BACKSTAGE (BORRADOR)

By angiopolis

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Chelsea Cox es una cantante, compositora y modelo británica mundialmente reconocida. Con tan solo 19 años es... More

ADVERTENCIA
PREFACIO
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPITULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPITULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
LA NOCHE ANTES DE LA OSCURIDAD
BACKSTAGE EN FÍSICO (PREVENTA)

EXTRA: 🦋AZUL🦋(Versión en físico)

36.4K 4.2K 2.4K
By angiopolis

One minute I held the key

Next the walls were closed on me

And I discovered that my castles stand

Upon pillars of salt and pillars of sand

VIVA LA VIDA

Coldplay

Azul

Chelsea mueve los dedos sobre las teclas. No las presiona con mucha fuerza, solo vagamente, pero está entregada al ritmo como si no tuviera más opción, como si su vida dependiera de ello. Sus hombros suben y bajan, y el volumen de la melodía que toca no es suficiente para tapar su llanto. Pese al dolor que transmite, luce como ángel. Un ángel cabizbajo y con el corazón muy roto.

La acompaño sin que lo note desde el pequeño sillón rojo al fondo del salón. Ya es mediodía, pero hoy el sol se ha levantado sin ganas y el salón está más oscuro y sombrío que de costumbre. Cada vez soporto menos este castillo, este paisaje nevado en el que los colores son apenas un recuerdo de otra vida. Tal vez por eso me gusta estar cerca de ella: me recuerda a mí hace un tiempo y a algunas cosas que dejé atrás.

Un relámpago ilumina todo, pero dura menos de un segundo, seguido un trueno hace vibrar los vidrios. Chelsea sigue en lo suyo y yo miro por la ventana. No me gustan las tormentas.

¿Nevará otra vez? Ojalá solo llueva. A veces soy mala prediciendo el clima, pero soy buena leyendo a las personas. Solo es cuestión de cerrar los ojos, recordar su voz y todo lo que me hacen sentir. Las almas están hechas de colores y energía, y nada de esto se puede percibir con los ojos; la mayoría de veces las siento y las veo con el corazón.

Escucho pequeños golpes en la ventana. Son gotas. Ha empezado a llover.

Cierro los ojos y me dejo llevar algunos segundos por la música. No parece que vaya a dejar de tocar pronto, así que decido quedarme ahí, en silencio, mientras escucho su melodioso caos y la lluvia.

Últimamente he estado pensando mucho en mamá y en las conversaciones que teníamos. Llevo meses sintiendo que olvidé algo importante, que a pesar de que le hice cientos de preguntas al día, por más que busco entre mis recuerdos, no encuentro lo que necesito. Tal vez todas fueron preguntas tontas. También busqué en algunas de sus miradas y nada. Todo lo que tengo de ella son sus palabras optimistas sobre la vida, sobre vivir, casi como queriendo demostrar que valía la pena seguir aquí... ¿Trataba de convencerse a sí misma?

Antes pensaba que tal vez una palabra hubiera podido salvarla, pero se las dije todas, recuerdo muy bien que se las dije todas, todas. Sin embargo, no bastaron.

Chelsea se detiene, y al segundo inicia otra canción aún más tormentosa que la anterior. Respira profundamente y suelta el aire por la boca. Entrecierra los ojos con fuerza, como si le ardiera respirar, como si el dolor fuese insoportable. Veo su rostro y pienso

en quienes dicen que los corazones no se rompen y que las almas no pueden ser heridas. Si pudieran ver lo que estoy viendo ahora mismo, entenderían que el dolor no es solo físico, que no se sangra, que algunos síntomas pueden esconderse, y eso mismo hace que la vida también peligre. Continúa tocando como si intentara desesperadamente reemplazar los pensamientos con música. Puede ser que tal vez esté recordando, como yo, o tal vez dejando ir, como yo debí hacerlo.

Se detiene y cae de la silla. No dudo ni un segundo en levantarme e ir hasta ella. La encuentro acostada de lado, abrazando sus piernas.

—Chels... —susurro e intento tocarla, pero me esquiva.

—No... —solloza.

—Está bien.

Me siento y apoyo mi espalda contra una de las patas del piano. Chelsea, a mi lado, se abraza tan fuerte que casi parece que está sosteniéndose para no romperse. Y a pesar de que estoy preocupada, no me alarma tanto verla de esa manera. Aquí todos hemos pasado por ese momento.

—A mí también me gusta el piso.

Silencio de su parte. Tampoco espero que hable.

—A veces logras una mejor perspectiva de las cosas desde aquí —digo suspirando—. Cuando te levantes verás un poco mejor.

—No puedo —susurra.

—Podrás hacerlo en unos minutos.

—No puedo. Solo me queda menos de un mes y nada ha cambiado.

—No hay prisa.

—¿Tú ya no la necesitas?

—No —respondo y me siento como toda una mentirosa.

—¿Fue... duro?

—Lo fue.

—¿Por qué?

Tomo aire y lo expulso ruidosamente. Voy hasta el pequeño parlante y lo enciendo. Una canción que no conocía empieza a sonar, pero no la cambio, si está en la lista es porque a Chelsea le gusta y todas las canciones que me ha enseñado, me han gustado. Regreso y me arrodillo a su lado.

—Hace frío. Vamos a tu habitación.

Desde que llegué estoy temblando, y ella también.

—No puedo, Azul.

—En unos minutos podrás... Todo va a estar bien.

Me siento otra vez, un poco más cerca. Repito su pregunta en mi cabeza. Quiero responderle, pero no quiero hablar más sobre lo que pasó. No me salen las palabras, estoy cansada de hablar y hablar. Mi pasado tiene un mal sabor. No me gusta y no quiero probarlo nunca más.

—¿Dónde has estado toda esta semana? —pregunta en un tono de voz muy bajito.

—Pensando —respondo.

—¿En qué?

—En mí, obviamente.

—Eres muy misteriosa —susurra.

—No es eso. Es solo que... soy mejor para escuchar que para contar.

—A mí me gustaría escucharte. Cuéntame algo... Por favor.

—Vamos a tu habitación —digo.

—No puedo moverme.

—Puedo ayudarte.

No responde inmediatamente. Otro relámpago nos ilumina y al segundo todo vuelve a vibrar.

—Necesito... —La voz se le corta—. Un minuto más, por favor.

—No hay prisa —Le sonrío a pesar de que no me ve.

Su rostro sigue escondido bajo los rizos. Al parecer hoy no se ha peinado. Hago un apunte mental para más tarde ofrecerme a batallar contra su cabello. Recuerdo la primera vez que la vi, lo llevaba lacio y luego pasó a ocultarlo, hoy ya no lo hace. Ojalá pudiera guardar en algún lado el recuerdo que tengo de ese día. Había algo en su mirada. Algo que reconocí de inmediato porque lo había vivido. La mirada que tenía ese día es la misma que veo en mi espejo todos los días.

La sentía completamente gris y no me gustó. He dejado de ser muchas cosas, pero en ese momento seguía siendo obstinada y me lancé a perturbar su vida. Hoy ella mira diferente, a mí, a Isaac, a ella misma y al mundo.

Sigue lloviendo, pero esta tormenta va a cesar pronto.

—Creo que estoy lista —dice.

Me acerco a ella y la tomo de los brazos para ayudarla a sentarse.

—Vamos... Estira una pierna, luego la otra... Tómate tu tiempo. La levanto con cuidado y respira profundo.

—No —Se detiene—. No, aún no.

Asiento con la cabeza, y trato de moverla al menos hasta la alfombra. Caminamos y nos tiramos sobre nuestras espaldas. Se acuesta con cuidado a mi lado. Yo con mis pies hacia el sur, y ella con los suyos hacia el norte. Quedamos hombro a hombro, con los sonidos de la tormenta de fondo.

Un minuto después, el rostro de Christina aparece sobre nosotras.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Todo bien —Chelsea responde con un tono de voz diferente, un poco más tranquilo y seguro que hace un par de minutos. Es tan buena fingiendo.

—Estaré cerca —dice Christina y se despide.

—Mentirosa —le digo cuando hemos vuelto a ser solo ella y yo.

Ambas miramos al techo. Hay un candelabro enorme colgando. Tiene algunas telarañas. Espero que no se caiga. Hasta los ladrillos vibran con los truenos.

—¿Sabes? —dice—. Se siente extraño que tú sepas tanto de mí y yo no sepa mucho de ti.

—Sabes mucho de mí.

—Sabes que no. Me ocultas cosas.

—No te oculto nada, boba. Solo que... Creo que soy del tipo de persona a la que le toma más tiempo... ¿abrirse?

—En cambio, creo que yo soy de las que te cuenta toda su vida en una noche si me caes bien.

—Sí, lo eres —sonrío.

—Pero... Debe haber algo que puedas contarme. Ya sabes, dime un momento de relleno.

—¿Un momento de relleno?

—Sí, esos momentos cero, que no suman ni restan, que no importa si los olvidas. Puede ser un día normal en la playa, una ida a comprar comida, al médico, al banco, no sé... Algo.

—La primera vez que conocí el mar —digo de inmediato.

—¿Cómo fue?

—No sé. Estuvo bien. Esa semana no me perdí ni un solo amanecer y ni un solo atardecer. Siempre tenía los pies enterrados en la arena cuando el sol salía y se iba.

—¿Cuántos años tenías?

—Fue el año pasado. Creo que iba a cumplir veinte.

—¿Cuándo cumples años?

—El veintitrés de abril.

—¿Por qué no pudiste conocer el mar antes?

—Mmm... Chelsea, creo que esa respuesta no es algo de relleno.

—Tenía que intentar sacarte información por algún lado —dice sonriendo.

—Usemos estos últimos días en algo más genial que solo hablar de traumas.

Chelsea suspira y lo tomo como su rendición, como una bandera blanca. Le sonrío de vuelta. He decidido no hablar sobre mi pasado, pero sería a ella a quien le contaría todo si estuviera lista para hacerlo. Se ha hecho de noche. No sé qué hora es, pero tampoco es como si me interesara mucho averiguarlo. He dejado de preocuparme por la noción del tiempo. Tal vez toda esta semana lo pase así.

—Cántame una canción —dice después de algunos truenos.

—¿Qué? —Me río.

—Siempre me lo piden a mí, pero yo nunca lo pido.

—¿Tal vez porque la de la voz eres tú?

—Tu voz es linda.

—No sé cantar, Chelsea.

—No tienes que saber cantar para cantar, ¿lo sabías? —suelta con una mirada de inocencia y súplica que seguramente ha usado con otros antes. Y funciona.

Suelto todo el aire por la boca.

—¡Aaaah, está bien! ¿Qué canción? —le pregunto.

—Una feliz.

—Difícil. Todo lo que escucho es dolor y sufrimiento puro.

—Tiene que haber alguna.

—Mmm... ¿Te gusta Coldplay?

—Sí. Cuando salga te mandaré algunas fotos que tengo con ellos. 

Resoplo.

—Dios tiene a sus favoritas.

—Definitivamente sí. —Me mira y se ríe.

—Y yo soy una de ellas.

—Sí, serás la única persona en el mundo que tendrá acceso gratuito a todos mis conciertos.

—No me mientas, ese puesto me lo quitó Isaac.

—Nah, es millonario, que pague por su entrada... —se ríe y luego abre los ojos como si recordara algo—. Mentira, tú y Chloe serían las únicas.

—¿Chloe?

—Es su hija —explica.

—¿Serás madrastra? Wow, creciste muy rápido.

—Azul. —Abre los ojos. Sus mejillas se han enrojecido.

—¿Qué tal es?

—No la he conocido.

—¿Y si es una hijastra malvada? —bromeo.

—Tiene solo seis años y su papá es Isaac... Imposible.

—Un papi soltero y millonario... Estás viviendo la novela.

La escucho reír. Es feliz, aún le falta camino, pero es feliz, o al menos empieza a serlo.

—Oye, deja de cambiarme el tema y cántame la canción.

—Mmm... ¿Has escuchado Viva la vida?

—Amo tocarla.

—Dicen que es sobre un rey de Francia.

—¿Sí? No lo sabía.

—Pregúntales algún día qué significa.

—Lo importante es... ¿Qué significa para ti? Esa es la magia de la música.

Me quedo en silencio.

—Algún día tendrás que contarme que hay detrás de esta y de As the World Caves In. Vamos, canta —pide.

—¿Sabías que el mundo es una canción?

—Estás cambiando el tema de nuevo.

—No, en serio. ¿Lo sabías? Rueda sus ojos y me río.

—¿Es una metáfora? Porque está preciosa, voy a robármela.

—Nooo, es real. Una vez alguien me habló sobre la teoría de cuerdas.

—¿Quién era?

—Eso no es relleno. 

Suspira sonoramente y después de unos segundos, rendida, vuelve a mirarme.

—Así que... ¿Teoría de cuerdas?

—Sí, es una teoría que dice que el universo no está hecho de partículas, que no está hecha de puntos. Dice que está hecho de cuerdas, de líneas de energía vibrando, como un pentagrama.

—¿Como un pentagrama?

—Sí, y a veces, creo en ella. Mira a los músicos que perdieron su audición siguieron creando música con sus otros sentidos gracias a la vibración. Ellos son la prueba de que la música no se escucha, se siente.

—Estás queriendo decir que el mundo vibra... Entonces el mundo es una canción.

—La verdad yo creo que son varias.

—¿Y cuáles son? —pregunta con emoción.

—Te hablaré de mis favoritas: el sonido de las olas rompiendo contra las rocas, las ramas de los árboles chocando entre sí por el viento, los truenos retumbando... Y estos son sonidos que también podemos sentir... ¿Quién los creó? No lo sabemos, pero vibran y suenan hermoso.

—Haces sonar la física tan bonita.

—Conocí a alguien que veía todo así, para esa persona el mundo vibraba y me convenció.

—Eso definitivamente no es relleno. Realmente espero que algún día puedas contármelo, pero ahora... ¡Cántame! —Me empuja—. No me distraigas más.

Niego con la cabeza y respiro profundo. Realmente no sé cantar muy bien, pero da igual, lo haré. Tomo aire y empiezo.

I used to rule the world

Seas would rise when I gave the word

Now in the morning I sleep alone

Sweep the streets I used to own

—Espera. Tenemos que hacer esto en el piano —me interrumpe y se levanta de un tirón.

Me apoyo sobre los codos. La veo sentarse sobre el piano y presionar teclas en desorden hasta que la melodía cobra sentido. Sonrío y la emoción hace que los ojos se me llenen de lágrimas. Verla tocar, donde sea, será siempre uno de mis momentos favoritos.

—Ven aquí y canta, Azulquia.

—Voy. —Me levanto del mismo modo que lo hizo ella y me siento a su lado en el taburete. Detiene la canción y me mira.

—Desde el principio. Concéntrate en las notas de esta... —Sacude su mano izquierda—. De las graves.

—Okay —digo sin entender mucho y cuando reanuda la melodía, vuelvo a cantar la primera estrofa.

Intento hacerlo lo más afinado que puedo. Chelsea está pendiente de que mi voz y el piano se mezclen bien. Mueve todo su cuerpo al ritmo de la música. Le agrega su estilo, se equivoca, pero vuelve a hacerlo sonar bien. Después soy yo quien desafina, pero ambas reímos y volvemos a intentarlo otra vez.

For some reason I can't explain

Once you'd gone, there was never

Never an honest word

That was when I ruled the world

Dejo de cantar para que ella continúe. Su voz reemplaza el sol que no salió hoy y el día toma color. Me invita a cantar con ella y me uno con lo que tengo. Bailamos hombro a hombro, olvidándonos de lo que éramos hace unos segundos.

Guardo este momento en la caja de los que me llevaría si pudiera.

🦋

Seis días después, estoy parada frente a su puerta. Hay tormenta, no hay energía, pero tengo una linterna. No sé exactamente que haré, pero tenía que venir. Sé que está con Isaac, pero debo despedirme.

Me tiemblan las manos, al menos ahora solo son las manos. Practiqué cientos de veces en el espejo antes de venir. Los nervios me están comiendo las tripas y las respiraciones profundas no me sirven mucho, la verdad es que nunca lo hicieron. Tiene que verme bien. Tengo que darle mi última sonrisa y todo el amor que pueda dejarle.

Respiro hondo y golpeo tres veces la puerta. Escucho algunos susurros y segundos después la puerta se abre. Pongo mi mejor sonrisa cuando veo a Chelsea saludarme con un:

—Hola, Verde.

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