Arcadis: El juego ©

By gabywritesbooks

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Astra es obligada a participar en Arcadis: una serie de juegos donde no todos salen con vida y los que lo hac... More

Las reglas del juego
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¡Bienvenidos al segundo juego!
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Dedicado a juliette30lafourcade 🚀

«No pensar, no recordar, y no sentir»

Astra

Cuando Maddox nos preguntó qué hacíamos ahí, los tres respondimos al unísono:

—Nada.

Nuestro entrenador nos observó con desconfianza. Puede que nos hubiera conocido esa misma semana, pero a veces nos miraba como si nos conociera de toda la vida. A su lado, la senadora Balanta dio un paso hacia nosotros.

—Así que este es el famoso equipo dos. Maddox me habló muy bien de ustedes.

Enarqué una ceja con incredulidad y nos señalé.

—¿Te habló bien de nosotros?

Rya miró a Maddox, preguntándole sin palabras si se había perdido de algo, dado que a todos nos parecía raro que él hubiera dicho cosas buenas de nosotros. Sí, mi relación con Maddox estaba mejorando, pero no dejaba de tratarnos como niños que odiaba cuidar.

—Es un placer conocerlos —continuó la senadora—. Los tres equipos que asistieron son los protagonistas del evento, pero es un honor conocer a los que entrena Maddox. —Lo miró y le sonrió—. Es un viejo amigo y sé que, aunque su carácter sea difícil, sacará lo mejor de ustedes. Espero que puedan sacar lo mejor de él también.

La senadora Balanta era una mujer bastante joven, al menos para su cargo. Aparentaba una edad parecida a la de Maddox, es decir, casi llegando a los treinta. Su porte era elegante, su piel tostada, y era bastante alta. Sus ojos eran oscuros, dueños de una mirada penetrante y una sonrisa cautivadora.

Yo no conocía mucho sobre las «grandes familias» de Harlax, pero sin duda ella tenía que formar parte de alguna de esas, porque estaba cubierta en diamantes. Una sola de esas piezas podía pagar la deuda entera de mi familia y quizás nuestros gastos por el resto de nuestras vidas.

—Eso dependerá de si pasamos el siguiente juego —respondí—. Esta semana no tuvimos oportunidad de descongelar a Maddox. Esperemos que contemos con más tiempo para ello.

—Yo también espero lo mismo —me sonrió—. Bien, debo retirarme. Lo malo de hacer política es que debes aprovechar cada segundo para hablar con personas que no necesariamente soportas.

—Le ha funcionado bien —comentó Cayla, con el ceño fruncido—. Digo, tiene un cargo bastante alto.

—Todo esfuerzo siempre tiene resultados.

Rya intentó sonar positiva, pero Cayla respondió con lo mismo que yo estaba pensando:

—Sí, en especial cuando naces con privilegios.

La senadora echó la cabeza hacia atrás, sorprendida ante la acidez en su voz y la seriedad de sus palabras. Maddox negó con la cabeza, desaprobando nuestra actitud, como siempre hacía.

—Te acompaño hasta el salón, Rya —murmuró, guiándola hacia la puerta. Antes de salir, nos dedicó una mirada de «tenemos una conversación pendiente».

Cuando nos quedamos solos, me aseguré de que la puerta estuviera cerrada y me giré hacia mi equipo.

Cayla estaba pálida; ella, que era un as para dar respuestas cortantes y siempre lucía firme y, para qué negarlo, atemorizante, por primera vez se veía asustada. Por otro lado, Cassian permanecía callado, con las manos en los bolsillos de su traje, y una mirada letal. No me miraba a mí, ni siquiera a Cayla. Se notaba que, cualquiera que fuera su anterior tópico de conversación, lo había dejado echando humo.

—¿Qué demonios está sucediendo? —pregunté, cruzándome de brazos.

Finalmente, los ojos castaños de Cassian reposaron sobre mí y me contemplaron, dubitativos. Parecía estar librando una batalla interna hasta que dio un paso en mi dirección.

—Cassian, basta —intentó detenerlo Cayla.

La urgencia en su tono de voz causó que mi piel se pusiera de gallina. No entendía nada. De todas maneras, él no se detuvo. Me miró con determinación antes de pronunciar:

—Cayla planea herir o matar a alguien esta noche, y por algún motivo, me quiere a incriminar a mí. Solo te lo digo porque, si las cosas se tornan feas, necesito que alguien de confianza sepa lo que está sucediendo.

—¿Qué?

Lo miré con incredulidad, y luego la observé a ella. Pensé que me dirían que estaban haciéndome una broma, pero no fue el caso.

—Eso no es verdad —se defendió Cayla—. Lo estás malinterpretando todo. Ya te dije que no sabía que tendría que usar tu veneno.

—¿Quiere decir que sí piensas... matar a alguien? —dije, bajando la voz—. ¿Qué está pasando? ¿Y por qué Cassian dice que quieres incriminarlo?

Miré hacia los rincones de la habitación, buscando alguna cámara visible. Esa noche no contábamos con ningún artefacto de Arcadis, por lo que Robin —o Connektd— no podrían escucharnos; pero tampoco podíamos arriesgarnos a que el Gobernador de Harlax se enterara de aquello. No entendía con exactitud lo que sucedía, pero los tres podíamos ir a la cárcel con solo esa discusión.

—Esa es su razón para estar aquí —comentó Cassian, caminando hasta estar a mi lado—. El arma que debe utilizar tiene un veneno. Y adivina a quién le pertenece la fórmula de ese veneno... O al menos la versión original.

Sabía que debía resultarme sorprendente el tema de Cayla, no obstante, lo que más me dejaba con la boca abierta era que Cassian me lo estuviera contando a mí. Tenía que sentirse muy desesperado y sin opciones o aliados como para confiar en mí de esa forma.

Así que intenté devolverle la confianza.

—Tal vez está trabajando con el Senado —dije, acusando a mi compañera—. Escuché a dos personas hablando sobre nuestro equipo y sobre que necesitan pruebas para algo. Creo que quieren atrapar a tu papá, Cassian. —Luego, miré a Cayla—. ¿Qué tienes que ver tú con todo esto?

Su expresión fue un poema a la confusión.

—¿De qué me hablas, Astra? No estoy trabajando con nadie del Senado.

—¿Entonces con quién? —interrogó Cassian, a punto de perder la paciencia.

Ella alternó la mirada entre ambos, y en algún momento se concentró en la puerta, como si estuviera calculando cómo salir de ahí. Supuse que se sintió acorralada, porque suspiró y se sentó en la cama con expresión de derrota.

—Ellos van a matarme —murmuró. Su voz se quebró—. Solo tenía una oportunidad y acabo de desaprovecharla. Ahora que ustedes sospechan... Lo lógico es que intenten desaparecerme. —Sus manos apretaron la sábana y gruñó con furia—. Es mi culpa.

Caminé hasta ella, aun dudando hasta de su preocupación, y me senté en la cama. Guardé la distancia porque no sabía si era capaz de lastimarme para salir de ahí. Cassian se quedó de pie y al otro extremo, sin perderla de vista y sin confiar ni una pizca en su supuesto debate interno.

No sabía cómo empezar o qué preguntas exactas hacerle. Cassian leyó mi expresión y decidió ponerme al día:

—Las personas que lastimaron y le hicieron todas esas cicatrices a Cayla están aquí hoy, o al menos el principal responsable. Suponía que era de esa persona de quien se quería encargar, lo que no entiendo es por qué usarme a mí.

—¡Te dije que no sabía! —exclamó ella—. Antes de inscribirme en Arcadis, alguien me contactó y me comentó sobre un plan, y cuánto me pagarían por eso. Solo tenía que dispararle a una persona y, si lo lograba, ellos no solo me darían una gran cantidad de dinero, sino que me ayudarían a vengarme de la persona que me causó... todo. —Miró a Cassian—. Nunca me dieron detalles del plan. Tampoco era seguro que yo lo llevaría a cabo porque para eso tenía que pasar cada una de las pruebas de Arcadis. Las pasé y hoy fue que me enviaron un mensaje en código.

—¿A quién tenías que dispararle? —indagué.

Ella observó sus manos; podía notar el terror en sus expresiones. Le habían ofrecido dinero, pero ¿también le habían dejado claro lo que le harían si no cumplía con ese trabajo?

Intenté ponerme en su posición. ¿Qué tan desesperada tendría que estar para aceptar un trabajo tan riesgoso? ¿Qué tanto necesitaba el dinero o la venganza para sacrificar la vida de otra persona? Ella no era tan pobre como mi familia, pero no había crecido con lujos o privilegios. Al contrario, todo su cuerpo estaba marcado y lastimado. No justificaba que quisiera asesinar a alguien, pero quizás dentro de sus experiencias de vida, eso le hacía más sentido que quedarse sentada de brazos cruzados, llorando por la vida que pudo tener y que le robaron.

—Si nos cuentas más, tal vez podremos ayudarte —murmuré—. No a matar a alguien, obviamente. Pero sí podemos protegerte en caso de que intenten hacerte daño.

Ella soltó una risa triste y negó con la cabeza.

—Apenas estamos aprendiendo a pelear, somos débiles e inexpertos. Por no mencionar que no somos nadie en esta ciudad, Astra. Somos prescindibles. Desechables.

—Somos participantes de Arcadis y vamos a ganar el segundo juego, sin importar qué. Así es como nos volveremos relevantes para esta ciudad, Cayla. Solo tenemos que aguantar pocos días más para volvernos intocables.

—No será suficiente.

—Pues por algo hay que empezar. Ahora, dime, ¿a quién le tenías que disparar?

Apretó los dientes, aún con la duda sobre si hablar o no. Tal vez llegó a la conclusión de que ni Cassian ni yo la dejaríamos ir hasta que nos dijera la verdad, y que yo estaba actuando como el policía bueno de la situación. Del otro lado, Cassian estaba empezando a perder la paciencia, y ninguna de las dos querría verlo como el policía malo.

—Justo la acabas de conocer —susurró.

Enarqué ambas cejas.

—¿Tenías que dispararle a la líder del Senado? ¿En pleno evento del Gobernador? Ese es el plan más estúpido que he escuchado en mi vida.

—No es tan estúpido —intervino Cassian—. ¿No te has fijado que la mayoría de los guardias están custodiando el edificio y las afueras del pent-house? No hay casi seguridad dentro. No hay cámaras en pasillos y habitaciones porque entonces el Gobernador tendría material para chantajear a todos. Estos aristócratas están tan confiados en cómo manejan la ciudad que creen que nadie subiría hasta acá para hacerles daño.

No lo había visto de esa manera. En ese momento, entendí mejor la preocupación de Cassian.

—Después de dispararle a una senadora tendrías que salir de aquí corriendo y sin que nadie te viera. Cuando hicieran la autopsia del cuerpo se darían cuenta de que el veneno es de Cassian y lo culparían a él. O, si dieran con la verdad, te culparían a ti. Mejor dicho, nos encarcelarían a los tres porque asumirían que fuimos cómplices —teoricé en voz alta. Luego, miré a Cassian—: Pensé que tus venenos no eran letales.

—No lo son, esta parece una alteración de mi fórmula. Me llevo una muestra. Mañana tengo una clase de Química con Kian Exonaut como preparación para el siguiente juego, así que será una excusa para analizarla.

Asentí y seguí uniendo puntos.

—Cassian... Si el Senado quiere investigar a tu papá, quizás tiene sentido que te inculpen por un crimen que no es tuyo, para así exigirte información a cambio de dejarte libre. Por otro lado... A quien escuché hablar fue a la líder del Senado, no tiene sentido que planificara un atentado contra ella misma. —Hice una pausa y gruñí—. Nada tiene sentido.

Miré a Cayla, con miles de preguntas cruzando mi mente. Sin embargo, Cassian habló antes de que yo pudiera formularlas.

—El Senado no contrató a Cayla, y no tengo que preguntárselo para saberlo.

—¿Cómo estás tan seguro? —curioseó ella.

—A mi fórmula solo tienen acceso mi papá, en caso de que indagara en mi habitación, o Connektd. Cuando me inscribí en Arcadis, tuve que entregarles mis armas para que las analizaran y, en Supervivencia, usaron una réplica para la nube de humo que nos presionó al final del juego. Ellos han sido quienes han usado y experimentado con mi fórmula. No me sorprendería que lo hayan vuelto a hacer.

—¿Connektd? —repetí—. ¿Estás diciendo que Micaiah Frederick quiere culparte de esto y asesinar a una senadora?

—Connektd no es solo Micaiah Frederick, hay toda una junta directiva que tienen igual o más poder que él. Frederick es solo la cara bonita —respondió Cayla—. Así que no, él no fue quien me contactó. De hecho, quien lo hizo, nunca me dio su nombre.

¿Por qué ella aceptaría un trabajo tan riesgoso de alguien que ni siquiera le había revelado su identidad? Yo pensaba que era mala tomando decisiones, pero Cayla me superaba.

—A mi parecer, Frederick solo cree en una cosa: en el dinero —dijo Cassian—. Y la empresa ha invertido muchísimo dinero en esta edición de Arcadis. No creo que quiera darse el lujo de arruinar los juegos por un plan tan arriesgado. Aunque el tipo me caiga mal, no creo que esté detrás de esto.

Suspiré.

—Por un lado, alguien de Connektd contrata a Cayla para matar a la líder del Senado y no sabemos para qué, solo que quieren incriminar a Cassian —expliqué para mí misma—. Por otro lado, el Senado quiere investigar a alguien, que asumo que es papá de Cassian y por eso necesitan que Maddox esté más tiempo en los juegos.

No les había detallado lo que escuché de Maddox y Rya, pero ya podían tener una idea. Los dos me miraron, tal vez intentando unir las piezas del rompecabezas.

—No sé qué piensen ustedes, pero si seguimos desconfiando entre nosotros, no solo nos van a arruinar, sino que es posible que terminemos en la cárcel —expuse—. Así que mi consejo para sobrevivir es que empecemos a actuar como un verdadero equipo, y no solo para la televisión.

—¿Cómo sé que no me van a entregar? —murmuró Cayla.

—¿Cómo sabemos que tú no harás nada estúpido que nos haga terminar muertos? —contraatacó Cassian.

—Tenemos que regresar, o empezarán a sospechar que algo nos sucede —les dije. Me puse de pie y los miré, seria—. Solo hay dos opciones. O salimos de aquí como un equipo y nos cuidamos las espaldas entre nosotros, o salimos preparados para la guerra. Yo voto por cuidarnos. ¿Ustedes?

Cassian y Cayla se miraron con recelo, pero asintieron al mismo tiempo.

—Nos cuidamos —accedió él.

—Nos cuidamos. Solo necesito pedirles un nuevo favor... —Suspiró y también se levantó de la cama—. Hasta que superemos el segundo juego, no me dejen sola. Ni siquiera en mi habitación. Ya saben que quien me contrató es alguien de Connektd, y en cualquier momento podrían...

—Nada te sucederá —decretó Cassian.

—Además, a Micaiah Frederick le importa demasiado lo que los medios dicen de Arcadis —expliqué—. No creo que permita que alguien perjudique a los participantes antes de los juegos. Robin será la primera en alertarle si ve que sucede algo en tu habitación.

Cuando salimos de allí, me sentí muy perdida, solo que intenté no demostrarlo frente a ellos.

Nada tenía sentido.

Existía la posibilidad de que el Senado estuviera investigando a Wex Riker y por eso Maddox estaba acercándose a Cassian, pero ¿por qué justo ahora?

Cuando nos incorporamos al tumulto de personas, algunos empresarios se acercaron para sacarnos conversación y hacernos preguntas sobre nuestros roles en Arcadis. No mucho después, uno de ellos sacó a bailar a Cayla, quien aceptó, no muy feliz, pero tenía que guardar las apariencias. De todas formas, cada tanto, Cassian y yo la buscábamos con la mirada para asegurarnos de no intentaran sacarla del salón.

Luego de un rato, di un paso hacia atrás y le di un toque a Cassian en el hombro. Él me miró, sobrio e inexpresivo. Llevaba todo el rato intentando disimular sus emociones, pero ahora que lo estaba conociendo mejor, reconocía la preocupación en sus facciones.

¿Cómo no sentirse así? Una porción de las personas más poderosas de la ciudad quería inculparlo de un posible crimen para llegar a su papá, y la otra porción quería solo usarlo para acabar con su papá.

—Oye... —dije, y luego cerré la boca de golpe.

¿Qué? ¿Ahora me interesaba si él se sentía bien o mal?

Cassian me contempló durante todo el rato que me quedé callada, a la espera de lo que sea que tuviera que decirle. Fue ahí cuando la afirmación de Mason volvió a mi cabeza.

«Porque le importas. Mucho».

—¿Te comieron la lengua los ratones, Astrid?

Sonreí como reflejo para liberar la tensión que me empezaba a consumir, y por primera vez en un largo rato, él hizo lo mismo.

En ese momento, me di cuenta de que, aunque su papá era una persona terrible y quería que pagara por todo lo que había hecho, no quería que Cassian se viera afectado. Me odiaba a mí misma por reconocerlo. Pero también tenía que aceptar que, aunque Cassian no era altruista ni la mejor persona del mundo, tampoco era su papá. La semana que habíamos compartido juntos me había enseñado que él, a pesar de sus semejanzas, quería enfocarse las diferencias que guardaba con Wex.

¿Y si le admitía a Maddox que lo había escuchado y que quería colaborar con ellos, no para hundir a Cassian, sino para hundir a Wex, y solo a él?

No, no podía admitirle eso a Maddox, a menos que no me quedara otra alternativa.

De mi boca salieron las palabras que no esperé pronunciar frente a Cassian. Mucho menos hacia Cassian:

—¿Te gustaría bailar conmigo?

Me miró como si me hubiera convertido en un dragón de dos cabezas. Lo había tomado tan desprevenido que incluso tartamudeó, confundido y como si no supiera cuál era la reacción correcta. Tal vez estaría pensando que lo estaba conduciendo a una trampa.

—S-supongo que sí. —Hizo una pausa y me ofreció su brazo para guiarme—. ¿No me vas a apuñalear mientras bailamos?

—¿Tan evidentes son mis planes? —respondí, y él sonrió una vez más ante mi broma.

Cuando tomé su brazo y su cuerpo entró en contacto con el mío, contuve la respiración. Tragué saliva con fuerza y di un paso tras otro, manteniéndome firme y sin demostrar que mis piernas empezaban a temblar. Aquello era contraproducente por dos motivos: porque no me gustaba que él desencadenara eso en mí, y porque de por sí era pésima bailando, así que hacerlo con las piernas temblorosas podía ser peligroso.

Nos pusimos el uno frente al otro y su mano aterrizó en mi espalda. El roce de sus dedos sobre mi piel descubierta causó un escalofrío que me recorrió completa. Se acercó más a mí hasta que su calidez se confundió con la mía, y sus ojos, marrones y contemplativos, me detallaron con suavidad y esmero, como quien admira una obra de arte.

—Te invité a bailar porque quería hablar contigo sobre todo lo que está sucediendo —confesé, abrumada por tantas sensaciones.

Empezamos a movernos al ritmo de la música y él asintió.

—De acuerdo.

—Pero me gustaría posponer la conversación unos minutos.

Frunció el ceño, confundido.

—¿No sientes que a veces hay tanto ruido que no puedes concentrarte en tus propios pensamientos? —pregunté—. Suceden tantas cosas a la vez, que a veces hasta olvido cómo me llamo. A veces solo necesito... no pensar, no recordar.

—No sentir —añadió él.

—Y no sentir —concedí en un susurro.

Me habría gustado que aquel fuera uno de esos momentos, mas no era así. Cuando estaba con Cassian, mi mente no dejaba de hacerse preguntas, de plantearse escenarios, de cuestionar cada palabra y cada gesto, buscando intenciones ocultas. Cuando él estaba cerca, recordaba de dónde veníamos, lo que habíamos vivido, las marcas que su familia había dejado sobre la mía.

Y, por encima de todo, cuando Cassian estaba cerca, era imposible no sentir.

A veces me dejaba llevar por el rencor y el resentimiento. Otras veces por la desesperación. Y, en momentos como ese, por un cosquilleo en el estómago al cual no quería darle nombre, porque una vez que lo hiciera, no habría marcha atrás.

Nos quedamos en silencio un rato más, solo moviéndonos con la música y mirándonos el uno al otro. Pensé que resultaría incómodo y que yo terminaría corriendo en cualquier momento, pero sucedió lo contrario: solo quería quedarme allí por tiempo indefinido.

—Astrid.

Estábamos tan cerca que su aliento me llenó de calidez y me puso la piel de gallina. Esperé que no notara cómo me temblaba hasta los dedos de los pies.

—Bailas horrible —completó.

Parpadeé varias veces y, cuando noté sus ganas de soltar una sonrisa traviesa, puse los ojos en blanco.

—Idiota.

La canción finalizó y, copiando los movimientos del resto de los presentes, Cassian y yo separamos nuestras manos. De todas formas, nos quedamos uno frente al otro.

—En fin, bailas bastante mal... —soltó.

—Lo sé, lo acabas de decir.

—...Aun así, bailaría contigo todos los días.

Tragué saliva con fuerza e intenté no demostrar con mis expresiones que me había gustado su comentario; sin embargo, me había dado cuenta viendo los episodios de Arcadis de que yo podía ser un libro abierto. Así que, sin más, procuré pensar en otra cosa y no darle muchas vueltas a su halago.

Mis ojos buscaron a Cayla con rapidez y, en efecto, sirvió para distraer mis pensamientos. De hecho, le hice una señal a Cassian para que se girara a verla también.

Maddox la estaba invitando a bailar, con su expresión seria de siempre, y quizás con la intención de interrogarla por habernos visto en la habitación. Pero una parte de mí quiso sonreír como boba. Me había dado cuenta de cómo él la miraba a veces en los entrenamientos, y cómo ella también se percataba y lo miraba de vuelta.

—¿Qué? —preguntó Cassian, sin entender lo que yo estaba mirando—. ¿Crees que Cayla nos delate con Maddox?

—No, no es eso. Es que...

—¿Cassian? —Nos interrumpió alguien—. ¿Ya terminaste? Pensé que podríamos bailar la siguiente canción.

Me giré con lentitud para ver a Quella, la chica del equipo de Graham y quien se había estado riendo con Cassian durante los últimos días. No confiaba en ella para nada. No era como si Cassian no pudiera despertar pasiones en Arcadis, pero ¿justo una persona del equipo de Graham, quien lo miraba con odio en todos los entrenamientos?

Ahora éramos un equipo fuera de cámara también, y tenía que velar por nuestros intereses.

—Lo siento, íbamos a bailar una segunda pieza —le dije a Quella—. Tal vez te puedes acercar cuando llegue la tercera. O cuarta.

O ninguna.

A mi lado, Cassian se quedó en blanco. Alternó la mirada entre ambas sin saber qué decir.

—Está bien. —Quella se encogió de hombros y le sonrió. Puede que pareciera dulce, pero yo no le creía nada—. Solo había venido a reclamar lo que me ofreciste ayer. Pero no me preocupo, aún le quedan muchas horas a este baile.

Le guiñó un ojo y se giró, sin volver a mirarme a mí.

—¿Qué fue eso? —preguntó Cassian.

—No confío en ella. En este momento cualquier persona podría hacernos daño y mientras no tengamos un plan de acción, es mejor prevenir. Ella está con Graham, y él nos odia. Así que...

—También puedes admitir que estás celosa, Astrid. Te ahorraría saliva.

Apreté la mandíbula y eché la cabeza hacia atrás para mirarlo. Aún con tacones, Cassian me llevaba casi una cabeza. Por supuesto, parecía muy entretenido con la escena, así que me alejé un poco.

—No diré algo que no es verdad —contesté—. ¿Sabes qué? Lo único que quería era que conversáramos sobre... todo. Pero no sabes tomarte nada en serio. En fin, estaré de aquel lado echándole un ojo a Cayla. Tú puedes ir con Quella y darle lo que sea que le ofreciste ayer.

Me fui de ahí con la cabeza dándome vueltas. Había sido una noche catastrófica y lo único que le pedía al destino era que no empeorara.

Así que, por supuesto, el destino hizo que todo fuera de mal en peor.

Tras asegurarme de que Cayla seguía con Maddox, examiné el salón y vi que Cassian había aceptado bailar con Quella. Hasta se reían de algo. ¿Acaso se estarían riendo de mi reacción?

Procuré no quedarme mirando. De hecho, al instante, me giré y pretendí enfrascarme en una conversación con un empresario que parecía interesado en mi historia familiar. Sin embargo, tenía un nudo en el estómago que casi me generaba náuseas, y sentía unas inmensas ganas de apretar la copa de champán que ahora sostenía y reventarla en mil pedacitos.

Me dirigí a la mesa de aperitivos y probé un par. No supe pronunciar los nombres y tampoco reconocí los ingredientes, pero sabían bastante bien. A mi hermano le hubieran encantado.

Al darme vuelta, me di cuenta de que Cassian y Quella ya no estaban bailando, sino que se quedaron charlando al margen de la multitud.

—Nosotros deberíamos hacer lo mismo, ¿no crees? Empezar desde cero y fingir que nos caemos bien, pero con la tensión presente. Después de todo, a los televidentes les encanta el drama. Subiríamos mil puntos con la audiencia —me dijo alguien.

Graham Furi estaba a mi lado.

—No, gracias.

Sonrió ante mi respuesta tan seca, sin que le sorprendiera ni un poco. Graham era tan alto como Cassian, sin embargo, su contextura era al menos tres veces más grande. Su espalda era muy ancha y los músculos se le notaban aún con aquel traje elegante puesto. Era bastante guapo, como todo chico de Neopolis, con una mandíbula cuadrada y perfecta, unos ojos brillantes y mirada decidida, y una voz que incitaba. Pero había algo en el aura que desprendía —además de todo lo que había presenciado— que me obligaba a mantenerme a un millón de kilómetros de distancia.

—Mi equipo es el favorito del Gobernador, el tuyo es el favorito de su hijo —mencionó—. Una alianza entre nosotros sería lógica. Si es que ganan el segundo juego, por supuesto.

—¿Cómo estás tan seguro de que tu equipo pasará a la última ronda?

Ladeó la cabeza y me dedicó una expresión condescendiente, una mirada cargada de «¿eres tan inocente como para preguntarlo?».

—Me voy a enfrentar contra un equipo ridículo —respondió—. Además, no tendremos la presión de ser el primero en pelear, como sí la tendrás tú.

Fruncí el ceño. El equipo «ridículo» al que se refería era el de Zaid.

—No te confíes mucho. Después de todo, yo no olvido cómo Cassian te hizo salir huyendo como un cobarde en Supervivencia. Y creo que la audiencia tampoco.

Me retiré de allí, dejándolo con la palabra en la boca. Estábamos en un evento importante y lleno de personas que tenían los ojos puestos en nosotros, así que no le convenía gritar mi nombre o empezar una discusión.

Me dirigí a donde Maddox y Cayla conversaban, esperando no interrumpir nada, y la noche empezó a mejorar cuando ella me dijo que quería volver a la sede de Connektd. Fingió frente a Maddox que estaba cansada, pero las dos sabíamos que estaba tan preocupada que su máscara de chica segura y fuerte estaba a punto de romperse.

—Deberíamos buscar a Cassian —sugirió.

—O puede quedarse aquí. Seguro está bastante ocupado.

—Te escuché —dijo una voz detrás de mí.

Ni siquiera me volteé para enfrentarlo.

—Bien, porque no era un secreto. ¿Nos vamos? —le pregunté a Cayla, luego miré a Maddox—. ¿A ti te corresponde quedarte o...?

—Quiero irme de aquí —contestó nuestro entrenador, sonando desesperado—. Ni siquiera quería asistir. Vámonos.

No habíamos llegado al ascensor todavía, cuando Maddox empezó a aflojarse la corbata.

El trayecto de regreso fue extenso y silencioso. A medio camino Micaiah Frederick llamó a Maddox para reclamarle que nos hubiéramos ido temprano, aunque a nuestro entrenador le dio igual lo que Frederick pudiera decirle. Aún quería entender por qué no se llevaban bien, pero ya tenía suficientes preguntas en mi cabeza.

Maddox no nos acompañó hasta nuestra habitación, sino que se dirigió al área de dormitorios de los entrenadores. Todos teníamos curiosidad por saber cómo sería: ¿más lujosa que la nuestra? ¿O menos ostentosa, dado que ellos no salían tanto en televisión?

En nuestro dormitorio, Cayla fue la primera en tomar el turno para bañarse. Por mi parte, me eché en el sofá para descansar los pies, mientras Cassian le pedía a Robin que le mostrara algunos videos de los entrenamientos de otros equipos, así como sus estadísticas. Me sorprendía que, aun cuando los tres estábamos tan cansados, él siguiera con la mente enfocada en los juegos.

Fui la última en bañarse, casi a las tres de la madrugada. Cayla se había quedado dormida en uno de los sofás de la sala, temerosa a que alguien pudiera contactarla a solas en su habitación. Cuando me giré para ver que Cassian estaba preparándose un sándwich, me rugió el estómago. Me acerqué a la cocina para cocinarme algo también, sin dirigirle la palabra, pero antes de que empezara, Cassian puso un plato delante de mí.

—Este es para ti —murmuró sin verme, mientras preparaba otro.

Era un sándwich sencillo, solo con mantequilla de maní, sin embargo, estuve a punto de dejar escapar una sonrisa. Cuando éramos más pequeños, él solía llevarme de esos y me los entregaba a escondidas en la escuela; no era como si en mi casa pasáramos hambre, pero antes de conocerlo a él, jamás había probado la mantequilla de maní porque salía de nuestro presupuesto.

—Gracias.

Lo observé un momento, recordando cómo lucía cuando éramos pequeños y cuánto había cambiado hasta ahora. Físicamente, era casi el mismo solo que muchísimo más alto y con rasgos más endurecidos. No obstante, el gran cambio de Cassian estaba en elementos intangibles: en cómo su mirada se volvió fría, sus palabras secas, sus expresiones desdeñosas, y cómo parecía desconfiar hasta de su sombra.

Decidí dejar el tema de Quella de lado y enfrentar lo que había postergado por demasiado tiempo.

—Cassian, ¿te parece si hablamos?

—Estamos hablando.

Se giró con disimulo y me dedicó una mirada cuidadosa, llena de advertencias. Sabía por qué: no quería que habláramos sobre el "trabajo" de Cayla o lo que descubrimos sobre su veneno. Me ofendía que me creyera tan tonta como para hacerlo, sabiendo que Robin nos escucharía.

—No es sobre Arcadis, o no del todo —aclaré—. Quiero que hablemos de nosotros, de lo que pasó hace años y de lo que puede pasar cuando nos toque volver a casa.

Aquella información no era de interés para Connektd, así que no me molestaba hablarlo allí.

Cassian no se mostró tan cómodo con mi iniciativa, pero tampoco se negó. Tomó su sándwich y caminó hasta el otro extremo de la habitación donde se sentó en el piso. Me miró para que hiciera lo mismo.

Una vez que estuvimos uno al lado del otro, comimos sin pronunciar palabra durante un largo minuto, hasta que decidí romper el silencio. 

______

Nota de autor. ¡Hola, guapis! ❤️ lamento la demora por acá. El capítulo estuvo listo hace bastante tiempo, pero no me he estado sintiendo bien últimamente, así que recién fue que pude editarlo. Gracias a quienes esperaron.

¿Qué teorías tienen? ¿Qué creen que suceda ahora? ¿Creen que Cayla, Astra y Cassian puedan mantenerse como un equipo sólido hasta que terminen los juegos? 

Ustedes como audiencia de Arcadis... ¿cuál es su campeón favorito? ¿Cayla, Astra o Cassian?

Gracias siempre por estar y apoyar. Los quiero mucho🥺 ❤️ Nos leemos prontito.

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