Sangre en el Paraíso [Omegave...

By Ms_Chiru

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Los años podrían haber pasado pero algunos sentimientos permanecían fuertemente arraigados en sus corazones;... More

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By Ms_Chiru

— Es una broma, ¿no es así?

— No. Desgraciadamente no lo es.

En el silencio sepulcral y tenso que siguió a la respuesta escueta y un tanto brusca de Sanzu, a Hanma le hubiese encantado reírse. Claro, él ya sabía el motivo por el que Sanzu había pedido aquella reunión "secreta" a último momento del día, ya entrada la noche en el departamento de Kisaki...y lo sabía de buena fuente, la misma por la que Sanzu había corroborado las cosas.

A Kokonoi iban a tener que brindarle alguna especie de tributo, si es que Hanma no lo asesinaba antes. Le había dicho que no se lo dijera a nadie más pero claro, se lo había tenido que contar a la persona más problemática y probablemente más agresiva del círculo íntimo de Mikey.

Lo cual era fascinante porque las consecuencias iban a ser directamente letales y Hanma estaba ahí en primera fila para presenciarlo.

Kisaki se quitó los lentes y bufó, presionándose los ojos. Farfulló algo que parecía un insulto y luego volvió a resoplar en una mezcla de cansancio y hastío. Hanma se deslizó sutilmente desde su lugar en el amplio sofá hasta donde se encontraba Kisaki e hizo un movimiento temerario si los había: suavemente, pasó uno de sus brazos por encima del respaldo y rodeó los hombros de Kisaki apenas tocándolo, presionándolo un poquito hacia su costado en señal de consuelo.

Que no lo rechace, que no lo rechace, que no lo haga porque...

— ¿Cuándo te enteraste?

Kisaki dejó de presionar sus ojos y sin colocarse las gafas otra vez, entrecerró los párpados para enfocar a Sanzu, sentado en el apoyabrazos del sofá que tenían frente a ellos. Para la algarabía plena de Hanma, Kisaki no sólo no lo rechazó sino que se dejó llevar por el movimiento de Hanma inclinando el torso hacia su costado, su cuerpo chocando suavemente contra el costado del Alfa.

— Hace ya unos días. Kokonoi lo vio la otra noche, pero hace rato que este idiota está dando vueltas.

— ¿Cómo?

Sanzu hizo sonar su cuello y suspiró, los ojos entrecerrados destellando odio puro. ¡Mikey era increíble, despertaba las emociones más fuertes en sus secuaces!

— Mikey no me lo ha dicho, pero...presiento que ese inútil se ha puesto en contacto con él, de una u otra manera. No sé cómo, pero lo noto distinto, algo cambió.

— Está más feliz, seguro.

¿Quién lo había mandado a abrir la boca?

Tanto Sanzu como Kisaki lo observaron con resentimiento, arrepintiéndose de inmediato de lo que había soltado. Bueno, de hecho el enojo que demostraban le daba la razón a él, desgraciadamente.

— Sí, así es.

Dios, contrólate.

Sanzu no había afirmado aquello, se lo había prácticamente gritado. Aquella pequeña bestia salvaje solía mantenerse dentro de sus cabales la mayor parte del tiempo que no tuviese algún ser vivo adelante para machacar, pero aquella noche estaba implacable; fastidiado, Hanma había notado ya su fastidio apenas había ingresado al departamento aquella noche, molestia que se estaba transformando en histeria desmedida e incontrolable.

Si no abría bien los ojos y se distraía, Hanma se veía ya con un cuchillo en el cuello en cualquier momento. La mano que descansaba sobre el respaldo se posó sobre el hombro de Kisaki y presionó despacio, su mirada ambarina y seria clavada en Sanzu.

Bueno, al menos Kisaki no lo apartó y comprendió la indirecta del peligro que podía llegar a correr si aquel idiota no se controlaba un poco más.

Aunque no iba a tener ninguna chance de acercarse ni siquiera un metro a Kisaki. No iba a permitirlo.

— Está...está contento. Está diferente, parece como si de repente tuviese ganas de vivir.

Alarmado, Hanma notó dentro de la verborragia de Sanzu la desesperación ascendiendo por su garganta, las manos levemente temblorosas agitándose delante suyo realizando aspavientos sin sentido mientras hablaba. Desviando la mirada hacia Kisaki, vio con mayor alarma como éste fruncía el ceño cada vez más, los ojos entrecerrados siguiendo el movimiento de las manos de Sanzu danzando en el aire.

— Bueno, no es de extrañar. Ya desde antes Mikey mantenía una relación bastante estrecha con Hanagaki, así que...

Pero se fue. Eso fue hace tres años.- — interrumpió Sanzu, incapaz de poder contener la intranquilidad. — ¿Cómo...?

— Vuelves a interrumpirlo y te callo para siempre.

— Hanma, espera. Entiendo tu punto, comprendo tus frustraciones.

Kisaki se colocó los lentes y levantó ambas manos para intentar tranquilizar de un solo gesto a Hanma y Sanzu. Increíblemente funcionó, Hanma porque caía ante cualquier ademán que realizara Kisaki y Sanzu porque repentinamente sus palabras parecieron llamar su atención.

— A mí también me afecta un posible retorno, para qué decir que no. Ahora, me has dicho que está armado.

— Así es.

— ¿De dónde sacó el arma, quién se la dio, para qué la lleva consigo? No creo que sea para dispararte a ti, Sanzu.

Las preguntas obviamente no tenían una respuesta clara. En silencio, cada uno reflexionó sobre el inicio de aquel nuevo problema. Hanma intuía parcialmente la posible respuesta a todas esas preguntas pero de solo pensarlo...

Y sí, Hanagaki siempre había sido bastante audaz en su acciones, por no decir idiota.

Kisaki chasqueó la lengua, repentinamente molesto. Acto seguido, se apartó de Hanma empujándolo para separarse de él, el rencor en su mirada mientras Hanma lo observaba confundido y un tanto dolido por su repentino rechazo.

— Me das asco, Hanma. En serio, ya basta.

— Pero esta vez no hice nada.

— ¿Ah, no? Me estás asfixiando, idiota.

— Pero...

Bueno, Hanma podía llegar a admitir aunque fuese solo un poquito, Kisaki tenía razón. ¡Tampoco era para tanto! No entendía muy bien por qué, pero probablemente el carril de pensamientos que lo llevaban a pensar que Kisaki podía llegar a estar en peligro lo habían hecho liberar de manera inconsciente una cantidad insana de feromonas que habían terminado inundando el cuarto donde se encontraban; Kisaki tenía el ceño y la nariz fruncidos y al mirar más allá, Sanzu estaba peor. Se había cubierto la nariz con un pañuelo que había sacado de quién sabía dónde y por lo poco que se le veía del rostro parecía a punto de vomitar.

Carajo, ¿tan mal olía?

— Lamento afectarlos tanto.

— Cállate, tú que...

— ¿Dónde está el baño?

Cuando Sanzu interrumpió a Kisaki por segunda vez y con una amenaza clara de por medio, Hanma no dudó de que lo había comprendido bien y que en esa ocasión era realmente urgente. Kisaki pareció entender lo mismo y ambos, sin mediar palabra, señalaron hacia la misma dirección, la puerta del fondo.

La suposición de Hanma parecía ser cierta, de hecho. Sanzu salió disparado hacia la puerta del baño aún con el pañuelo cubriéndole la nariz y la boca.

Luego, el silencio incómodo.

— ¿Tan mal huelo? Ayer me bañé.

Ayer. Dios. — Hanma no pudo evitar que una risilla se le escapara cuando Kisaki volvió a respirar con un poco más de libertad, bufando y resoplando sobre el sofá. — No, no hueles mal. Creo que Sanzu tiene el olfato un poco sensible.

— ¿No huelo mal, de verdad?

— Basta. Hanma, maldito seas...

Sin poder evitarlo, Hanma se había reclinado hacia Kisaki y su barbilla había terminado colisionando con la cabeza del otro, acariciándolo apenas. Por supuesto, Kisaki ya estaba echando humo para cuando se encorvó un poco más y descargó parte de su peso sobre el menor obligándolo a detenerlo con las manos.

— Estás pesado y hueles mal. Aléjate.

— Recién me dijiste que no olía mal. — en medio del forcejeo suave que habían iniciado, oyeron un sonido extraño y un tanto siniestro proviniendo del baño.

— Bueno, mal de desagradable, no. Es...es fuerte, sí...eso...

La situación que estaban viviendo podía considerarse incluso grotesca; Hanma prácticamente se había abalanzado sobre Kisaki al punto en el que en cualquier momento iba a caer sobre él en medio del sofá, su nariz buscando captar algún indicio del aroma a jazmín que había detectado en la mañana, sin éxito. ¿Qué mierda se ponía que lograba suprimir cualquier tipo de feromonas? Mientras luchaba por no aplastar a Kisaki, éste parecía haber entrado en una fase de obnubilación mental extraña provocada quizás por las feromonas que había lanzado sin pensar, no parecía poder coordinar bien lo que decía y lo más importante de todo, no estaba alejándolo.

Y de fondo, Hanma podía oír como Sanzu estaba expulsando en el retrete a todos los demonios que venía acumulando desde antaño.

— ¿Fuerte?

— Ajá, sí...es...como...como....

La coordinación se iba perdiendo cada vez más conforme Hanma ya estaba sobre él, Kisaki transformándose en apenas un muñeco manipulable entre sus brazos; aprovechando la conmoción y olvidándose claramente de por qué se habían reunido a esas horas, Hanma ladeó el rostro y hundió la nariz en el cuello de Kisaki, aspirando bruscamente.

Ahí, ahí estaba, si lograba inhalar con la suficiente intensidad, lograba captar algo de aquel aroma tan embriagador, si se animaba a...

Un jadeo suave y un tanto contenido escapó de los labios de Kisaki cuando Hanma se animó a algo que nunca hubiese creído lograr tan rápido; primero con delicadeza y luego ya con un poco más de salvajismo, Hanma quiso probar lo que no podía olfatear, su lengua acariciando la piel del cuello, de abajo hacia arriba, yendo detrás de la oreja y...

— Detente, basta, Hanma, así no...

Pese a las negativas que daba, Kisaki no hacía realmente ademán de apartarlo, por lo que Hanma se limitó a ignorarlo mientras lo rodeaba con ambos brazos y lo atraía hacia él buscando mayor contacto.

— No estamos solos, nos puede...

Ver.

Justo en el instante en el que los labios de Hanma habían logrado perfilar la mandíbula de Kisaki y se habían aproximado finalmente a su boca, Sanzu decidió casi derribar la puerta del baño. Al ver la posición en la que estaban ambos, su rostro palideció de nuevo para adquirir otra vez un tono enfermizo, la palma de su mano golpeando su rostro cuando volvió a cubrirse la boca con expresión asqueada. Hanma tuvo que apartarse obligatoriamente no porque quisiera, sino porque gracias al ruido que había provocado el portazo Kisaki se había despertado del hechizo que sin pensarlo le había impuesto y había impulsado a Hanma hacia atrás de un rodillazo bastante bien propinado.

Iba a reventar a Sanzu, si es que sobrevivía a la segunda sesión de vómitos.

Increíblemente, pareció recomponerse en el marco de la puerta sin necesidad de correr al retrete otra vez. Aún así, parecía agitado y sudoroso tal y como si realmente estuviese incubando alguna especie de enfermedad mortal.

— ¿Te sientes mejor?. —Kisaki carraspeó enfurecido cuando su voz había salido en un tono extraño, rasposo.

— No. Menos ahora.

— Ni una palabra, ¿me has oído?

Kisaki se incorporó del sofá donde Hanma todavía intentaba recuperarse del golpe; instintivamente, tampoco se acercó a Sanzu pese a que éste no parecía capaz de iniciar una pelea sino que se limitó a permanecer de pie, los brazos en jarra y un lenguaje corporal que gritaba a viva voz que aquello iba en serio.

— Ni una sola de lo que acabas de ver.

— No pienso decir nada. Pero a cambio, necesito que me ayudes con esto.

Hanma cerró los ojos, rezando. Si había algo que Kisaki aborrecía por sobre todas las cosas era que alguien intentara sobornarlo o amenazarlo, simple y llanamente porque se sabía con el poder, más ahora que compartía con Mikey el liderazgo de la nueva organización.

— ¿Con qué, precisamente quieres que te ayude, Sanzu?

El tono sedoso con el que Kisaki le había contestado a Sanzu había disparado todas las alertas en el cerebro de Hanma. Conocía muy bien ese tono de voz...

...y era el llamado "as bajo la manga".

¿Cómo era posible que Kisaki siempre tuviese algo peor con lo cual extorsionar a la gente?

Sanzu no contestó, al parecer captando la amenaza implícita en el tono de voz de Kisaki.

— ¿Con Hanagaki...o con tu embarazo?


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Hacía semanas...no, meses...

Mentira, hacía años Mikey no se sentía de aquella manera...tan...

Tan lleno de vida.

El pensamiento fugaz y repleto de energía cruzó su mente como un rayo, como un fuego artificial iluminándolo todo y haciéndole sonreír mientras caminaba a paso rápido por la acera oscura. Era ya bastante entrada la noche y pocas personas transitaban las calles en ese horario, la mayoría de los locales ya cerrados.

Menos aquel adonde se dirigía.

Sintiendo el corazón desbocado y la respiración un tanto agitada, su sonrisa se extendió un poquito más bajo la capucha que cubría su cabeza y una risilla escapó de sus labios al percatarse de que aquello era producto de la ansiedad, de los nervios. De casualidad y casi por arte de magia, Sanzu lo había dejado solo aquella noche y Kokonoi se había ido más temprano de lo usual ese día.

Todo parecía tan perfecto y coordinado como una alineación de planetas que Mikey no podía ni quería desaprovechar.

¡Tres años! Todavía no podía creerlo, tres años que...

Bueno, que no se sentía así.

Dobló por una esquina y la calle que lo recibió estaba todavía más oscura y desolada que la anterior; acelerando el paso, la acera descendía obligándolo casi a correr por la bajada, el vapor producto del frío que hacía escapando de sus labios entreabiertos.

En la siguiente esquina se detuvo chequeando rápidamente la dirección en su teléfono celular.

Presionando la mandíbula un poco más nervioso de lo que quería reconocer, Mikey cruzó la calle dándose cuenta de que ya estaba en territorio enemigo.

El territorio de Brahman, para ser más precisos.

Soltó el aire que había estado reteniendo cuando finalmente llegó a la dirección donde lo habían citado. Fuera no había absolutamente nadie, pero detrás de la gran puerta oscura con solo una barra de metal central se alcanzaba a oír con claridad el retumbar de la música golpeando contra el hierro, incluso la leve vibración que producía en el suelo llegaba a los pies de Mikey.

Ahora que lo pensaba con un poco más de frialdad, había sido un tanto estúpido de su parte deshacerse de su gente para ir a un antro a encontrarse con una persona que tranquilamente podría estar traicionándolo, había que ser....

No.

Takemitchy jamás le haría algo como eso, no a él.

Justo a él, no.

Y con esa seguridad en el pensamiento, Mikey empujó la barra de la puerta y esta se abrió fácilmente, el nudo en el estómago apretándose un poco más cuando lo que lo recibió por delante suyo fue una escalera en bajada, la luz roja y mortecina dándole la bienvenida junto con la música atronadoramente fuerte; la puerta se cerró a sus espaldas bruscamente con un golpe metálico que logró impulsar los pies de Mikey hacia delante, escalón por escalón. La música le hacía vibrar las tripas y la luz, que se volvía cada vez más tenue y rojiza le obligaba a entrecerrar los ojos una vez que llegó a la parte inferior.

Bueno, podría haber sido peor.

Era claramente un antro dentro de una zona liberada; el lugar no estaba repleto, pero había la cantidad suficiente de personas de dudosa apariencia como para que Mikey pensara dos veces antes de moverse para un lado u otro. Sus ojos se deslizaron por encima de las cabezas de las personas más cercanas aún sin abandonar las escaleras; prostitutas por acá, vendedores de droga por allá...

...por suerte o por desgracia, conocía ya demasiado bien aquel ambiente lisa y llanamente porque se dedicaban a eso.

Un tanto frustrado, sopesó la posibilidad de bajar del todo y arriesgarse entre el gentío; dudaba que en esas condiciones y con la cabeza tapada alguien lo reconociese, pero...el riesgo estaba.

Por algo también había ido armado, el revólver descansando bajo la camisa negra a un costado en su cintura.

Y en ese instante, el cual fue más corto y rápido que el latido de su corazón acelerado, lo vio.

¿Era físicamente posible que el tiempo y el espacio se hubiesen detenido en el momento en el que Mikey había visto a Takemichi? Sí, sí que lo era. Cuando sus ojos se encontraron Takemichi ya había estado observándolo sentado en la barra, la espalda recta y el cuello estirado en su dirección. ¿Había sido la fuerza, la intensidad con la que lo observaba en ese instante lo que había guiado la mirada de Mikey hacia ese punto exacto donde se había encontrado todo ese tiempo? También, muy probablemente.

La música, la vibración en su cuerpo e incluso la sensación de asfixia por el gentío desaparecieron, se evaporaron como si se tratase de algo insignificante, secundario, superfluo mientras Mikey aprendía a respirar de nuevo, sus labios entreabiertos dando la primera bocanada de aire luego del impacto inicial.

Cuando el aire ingresó a su sistema respiratorio y luego a su cerebro de nuevo, todo volvió a su lugar en una explosión descomunal de estímulos sensoriales: la música, la vibración, la luz, las personas. Sus ojos parpadearon una, dos vez y su ceño se frunció levemente cuando Takemichi — aún a la distancia y separados por ese mar de gente — desvió la mirada al parecer ligeramente sorprendido rompiendo así la conexión que se había generado entre ellos y que había tardado tres malditos años en volver a darse.

Obviamente, los ojos de Mikey se desviaron en la misma dirección a la que había mirado Takemichi.

¿Y esa puta?¿De dónde mierda había salido y por qué carajos le estaba tocando el hombro a Takemichi?

Mikey bufó mientras intentaba contenerse sin demasiado éxito; al resoplar, un olor picante y espantosamente fuerte le llegó a las fosas nasales obligándolo a fruncir la nariz, todavía más molesto.

Y las personas que estaban cerca de las escaleras también lo percibieron al mismo instante que él lo había captado; lo supo porque varias de ellas habían volteado prácticamente al mismo tiempo en su dirección...y todas lo observaban a él.

Estuvo varios segundos hasta comprender que aquel olor asqueroso lo estaba soltando él mismo.

Anonadado, se sorprendió por la facilidad con la que había olvidado el aroma de sus propias feromonas. Tristemente, su cuerpo se negaba a funcionar correctamente incluso cuando Sanzu había estado ahí para él.

Y volvía a responder cuando ni siquiera estaba cerca de Takemichi.

Sus ojos volvieron a su interés principal; Takemichi había despachado con bastante rapidez a la muchacha que se le había acercado y de nuevo, sus ojos buscaron los suyos a la distancia.

Y en ese momento, Mikey sonrió con alegría por primera vez en tanto tiempo.

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