Crónicas de homos primerizos

By ladyinff

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Desde una confesión, el noviazgo es una etapa muy bonita durante la adolescencia. Pero, ¿Por qué el primero t... More

Intro para leer mejor
Cap 1: Confesión
Cap. 2: Manos
Cap 3: Chocolate
Cap 4: Boca
Cap 5: Apodos
Cap 6: Palabras
Cap 7: Latido
Cap. 9: Secreto
Cap 10: Cita
Cap 11: Calor

Cap 8: Diferencias

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By ladyinff


"Con tú pelo negro tejería un cuento, yo quiero vivir contigo este momento" (Si tú me quisieras, Mon LaFerte)


—Déjeme ayudarle con los platos, señora Kageyama.

—Hinata-kun, ya te he dicho que me digas Nanako. No tienes que ser tan formal conmigo.

—También se niega a decirme mi nombre de pila.

Las cortesías de Hinata cada que se quedaba a dormir en su casa lo hacían quedar mal con su mamá, el pelirrojo solía alojarse con él cuando estaban por empezar los exámenes, y esto era porque ambos creían que sería más eficiente terminar las guías de estudio entre los dos.

"Los idiotas aunque sean dos no resuelven nada, solo duplican los problemas." Había dicho Tsukishima con absoluta razón por lo que quedaron los de primer año, incluyendo a Yachi recientemente, a su grupo de estudio en casa de Tobio. Tras una sesión espantosa de aritmética, insultos del más alto hacia el par que no le entraban las operaciones matemáticas y una cena agradable habían concluido más de la mitad de las guías.

La risa de su compañero y su madre resonó en la cocina donde comenzaban a ordenar trayendo a Tobio al presente. Mientras ellos seguían en sus quehaceres, él encaminó a la entrada de la casa al resto del grupo de primero. Entre palabras de lejos el clan se despidió de la sra. Kageyama y Hinata, el armador les abrió la puerta y agradeció a Yamaguchi por prestarles sus notas.

—No es nada. —Mencionó tímido Tadashi haciendo maniobras con sus manos, era un hábito en él— Nosotros acompañaremos a Yachi hasta la estación.

—Si, avisen en el grupo cuando estén en casa.

—Claro. —La chica rubia asomó su cabeza en donde pudiera como buscando algo.

—¿Olvidaste algo, Yachi-san?

—¿E-eh? ¡No, no! Solo iba a preguntar si esperaremos a Hinata.

Tsukishima soltó una risa burlona que rompió con el ambiente. El de cabello negro lo fulminó con la mirada.

—Hinata suele quedarse aquí cuando se hace tarde. —Respondió Kageyama aclarando las dudas sin problema alguno— Sería peligroso que regresara en bicicleta.

—Es que el rey tiene que custodiar a la reina. —agregó Kei cubriendo su boca, Yamaguchi solo le dio la razón riendo y a la vez pidiendo que fuera prudente.

—¡Tsukishima, escucho todo! —Gritó al fondo Shouyou enérgicamente avergonzado.

En lo que canta un gallo, los tres invitados se alejaron volviéndose invisibles con la distancia, Kageyama cerró la puerta y caminó hacia la cocina donde ya las labores estaban terminadas.

—Tobio, acomoda el futón para nuestro invitado en tu recámara, —ordenó Nanako con voz dulce a lo que su hijo subió a su alcoba para ordenar— Hinata-kun puedes adelantarte para tomar un baño.

—Gracias. Pero puedo ayudarle a Kageyama a acomodar el futón antes de bañarme.

—No, es tarea del anfitrión por educación. ¡Descansen chicos!

Las hospitalidades de la familia Kageyama eran bastantes, al grado de que él ya se sentía parte de ese hogar sin ser un integrante. Hinata hizo una reverencia para agradecer y corrió tras el armador, pues el baño quedaba justo en su cuarto. Allí en la recámara, Shouyou podía afirmar que se trataba de la alcoba del número nueve del Karasuno, con las paredes en color pálido, unos cuantos afiches de torneos icónicos, muebles sencillos en colores fríos y la caja de revistas amontonadas junto a su infalible balón blanco. Cuando el mayor se puso a buscar en su mochila su ropa de dormir cayó en cuenta que no empacó la camiseta, la expresión derrotada de Hinata llegó al dueño de la habitación.

—¿Pasa algo? —preguntó Tobio ladeando su cabeza buscando respuestas.

—Olvidé meter una playera para dormir y me siento muy estúpido.

—Vamos, que si eres estúpido pero no por olvidar una camiseta.

Las palabras encendieron la llama conflictiva del dúo quienes a patadas peleaban por mera inercia. Entre los golpes y cosquillas tontas que se lanzaban para retirar el uno del otro, Tobio abrió el clóset para buscar entre sus cosas, sacó una playera negra sencilla sin estampado en ella, se la colocó a Hinata sobre la cama en lo que se puso a terminar de acomodar el tendido.

—Te presto esa, es para dormir. El lunes me la regresas.

—¡Gracias! —respondió Hinata ahora avanzando a saltos para no desacomodar el futón— Pasaré al baño.

—¡No vayas a dejar mojado el suelo, Hinata idiota!

El golpe de la puerta cerrada le dio la respuesta, sería ignorado y tendría que limpiar el desastre luego. En lo que la ducha estaba en emisión, Tobio buscó en sus cosas su pijama y la última edición de la revista de deportes que colecciona. Después de bañarse, Hinata y él podrían leerla y hablar sobre las entrevistas a los bloqueadores centrales de la selección japonesa.

Por un momento algo más ocupó su mente, era el sonido del agua cayendo pero sin aterrizar en las baldosas, un ruido sordo de cuando chocaba con algo, precisamente hablando, cuando chocaba con la piel. Un rayo de imaginación pecaminosa llegó a la mente de Kageyama, quien viendo los muslos en los posters colgantes de su cuarto recordó las del caos parlanchín que es el pelirrojo que se encuentra a unos metros, enjabonándose y maniobrando para enjuagar las extremidades firmes que sabe que tiene, lo ha observado por tantos días seguidos que ha memorizado cada tensión de sus piernas al saltar.

Kageyama sacudió en instantáneo su cabeza regañandose por pensar así de su rival, ese que es un tarado para hablar, un tonto que no podría resolver una ecuación básica y el dueño de sus sentimientos que hace meses en el campamento pudo comprobar.

"Deja de pensar, Tobio. Tienes que dejar de sentir esto, maldita sea." Piensa silenciando todo alrededor.

—¡Hey, Kageyama! Ya desocupé la regadera... —Hinata se espanta con la brusquedad con que el de ojos azules reacciona— ¡Te juro que no dejé el piso mojado!

—¿Eh?

Los ojos de Tobio navegan por el maravilloso espectro que es Hinata en este momento. El número diez del equipo porta su camiseta la cual indudablemente le queda grande. Siempre ha sabido que Hinata es pequeño, sin embargo gracias a su propia ropa mira las notorias diferencia que tienen. Por ejemplo, las mangas son tan amplias que le quedan sueltos brazos, los cuales si bien no son delicados son más suaves a la vista que los suyos; También es de notar que su cuerpo es menos tosco que el de él, por un momento se pregunta si podría rodear su cintura con un brazo por lo esbelta que es. Su altura tampoco ayuda, la camiseta cubre enteros sus shorts para dormir. A Kageyama le da un ataque de pánico imaginar que podría no tener nada debajo.

—¿Por qué me miras tan aterrador? —El golpe en la frente que Shouyou le da lo trae a la realidad— Podrías espantar hasta yokais con esa cara, Tontoyama.

—Lo siento. Voy a ducharme.

Y en un abrir y cerrar de ojos, Tobio entra y abre las llaves del agua poniéndose justo debajo de la caída, dejando que el agua fría resbale cada rastro de pensamiento indecoroso de su sistema.


...


Envuelto entre las cobijas del futón, Hinata se remueve pensando. "Para variar ahora si quieres pensar, Shouyou. Ah, pero no fuera para las matemáticas." Dentro de su cabeza la consciencia tiene la voz de su madre por los regaños constantes, cosa rara. ¿Qué piensa? Varias cosas, el cómo la luz de la luna se cuela en la habitación como parte de la decoración, en el buen artículo que leyeron ambos sobre el especial de bloqueadores seleccionados, pero sobre todo, en que la ropa de Kageyama se siente especial contra su piel. Es extraño, lo sabe. Y aun así tiene todo el sentido del universo.

Es que es amplia de tamaño, ¿Cómo algo tan simple como la ropa puede verse distinto en las personas? Hinata no es ciego, le sobra sentido común y buena vista para aceptar que Kageyama, aunque tenga una personalidad difícil, es atractivo. Se lo afirma cuando toca la tela de la playera que cuelga como si le cubriera cuan sábana, lo ha visto de reojo cambiandose en los vestidores, en el gimnasio hasta en su propia casa. Tiene una espalda amplia que parece kilométrica, unos brazos fuertes que golpean el balón con maestría. Su cuerpo siente envidia al mirarlo y unas ganas absurdas de tocarlo, no con intenciones perversas, bueno quizás unas pocas.

Un ronquido interrumpe abrupto su tren de pensamiento acelerando su corazón por quizás verse descubierto.

—Kageyama, ¿Estás despierto? —Susurra buscando una respuesta, algo que no sucede.

Suspira con alivio. Tobio está rendido ante los poderes de Morfeo en el mundo de los sueños, su expresión le da paz y le enternece por dentro pensar en que así como lo ve en este instante, es adorable.

"Adorable". se mantiene flotando la palabra por doquier, y con la vergüenza recorriendo sus poros en vapor, Hinata decide imitar al armador cayendo dormido, pensando en que el aroma de Kageyama es agradable y en una excusa para nunca devolverle la camiseta.

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