La Perla Carmesí [Bakugou x L...

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[Historia actualizándose.] En la Edad de oro de la Piratería, allá por el siglo XVIII, los corsarios y bucane... More

Diario de a bordo {1}
Diario de a bordo {2}
Diario de a bordo {3}
Diario de a bordo {4}
Diario de a bordo {5}
Diario de a bordo {6}
Diario de a bordo {6💥}: Escenario especial
Diario de a bordo {7}
Diario de a bordo {8}
Diario de a bordo {9}
Diario de a bordo {10}
Diario de a bordo {11}
Diario de a bordo {12}
Diario de a bordo {13}
Diario de a bordo {14}
Diario de a bordo {15}
Diario de a bordo {16}
Diario de a bordo {17}
Diario de a bordo {18}
Diario de a bordo {18💥}: Escenario especial
Diario de a bordo {19}
Diario de a bordo {20}
Diario de a bordo {21}
Diario de a bordo {22}
Diario de a bordo {23}
Diario de a bordo {24}
Diario de a bordo {25}
Diario de a bordo {26}
Diario de a bordo {27}
Diario de a bordo {28}
Escamas de tritón (1)
Escamas de tritón (2)
Diario de a bordo {29}
Diario de a bordo {30}
Diario de a bordo {31}
Diario de a bordo {32}
Diario de a bordo {33}
Diario de a bordo {34}
Diario de a bordo {35}
Diario de a bordo {36}
Diario de a bordo {37}
Diario de a bordo {38}
Diario de a bordo {39}
Diario de a bordo {40}
Diario de a bordo {42}
Diario de a bordo {43}
Diario de a bordo {44}
Diario de a bordo {45}
Diario de a bordo {46}
Diario de a bordo {47}
Diario de a bordo {48}

Diario de a bordo {41}

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NOTA: arriba en la multimedia cómo se vería Tokoyami en aspecto humano con Dark Shadow.

NOTA IMPORTANTE: Este capítulo forma parte de una doble actualización (entre hoy y mañana) que se publicará el lunes 14 de febrero ;)

¡Disfruten!

***

En numerosas ocasiones Midoriya consiguió refrenar tu carrera hacia la taberna, pero en todas lograste escapar de su agarre y afianzar tu decisión de ir allí. Tu amigo supo que discutir contigo era un cometido imposible, no cuando escuchaste por sus labios que Bakugō había estado aguardando en el portón del Fuerte de la Marina y frente al mesón de Himura's dos días consecutivos...

En vez de pararte a pensar en que existía la remota posibilidad de que el orgulloso capitán te estaba buscando, lo que realmente supusiste es que él iba tras el paradero del peliverde por un asunto pendiente.

Ya que recordaste lo agresivo que fue el pirata cuando atacó al marine sin motivo aparente.

Bakugō se mostró tan irracional y empecinado en aquel entonces que temías que le hubiese guardado algún rencor a Midoriya y lo hubiera sentenciado bajo el mortal filo de su sable, regresando para concluir el ajuste de cuentas. No ibas a permitir que el capitán cortase ni un mechón de cabello verde, ni consentirías que se acercara con reveladores signos de amenaza. Ibas a detener cualquier tipo de intimidación aun si corrías el riesgo de interponerte de nuevo entre los aceros, aunque maldijiste tu falta de previsión cuando saliste a dar el paseo sin el apoyo de tu espada pesando en el lateral de tu cadera.

—¡(Nombre), creo que te estás precipitando! —el guardia alcanzó la manga de tu blusa en cuanto frenaste para girar en la siguiente esquina, pues Froppy's estaba en esa misma avenida y antes de arrasar como una tempestad necesitabas recuperar el aliento—. ¡Espera!

—¿A qué, Izuku? ¿Por qué esperar cuando podemos obtener las respuestas ahí delante? —atajaste mientras él retiraba los rizos ondulados de su frente sudorosa—. ¿De qué nos sirve disputar entre las teorías de Shinsō o tus conjeturas?

Un murmullo inquieto afloró a través de los labios del soldado, pero sus diferentes líneas de pensamiento tropezaban en su lengua. Quería expresar los pros y contras de ambas suposiciones y evaluar las repercusiones de la que tenía probabilidad más alta de cumplirse. Si era Shinsō quien tenía razón y Bakugō andaba detrás de ti, Midoriya sentía que era su responsabilidad protegerte para que no lloraras de nuevo por culpa de tu capitán; y si por el contrario era el rubio ceniza quien lo hostigaba para cumplir su vendetta, él no deseaba enzarzarse en una pelea de espadas que clamara la atención de los ciudadanos o de sus propios compañeros de armas. Cuantos menos implicados hubiera mejor, pero contra un marinero tan altivo que vociferaba a la mínima oportunidad sería imposible que las miradas curiosas no se dirigieran hacia vosotros.

—Izuku, llevo años traduciendo tus murmullos para que cobren sentido, pero ahora me está costando entender lo que dices —le apuraste y él te tomó por los hombros, irguiéndose y dándote una mirada prudente cuando habló.

—No quiero que vuelvas a pasarlo mal si le ves, (Nombre), ni que te dejes llevar por tus emociones como la otra vez, ¿entiendes? —abriste la boca para replicarle, pero Midoriya negó con la cabeza y prosiguió—. Solo necesito saber que estás preparada para la bueno... o lo malo.

—¿Crees que me derrumbaré y me echaré a llorar? —un atisbo de indignación se filtró en tu tono, así que él tuvo que cabecear nuevamente hacia los lados mientras te ofrecía una sonrisa amistosa para apaciguarte.

—Me refiero a que no le provoques porque ninguno vamos armado y no sé qué tan... estable es tu capitán —se trabó a la hora de elegir un término que caracterizara al pirata, pues no estaba dentro de sus opciones insultarle o suavizar su detonante personalidad.

Le devolviste la sonrisa al peliverde para manifestar exteriormente tu confianza, a pesar de que internamente los nervios te estaban carcomiendo como las termitas a la madera.

—No requiero de una espada para patearle el trasero y mandarle a paseo si se comporta como un imbécil —resolviste a la par que él exhalaba un largo suspiro y retiraba sus manos para dejarte ir.

Giraste sobre tus talones y apretaste tus puños con firmeza para insuflarte ánimos cuando orientaste tu cuerpo hacia Froppy's y dirigiste tus zancadas hacia allí. A cada paso tu corazón parecía acelerarse, aumentando el ritmo en cada palpitación cuanto más acortabas la distancia y más próxima estabas de la puerta principal. Por un instante, tus pulsaciones se detuvieron en cuanto apoyaste la mano en el pomo... y esperaste una fracción de segundo antes de empujar hacia delante...

Entraste a la taberna y rápidamente la escaneaste para hallar el paradero de tu tripulación.

Sin embargo, el grito de tu nombre resonó en la amplia estancia justo cuando detectaste el peculiar cabello de Kaminari en una mesa no muy lejana.

Te viste rodeada de figuras femeninas antes de que pudieras seguir avanzando. Incluso perdiste el rastro de Midoriya, quien te seguía muy de cerca y quedó apartado de tu lado de un empujón, en cuanto Ashido, Uraraka y Hagakure saltaron sobre ti y chillaron de alegría como si no te hubieran visto en años. Fuiste acosada por preguntas y comentarios a los que no diste respuesta dado que ellas tampoco te facultaron la opción de explicarte entre risas de alivio y abrazos torpes. "¡Te echábamos de menos!", "¿Dónde estuviste?", "¿Por qué desapareciste sin despedirte?", "Te ves bien. Eso significa que no te pasó nada malo", fueron algunas de las frases que comprendiste cuando te dieron un respiro y te devolvieron tu propio espacio.

Aunque pronto lo ocuparon cuando Kirishima tomó a Ashido por la cintura y la levantó en peso para apartarla y que Kaminari te arrollase como un vendaval, zarandeándote cual muñeca de trapo hasta que Sero te atrapó y el rubio pudo contener su fervor con un abrazo tembloroso. Entonces, el azabache aprovechó para arremolinarte el cabello con una mano y una amplia sonrisa en el rostro.

—Denki, ¿estás llorando? —te preocupaste al oírlo hipar y sorber ruidosamente la nariz cerca de tu hombro, pero estratégicamente ocultando su cara para que no vieras la humedad que se formó en sus ojos.

—¡Sabía que rezar serviría de algo! —él exclamó y te reíste, observando que Sero ponía los ojos en blanco y le daba una serie de palmaditas a su camarada para que te soltara.

El rubio se frotó los párpados para refregar el agua de sus cuencas, fingiendo que no creía lo que estaba viendo; pestañeó y contempló el abrazo de oso con el que Kirishima te envolvió seguidamente. Parecías tan pequeña y frágil entre sus musculosos brazos que tu cabeza apenas asomaba por encima de sus bronceados antebrazos, pero Kaminari se interesó más por la reacción del guardia marino que observaba la escena con notable sorpresa y agrado.

—¿Quién te acompaña, (Nombre)? —fue Ashido quien se percató de la presencia de Midoriya al notar que su compañera de cabello castaño no le quitaba ojo al joven.

—Izuku Midoriya, un amigo de la infancia del pueblo de donde provengo —explicaste cuando todas las miradas se posaron en él.

El peliverde alzó tímidamente su mano como saludo, luciendo avergonzado por ser el foco de atención. Los allí presentes incluso percibieron su leve estado de tensión cuando él se sobresaltó por culpa de Tsuyu, ya que ella apareció sin ser vista por su derecha... sintiéndose atraída por el revuelo.

—Bienvenido, kero. Puedes llamarme Tsu-chan —la mesera se mostró amigable y familiar con el recién llegado, para después enfocarse en ti—. Nos alegra tenerte de vuelta, (Nombre)-chan.

—Siento la ausencia. He estado poniéndome al día con Izuku —te excusaste, guardando intencionadamente parte de la historia para no sufrir un interrogatorio allí mismo.

No obstante, ansiabas comprobar si él estaba con ellos porque hasta ahora no habías tenido la ocasión de notar su presencia la sala... Tampoco asegurabas que el pirata levantaría su orgulloso trasero de la silla para recibirte de igual modo que sus subordinados, con los brazos abiertos y una refulgente sonrisa, o armaría una pelea porque no quería volver a verte. Tal vez los marineros formaban parte de su tripulación y habías conocido a las simpáticas meseras gracias a Bakugō, pero todos se habían convertido en tus conocidos y amigos y no ibas a disputar con él quien tenía más derecho sobre el otro de verlos de igual modo.

Intentaste echar un vistazo por encima del hombro de Kirishima para distinguir al resto de hombres detrás de su amplia espalda, pero antes de que tuvieras ocasión de preguntar por el paradero de quien te había atraído hasta la taberna... el timonel se inclinó hacia tu oreja para susurrarte su ubicación:

—Bakugō está en el barco. Te llevaré hasta él.

—¿Izuku puede venir con nosotros...? —el pelirrojo frunció sus labios en una línea delgada, luciendo contrariado cuando siguió la dirección de tu mirada y ambos enfocasteis al guardia.

Kirishima enseguida notó la inocencia de Kaminari respecto a Midoriya, puesto que el rubio jamás se había enfrentado a una fragata de la marina en la mar y desconocía el indoblegable proceder de los soldados frente a los piratas. Su ingenuidad podía costarle el pellejo, pero como bien le dijiste en su momento: Midoriya era digno de confianza, y tu rubio camarada te creía sin dudar.

El timonel cedió con un suspiro resignado y te condujo a la salida acompañados por Sero y el soldado, pues envió a Kaminari a avisar al resto de la tripulación que ya habías regresado. Llevar a Midoriya con vosotros resultaba ser un arma de doble filo... Por un lado, el guardia marino descubriría la ubicación del navío, pero tampoco iba a separarse de ti en ninguna circunstancia. Por otra parte, que dos navegantes le escoltasen significaba que podían reducirlo con mayor facilidad o que podían protegerlo de la ira de Bakugō. Como fuera, ambos ejercían de guardaespaldas para un caso u otro.

—¿Has visto que camareras más guapas hay en Froppy's? —Sero agilizó la tensión del ambiente pasando su brazo por los hombros de Midoriya—. ¿Quieres que te presente a alguna? Porque creo que a Uraraka le gustaste.

El pirata había hallado una brecha en el escudo del marine al evaluar el tartamudeo y el rubor en sus pecosas mejillas en la taberna. Jugó con su timidez conforme le hacía un revelador gesto a Kirishima, alegando que tenía al soldado bajo control al sostenerlo "amistosamente" contra su costado con un solo brazo y disponía su otra mano cerca de su cinturón... donde resguardaba una pequeña daga en caso de contingencia...

Debían ser precavidos, incluso si se trataba de tu amigo. Él era un guardia marino que podría apresarles sin necesidad de una orden directa de sus superiores.

Kirishima se veía un poco nervioso a tu lado, dando leves vistazos hacia atrás para asegurarse de que el azabache y el peliverde os seguían. Debido a ello no iniciaste ninguna conversación, demasiado ansiosa por llegar al barco y no olvidarte de todo lo que tenías pensado...

Poco después, el puerto se abría ante vosotros con una impresionante escena de estrechos mástiles y velas arriadas meciéndose al son de la corriente. Los navíos cimbreaban ante el oleaje, crujiendo suavemente contra los amarres de los varaderos que estaban demasiado juntos para permitir el flujo de las aguas entre las quillas. Apenas se oía el graznido de dos o tres gaviotas extraviadas que aún no había encontrado un nido donde resguardarse de la noche, planeando entre los palos con soltura a pesar de la falta de luminosidad.

Solo una línea de faroles delimitaba el mohoso límite de los muelles de piedra con la linde del mar. Un paso en falso en el resbaladizo suelo y cualquier viandante despistado caería a una fosa oscura con un ruidoso chapoteo.

Y previniendo una posible caída, el timonel decidió agarrarte por el codo para conducirte segura por las pasarelas de madera para atajar entre los barcos atracados. Buscabas en específico un barco de gran eslora con un mascarón dorado en la proa, pero en la penumbra todos se veían iguales y la bandera en aspa del palo mayor no ondeaba lo suficiente debido a la falta de viento.

Aunque más adelante, Sero produjo un melodioso silbido llevándose una mano a los labios. Los cuatro os quedasteis a la espera de una respuesta similar, pero fue reclamo de un cuervo lo que hizo sonreír al azabache.

El aleteo de Dark Shadow te forzó a alzar la mirada hacia el negro firmamento para distinguir el contorno de sus alas, siendo éstas más largas y esbeltas que las de un murciélago gracias a sus plumas. Cuando el ave aterrizó en tu hombro derecho, su pico pronto acarició tu mejilla frotándose como el gato de Shinsō hizo esa misma tarde contigo, solo que en esta ocasión el picoteo en tu cabeza fue una sensación muy diferente al golpeteo de la cola de Heishi.

Su llegada resultó ser la distracción perfecta para que su dueño se descolgara del palo de la vela mayor, sin apenas ser visto debido a su atuendo. Entre su ropa negra y su cabello igual de sombrío, solo distinguisteis sus ojos rasgados y los iris rojos mirándote directamente cuando tiró del cabo y se apeó para que su rostro quedara justo a la altura del tuyo.

—Supe que eras tú en cuanto Dark Shadow salió volando —Tokoyami te saludó cuando el cuervo picoteó un mechón de tu cabello para desenredarlo de su pata—. ¿Todo bien, (Nombre)?

—Ella quiere subir para ver al capitán —Kirishima apuró a la par que tú contestabas a la pregunta del pirata con un asentimiento.

—Está en su camarote —el vigía confirmó la presencia de su superior y te ofreció su mano para ayudarte a salvar la distancia entre el muelle y la cubierta, ya que la pasarela no estaba extendida para evitar que los intrusos accedieran al navío.

Sin embargo, en cuanto Tokoyami tuvo su brazo rodeando tu cintura para alzarte con él con ayuda de una polea, Midoriya se adelantó para paralizar el ademán del marinero. Miraste al peliverde de manera inquisitiva al notar el fruncimiento de preocupación en sus cejas, pero tanto Sero como Kirishima pusieron una mano en cada uno de sus hombros para borrar de su mente la idea de subir a bordo.

La tensión volvió a cernirse como una soga alrededor del cuello, pues solo el soldado se atrevió a romper el silencio antes de que tú lo hicieras:

—¿Vas a ir sola? —tu amigo de la infancia preguntó con inquietud.

Puff... ¿crees que Bakugō le haría algo malo a ella? —Sero prácticamente se mofó para aliviar el ambiente con una risa elocuente—. Si los hubieras visto pelear sabrías que (Nombre) le da tanta guerra que él no puede con ella y acaba cediendo a desgana.

—Como aquella vez que se enzarzaron en un combate de espadas por culpa de Mineta —recordó Tokoyami.

—O cuando ella discutió su autoridad armada con un candelabro —añadió el timonel para acompañar la broma.

—¿Qué me dices de sus discusiones por las raciones de comida? —el azabache prosiguió ante los atónitos ojos del soldado—. Amigo, quien debe tener miedo de la tormenta que se le viene encima es Bakugō.

—¿Ves, Izuku? Te dije que no tienes que preocuparte por mí —aprovechaste para calmar la intranquilidad del guardia regalándole una suave sonrisa antes de estrechar tus párpados hacia tus camaradas—. Tuve razón en todas las ocasiones que estáis mencionando. Eso no podéis negármelo.

Los tres piratas giraron sus rostros y miraron hacia otro lado, ni desmintiendo ni confirmando tu resolución.

—Esperaré aquí —Midoriya te concedió un voto de confianza con un suspiro, viendo que seguidamente estabas fuera de su alcance cuando Tokoyami te aupó a cubierta y Dark Shadow remontó el vuelo.

Todos esperaremos aquí —Kirishima corrigió mientras se cruzaba de brazos, decido a apostarse en el muelle para supervisar al guardia marino.

El timonel no lo dejaría marchar sin estar seguro de que no los traicionaría al menor descuido...

Tokoyami regresó a su puesto de vigía en el puente de mando, con el cuervo como única compañía mientras velaba su salvaguardia. Justo debajo del timón se encontraba el camarote del capitán, y como conocías el barco como la palma de tu mano, no necesitaste un candil para guiarte por el interior... No querías reconocerlo, pero te temblaban las rodillas cuando bajaste las escaleras hasta la cámara anterior que hacía de comedor. Procuraste que tus pasos fueran amortiguados para que los tablones no crujieran bajo tus pies... y en cuanto estuviste frente a su puerta, con la mano alzada y los nudillos a milímetros de anunciar tu presencia, la vacilación te detuvo.

¿Y si él no estaba solo?

Por debajo de la puerta no se filtraba ni un rayo de luz, pero tampoco se oían sonidos reveladores que indicasen que tuviera compañía...

¿Y si tal vez dormía?

Sonaba lógico. Si Bakugō tenía la oportunidad de acostarse temprano tomaría esa opción sin dudarlo.

¿Y si no quería verte?

El vuelco en tu estómago se hizo más violento de solo pensarlo, pero tu mano ya estaba girando el pomo y empujaste tu cuerpo hacia delante para poner un pie en su camarote.

—¡Oye, ! —aclamaste hacia el único foco anaranjado y parpadeante junto al catre donde yacía el capitán.

Tu figura se recortaba como una sombra más de la pared, pues la blanquecina claridad de la luna se filtraba por las ventanas y apenas identificaba tu silueta. No obstante, tu viva voz fue lo que sacó a Bakugō de la cama de un salto, con el cabello alborotado, las manos crispadas, el cuerpo tenso y los ojos abiertos como platos.

Lo observaste con el corazón prácticamente latiendo en tu garganta. Su ropa estaba arrugada, la camisa torcida en sus hombros, abierta en su pecho y con los faldones por fuera de los pantalones caídos; tenía las botas puestas, pero los cordones desatados; su aspecto totalmente desaliñado y adormilado y, aun así, vestido con cuatro trapos mal puestos y la cara afeada por un ceño fruncido, seguía siendo uno de los marineros más atractivos que habías visto jamás.

—¿Qué diablos haces aquí?

Probablemente ese tampoco fue el saludo oportuno tras días separados, pero el pirata estaba anonadado y tu inesperada llegada fue lo último que auguró esa noche. Irrumpir en su refugio seguro y atraparlo con la guardia baja fue tu plan descabellado para que él tardase unos valiosos segundos en procesar el reencuentro. Bakugō nunca recibía invitados y siempre esperaba a que le pidieran permiso para "molestarle con sandeces", pero como él te enseñó tiempo atrás... la mejor defensa, era un buen ataque.

—No sé qué te traes entre manos, pero quiero a Izuku fuera de tus fechorías, ¿entendiste? —una de tus manos descansaba en la curvatura de tu cadera para darle énfasis a tu advertencia, tomando una pose sólida e inamovible; la otra la extendiste hacia delante para señalarle con un dedo y desviar su atención de tu carencia de armamento físico.

Con tu espada te sentirías más capaz y resuelta para negociar tus demandas.

No obstante, el capitán no se movió de su lugar... Estudiando tu rígida postura y la expresión esquiva de tu rostro. Decidió mantener las distancias a pesar de que las palmas le hormigueaban con deseo de alcanzarte, sabiendo que si te presionaba tú huirías fácilmente como agua que intentaría conservar entre sus dedos.

—¿Hah? ¿De qué estás hablando? —indagó ante tu tono a la defensiva.

—De que has estado merodeando cerca del Fuerte de la Guardia Marina —le acusaste con razón y él entrecerró sus ojos—. Lugar que abiertamente aborreces y que evitas todo lo posible, así que no metas a Izuku en tus asuntos y déjalo en paz.

Bakugō torció el gesto. Detestaba que no estuvieras ahí por él y que solo hablaras de tu estúpido amigo de la infancia.

Tch. Tengo mejores cosas que hacer que hostigar al maldito Deku —rebatió mientras buscaba el modo de establecer sus propios argumentos sin perder la paciencia.

Apretó los puños, partiéndose el cráneo para orientar la conversación a su favor. Él tenía mucho que decirte... y que estuvierais a solas le facilitaba la labor a su orgullo para abrir su bocaza y no restringir sus sentimientos.

—Bien, eso espero —parecías conformarte con algo tan simple, pero lejos de la realidad que Bakugō deseaba... tuviste que añadir un compromiso extra que no obviamente no aceptaría—. Te tomaré la palabra una vez me pagues lo que me debes.

—¿Te volviste jodidamente loca? —atacó sin comprender absolutamente nada—. Ya has vuelto conmigo. ¿De qué dinero se supone estás hablando?

—De la venta del barco que me robaste —le recordaste y él resopló con hastío—. Era prestado y tengo que salvar mi deuda con los Midoriya.

Incredulidad, estupor y contrariedad. Esas fueron las expresiones más identificables en las facciones del pirata cuando le reclamaste las ganancias de su hurto. Aunque lo peor para Bakugō no fue que demandaste el pago con sumo convencimiento de que él, como pirata, se había aprovechado de ti para subastar tus pertenencias... fue por el mero hecho de que la mínima ganancia de su negocio iría a parar a manos de un guardia marino.

Aparte de ser inaudito, también era una auténtica contrariedad y obtusa negación a que el capitán cediera a tu requerimiento para engrosar los bolsillos de su enemigo.

—¡Apenas conseguí una mierda por el maldito bote que ya no necesitabas y con parte de esas monedas compré tu ropa! —gritó exaltado, como si aún no pudiera creer que hubieras acudido a él como un condenado recaudador de impuestos.

—Pues requiero el resto mientras busco la manera de reembolsarle a Izuku —alegaste con un encogimiento de hombros, fingiendo temple sobre un amasijo de nervios temblorosos—. Prefiero tener una deuda contigo a deberle-

—¡ME NIEGO! —vociferó, golpeando su pie contra el suelo—. ¡LANZARÍA LA PLATA AL MAR ANTES QUE DÁRSELA A UN MALDITO GUARDIA DE LA MARINA!

Sus ensordecedores alaridos no te asustaron. Ya estabas acostumbrada a ellos y a su explosivo carácter... así que más que amedrentarte te incentivaron a alzar el tono para que te escuchara a través de sus elevadas maldiciones.

—¡Deja de ser tan terco si ni siquiera sabes para qué quiero-

—¡NO ME IMPORTA! —te interrumpió, destilando impotencia por cada uno de sus poros—. ¡SOLO VINISTE HASTA AQUÍ PARA-

—¡DÉJAME HABLAR, ZOQUETE! —le devolviste el corte dando un sonoro portazo a tu espalda para acallar su voz—. ¡INKO NECESITA ESE DINERO MÁS QUE YO!

—¡¿Y QUIÉN CARAJOS ES ESA?! —exhaló con una furiosa vena palpitando en su garganta.

—¡LA MADRE DE IZUKU! —le explicaste, tomando una bocanada de aire antes de que el rubio ceniza interviniera de nuevo—. ¡EL BOTE ERA SUYO Y ELLA ME LO DIO PARA HUIR DE MI FAMILIA, ESTÚPIDO CABEZA HUECA!

Un atisbo de sorpresa casi rompió con el profundo ceño del capitán, pero quizás fue el insulto final lo que le forzó a mantener su cara de enfado para no perder la compostura. No obstante, sus delgadas cejas se crisparon mientras cerraba la boca y absorbía la nueva información... dándote la oportunidad de volver a inhalar una generosa cantidad de oxígeno para soltarlo todo del tirón:

—¡Ella me pidió que me encontrara con Izuku aquí, en Puerto Might, para asegurarse de que estuviera a salvo! ¡La única condición a cambio de darme su maldito bote de pesca era que buscara a su hijo! ¡No fue el mejor plan, lo reconozco, pero no me quedaban más opciones y no tenía a nadie más en quien confiar!

—Solo te escapaste de casa y creíste que un estúpido soldado te protegería. Tch... —masculló en un tono sorprendentemente cauto cuando notó que tu rostro enrojecía de puro enfado.

Él tampoco estaba muy calmado, puesto que prácticamente sentía latentes todas las venas de su cuello y antebrazos de tanto tensarlos... pero buscaba provocarte... hallaba el modo de sonsacarte toda la verdad sin hacer preguntas.

—¡Ni siquiera sabía que Izuku se enrolaría a La Marina que tanto odias! ¡Él solo quiso ser un navegante y vino aquí por recomendación de Iida! —prácticamente chillabas de frustración al verle ahí parado, solo mirándote impasible.

Entornando sus párpados y viendo que estabas a punto de estallar, pues tus ojos brillaban con emoción y un rastro de humedad provocado por tus propios gritos, Bakugō cambió de táctica contigo al ser consciente de que no estabas poniendo filtro en tus palabras y, azuzándote un poco, estaba consiguiendo conocer tu historia. De manera que, como buen capitán que ajustaba el timón para aprovechar la dirección del viento, el hizo un odioso gesto con su mano para darte premura cuando murmuró con fingida irritación:

—Y ese tal Iida es...

—¡MI PROMETIDO, IDIOTA!

Lo dejaste sin aire y él creyó que sus pulmones se habían solidificado como el coral cuando contuvo el aliento. Si Bakugō no hubiera apretado los dientes con fuerza su mandíbula se habría descolgado de la impresión, porque con la misma mano que te exigió celeridad para hablar él te señaló con acusación.

—¡E-ESPERA! —se atragantó con su propia saliva y retrocedió de la conmoción—. ¿¡ESTÁS CASADA?!

—¡MALDITA SEA, NO! —chillaste, sintiendo que tus mejillas ardían de vergüenza además de enojo—. ¡Por eso no conté nada al respecto! ¡Sabía que tú y la tripulación haríais suposiciones raras si os mencionaba un condenado matrimonio arreglado! ¡Mis padres me obligaron a casarme y yo no quería, así que me largué de Izu en una barca y llegué hasta aquí gracias a ti y a los muchachos! ¡Fin de la historia! ¡Adiós!

Cada apresurada palabra que salía de tu boca ni siquiera igualaba la velocidad con la que tu corazón latía desbocado. La tensión entre ambos fue creciendo cuanto más hablabas, cuanto más de tu pasado le revelabas y cuanto más te dabas cuenta de que tus emociones estaban sobrepasando la inicial confianza que traías. Hubo un instante en que la intensidad de su mirada fue imposible de soportar y solo deseaste salir de su camarote para tomar el aire, anhelando un soplo de frescor que agilizara tus ideas y despejara tu mente.

Por eso pusiste punto y final a la charla aun si no habías obtenido lo que habías ido a buscar. Regresar con las manos vacías y la dignidad por los suelos era más que suficiente.

Pusiste la mano en el pomo, dispuesta a largarte de su barco y arrastrar contigo todo el bochorno que atormentaba como un borrón oscuro, pero antes de siquiera girar el tirador metálico... oíste un característico silbido detrás de tu espalda y un segundo después la punta de una daga se clavó en el marco de la puerta por la que intentabas huir.

Abriste los ojos en su máxima extensión, observando el cimbreo de la hoja y escuchando el zumbido del acero tambaleándose por el impacto. Después y muy, muy lentamente... giraste la cabeza hacia el capitán que tenía su brazo izquierdo extendido en lo que había sido un preciso lanzamiento.

—Tú no te vas de aquí, (Nombre) —gruñó, ordenó, amenazó... no era relevante. Su voz fue un barítono grave y bajo cuando lanzó el cuchillo para detener tu plan de escape.

Tenías mucho que explicarle y él no permitiría que huyeras de allí sin darle las respuestas que tanto requería... Eso, o le harías perder la cordura como un navegante inexperto que extraviaba el norte en una noche cerrada y sin estrellas con las que orientarse...

***

Nota: hasta mañana, marineras ♥

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