Cambiantes Libro II. Vínculo.

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa a quién una. No importa lo que una. Después de escapa... More

Saludos
La explicación
Dos días. Cuatro días.
Sopa
El celo de Dawi
Un celo unido a ti
La regla de Dau
Reparando el celo
El juicio de Dau
Visita de un amigo
Si eres parte del pueblo
Un zorro cuidando niños
Quedarse atrás
Lo más importante
Declaración forzada
Charla frente al fuego
Malas noticias
Invitación
La decisión de Nalbrek
Antes de entrar
Entrando en la ciudad de los lobos
Las cinco familias
Primera noche en la ciudad
Gerna
Asdis
Una charla en la habitación
La familia que sirve a los alfas
El destino de las parejas
Cena en la ciudad
Cena en el bosque
Paseando
Lo que significa ser un fiel
Nunca juegues con un zorro
Recuperando a un Uiba
Caída libre
Fin

Ceremonia de confirmación

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By CCmyc02

—Siéntate ahí —le indicó al humano y este asintió haciéndolo mientras él regresaba situándose en su lugar junto a Nalbrek en el llano en las afueras del pueblo. Aquella ceremonia tenía lugar todos los años, pero era la primera vez que ellos participaban. Como el humano.

—Gracias por venir —dijo Baem dando un paso al frente—. Como sabéis, hoy comenzaremos con la ceremonia de confirmación. Todos aquellos cuyas parejas no estén presentes pueden marcharse, tan solo recodad venir a verme cuando ambos podáis participar —les dijo y él vio como el humano, junto con otras personas, se levantaban abandonando el lugar. Tenía suerte—. Y ahora comencemos. Que vengan las parejas que tengan bebes menores de un año —anunció y él vio como una cantidad nada desdeñable de parejas se levantaban reuniéndose frente a las diez pequeñas tiendas de palos construidas a uno de los lados.

—¿Solo diez? —preguntó abatido.

—Ha sido una época difícil con todo lo que ha pasado —respondió Nalbrek.

—Pero así vamos a tardar una eternidad —se lamentó dejándose caer hacia atrás con los brazos cruzados frustrado.

—Nos dejarán volver por hoy —le recordó Nalbrek consolador.

—Eso no me sirve de nada cuando nos harán volver mañana. Y al día siguiente, y el día después... Somos los últimos de la lista al no tener hijos.

—Todas las parejas que no se han levantado pueden irse ahora, pero regresad dentro de dos días —pidió Sarnat.

—Al menos nos han dicho dos días —señaló Nalbrek consolador y él asintió.



Una semana después estaba de nuevo en las afueras del pueblo esperando a que alguna de las tiendas quedase vacía mientras cosía la ropa aprovechando la luz del sol apoyado en Nalbrek, que tenía su forma de lobo mientras dormitaba. A él también le gustaría hacerlo, pero si su pareja estaba descansando, su instinto le instaba a estar alerta, aunque no diese esa apariencia, pero sabía dónde estaban todos los animales de ese claro, de los alrededores, lo que eran, hacia dónde se movían, si podían ser una amenaza o no. Siguió cosiendo reforzando la ropa hasta que vio a una pareja salir algo tambaleante de una de las chozas para dirigirse a Baem, comenzando a hablar con él.

Aquella "ceremonia" era algo que todas las parejas debían realizar una vez al año y consistía en meter a ambas partes de la pareja en una tienda cerrada con mucho eola para que hablasen y pudiesen resolver sus problemas antes de que estos se hiciesen más grandes. No es que fuese un método infalible, pero el eola y el pasar tanto tiempo sin nada mas que hacer, facilitaba hablar sobre cualquier tema.O eso se suponía, porque cuando le preguntaban a alguien sobre lo que pasaba allí dentro su respuesta era, siempre, "había demasiado eola y no recuerdo nada". 

—Creo que no falta mucho para que nos llamen —le dijo a Nalbrek.

—¿Han acabado? —preguntó este sin abrir los ojos.

—Han salido —contestó viendo como uno de los hijos de Baem levantaba las dos telas que había a ambos lados de la tienda  comenzando a salir un denso humo rojo que hizo que le picase la nariz—. No entiendo por qué tienen que usar este tipo tan fuerte de eola —se lamentó.

—Los zorros sois muy sensibles a su olor.

—Vosotros también —le recordó molesto—. Aunque tú seas la excepción.

—Ya sabes que soy resistente al eola.

—Lo cual no sé si es bueno o malo.

—¿No lo sabes?

—Se supone que es un signo de fortaleza, pero siempre tienes que usar tanto que acabo mareándome. Seguro que mañana tengo dolor de cabeza.

—Nalbrek, Dau —los llamó Sarnat así que se levantaron dirigiéndose hacia él. Por fin era su turno—. Comencemos. Se os dará un puñado de eola rojo, en cuanto entréis Dau deberá cerrar la tela asegurándose de que no entra luz y Nalbrek deberá encender un pequeño fuego, luego apagáis el fuego y esparcís el eola sobre las cenizas. Todo. Debéis permanecer dentro hasta que no quede ningún rescoldo. Es importante que hagáis las cosas de forma correcta, sobre todo vosotros que, a lo largo de este año habéis tenido algunos problemas con vuestra relación.

—Problemas que superamos —señaló él.

—Entonces esto será fácil —replicó Sarnat—. ¿Alguna pregunta?

—¿Algo que debamos hacer? —le preguntó Nalbrek.

—Lo que hagáis ahí dentro, depende de vosotros —negó—. ¿Algo más? —se miraron entre ellos antes de negar—. En tal caso, ¿quién llevará el eola?

—Yo —contestó él.

—Muy bien, id a la tienda —les indicó y ellos lo hicieron.

—Es mucho más pequeña de lo que imaginaba —murmuró mirando dentro. Allí apenas había espacio para ellos dos, no era posible hacer un fuego.

—Debéis decidir dónde hacer el fuego —les explicó el hijo de Baem y ellos miraron el interior. Lo hiciesen donde lo hiciesen, se quemaría algo.

—Espera —le pidió Nalbrek entrando, por lo que no pudo ver lo que estaba haciendo hasta que, cuando retrocedió, vio que había excavado un agujero, donde metió la leña, así que cogió las ramas de eola antes de cerrar la tela y, al volverse, vio el pequeño espacio iluminado por el fuego que comenzaba a brillar con fuerza.

—Siempre has sido rápido encendiendo fuego —lo alabó.

—Cuando vives en invierno en las montañas, aprendes a hacerlo muy rápido —asintió—. ¿Crees que es suficiente o esperamos más? —le preguntó poco después.

—Empieza a hacer calor aquí y no parece estar preparado para que el humo salga, así que imagino que la respuesta es sí. No quiero ser de esas parejas que tienen que salir antes de tiempo por no haber sabido hacer los preparativos. Ya hemos generado suficientes temas de conversación para el resto de nuestra vida.

—Entonces lo apagaré.

—Espera, primero debemos sentarnos —lo detuvo—. Siéntate ahí —le pidió señalando la pared y este lo hizo, así que se sentó entre sus piernas.

—¿Estás seguro de querer sentarte así?

—Estoy seguro de no querer que ninguno de los dos se queme —respondió apagando el fuego con tierra antes de echar el eola, que comenzó a brillar con un fuerte color rojo pero sin terminar de arder—. Es bonito —murmuró viendo los centenares de puntos rojos que comenzaba a brillar en medio de oscuridad que era la tienda.

—Parece el cielo.

—Un cielo de sangre. Esto debe poner nervioso a los herbívoros.

—Creo que sí —asintió mientras él, al respirar, tragó humo comenzando a toser—. ¿Estás bien?

—Bien.

—¿Te está afectando el eola?

—Sí —movió la cabeza con fuerza—. Y muy rápido. Te dije que soy sensible y este tipo es el más fuerte. Esto es injusto, ¿por qué tengo que tener una pareja resistente al eola?

—No lo sé.

—Pero así solo hablaré yo a pesar de ser tú el que está lleno se secretos —protestó—. Iré a quejarme con Sarnat —decidió levantándose.

—No podemos salir de aquí —lo sujetó Nalbrek—. Además, aunque no tanto como a ti, hasta a mí me afecta.

—Entonces me quedo. ¿Sabes? Siempre me preguntaba qué hacían las parejas aquí dentro tanto tiempo, pero ahora lo sé: intentar mantenerse derechos.

—Apóyate en mí —le dijo Nalbrek cogiéndolo con un brazo para sujetarlo contra él.

—Es injusto que tú no te tambalees. Práctico, pero injusto.

—El eola te está afectando demasiado rápido.

—Lo sé. Se supone que se hace para sincerarse con la pareja —le recordó—. Por eso nos encierran aquí con suficiente eola para afectar a un pueblo entero y no nos dejan salir en un par de horas. Así que cuéntame algo.

—¿Algo sobre qué?

—No lo sé. Si no fueses un lobo, ¿qué animal te gustaría ser? ¿Nalbrek? —lo azuzó.

—Me gusta ser lobo, pero volar... —murmuró.

—A ti no te dan miedo los lugares altos.

—Me gustan los lugares altos. Yo puedo saltar desde lugares altos. Muy, muy altos.

—Eso es porque estás loco —le advirtió comenzando a reír.

—No, no lo estoy. Me gustan los lugares altos porque... —se detuvo.

—¿Por qué...? —lo azuzó.

—Son altos —murmuró haciendo que él se echase a reír.

—Nalbrek, el raro.

—No soy raro.

—Sí lo eres. Y tienes muchos secretos. Pero eres mi pareja —añadió.

—¿A ti te importa que sea tu pareja?

—No —contestó después de pensarlo.

—¿A pesar de que no querías?

—No quería porque eras demasiado insistente. Pero eres una buena pareja y nos llevamos bien. ¿Qué más se puede pedir? Ah, sí, una polla más pequeña, pero eso no es posible, así que... ¿Y a ti? ¿Te has cansado de que yo sea tu pareja?

—¿Cansarme de que tú seas mi pareja? —negó.

—Es que tú siempre has dicho que eres mi pareja. Pero han pasado muchas cosas desde nuestra unión —añadió.

—¿Cosas?

—Te he causado muchos problemas.

—Eso es cierto.

—Aunque sea cierto, me molesta que lo reconozcas —le advirtió—. Y me entristece —añadió en voz más baja—. Pero gana el enfado.

—Es solo que han sucedido muchas cosas, pero no son culpa tuya. Al menos no del todo. Además, convertirse en pareja de alguien significa estar con esa persona en lo bueno, pero también cuando surgen dificultades. Y es cuando estás ocurren que quieres estar con esa persona para ayudarla, protegerla.

—Cierto.

—¿Tú me protegerías a mí?

—Claro, soy un zorro, mira mis garras —se las enseñó—. No, no puedes, está demasiado oscuro —se dio cuenta bajando la mano.

—No hablo de eso.

—No hablas de eso —repitió sin comprender—. ¿Dudas de mi capacidad para abrir a otros en canal?

—No. Pero ¿lo harías?

—¿Abrir a alguien en canal por ti?

—No, me refiero a permanecer a mi lado, protegerme. ¿De verdad no te irás? ¿Nunca? ¿Aunque sepas...? —se detuvo.

—¿Comes, has comido o tienes planes de comer niños crudos? —comenzó a preguntarle.

—No —contestó Nalbrek.

—¿Comer cambiantes?

—No.

—¿Atacar a la gente para matarla, violarla y o torturarla por diversión?

—Desde luego que no —negó Nalbrek escandalizado.

—En tal caso, te defenderé de cualquier cosa —le aseguró.

—¿Y dejarme?

—No.

—¿Pase lo que pase?

—No. Soy un zorro, no me gusta cambiar de pareja —le explicó cuando se detuvo—. ¿Por qué lo preguntas?

—Tú no me elegiste a mí.

—Mmmm.

—Preferías a Hilmar.

—Mmmm.

—Aún lo prefieres.

—Mmmm.

—Y eso me hace sentir inseguro —añadió más bajo apretándolo con fuerza.

—Aún brilla demasiado y el eola funciona muy bien murmuró cuando miró hacia arriba a la oscuridad—. El humano me dijo lo mismo "¿No le molesta a Nalbrek ser un sustituto?" —lo imitó burlón—. ¿Qué sabe un humano de vínculos? Nada. Todo lo ve desde su pequeña, pequeñísima perspectiva. Hilmar es un alfa, el lobo más imponente que conozco. Es rápido, ágil, fuerte y cuando elige una presa, esta no puede escapar. Incluso en su forma humana es atractivo, esos pectorales solo se consiguen después de muchas horas corriendo, lo sé porque he corrido con él. Además, es mi mejor amigo, tenemos el mismo sentido del humor, nos podemos contar cualquier cosa, pero si fuese mi compañero, lo tiraría al río con una gran y hermosa piedra al cuello y vería emocionado como se ahoga antes de organizarle un hermoso y emotivo funeral, porque ese estúpido lobo alfa es la cosa más dominante que he visto. ¿Tú has visto como trata al humano? Yo lo saco de la casa por la ventana antes de que pase una hora, pero por un lugar donde no haya ventana. No sé cómo el humano lo soporta. Haz esto, vete allí, espera, ven... Me pone de mal humor solo pensarlo.

—¿No crees que Hilmar sea un buen compañero?

—¿Ese alfa egocéntrico y estúpido? No es que no sea un buen compañero, es que ni siquiera llega a ser compañero, tiene más que ver con un dueño. Solo hay dos cosas que puedan convivir con Hilmar: los muebles y el humano. Y, sí, lo admito, como amigo no tiene precio, ¿pero como compañero? ¿Sabes cuántas veces lo he golpeado al ver como trataba al humano a pesar de que a mí no me gusta el humano?

—Pensé que estabas celoso del humano.

—No estoy celoso. No me gusta porque formó parte de los que encerraron y maltrataron a Hilmar cuando era un niño y aunque este parece haberlo perdonado, yo no puedo. ¿Pero celoso? Tal vez un poco al principio, porque Hilmar pasaba mucho tiempo con él, pero ya me acostumbré.

—¿Entonces no está celoso porque sea su pareja?

—No. Hasta me da lástima —admitió—. Por eso le enseñé un par de trucos —añadió sonriendo.

—Yo pensaba que querías ser su pareja.

—Yo también —admitió—. A mi parte humana le gustaba, pero creo que mi parte animal sabía que no funcionaría, por eso te llamó a ti. Eres más lento, menos ágil, más pequeño, las presas se te escapan, tus pectorales no son tan impresionantes, no eres tan atractivo como él y no tenemos el mismo sentido el humor. Pero no quiero tirarte por ninguna ventana, sé que puedo contar contigo para cualquier cosa, soportas mi manera de ser sin quejarte, tus brazos están entre los mejores del pueblo, yo diría de la región aunque incluyésemos a las aves, y la cara que pones cuando copulamos me hace segregar feromonas. No, un momento. Se suponía que eso era un secreto —murmuró deteniéndose.

—¿Entonces te gusto?

—Sí

—¿Más que Hilmar?

—No, él es mi mejor amigo y es más atractivo que tú en condiciones normales y cuando copuláis... no quiero imaginarme su cara cuando copula —rechazó con firmeza.

—Yo tampoco —asintió Nalbrek—. Me gustaría que me considerases más atractivo que Hilmar —se lamentó.

—¿Por qué?

—Soy tu compañero.

—¿Y? Lo que debe importarte no es quien se ajusta más a mis estándares de belleza, sino a quién considero mejor compañero. Y ese eres tú. ¿O acaso si te digo que me gusta la forma de un árbol, te vas a poner celoso?

—No, pero un árbol no puede ser tu compañero.

—Hilmar tampoco. Lo mataría y prefiero no hacerlo—miró los puntos rojos perdiéndose en sus pensamientos por unos segundos cuando lo recordó—. Nal.

—¿Qué?

—Se supone que estamos aquí para hablar. Pero no se me ocurre nada.

—A mí tampoco. ¿Cuál es tu comida favorita?

—Las bolas de carne que haces. ¿Podrías hacerlas esta noche?

—Claro. No sabía que te gustaban.

—Pues lo hacen, son las mejores que he probado. Pero es un secreto porque no quiero que se te suba a la cabeza, así que finjo que no me gustan tanto.

—¿Eso significa que puedo sobornarte con ellas?

—Puedes apostar tu cola a que sí. Tan solo recuerda que es un secreto y que no debes enterarte. Ahora te toca a ti. Dime un secreto.

—No puedo permitir que te alejes de mí, que te pase algo.

—Eso no es un secreto.

—Sí lo es. Andros dijo que era un secreto.

—Si Andros lo dijo, entonces será cierto —murmuró mirando los puntos rojos cuando lo recordó—. Nal.

—¿Qué?

—Tenemos que hablar sobre algo, ¿se te ocurre qué?

—No —contestó este.

—Entonces, ¿cuál es tu color favorito?

—Tú —contestó.

—Eso no es un color —le advirtió—. Pero me sirve. Nal...





Para cuando por fin salieron de la tienda, el sol comenzaba a bajar, pero aún estaba lo bastante alto como para resultar cegador para ellos después de tanto tiempo en la oscuridad. Se acercó a Baem tosiendo y moviendo el brazo para quitar el humo que lo seguía.

—No entiendo cómo puedes andar tan derecho —se quejó.

—Porque no me afecta tanto —le recordó Nalbrek mientras se detenían delante del oso.

—¿Qué tal vuestra confirmación? —les preguntó mirándolos alternativamente.

—Se traga más humo del que esperaba —contestó—. Y el humano se cocinará si lo metes ahí dentro.

—Hilmar tiene un nuevo hogar, así que no creo que lo hagan —le recordó Baem—. Tan solo hay una regla. Lo que se habla en la tienda, se queda en la tienda, así que olvidadlo —les advirtió severo por lo que ambos asintieron—. Ahora descansad hasta que os sintáis listos para regresar. Si mañana seguís mareados, id a ver a Sarnat.

—¿Por qué solo me lo dices a mí? —exigió belicoso al ver que solo lo miraba a él.

—Porque es a ti a quien están sujetando, así que túmbate —le advirtió.

—Vamos —le indicó Nalbrek dirigiéndose hacia un árbol, por lo que no le quedó más remedio que seguirlo ya que Nalbrek era el que le sujetaba el brazo ayudándole a mantenerse derecho.

En cuando llegaron al árbol se quitó la camisa antes de tumbarse poniéndosela sobre la cara. Mucho mejor, pensó con los ojos cerrados mientras el suelo se asentaba poco a poco.

Debía dar las gracias por la regla de que lo que se hablaba en la cabaña, se quedaba en ella. Así podía fingir que no habían hablado de Hilmar, de los gustos de Nalbrek, de sus inseguridades, de hasta dónde le gustaba a él que Nalbrek se la metiese... Odiaba el eola.

—Nalbrek, ¿lo recuerdas todo?

—No estoy seguro, hay partes más borrosas que otras, sobre todo al final. ¿Y tú?

—Todo es brumoso, demasiado eola —mintió con naturalidad—. Esta noche tendrás que hacer la cena tú —se disculpó.

—No te preocupes, de todas maneras, ya tenía pensado qué hacer.

—¿Qué?

—Bolas de carne.




Dawi le ha explicaco a Nal cómo se siente on respecto a Hilmar, aunque haya tenido que meterlo en una habitación llena de eola 😆 Y, a partir del próximo capítulo, empieza la historia que yo quería contar, con el arco principal. Nal, Dawi y yo esperamos contar con el placer de vuestra compañía. Bueno, Nal y Dawi... ¿qué puedo decir excepto que espero que los apoyéis a partir de ahora?   Cuento con vosotr@s ❤️


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