Ayuda! Reencarné en la Rata!

Por NithranielSylvan

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Mariana cumple su sueño de escaparse de Latinoamérica al casarse con el japonés que conquistó su corazón. Per... Más

Buenos días, estrellitas! La tierra les dice hola!
ESTO no era lo que yo quería! (1)
Es mi historia ahora (2)
Aparece el Emperador (3)
No tan astuta (4)
Cuántos problemas más voy a tener!? (5)
Sospecha (6)
No soy su Reina (7)
Pensamientos (9)
Haciendo de una pulga un oso (10)
SE BUSCA A NAVIERLED
Revelación (11)
Inauguración (12)
Caos (13)
Solo quiero almorzar en paz! (14)
Visita nocturna (15)
Infierno (16)
Mentiras y justicia (17)
Vidas entrelazadas (18)
Mejor me quedaba muerta (19)
Resolución (20)
Las piezas caen en su lugar (21)
Cambiando el destino (22)
Ya no quiero más eventos canon... (23)
Súplica de un mensajero (24)
En mantenimiento
Sufrir por gusto (25)
Descubrimientos (26)
¡Anuncio importantísimo!
Más relleno que Naruto (27)
Cambiar las tornas (28)
Una puerta se cierra, una ventana se abre (29)
En movimiento (30)
Una de cal y una de arena (31)
Las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas (32)
Referencias
Merecido descanso (33)

De mal en peor (8)

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Por NithranielSylvan

—Yo... Eh...

Me di media vuelta, preparada para salir corriendo. Heinrey (O Reina?) saltó de la rama. El sonido que hizo era igual a cualquier otra ave, pero para mis sentidos exacerbados por la adrenalina, se escuchó como si un jet militar se dirigiera hacia mí a toda velocidad.

El golpe en la espalda llegó como si me hubiera alcanzado un rayo, y caí bajo el peso del príncipe heredero. Una de sus manos aferró mi garganta y la otra tapó mi boca.

Cierto.

Heinrey era un poquito psicópata cuando no eras Navier.

Las lágrimas saltaron de mis ojos por la impresión y de mi garganta brotó un gemido de dolor que se estranguló al instante. Aferré la mano que apretaba mi cuello con las mías, en vano. Era como una tenaza de hierro. Sentí mi cara ponerse roja por la sangre. Forzó mi cuello y espalda para acercar mi oído a su boca, y estuve segura de que algo en mi columna hizo "pop!" al salirse de lugar.

—Voy a soltarte la boca lentamente, y si haces un sonido apenas más alto que un susurro, te parto el cuello. Quién mierda eres?

Como prometió, mi boca quedó libre. Boqueé en busca de aire por unos segundos.

Heinrey estaba a horcajadas sobre mi espalda baja, aplastándome contra el suelo. Eso y la presión de su mano en el cuello estaban a punto de desmayarme. Pareció darse cuenta, porque aflojó su agarre lo suficiente como para que el aire fluyera con más facilidad. Aún así, mi respiración se escuchaba ronca, como la de alguien agonizando.

—Responde. —Su voz era helada. Nada que ver con el príncipe encantador y carismático que presentaba en sociedad.

—Soy... Soy Rashta. Una invitada del Emperador Sovieshu. —Susurré. Mi voz sonó rasposa y dolía hablar.

La imagen de un ave de presa sobre una liebre blanca cruzó mi cabeza. Tenía que hacer algo, lo que fuese, o mi vida iba a terminar otra vez.

'Inari...' Rogué. Una idea se materializó.

La liebre en mi mente casi triplicó su tamaño, sus orejas se achicaron y su cola se alargó. Ahora convertida en zorro, mostró los colmillos. Iba a ir a todo o nada.

—Si me hace algo, mis... Mis contactos le contarán todo sobre las piedras que roban el maná que tiene desparramadas por el Imperio. —Heinrey se congeló. Volteé la cara lo suficiente para verlo de reojo. Sus facciones eran tan hermosas y frías que daba escalofríos.

Por un segundo, creí que mi mentira no había calado. Me esforcé por parecer tranquila y segura de mi misma. Claramente mis contactos le contarían al emperador. Oh, sí. Esos contactos. Mis contactos. Los que definitivamente tengo.

Su mano se aflojó levemente. Eso es, Heinrey, cae en la trampa.

—Esas son mentiras. —Dijo, con el principio de una sonrisa curvando sus labios.

—Apostamos? —Me las arreglé para mostrar una expresión cínica. —Sabemos que planeas iniciar una guerra contra el Imperio usando a la Emperatriz. Esto también lo sabrá el Emperador. En realidad, tu cruzada nos da exactamente lo mismo. —Sí. Nos. Somos muchos los que lo sabemos. Ajá. —A mí, personalmente, lo único que me importa es sobrevivir el tiempo suficiente para morir de vejez. Solo vine por curiosidad, para ver en persona a quien planea destruir el Imperio.

—Eso no fue muy inteligente de tu parte. —Sonrió encantadoramente. Pude sentir la sangre helándose en mis venas. —Ahora conozco tu rostro. Qué me impide enviar gente a matarte a ti y a esos contactos tuyos?

Ay, cierto. AAAAGH! Mi zorro mental recibió un zarpazo directo.

Aún así, iba a contraatacar con lo que fuese necesario.

—Si me matas... El emperador no tendría excusas para divorciarse de la Emperatriz. —No tiene por qué saber que no voy a ser quien lo provoque. —Y tú no podrás casarte con ella.

—No necesito casarme con ella. —Para su sorpresa, chasquee la lengua ante el tono burlón de su voz en lugar de temblar de miedo.

—Sí, sí. Ibas a secuestrarla. —Agregué, en tono aburrido. —Eso dices ahora. Pero querrás casarte con ella luego de todo tu jueguito de intercambiarse cartas. —Su rostro se puso pálido. BOOM, TAMBIÉN SÉ ESO, DESGRACIADO! —Sin mí, la Emperatriz permanecerá inalcanzable para ti. Y jamás engendrarán a sus pajaritos.

—Pajaritos?

—Hm-hm. —Asentí. —Dos polluelos dorados. Un niño y una niña encantadores. Qué dirán cuando no tengan imperios que repartirse porque su padre destruyó el que correspondía a su hija? —Ante su mirada de confusión, aclaré. —Tu hija heredará el trono del imperio de oriente.

—Cómo..? —Su ceño se frunció tanto que sus cejas casi se tocaron en medio.

—Lo vi. —Dije simplemente. —Puede cambiar? Claro. Las visiones del futuro cambian dependiendo del camino que se tome. —Añadí como quien no quiere la cosa. —Pero si me dejas con vida, tu camino terminará con tus hijos sentados en tronos. —Como pude, me encogí de hombros. —Esta es la única interacción que tendremos. No interferiré en nada ni te diré nada más. De aquí en adelante, si me dejas con vida, seremos dos completos extraños que compartirán espacio por un tiempo.
Oh, y mi gente? Ellos no tienen idea de esto. Solo quieren saber cuándo salir corriendo para que la guerra no los alcance. Somos un poco cobardes. —Sonreí. Me soltó la garganta del todo, pero no se movió de mi espalda.

—Eres un oráculo?

Ay... Debía mentir más?

Iba a mentir más.

Asentí.

—Solo a veces, tengo sueños... Sueños que parecen tan reales como este momento. Y muchas veces se replican en la realidad. —Hice una pausa para que la información calara en esa cabeza de ave suya. —Otras veces, algo cambia y a pesar de que todo comienza como lo he visto, el desenlace es otro. —Me froté el cuello. Seguramente estaba rojo, y ocultar la marca obvia de una mano iba a ser complicado.

Heinrey seguía sin moverse, como si estuviera cavilando si creerme o no. Probablemente estaba confundido porque, hasta donde yo sabía, las personas que veían el futuro o leían el destino de las personas eran religiosos, no mujeres comunes y corrientes. Además, no estaba gritando por ayuda ahora que podía. Volteé una vez más para mirarlo por el rabillo del ojo y mi cuello dolió. Mierda, iba a necesitar algo para el dolor.

—Ahora, puede quitarse, por favor? Estoy segura de que esta desnudo y no me hace ninguna gracia. Además, mi guardia fue a buscar al médico por una supuesta lesión en mi tobillo, tengo que volver cuanto antes para inventar una excusa sobre por qué no estoy herida. —Seguía sentado sobre mí. Ya me había exasperado. Gruñí. —De haber querido decirle lo que sé al Emperador, ya lo habría hecho hace semanas y tú no estarías aquí. Lo pediré bien una vez más. Quítate de encima. —Lo tuteé a propósito.

—Bien.

En cuanto se levantó, giré y me senté para mirarlo de frente.

'No debí hacer eso'

Sí estaba desnudo.

Y su... Orgullo... Estaba a la altura de mi rostro. Qué bien va a comer Navier...

—Vete. Ahora.

Eh? Qué? Ah, sí, cierto.

Tratando de mantener la compostura, me puse de pie y alisé la falda de mi vestido.

—Mi guardia probablemente me está buscando como loco. Nos vemos en la celebración, Rey Heinrey. —Una leve reverencia, darse vuelta, salir corriendo.

Estaba viva por poco. Y ahora Heinrey sabía –casi– toda la verdad.

Aunque le había dicho demasiado, y no tenía idea de si Sovieshu iba a divorciarse de Navier. Yo no estaba embarazada, así que Glorym no existía. Sin ella en el medio, el Emperador no iba a entrar en pánico por quién sucedería el trono, así que... Tal vez sí había mentido?

No tenía ni idea y no era momento de preocuparme. Había dicho que podía cambiar. En el peor de los casos, creerá que cometió un error y cambió el futuro.

Ahora tenía mis propios problemas con los que lidiar. Mientras corría, miré hacia atrás y vi a Heinrey alzar el vuelo y perderse en el cielo azul.

Estaba a salvo por ahora.

Volví mi rostro al frente solo para ver de cerca la espalda con la que choqué. Caí de bruces, y la persona se trastabilló. Me apresuré a pararme para ver si lo había lastimado.

—Lo siento mucho! No estaba viendo por dónde iba! Se encuentra bien? —Sacudí su espalda como si quien se hubiera caído en la grava del camino hubiese sido él.

'Ay, dios, ojalá que no sea alguien malhumorado, por dios, que no me grite ni me diga cosas extrañas para que el Emperador no se le vaya al cuello como perro rabioso.'

El hombre volteó y lo reconocí de inmediato. No porque lo hubiese visto en persona alguna vez, sino porque lo amaba profundamente aún sin conocerlo.

El Gran Duque Kaufman me miró con leve sorpresa y mi corazón se derritió como la primera vez que lo vi en el webtoon. Sentí mis facciones suavizarse ante su mirada.

A lo lejos, escuché mi nombre gritado a voces. Ser Rorkin seguramente me estaba buscando. No había tiempo.

—Disculpe, Gran Duque, pero necesito que me haga un favor! Sígame la corriente! —Sin darle tiempo a responder, lo tomé del brazo y lo arrastré a un banco cercano, tras sentarnos, recordé mi cuello marcado. —Ay... —Busqué alrededor tratando de tapar lo rojo con la mano, como si una bufanda o un pañuelo fuese a materializarse frente a mí.

—Tome. —Lo miré. Se había quitado la mascada que traía puesta y me la estaba ofreciendo.

—Se lo agradezco profundamente!

Me la até al cuello justo al mismo tiempo que el guardia aparecía. Pisándole los talones, venía el médico del palacio.

—Lady Rashta! —Ser Rorkin llegó trotando, agitado. —Dónde estaba!? —Su mirada pasó a Kaufman y su ceño se frunció.

—Lo siento mucho! El Gran Duque Kaufman me encontró y me ayudó a llegar aquí para que pudiera esperar más cómodamente. Él revisó mi tobillo y parece que solo me lo torcí. —Me reí como una niña tonta. Era mejor que Ser Rorkin pensara que estaba cuidando a una chiquilla estúpida y exagerada a que supiera que había mentido. —Siento mucho haberlos alarmado. Por favor, perdónenme.

El médico, que me había visto completamente compuesta luego de pasar una noche entera con una trampa de caza atenazándome ese mismo tobillo sin emitir sonido de dolor alguno durante el examen, me miró con el ceño fruncido y entreabrió la boca para decir algo. Pero luego pasó su mirada al Gran Duque y pareció decidir que lo mejor era evitar inmiscuirse.

Le sonreí al Gran Duque Kaufman, que todo el tiempo permaneció en silencio observándome con una expresión extraña.

Y pos sí, lo atropella una loca que lo arrastra a mentir por ella, obviamente me iba a mirar raro. Era lo mínimo que podía hacer.

—Le agradezco muchísimo su ayuda, Gran Duque Kaufman. Espero que disfrute las celebraciones de Año Nuevo y que su estadía en el Imperio sea provechosa. —Me puse de pie y me reverencié con gracia para despedirme. Caminé obedientemente detrás de Ser Rorkin.

'Dios mío, cómo amo a ese hombre. Es tan bueno, tan noble y tiene un corazón tan hermoso. Me parte el alma el asunto de la poción de amor y su matrimonio con-"

Un escalofrío recorrió mi espalda y me di vuelta de golpe.

Los ojos del Gran Duque Kaufman estaban fijos en los míos. Su expresión era una mezcla de confusión, bochorno y sorpresa. Por qu-

Cierto.

Lee mentes. Y además, lo llamaste por su nombre todo el tiempo a pesar de que nunca te lo dijo.

MARIANA, ESTÁS PENDEJÍSIMA!

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