—Con esa voz que tienes parece que te has fumado tres porros antes de venir —la noche apenas comenzaba y los tres ya tenían una cerveza frente a ellos, con un plato de acompañamiento colocado justo en el centro para que estuviera al alcance de todos.
—Joder, es que tengo un resfriado del carajo. Me duele hablar —lanzó una mirada asesina a Heizou, quien soltó una carcajada.
—E incluso así estás tomándote una cerveza helada. Hay que tener cojones —Aether tomó un trozo de queso y lo llevó a su boca.
—Habló, el que era capaz de tomarse dos tarrinas de helado al completo estando resfriado —había dos cosas que Heizou jamás olvidaría de su experiencia viviendo con Aether: que era un cagón y que los resfriados nunca eran un impedimento para comer y beber cosas heladas.
—Y sigo siendo capaz —lo señaló con su dedo índice.
—Ya, igual que seguirás cagando diariamente.
—Sí. Y fíjate, el otro día tuve diarrea. Cagué ocho veces —Aether podía parecer una persona seria. Sin embargo, siempre que se tocaba este tema, toda seriedad y profesionalidad desaparecía de golpe.
—Eres un puto animal —intervino Cyno—. ¿Quién coño cuenta las veces que caga?
—Pues yo —se cruzó de brazos—. Bueno, que estamos comiendo. ¿Qué tal os está tratando la vida?
—Estoy agotado emocionalmente —se apresuró a responder Heizou—. Cada día debo retener mis impulsos animales al ver a Xiao y Venti actuando como unos ositos amorosos. Y la empresa nos está presionando un montón —le dio un trago a su cerveza antes de terminar—, pero al menos la he puesto. Después de dos años de relación, la he puesto.
—¿La has puesto o te la han puesto? —preguntó el rubio.
—No te gustaría saber.
—Me da a mí que ambas —comentó Cyno. Heizou soltó una fuerte tos.
—Demasiada información.
—Está bien, ambas —acordaron sus acompañantes.
—Y bien, ¿Cyno? ¿Qué hay de ti? —Heizou intentó desviar el tema de conversación. Su amigo dejó escapar un suspiro.
—Fatal.
—No vale decir que es por el resfriado —¿Tan solo llevaba una cerveza y ya estaba borracho, o Aether era tan pesado por naturaleza?
—Qué va. Mi vida es deprimente. Aunque he conocido a un chico de la facultad de Bioquímica que me llama la atención —quiso contar uno de sus chistes malos para relajar el ambiente, sin embargo, no fue capaz de sacar nada.
De todas formas, tenían toda una noche por delante. No tenía que preocuparse por eso ahora.
—Ve soltando información —exigió Heizou. Aunque Aether también parecía interesado. Vaya, mala idea la suya.
—Pues, eso. Ya sabéis que desde hace tiempo toco la guitarra en el centro —ambos asintieron—. Pues un día lo vi entre la multitud y me llamó la atención. Entonces comencé a verlo cada día y se convirtió en mi motivo para seguir yendo.
—Aquí tenemos a Cyno... No me sé tus apellidos, así que te pondré Cebolla —Aether aclaró su garganta—. Aquí tenemos a Cyno Cebolla, un monstruo, una bestia, el protagonista de un fanfic malísimo de Wattpad, que se enamora de un ser de luz y tienen una hermosa historia de amor que lo salva de su oscuridad.
—Cyno, nuestro lobo favorito.
—Si algún día miro para abajo, será para ver cómo me la chupan —en una reunión de simios, tu única forma de sobrevivir es volverte parte de ellos. Esta era una lección que su propio padre (un gorila) le había enseñado cuando era niño.
—Si no eres tú el que la está chupando —Heizou lo señaló con su dedo índice.
—No creo. No me veo capaz.
—Probablemente se atragantaría —habló Aether tras darle otro sorbo a su cerveza.
—Aether, esta es la primera y la última. Te tomas otra y sufres un severo daño cerebral —advirtió Cyno.
—Qué va, el daño ya está hecho. Que beba lo que quiera.
—Hablando de daños cerebrales, ¿quién quiere una ronda de chistes?
—Nadie. NADIE —respondieron ambos al unísono. Sin embargo, nada detuvo a la bestia de los chistes malos.
—Esto es un huérfano que entra en el Telepizza y le preguntan: "¿Qué quieres, niño?" y el niño contesta:..
—No ese, por favor. Por favor, ni se te ocurra seguir. Cállate, cállate —Aether cubrió sus orejas con ambas manos. ¿Cuántas veces había escuchado ya ese chiste? Y eso que había visto pocas veces a Cyno.
—... "dos familiares". Le vuelven a preguntar: "Chaval, ¿tú estás hablando de pizzas?" y él contesta que no: "Yo estoy hablando de espacio" —hizo una corta pausa, deleitándose al escuchar las quejas de sus acompañantes—. Luego entra una serpiente restando "5-2= 3, 3-1= 2" y le dice al encargado: "Encargao', ¿usted desde cuándo espera?" Y dice el encargado: "No, es piña, ¿no ves que es hawaiana?"
—Cyno, como sigas costando ese chiste de mierda...
—Y le dice el encargado al niño: "Oye niño, ¿tú has venido en moto?"
—Para, por favor.
—Entotonces, dice el chaval: "No, yo he venido andado, solo..." "Ah, pues como tienes ahí el pitón". Y dice la serpiente: "Eh, eh, eh, eh, que yo no soy una pitón, yo soy una cobra".
—Te juro que como termines este chiste vas a acabar echando la cerveza por la nariz —amenazó Heizou. Aunque a Cyno no le importó. Nada iba a a detenerlo ahora.
—Y dice el encargado: "Hostia, una serpiente que habla" Y dice la serpiente: "Hostia, ¿pues no sé restar?" —sus amigos ya estaban agonizando. Habían escuchado ese chiste mil veces.
La primera vez fue gracioso. La segunda, ya no tanto. A la tercera, los calzoncillos de Cyno acabaron colgados en el balcón de la casa de Aether.
Eso sí, algo debían decir a su favor: Cyno era bastante "bueno" contando chistes. Al menos se molestaba en hacer expresiones y cambiar su voz y acento.
A pesar de que no pensaba admitirlo, es cierto que Heizou dejó escapar una pequeña carcajada.
—Cyno, creo que eres tú el que debería dejar de beber —Aether se sintió ofendido al recordar que alguien así acababa de decirle algo tan ofensivo. Cyno sonrió.
—Ni de coña.
♡
La cena fue de todo menos tranquila. Entre Cyno contando chistes malos, Aether hablando sobre mierdas de vez en cuando y Heizou contando acerca de crímenes y asesinatos, nada podía ser tranquilo.
Al final, los tres acabaron en un karaoke que quedaba de esquina. Sus voces estaban tan inestables que eso parecía más el canto de un gallo. Tenían los sentidos completamente bloqueados por el alcohol, y una extraña adrenalina les recorría el cuerpo.
Hacía tiempo que Cyno no se sentía así. Era una felicidad extraña, ofrecida por una sustancia que no debería estar consumiendo por su propio bien. No obstante, era una noche especial.
Por eso mismo, ahora se encontraba tirado en el sofá de un establecimiento que solía visitar con sus amigos cuando era adolescente, con el micrófono colgando mientras sus dedos sujetaban con desgano su cable. La voz de Aether, no tan bonita como sonaba en sus conciertos, le estaba provocando una jaqueca ciertamente insoportable.
Y lo peor era que Heizou no dejaba de unirse a la fiesta, y sus gritos hacían eco dentro de la colorida habitación.
—¡Culo, canta, no seas soso! —le gritó Aether, intentando que su voz sonase más fuerte que la propia música. Cyno no pudo evitar quejarse.
—¡Ni de puta coña! Olvidaos de mí, ya no funcionaré por el resto de la noche. Solo sirvo hasta la una, después reinicio el sistema —hizo un gesto de desinterés con la mano.
—Claro, primero viene la diarrea verbal y luego el cansancio. Si no contaras tantos chistes, tal vez tu cerebro tendría algo de espacio para disfrutar el resto de la noche —Heizou se burló de él.
—Cállate, cantante profesional. Parece que estás berreando.
—En un karaoke hay que buscar la diversión. ¿Para qué cantar bien? Ya sé que tengo una buena voz y tal, pero no por eso tengo que ser serio todo el tiempo.
—Tú no eres serio nunca —añadió Aether.
—Tú calladito —el rubio sonrió y tomó sus manos.
—Venga, que suena la del Titanic. Vamos a vivir el momento.
—Ay, dios mío —mumuró el universitario en su lugar.
Por lo visto, el karma existía.
Y para colmo, al día siguiente se levantaría (si es que era capaz) con la mayor resaca de su vida.