Arcadis: El juego ©

Par gabywritesbooks

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Astra es obligada a participar en Arcadis: una serie de juegos donde no todos salen con vida y los que lo hac... Plus

Las reglas del juego
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¡Bienvenidos al segundo juego!
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Par gabywritesbooks

Dedicado a anliapas ❤️

«Te estamos observando»

Cayla

La línea para entrar a la sala de entrevistas estaba llena de personas consumidas por los nervios. Por mi parte, me había preparado para distintos certámenes de belleza a lo largo de mi vida, así que presentarme y dar una buena impresión no era una de mis preocupaciones.

Mi inquietud era que no veía a Sybil en la línea de admitidos y eso significaba que la habían descalificado del proceso. ¿Acaso tendría alguna dificultad médica que nadie, ni ella misma, conocía? Al mismo tiempo, me aliviaba la posibilidad de que regresara a casa.

Había venido a Arcadis con un propósito, y cuidar de mi prima menor sería un problema. Ella no era una persona ágil o fuerte, y su personalidad era moldeable. Sybil era el tipo de personas que no pasaban la fase de supervivencia y regresaban a casa sin alguna parte de su cuerpo.

Sin embargo, y aunque me enfadara admitirlo, no quería pasar este infierno sola. Sabía mis motivos para entrar en Arcadis y las cosas que ahora dependían de mí, pero eso no lo hacía más sencillo, en especial después del tiroteo en la plaza y mi fiel teoría de que una de las balas estaba dirigida a mí.

—Va a estar bien, seguro aprobó —dijo alguien a mi lado. Me giré y vi a la chica que Sybil había conocido en la plaza—. Había tres puertas distintas por donde pasaban a la gente según su puntuación. ¿Cuánto sacaste?

La miré con recelo.

—Noventa y siete.

Ella enarcó ambas cejas, sorprendida.

—La mía fue de noventa. Al parecer subir y bajar tantas escaleras en South Rednett ha servido de algo. —Se encogió de hombros—. Creo que mi amigo, Zaid, sacó algo alrededor de ochenta y lo pasaron por una puerta distinta a la nuestra. Y a los que vi realmente tristes, que tal vez sacaron una puntuación insuficiente, los dirigían a la puerta más lejana que asumo que es la salida.

Miré a mi alrededor, escaneando a todas las personas que allí se encontraban. Incluso a la chica de pelo negro y ojos rasgados que intentaba ser cordial. No podía confiar en nadie, pero podía fingir que lo hacía para generar alianzas necesarias y así protegerme.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Astra, ¿y tú?

—¿Eres de South Rednett, no?

Ella frunció el ceño, desconfiando de mis intenciones.

—Mi nombre es Cayla —dije, reconociendo que ser descortés no me ayudaría a ganar aliados.

Antes de que pudiéramos seguir la conversación, nos hicieron pasar a veinte personas de la línea. Con Astra detrás de mí, entré en una sala de luces tenues; en el fondo había un escenario no muy alto y, detrás de este, algunas fotos enmarcadas de momentos épicos de los campeones Arcadis en los últimos años.

Frente al escenario se encontraba una mesa alargada con cinco personas, todos vestidos con uniformes oscuros y un pequeño logo de Connektd en el pecho.

Nos sentamos en las butacas mientras esperábamos nuestro turno. Estaba tan oscuro que era incluso difícil identificar a la persona de al lado. Sin embargo, noté las siluetas de uniformes blancos recostadas de la pared. La sala estaba custodiada por policías.

—Bien, chicos... —Una mujer con una tableta en sus manos se acercó a nosotros. No supe qué fue más estruendoso, si sus tacones o su voz—, bienvenidos a una nueva etapa de Arcadis. Mi nombre es Ella. Una vez que escuchen su nombre pasarán al frente y responderán las preguntas de los productores. Les recomiendo que intenten ser lo más auténticos y honestos posible. Ah, y no será necesario que entreguen su chip de participación esta vez. ¿Alguna duda?

Alguien levantó la mano con timidez y Ella le hizo una seña para que hablara.

—¿Cómo sabremos si pasamos de fase? ¿De qué se tratará la siguiente prueba?

—Una vez que terminen su entrevista, serán guiados al comedor donde podrán disfrutar de un agradable almuerzo, además, será una gran oportunidad para que se conozcan entre ustedes. —Nos sonrió como si todos fuéramos infantes—. Posteriormente, cuando se tenga la lista de las cien personas escogidas para...

—¡¿Cien?! —exclamó alguien.

Supervivencia era un juego donde participaban más de doscientas personas. ¿Por qué lo reducirían a la mitad?

—Algunos criterios han cambiado este año —respondió Ella, como si nada—. Cien personas serán movilizadas hasta el campamento donde descansarán esta noche. Mañana a primera hora recibirán sus armas y se dará inicio al primer juego: Supervivencia.

Tragué saliva con fuerza. Todos los juegos tenían reglas claras y estrictas, a excepción de Supervivencia, donde eliminaban al 75% de los participantes.

Llamaron a la primera persona al escenario, pero mi atención se concentró en Astra, quien se había llevado la mano al pecho y cerrado los ojos, como si intentara controlar su respiración. Cuando se tranquilizó y se dio cuenta de que la estaba mirando, procedió a explicarse.

—Mi padre y mi hermano participaron en Arcadis —susurró—. Mi papá resultó herido en Supervivencia, pudo haber muerto. Mi hermano pasó al segundo juego, pero luego perdió la pierna y lo descalificaron.

—Entonces, ¿qué haces aquí si se nota que no quieres estar?

Astra suspiró.

—No fue mi decisión, sino de...

No pudo terminar porque alguien nos hizo una seña para que nos calláramos. La primera persona en subir la escenario fue un hombre, mucho mayor que el resto, muy corpulento y con facciones intimidantes. Se llamaba Craix, y, aunque resultó introvertido y con carisma inexistente, se notaba que era el tipo de jugador con el que no querrías toparte.

Posteriormente, llamaron a un chico muy delgado y bastante alto. Todo en su expresión gritaba que no tenía muchas ganas de estar allí, pero en sus ojos reconocí un sentimiento que tal vez los dos compartíamos: resentimiento. Con bastante seriedad en sus facciones, respondió la pregunta principal: «¿quién eres, cuál crees que es tu mejor habilidad para los juegos y por qué estás aquí?»

—Mi nombre es Cassian Riker.

No pasé desapercibida la reacción de Astra: su espalda se tensó y sus manos se formaron como puños.

—Vengo del barrio de South Rednett —continuó—. Cuento con distintas habilidades que pueden ayudarme a pasar los distintos juegos, sin embargo, gracias a mi madrastra, soy bastante bueno con la química. Estoy aquí porque...

—¿Puedes contarnos un poco más sobre la relación con tu madrastra, y con tu familia? Ah, y por favor mira a la cámara, no a nosotros —pidió uno de los productores.

Cassian frunció un poco el ceño, incómodo. Aquello no se transmitía en vivo, era un material que le serviría al jurado para determinar quiénes tenían lo necesario para ir a los juegos. No era sorpresa que escogieran a los más bonitos, a los que tenían historias impactantes y sentimentales, a los que pudieran aportar un poco de drama...

Arcadis era un evento de juegos, sí. Pero por encima de eso, era un reality show.

—¿Es importante que lo haga?

—Nosotros determinaremos si es importante o no que salga en la televisión —respondió otro—. Toda la información que puedas darnos sobre ti es crucial para esta etapa. Además, la gente querrá conocer tu historia. Y a ti como jugador te conviene que lo hagan.

Cassian no se mostró agradado con la idea, pero no la refutó. Si tuvo alguna objeción, se la tragó junto con su orgullo y miró a la cámara. Debía admitir que el chico tenía su encanto, incluso con aquella expresión cargada de desdén y resentimiento.

—Perdí a mi mamá cuando tenía tres años, así que no la recuerdo mucho —relató—. Poco después llegó Jasmine, la nueva esposa de mi padre. Tenemos una buena relación; ella daba clases de Química, pero al casarse con mi padre renunció. De todas maneras, se dedicó a pasarme a mí muchos de sus conocimientos.

—¿Tienes buena relación con tu papá?

—No es mala. —Algunos de producción se rieron. A mi lado, Astra resopló.

—Por supuesto que no es mala —espetó en voz baja. Me giré hacia ella y observé su expresión de rabia—. Ambos fueron cortados con el mismo cuchillo.

—¿Has tratado con ellos antes? —pregunté.

—Su padre domina South Rednett. Es el jefe del «bajo mundo», si quieres verlo así —explicó, acercándose a mí para que nadie nos escuchara—. Así que ten cuidado con Cassian en los juegos, no sabes hasta qué punto se extienden sus conexiones.

Enarqué una ceja. Puede que Astra lo viera como una amenaza, pero yo lo vi como un posible aliado estratégico.

—¿Qué te dijo tu padre cuando le comentaste que participarías en Arcadis? —continuó uno de los productores.

—Nada, porque no se lo dije.

Varias personas comenzaron a murmurar y, a mi lado, Astra ladeó la cabeza con una mirada interrogante.

—Mi participación en Arcadis no tiene nada que ver con mi padre —continuó, con la frente en alto—. Quiero participar en los juegos porque quiero construir mi propio nombre, porque quiero que dejen de mirarme como el «hijo de Wex». Mi nombre es Cassian Riker y soy perfectamente capaz de tomar mis decisiones y labrar mi camino.

Los productores no tuvieron muchas más preguntas después de eso, así que una vez que terminaron con él llamaron al siguiente.

A decir verdad, pocos perfiles llamaron mi atención y si debía ir armando una lista de aliados, ninguno de ellos, ni siquiera Astra, calificaban como candidatos. No obstante, tenía menos de veinticuatro horas para elegir alguno para Supervivencia si quería ampliar mis probabilidades de ganar.

Cuando llamaron a Astra, esta se puso de pie y caminó con tal seguridad que me hizo reconsiderarla, sobre todo cuando contó quién era. Astra Wyse había nacido en una zona pobre de un barrio pobre, y para ella, ganar los juegos significaba librar a su familia de la deuda que tenían con Wex Riker.

Todos miramos a Cassian y este se mostró indiferente ante la atención.

Así que ellos dos están enemistados. Lo anoté en mi mente por si me tocaba usar esa carta más adelante.

Llegó mi turno. Después de pronunciar mi nombre y de dónde venía, la pregunta que más odiaba no se hizo esperar:

—Cuéntanos, Cayla, ¿cómo te hiciste esa cicatriz?

La mayoría de las marcas de mi cuerpo las ocultaba y, de cierta manera, no verlas hacía que olvidaba que existían. Como si borrara lo que había pasado tanto tiempo atrás. Pero la cicatriz que cruzaba todo mi rostro era imposible de esconder y levantaba constantes preguntas de estúpidos curiosos.

Pude haber dado la versión larga y sentimental, la que compraría al público al instante y me posicionara entre las favoritas, la que se conectaba con mi razón para participar en Arcadis. Sin embargo, preferí la respuesta corta.

—Cuando era adolescente participé en el certamen de belleza de Harlax. Fui asaltada en Neopolis, lejos de mis padres y de cualquiera que pudiera defenderme. Así es como obtuve esta cicatriz.

Y muchas más, pensé.

—Lamentamos escuchar eso —contestó el productor—. ¿Los ladrones buscaban algo específico?

No eran precisamente ladrones. Procuré no alterarme cuando el recuerdo de aquella escena volvió a mí. Me mantuve firme y endulcé un poco la voz.

—Sí, y lo encontraron. También obtuvieron lo que merecían.

—¿Puedes hablarnos un poco sobre tus habilidades?

—Crecí en una granja y me tocó aprender a defender a nuestro animales de los depredadores. Lobos, zorros, incluso personas. Así fue como me enseñaron a disparar, y no fallo un tiro. —Les guiñé un ojo.

Cuando hubo material de todos nosotros, nos guiaron hasta un amplio comedor con mesas largas y muchas sillas. Quienes habían hecho sus entrevistas ya estaban almorzando. Identifiqué a Sybil al fondo, charlando con un par de chicos que había visto antes en la plaza. Astra y yo nos acercamos a la mesa sin mediar palabra.

Sybil se puso de pie y caminó hasta mí. Era menuda, tan pequeña que a veces sentía ganas de darle palmaditas en la cabeza como si fuera una niña todavía. Me apartó un poco del grupo y lució preocupada.

—¿Cómo te fue? Me alegra que sigas en la competencia.

—A mí no me alegra que tú sigas aquí. Sybil. No creo que estés lista para Arcadis. No lo digo solo por el esfuerzo físico que requiere, sino la presión que...

Frunció el ceño y sus mejillas pecosas se sonrojaron.

—Eso lo decidirá un jurado —contestó, molesta.

—A ellos no les importa si estás lista, solo quieren a jugadores que les hagan drama en su programita de televisión.

Y sabía que Sybil era del tipo de jugadores que incluían solo para que los demás humillaran.

Mi prima se quedó callada, no era su costumbre responder cuando se molestaba mucho menos si lo que pasaba por su cabeza podía herir a los demás.

La dejé allí para buscar una bandeja de comida y en la línea, me quedé mirando algunos videos promocionales de Arcadis. Mostraban imágenes de los juegos del año anterior; no solo de las peleas, sino de los equipos confabulando a escondidas. En cada arena había cámaras en distintas partes, y era entretenido ver qué estrategias armaba cada equipo y cuál funcionaba. Luego, pasaron a los campeones recibiendo sus premios con expresiones de auténtica emoción.

En el fondo, me hubiera gustado dejar de lado mi razón para inscribirme en los juegos y disfrutar del proceso como el resto de los chicos que estaba ahí. Casi todos se veían emocionados.

Había sido fanática de todos los juegos que hacía Connektd, tanto los de computadora así como Arcadis, el primer luego de la vida real. Durante los últimos meses me había imaginado siendo una campeona. Visualizaba la ceremonia de celebración, la ropa que usaría, el discurso que daría, el premio que me entregarían...

Cuando estaba caminando con mi bandeja, alguien me tropezó y la tumbó al suelo. Fue muy evidente que me tropezó a propósito. Se trataba de un chico de mi edad, aunque me llevaba un par de cabezas y muchísimo músculo.

Lo reconocí porque había estado en mi misma sala de entrevistas. Se llamaba Graham Furi, y venía de Neopolis, el barrio más adinerado de toda Harlax.

—Estás muy lejos de tu granja —dijo con prepotencia—. De todas formas, supongo que estás acostumbrada a recoger la comida del suelo. Es lo que les enseñan, ¿no?

Varias personas alrededor se giraron para mirarnos con curiosidad, a la espera de que algo interesante sucediera. Me pregunté si era otra de las personas que estaba allí para hacerme daño, algún aliado de los que dispararon en la plaza.

Pude haberle respondido algo mordaz o incluso haberlo puesto en su lugar, pero no tenía intenciones de generar un problema tan temprano. Mi meta ahora era llegar a Supervivencia, y a partir de ahí, ganar cada uno de los juegos. No podía perder tiempo con discusiones estériles sin saber si algún jurado estaba mirando.

Dejé la bandeja allí y me dispuse a ir por otra, pero Graham intentó tomarme del brazo para detenerme y quizá seguir burlándose de mi origen granjero. Sin embargo, lo esquivé en un segundo.

—Si tienes algún problema conmigo, lo resolveremos en los juegos. No tengo tiempo para escuchar a niñitos ricos —dije, con un poco de pereza.

Si quiso responder, me dio igual. Caminé en busca de un nuevo almuerzo y fui interceptada por otra persona, otra verdadera sorpresa. Era el chico que Astra parecía odiar: Cassian.

—Pareces muy segura de que serás seleccionada —murmuró, y le echó una mirada a Graham, evidenciando que nos había escuchado.

Me puse a la defensiva de inmediato porque si bien él venía de un barrio pobre, era el hijo de quien manejaba ese lugar como le placía. No me creía todo ese cuento de que su padre no sabía que estaba allí.

—¿Acaso tú no lo estás? —respondí.

—Luego de ver a todos los de este lugar, me siento más optimista.

—El peor error que cometen muchos participantes todos los años es subestimar a los demás. En fin, intuyo que no estás acá para hacerte mi mejor amigo. ¿Qué quieres?

La pregunta estaba de más. Era evidente lo que quería.

—Lo mismo que tú. Y tengo una idea para que lo consigamos.


*

Después de que todos almorzáramos, en una amplia pantalla del comedor se mostró la lista de admitidos a la fase de Supervivencia. No me costó encontrar mi nombre pero sí respirar después. Me había preparado para esto durante meses y aun así, llegada la hora, me sentí abrumada.

Sybil, Astra y sus dos amigos también habían sido seleccionados para la etapa de Supervivencia.

—Solo quedamos cien —mencionó Sybil a mi lado.

Asentí. Ahora solo tenía que ganarles a esos cien participantes para llegar a donde necesitaba. Nos enfrentaríamos en tres juegos a lo largo de cuatro semanas. Solo tenía que resistir ese tiempo.

Estaba tan cerca de poder cumplir mi palabra.

Poco después, a los cien seleccionados nos transportaron a un campamento en las afueras de Tektown, donde pasaríamos la noche. Dormiríamos todos en un amplio salón lleno de camas y, a primera hora en la madrugada, nos llevarían a la arena donde comenzaría el primer juego.

Así: rápido y sin mucho tiempo para asimilarlo. En doce horas ya estaríamos en la arena.

El juego de la política comenzó de inmediato. Durante la cena, vi a muchos juntarse y hablar en murmullos, tal vez generando sus alianzas para Supervivencia. Por mi parte, decidí quedarme con Astra y Sybil. No era la mejor opción, pero tal vez a mitad del juego podríamos aliarnos con otros que fueran más fuertes. Cuando mi prima me contó cuál sería su arma para los juegos, pensé que podríamos tener esperanzas.

Al momento de dormir, nos dirigimos a las camas que teníamos asignadas. Cuando intenté arroparme, descubrí una nota debajo de las sábanas. No revelaba nada que no supiera ya, pero sí aumentaba mi ansiedad.

«Te estamos observando

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Nota de autor. Hola, gente linda. Lamento mucho la demora pero lo bueno es que mañana habrá otro capítulo yyyyyy me emociona un montón porque ya desde el 08 entramos en el primer juego. Empieza lo bueno 😌

¿Qué les pareció leer desde el punto de vista de Cayla? (es el tercer personaje en la portada). ¿Creen que ella tenga algún plan además de ganar los juegos? ¿Qué le quiso decir Cassian? ¿Quién la está observando?

Espero que lo que va de historia les esté gustando, y si es así, me ayudarían muchísimo compartiéndola con otras personitas. ❤️ Nos leemos mañana 🖤

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