No esperaba esa repentina interrupción.

—¿Tighnari...? ¿Necesitas algo?

—No realmente... Simplemente quería hablar contigo —cuando su exnovio mencionó el bullying que le hacían a Cyno en el colegio, algo en él dolió. No es que fuera especialmente unido al mejor amigo de su hermana, pero era consciente de lo importante que este joven era en la vida de Collei. Tal vez, por ese motivo le había molestado tanto saber que Dottore lo había atormentado durante su infancia.

—¿No tienes prisa? —Tighnari negó.

—No... De hecho, ¿qué te parece si vamos a desayunar juntos? Creo que paso de la primera hora —la expresión del artista cambió repentinamente.

—¿Qué? Eso no suena a algo que tú dirías. Pareces este típico alumno que va a la universidad hasta con un trancazo del carajo —el estudiante de bioquímica soltó una carcajada. Cyno se sintió satisfecho, Tighnari tenía una risa muy agradable al oído. También una sonrisa bastante bonita, por cierto. Todos sus sentidos se relajaban gracias a él.

—¿No es eso muy exagerado? También soy humano, puedo saltarme algunas clases de vez en cuando —Cyno introdujo la guitarra dentro de su funda. El viento sacudía su cabello. Resultaba tan molesto que al final tuvo que recogerlo con una pinza.

—¿Y qué me dices de faltar toda la mañana? —Tighnari alzó una ceja. El joven frente a él se encogió de hombros mientras recogía su cabello.

—¿Me estás sugiriendo que no vaya hoy y me quede contigo?

—Puede.

—En ese caso, acepto. Estoy harto de la universidad, te lo juro —y la amenaza de su exnovio todavía alteraba su corazón. No se sentía seguro en ningún lugar, incluida su universidad, por donde solía pasarse con bastante frecuencia, consciente del temor que su presencia infundía en Tighnari.

—Yo también. Pero al menos estoy en artes, lloro y luego lo disfruto. Depende del día —de repente cubrió su rostro con una mano—. Hostia, qué feo ha sonado eso. Te juro que no hablaba de follar —Tighnari no pudo evitar reír otra vez.

Todas las personas que conocía sabían acerca de su antigua relación. Por eso mismo eran excesivamente precavidas a la hora de hablar, evitando a toda costa chistes de doble sentido o incluso comentarios directos que hablasen sobre el sexo.

Sin embargo, Cyno había dicho esto con toda la naturalidad del mundo. Y Tighnari pudo sentirse como un ser humano normal, como alguien a quien por fin le permitían escuchar sobre un tema "tabú".

Aunque tenía malos recuerdos de todo lo sucedido, Tighnari no dejaba de ser un adulto bien consciente de su propia situación. Estuvo atrapado en una relación tóxica, fue forzado a hacer cosas que no quería. Pero todo había pasado. Y él quería volver a sentirse incluido en algún lugar. Quería ser un universitario como otro cualquiera y hablar de todos los temas (que en un pasado le atormentaron) con la misma naturalidad que el resto.

—Ya que estamos, ven conmigo. Aquí cerca hay un pueblo muy bonito.

A pesar de que Cyno estaba emocionado, el peso de su guitarra no pasaba desapercibido. Por eso mismo dudó antes de andar.

—Oye, no te pases mucho, que llevo la guitarra y pesa un huevo.

—Mierda. Pensaba llevarte al barrio en cuesta que hay por aquí cerca. ¿Cómo se llamaba? Aaah, no recuerdo —golpeó la palma de su mano derecha con su puño izquierdo.

Cuando era un niño, su madre amaba llevarlo a todos los lugares posibles. Como no podían permitirse viajar mucho, la mujer solía mostrarle todos los rincones de su ciudad, le contaba mil historias y leyendas, le mostraba con la ilusión digna de una adolescente cada jardín, cada monumento, cada edificio. Y Tighnari amaba escucharla, amaba ver sus ojos centellear al observar cada lugar. El alma de su madre era pura. Era obvio que la mujer agradecía cada día que vivía, disfrutaba cada momento e incluso intentaba encontrar la belleza en la monotonía de su vida.

Tras un rato observando a su acompañante en silencio, Cyno decidió hablar.

—No te preocupes por eso. Tampoco por el peso de la guitarra. Llévame a donde quieras, yo te seguiré.

Cyno había comprendido que a Tighnari realmente le hacía ilusión llevarlo a este lugar.

No comprendía por qué. No es que el hermano de su mejor amiga fuese especialmente unido a él. Sin embargo, si él quería, Cyno haría lo que fuese.

Especialmente tras ver esa emoción en su mirada.

—¿Por qué quieres ir allí? —para evitar el ruido de la multitud, ambos se adentraron en un callejón. Una persona en bicicleta pasó junto a ellos y estuvo a punto de chocar contra Cyno, quien apretó la camiseta de Tighnari, algo asustado. Su acompañante simplemente sonrió.

—Me recuerda a mi madre. Y siempre he querido llevar a alguien conmigo, pero me daba demasiada vergüenza pedirlo —confesó.

—¿Y no te ha dado vergüenza pedírmelo a mí? —Cyno ladeó su cabeza, curioso. Si le daba vergüenza decírselo a personas en las que confiaba, ¿qué había de él, que era casi un desconocido?

—No. Algo en mí me dice que puedo confiar en ti —al final del callejón se encontraba una enorme plaza. En el centro había una pequeña y antigua fuente, cubierta del moho que la humedad había provocado. El agua que expulsaba era cristalina y resplandecía bajo la luz del sol, que ese día era libre de las nubes que normalmente opacaban su grandeza—. Además, tampoco somos especialmente unidos. Si alguno la caga, puedo bloquearte y cambiar la ruta mañanera.

—Sigo siendo el mejor amigo de tu hermana —le recordó mientras caminaba junto a él. Su mirada inspeccionaba el lugar con curiosidad: había una enorme ristra de casas que ascendían junto a los escalones que formaban una cuesta. Estos eran anchos y pétreos, probablemente peligrosos durante los días de lluvia.

En cada casa había miles de macetas llenas de flores coloridas, plantas tan grandes que asomaban por encima de los balcones, celosías que embellecían cada rincón. Los edificios eran tan coloridos como las flores, con sus tejados tan abiertos como dos brazos anhelantes por un amante, probablemente repletos de flores aromáticas que abrazaban a cada individuo que subía a tomar un descanso del mundo, disfrutando de la soledad mientras descansaban sobre una cómoda hamaca que había sido renovada recientemente.

Este ambiente suscitó cierta paz en el interior de ambos universitarios, quienes sentían que necesitaban un descanso de sus propias vidas. Darían lo que fuera con tal de pasar un tarde en silencio, disfrutando del aroma de las flores y tumbados, sin ninguna preocupación.

—Eso no me detendría —juntos, empezaron a subir escalón por escalón. 

Cada ocho escalones siempre había un descansillo que los habitantes habían decorado con lavandas. Cuando Tighnari se sintió algo cansado, se detuvo en uno de estos descansillos y aprovechó para acercarse a oler las flores.

—A mi madre siempre le ha encantado el olor a lavanda —comentó—. Cuando era niña, ella vivía en este lugar, así que es bien conocida por la zona. Cuando fue ingresada en el hospital por culpa del cáncer, los habitantes pusieron estas lavandas en su honor, esperando que algún día ella pudiera volver a subir estos escalones y disfrutar en cada descansillo. Porque el cáncer debilita muchísimo a una persona, y todos son conscientes de que ella necesitaría tomar muchísimos descansos —Tighnari suspiró—. Cuando finalmente le dieron el alta, ella fue incapaz de venir. Y ahora que vuelve a estar ingresada, no ha podido disfrutar de esta experiencia.

Cyno se acercó y se puso en cuclillas a su lado, cerrando sus ojos para poder percibir el olor a lavanda con mayor precisión. Su acompañante giró la cabeza ligeramente para poder ver su rostro. Incluso sintió cierto regocijo en su interior al verlo sonreír.

—A mi abuela también la encantaba. Seguro que hubiera amado este lugar —murmuró.

Por un momento, Tighnari ansió el contacto de Cyno. Un simple roce de sus manos hubiese sido suficiente para hacerlo sentir satisfecho. Comprobar que esta persona realmente se encontraba junto a él era lo único que necesitaba.

Porque nadie en su vida lo había escuchado con atención. Nadie se había molestado en acercarse a él para disfrutar de algo que él amaba, solo para hacerle saber que estaba interesado en todo lo que le estaba contando.

—Mi madre también amaría ver en persona lo que sus antiguos vecinos han hecho por ella. Pero como hace tiempo que no puede salir del hospital, yo mismo se lo mostré y le llevé una lavanda para que disfrutase de ella lo poco que su vida durase —un pinchazo atormentó a su pierna derecha al levantarse. A pesar de pasar todo el día dando vueltas, tanto fuera como dentro de su hogar, su cuerpo mal alimentado era incapaz de soportar estas cuestas tan agotadoras.

—Tan efímera y delicada como nuestra propia vida. Es irónico lo mucho que los humanos nos asemejamos a las flores —la sonrisa que Tighnari mostró fue algo extraña.

—¿Todos los estudiantes de artes sois así de deprimentes?

—¡Qué va! De hecho, no es deprimente. ¿No te parece hermoso? —un destello embelleció por un instante la intensa mirada de Cyno—. Aunque nuestra vida es compleja, en el fondo no somos más que un ramo de flores. Un día una perecerá, y el resto seguirá formando parte del ramo como si nada hubiese sucedido. Aunque extrañarán a su compañera perdida, seguirán creciendo y volviéndose cada vez más hermosas —por cada paso que daban, ambos subían un poco más. En los descansillos debían dar un paso adicional, aunque a ninguno parecía importarle—. Es extraño, pero nuestra vida nos ha sido otorgada para que un día la perdamos. Es agobiante. Yo mismo he sufrido por esto. Pero al final, todo forma parte de la vida.

—Y aun así te atreves a calificar este suceso como hermoso —Tighnari sentía sus piernas doler. Su cuerpo ya no era como antes. Su acompañante notó esto y sugirió tomar un descanso.

—El ciclo de la vida no cambiará solo porque niegues su belleza o aceptes su horror. Es doloroso, aterrador. Pero por más que sufras, no cambiará —tomó asiento en el escalón que seguía al descansillo, invitando a Tighnari a sentarse junto a él—. El que vive preocupado por marchitar, nunca se centrará en su florecimiento. Lo que me parece hermoso es que nosotros seamos tan similares a las flores. ¿No sientes que cada día estás creciendo? Creces junto al mundo, y cada día eres más precioso —rezó para que su indirecta pasase desapercibida.

Entonces, su acompañante sonrió con sinceridad. Sus dientes, no perfectos, pero tampoco imperfectos, decidieron mostrarse ante él sin vergüenza alguna. El estudiante de bioquímica simplemente quiso comunicarle su felicidad sin palabras, importándole poco, por primera vez en mucho tiempo, su aspecto físico.

—Yo, que temía ser juzgado por mi forma de pensar... Y resulta que eres tan extraño como yo —Cyno sonrió con dulzura, gozando de la sensación de calidez que el sol les ofrecía. El suelo empedrado dañaba su mano, pero poco le importaba ese pequeño detalle.

Después de todo, estaba viviendo. Y eso era lo que importaba. Iba a vivir a pesar de las penas, a pesar del dolor. Todo formaba parte de la vida, y en ese momento, Cyno se sintió capaz de soportar todo esto. Fue una elevación de sus ánimos repentina, que surgió de una felicidad imposible de controlar, una que llenó su corazón por un momento, y lo hizo sentirse bien con su vida durante un tiempo tan efímero como el éxtasis de un niño que acaba de recibir su tan ansiado juguete.

—Me gusta ir en contra de la sodicead. Tal y como seimpre he hecho —suspiró. Tighnari contuvo la carcajada que amenazó con escapar—. Siempre mui fal visto, y en su momento me odié. Pero he descubierto que he nacido para florecer siendo extraño. Porque vengo de una familia inmigrante, porque pienso de una forma distinta.

Y la felicidad de Tighnari desapareció repentinamente. Porque la voz de su exnovio al contar las cosas que le hacían a Cyno cuando era tan solo un niño volvió a sonar en su mente, tan nítida como la imagen de la persona que tenía junto a él.

—¿Estás bien? Te has puesto pálido de repente —Cyno frunció su ceño, preocupado.

—No te preocupes, son cosas tuyas —el joven se puso en pie y estiró sus brazos—. Sigamos. Hay mucho más por ver.

Entre conversaciones y paseos, ambos perdieron la noción del tiempo. Disfrutaron al corretear como niños pequeños a lo largo de los enormes escalones que conformaban las calles del barrio, echándose a reír a carcajadas cada vez que Cyno caía (pues parecía inmune al daño y siempre hacía bromas) y descansando cada vez que el débil cuerpo de Tighnari rogaba por algo de tranquilidad.

Antes de darse cuenta, ya eran las tres de la tarde. Tighnari había perdido todas sus horas de clase, y el artista debía prepararse para comenzar con las suyas. Afortunadamente, ambos tenían dinero para poder almorzar fuera, y Cyno no debía volver a su hogar en busca de sus materiales, pues últimamente estaba dejándolos en la facultad. Aunque, eso sí, sería algo molesto tener que cargar con la guitarra durante todo el día.

—¿Dónde te gustaría comer? —Tighnari desvió su mirada, algo inquieto. No le gustaba mucho comer fuera de su hogar, pues le apenaba demostrar que su cuerpo era incapaz de aceptar correctamente la comida. Sin embargo, sabía que no tenía otra opción, pues sería muy tarde para almorzar si decidía regresar a su hogar.

—No me importa. Elige tú —Cyno frunció el ceño.

—¿Seguro? No sé lo que te gusta, no quiero elegir un sitio y que luego no comas bien por mi culpa —«No lo haré ni aunque elija yo», pensó el joven. Pero en lugar de expresar lo que pensaba en voz alta, inventó una pequeña mentira. Algo que no haría daño a nadie y sería suficiente para convencer a Cyno.

—En serio, no te preocupes. No tengo mucha hambre, de todas formas —su acompañante realmente pareció darle vueltas a lo dicho. Tras permanecer de pie en su lugar durante un largo rato, Cyno volvió a hablar.

—Hay un bar por aquí cerca que puede ser agradable. Es muy bueno y tiene platos ligeros. ¿Te parece bien ahí? —Tighnari asintió tímidamente.

—Si a ti no te molesta...

—¡Claro que no! ¿Por qué debería molestarme? —al ver que comenzaba a caminar cuesta abajo, Tighnari se puso en pie y bajó tras él. Como había pasado más de media hora sentado, sentía su cuerpo en mucho mejor estado que antes, ya agotado tras tantas carreras y juegos—. Si vamos a un sitio a comer, es para que lo disfrutemos ambos, no solo yo.

A Tighnari le apenaba un poco pensar que él realmente sería incapaz de disfrutarlo. Hacía tiempo que el comer se había vuelto un simple método de supervivencia y cada vez le costaba más hacerlo. Y todo por el simple hecho de que su físico se veía afectado.

Ciertamente, no quería verse influenciado nunca más por todo lo que su exnovio le había hecho en un pasado, pero era inevitable que tuviese que cargar con algunos dolores. Podían pasar años, pero la herida tan profunda que ese hombre había dejado en su corazón no sanaría con tanta facilidad. Iba a ser difícil; o más bien, estaba siendo difícil.

—Veo que te gusta comer.

—Más que a un tonto un lápiz. Comer me ayuda a distraerme de mis propios pensamientos, y es uno de los mayores placeres de la vida —Tighnari sintió cierta envidia. En un pasado, él solía ser igual. Ahora solo le quedaban los problemas alimenticios que su exnovio se había encargado de dejar en él—. Por cierto, Tighnari. Come sin miedo. Estoy contigo para pasar el día, no para encontrar motivos para criticarte.

El joven lo miró con los ojos bien abiertos, aturdido. No esperaba esas palabras, mucho menos de alguien que era casi un desconocido para él.

—Fue Collei, ¿verdad? —su tono de voz lo hizo sentirse avergonzado. No quería sonar tan descortés; simplemente le resultaba vergonzoso saber que Cyno conocía ese lado de él. 

—Tampoco la culpes. Me enteré antes de conocerte en persona. Hablabas con ella por teléfono mientras estaba delante de mí, ¿sabes? —la sonrisa de su acompañante fue tan sincera que Tighnari se sintió seguro a su lado. Incluso olvidó ese pequeño descuido que lo atormentó durante los segundos en silencio que hubo tras sus palabras—. Pero tampoco te preocupes. ¿Por qué crees que voy a juzgarte por todo? —hizo una corta pausa—. No nacemos ni nos desarrollamos siendo perfectos. No soy quién para juzgarte. Así que anima esa cara, pon la sonrisa que tenías mientras jugabas conmigo como si ambos fuésemos un par de críos y disfruta de la comida. Que para eso estamos en este mundo.

Y aunque Tighnari fue incapaz de cumplir con todas las peticiones de Cyno, al final, ambos se sintieron satisfechos. Porque habían dado el segundo paso, y ahora ambos... Podían considerarse amigos. 

Porque la confianza comenzaba a nacer, y eso solo podía significar algo bueno.

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