Cambiantes Libro II. Vínculo.

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa a quién una. No importa lo que una. Después de escapa... More

Saludos
La explicación
Dos días. Cuatro días.
Sopa
El celo de Dawi
Un celo unido a ti
La regla de Dau
Reparando el celo
El juicio de Dau
Visita de un amigo
Si eres parte del pueblo
Un zorro cuidando niños
Quedarse atrás
Lo más importante
Declaración forzada
Charla frente al fuego
Malas noticias
Ceremonia de confirmación
La decisión de Nalbrek
Antes de entrar
Entrando en la ciudad de los lobos
Las cinco familias
Primera noche en la ciudad
Gerna
Asdis
Una charla en la habitación
La familia que sirve a los alfas
El destino de las parejas
Cena en la ciudad
Cena en el bosque
Paseando
Lo que significa ser un fiel
Nunca juegues con un zorro
Recuperando a un Uiba
Caída libre
Fin

Invitación

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By CCmyc02

Avanzó por el bosque con cuidado mientras seguía el rastro. Ahora que comenzaba el verano, era el momento de empezar a comer para poder hacer frente a las cacerías.

Sintió que Nalbrek lo estaba llamando, pero ignoró la sensación hasta que se detuvo suspirando. Aquel lobo no era de los que interrumpían una cacería, y si lo estaba llamando con tanta insistencia debía tener una buena razón. O eso esperaba. Por su bien.

—Ya voy. Ya voy —murmuró dentro de su cabeza mientras regresaba con un trote lento hasta que lo encontró—. Espero que sea por una buena causa —le advirtió.

—Hilmar ha regresado —contestó.





—Me debes mucho cuero, Hilmar, malas pulgas —le advirtió a la figura envuelta en pieles que se acercaba.

—No planeaba pasar tanto tiempo fuera cuando me marché. Aun así, te pagaré... después de comprobar que cumpliste tu parte —añadió sonriente mientras echaba atrás el embozo.

—Eso no lo dudes —replicó saltando desde la piedra para ponerse delante de él—. Vaya —murmuró admirado.

Hilmar era un lobo, lo cual significaba que, incluso en su forma humana tenía un aspecto impresionante, pero ahora era como si se hubiese vuelto... amenazador. Incluso le parecía más grande a pesar de saber que eso no tenía sentido, tal vez por su manera de mirar, mucho más dura ahora, por las rastas que se confundían con su barba, o por las cicatrices que recorrían su mejilla y su frente.

—Deben llamarte Hilmar, el torpe —Señaló las cicatrices.

—Los principios fueron difíciles —asintió mostrándole la mano derecha, donde faltaba el meñique.

—Vaya...

—Al menos aprendí a tener cuidado con donde pongo mis dedos.

—Ese parece un buen consejo. Bienvenido.

—Gracias.

—Y ahora, antes de seguir, quítate eso —le advirtió deteniéndolo antes de que pudiese avanzar señalando las pieles y adornos que llevaba.

—Son mis pieles.

—¿Y?

—Las gané yo.

—¿Y?

—No voy a dejarlas aquí.

—Pues no haberlas traído.

—Dau... —le advirtió amenazador mostrando los colmillos.

—¿Qué? No entrarás en el pueblo cubierto de pieles de ciervo, conejo, oso y ardilla. No lo harás —repitió más severo cruzándose de brazos.

—No puedes obligarme.

—Eso ya lo sé. Pero dado que, si entras con eso en el pueblo, te van a sacar a patadas y yo también recibiré mi parte por intentar ayudarte a pesar de no tener razón, prefiero evitar los problemas ahora. Quítatelo —repitió.

—No entiendo por qué le tengo que hacer caso a un zorro —murmuró comenzando a quitarse la capa hecha con las pieles.

—Porque tengo razón —respondió—. Ahora envuélvelo bien y guárdalo entre las demás cosas.

—No me digas lo que tengo que hacer, no soy ningún niño.

—Cierto, solo eres un lobo idiota que pretendía entrar en un pueblo cubierto con pieles de los animales que lo habitan —asintió—. Lo único por lo que doy gracias es porque, al menos, no apareciste cubierto de sangre para intentar aparentar ser más impresionante.

—¿Estás siendo sarcástico?

—Si quisiese ser sarcástico, te habría dicho: "Hermosos adornos, seguro que los habitantes del pueblo te darán una cálida bienvenida al verte vestido con las pieles y huesos de sus equivalentes animales después de dejarlos durante meses a cargo de un humano. Quemándote".

—Entendido. Creo que he pasado mucho tiempo solo entre lobos.

—Eso no me sirve de nada cuando te vas a ir a vivir allí de manera permanente —le advirtió viendo como acababa de guardar las cosas.

—Vivir entre lobos es muy diferente de lo que esperaba y, al parecer, también me ha cambiado.

—¿Y cómo es esa ciudad? —le preguntó mientras avanzaban.

—Al principio me pareció muy estricta, llena de reglas y, en varias ocasiones, estuve a punto de irme ya que todo me ahogaba, pero luego... Para cuando me di cuenta tener un grupo, pertenecer a una manada y saber que tus compañeros darían su vida por ti sin pensarlo, empezó a compensar todo eso.

—Sin duda eres un lobo.

—Sí —asintió sonriendo.

—¿Tu familia?

—Hemos decidido intentar crear una relación, pero sin prisa. Hay muchas cosas de las que hablar, como por qué no ayudaron a mi madre o que Rishi es un humano.

—Entonces, ¿no aceptan al humano?

— Al día siguiente de hablar con ellos, me presentaron una chica para que fuese mi pareja.

—Son rápidos —los alabó.

—Para nosotros es muy importante la pureza de sangre, por eso las parejas son decididas en función de lo que más beneficie al clan.

—¿Y lo que quiera el interesado?

—Es secundario. Por suerte, dado que no me críe con ellos, su influencia sobre mí es limitada y no pueden hacer nada contra un vínculo de un año.

—Aun así, una parte de mí quería ver a tus hijos. Pequeños lobatos correteando y mordiendo las perneras de mis pantalones.

—Yo tampoco voy a poder ver a tus hijos.

—No creo que quieras a un zorro meándose en tus pantalones.

—No, no lo quiero —admitió cuando se detuvo y al mirar, vio al humano al fondo.

—Espera —lo detuvo.

—Pero es Rishi.

—Lo sé.

—Y han pasado seis meses.

—Lo sé. Pero primero debes hablar con Baem porque, cuando te acerques al humano, tus instintos no te permitirán alejarte de él hasta que no pueda levantarse de la cama, eso sí conseguís llegar hasta allí. Así que me lo llevaré a la cabaña de Nal con todo lo necesario. Cuando acabes de hablar, ven allí.

—Eres un buen amigo.

—Lo sé. Tan solo espero que mi amigo sea tan generoso conmigo como yo lo soy con él —añadió marchándose.





Miró a Nalbrek, el cual trabajaba la madera para darle la forma de una cuchara perdido en sus pensamientos.

—¿Y si me dices lo que te preocupa? —le propuso mientras trabajaba en el cuero.

—¿Lo que me preocupa? —le preguntó Nalbrek haciéndose el desentendido.

—Sí, ya sabes. Esa cosa que no hace más que dar vueltas en tu cabeza. Ni siquiera me hace falta el vínculo para sentirlo.

—No es nada —negó.

—Entonces mayor razón para decírmelo —replicó y Nalbrek miró la madera antes de bajarla suspirando.

—Es solo que no es lo que me esperaba. Es decir, yo ya lo sabía, pero ver que es verdad...

—No te estoy entendiendo —le advirtió y Nalbrek suspiró de nuevo.

—Tú sabes que yo veo las relaciones –Él asintió. No entendía por qué tenía que empezar por algo tan básico, pero lo prefería a la explicación que le dio antes—. Y por la manera de hablar de Andros, sabía que el clan establecía uniones muy fuertes entre sus miembros, así que siempre imaginé que los ataría.

—Y lo hace.

—Mucho. Más de lo que nunca supuse. Cuando llegó Hilmar, este estaba tan rodeado de hilos que era imposible verlo. Tan solo dos hilos diferentes se mantenían. Uno tan fuerte como los del clan: el que tiene con el humano, otro mucho más débil: el que tenía contigo. Cuando se fue no era así. No lo entiendes —dijo al ver cómo lo miraba así que negó con la cabeza.

—Sé que el clan los ata muy fuerte y que apenas los deja tener otras relaciones, pero también sé que eso no es lo que te preocupa.

—Es que no pueden establecer nuevas relaciones. El clan los ata tan fuerte que ahoga los lazos que tienen y evitan que formen nuevos. Eso significa que, al final, solo estarán unidos al clan, ya que solo perderán lazos. Además...

—¿Además? —lo azuzó.

—Cuando la gente tiene muchos lazos, parecen incómodos, incluso aunque lleven tiempo, los ahogan. Sin embargo, Hilmar parecía cómodo por estar atado hasta ese punto y me preocupa que eso signifique que no puede dejar la manada ya que es imposible establecer tantos lazos si no es con ellos.

—¿Estás diciendo que la manada los ata hasta tal punto que los aíslan y, a la vez, hacen que necesiten estar así de atados para no sentirte solos? —Nalbrek asintió—. Eso explicaría por qué son tan leales a la manada —murmuró—. Lo que no entiendo es por qué te preocupa tanto eso, Hilmar es un amigo, pero no estás tan unido a él.

—Creo que solo me ha sorprendido ver hasta qué punto la manada te puede atar.

—Comprendo —aceptó mirándolo evaluativo—. ¿Prefieres que use Eola? —le preguntó al ver que no seguía y es que la sensación de que Nalbrek le ocultaba algo había aumentado, no disminuido.

—Creo que será lo mejor —admitió, de manera que se levantó y echó un poco.

—¿Y bien? —lo azuzó regresando a su sitio.

—Hilmar me ha hecho llegar una invitación de la ciudad de los lobos.

—¿Y por qué no he sabido nada de eso antes?

—Me lo ha dicho esta tarde —contestó Nalbrek mirando la cuchara.

—¿Cuál fue el mensaje?

—Mi tía murió durante el invierno y aunque no pude asistir al funeral, me invitan a ir para presentarle mis respetos. También quieren que vaya para conocer la ciudad ya que es la ciudad de mi familia. Ellos parecen saber quién es mi madre.

—¿Por tu capacidad? —Nalbrek asintió—. Deberías haber tenido más cuidado con eso.

—Era imposible mantener un secreto así, sobre todo cuando era un niño y no entendía que los demás no podían ver los hilos. Por eso mi tía me advirtió que ellos habrían oído rumores de mi existencia, aunque no pudiesen confirmarla por lo que, tarde o temprano, vendrían a buscarme y debería enfrentarme a ellos. Hilmar solo confirmó lo que sospechaban y lo usaron para contactar conmigo.

—¿Y para que quieren que vayas? Porque no pueden obligarte a servirles si no perteneces a la ciudad.

—Dau, yo... —comenzó cuando se detuvo—. Mi familia... —lo volvió a intentar tan solo para detenerse cuando suspiró antes de respirar volviéndose hacia él—. Mi madre y su hermano fueron los dos últimos fieles. Y yo también lo sería si Andros no me hubiese sacado de allí.

—¿Eres un fiel? —le preguntó cogido por sorpresa y Nalbrek asintió— ¿De los fieles de los que hablaba Hilmar? ¿La familia que servía a los alfas y que despareció?

—Yo soy el bebé que murió, el último miembro de la familia. O lo sería si me hubiese criado allí, si mi tía no me hubiese sacado de la ciudad.

—¿Pero entonces Andros? ¿Acaso ella no era un fiel?

—Ella era de otra rama de la familia —le explicó—. Por eso nunca supo demasiado.

—Pero tu familia, ¿los fieles? —retomó el tema—. ¿Cómo es posible?

—Una parte de mi familia, los que son como yo, podemos ver las relaciones, a quién está unida la gente, para nosotros es algo natural, como lo es para ti seguir un rastro en el bosque así que, desde tiempos inmemoriales, todos lo sabían en la manada. Mi familia era especial. Sabíamos quiénes eran nuestras parejas y nos manteníamos fieles a ellas, podíamos encontrarlas siguiendo nuestro lazo si estaban en peligro, éramos capaces de cualquier cosa por ellos ya que sentíamos su miedo, su dolor... Nada nos detenía, como no me detuve cuando los humanos te llevaron con ellos. ¿Entiendes lo que eso significa? —Él negó—. Los alfas luchan entre ellos para llegar a dominar la manada, para ello es importante la propia fuerza, pero también es tanto o más importante tener alguien en quién confiar. Una mano derecha que nunca te traicione.

—Y tu familia era la mano derecha perfecta —comprendió—. ¿Pero es posible obligaros a enlazaros con alguien? —le preguntó y es que la familia de Nalbrek podían ver con quién estaban unidos.

—Ellos encontraron la manera —asintió perdiéndose en sus pensamientos. Al parecer no quería hablar de eso.

—Y te preocupa que quieran hacerlo contigo.

—No, no podrían —negó Nalbrek cogiéndolo desprevenido.

—¿No podrían?

—Eres mi pareja y hemos formado un vínculo, para romperlo deberían matarte.

—Esa perspectiva no me ayuda —le advirtió.

—No te preocupes, no lo harán. Si te dañasen yo los destruiría, a ellos, a sus familias. Incluso aunque no lo lograsen su objetivo, lo haría. Mientras tú estés conmigo, no pueden hacer nada —le explicó haciendo que él entendiese, por fin, lo que le dijo Andros.

—Entonces ¿aceptarás la invitación?

—No lo sé. Desde niño, me ha dado miedo esa ciudad, los historias que me contaba Andros sobre lo que le hicieron a mi familia... me asustaba pensar que podían hacer eso conmigo y aunque Andros decía que aquí estaba a salvo, yo sabía que incluso ella estaba preocupada ya que mis habilidades son únicas. Pero ahora que eres mi compañero, me siento lo bastante seguro como para ir hasta allí y hacerles frente. Una parte de mí quiere hacerlo para demostrarme que no me dan miedo, que soy libre. Además, siento que es algo que le debo a mis antepasados, demostrarle a esos alfas que ya no somos sus juguetes. Sé que es absurdo, pero quiero hacerlo. Andros siempre decía que, mientras estaba embarazada, mi madre solo le pedía que me pusiese a salvo de la manada. Quiero ir a su tumba, a la de mi familia y mostrarle que, aunque yo sea el último de nuestra estirpe maldita, al final, hemos escapado de ese destino.

—Tu estirpe no está maldita. Alguien os ha usado, pero eso no es culpa vuestra —le aseguró acercándose para apretarlo contra él.

—Dawi, si decidiese ir, ¿tú vendrías conmigo?

—Solo intenta dejarme atrás. Me pasaré el viaje mordiendo ese lento culo tuyo y dejando esa cola sin un solo pelo.

—Siempre se te ocurren las mejores amenazas —le dijo Nalbrek riendo.

—Lo sé. 





Bueno, primer nivel desbloqueado. Nal, nuestra pequeña nubecita, es el último fiel y por fin tiene sentido lo que dijo Andros sobre que todo lo que Nal necesita es a él. Este era fácil, ¿verdad? Ahora solo quedan los demás secretos y poder hablar con tod@s sobre lo que significaba ser un fiel en la ciudad de los lobos. Pero nos vamos acercando  🥳

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