Cap 7: Latido

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"¿Será que hay algo más que a simple vista no se ve?" (Algo está cambiando, Julieta Venegas)


El sonido de las aves madrugadoras andando por allí no les inmuta, las piernas entrelazadas bajo las sábanas irradian calidez y el abrazo pesado ofrece una paz que parece de cuento. Eso hasta que ambos escuchan a Zoro maullar cerca de la ventana a los gorriones del nido de afuera.

Los párpados se abren de a poco mientras Tobio besa la mejilla de su novio quien responde balbuceando un buenos días volteandose a su pecho.

—Anoche estabas pateandome. —Comienza el de ojos azules viendo como Shouyou le observa con pereza— ¿Qué soñaste?

—Hmm... Recordé cuando nos confesamos en la preparatoria. Pero aquí había vampiros y nos cazaban, por eso no podíamos decir nuestros sentimientos.

—¿Algún conocido era vampiro? —Era gracioso cuando Kageyama le seguía la corriente dándole cuerda.

—No recuerdo mucho, solo sé que Tsukishima era el líder.

—Vaya, tiene sentido para ser un sueño bastante estúpido. —Hinata le da un golpe ligero en el mentón para quitarle la sonrisa canalla.

—No busques pelea tan temprano, Torpeyama.

Es la rutina de las mañanas, agradable entre risas cuando se puede. El más alto retoma el descanso queriendo prolongar el momento, aún queda una hora para salir a correr.

—Kageyama. —Le llama el pelirrojo que se acurruca entre sus brazos tibios por el calor del sueño. Tobio responde con un resoplido para que continúe hablando— ¿Cuando empecé a gustarte?

—¿Por qué preguntas? —Hinata se encoge de hombros, no lo observa por la posición, pero sabe que está expectante— No lo sé.

—¿Cómo no vas a saberlo?

Kageyama sonríe mientras apoya la barbilla en la cabeza de su pareja. Claro que lo sabe, lo tiene muy claro, porque él supo que su vida daría un giro de ciento ochenta grados el día que lo vio por primera vez, aunque tardó un poco más en darse cuenta de su enamoramiento.


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Todo apuntaba a que se llevarían el partido, pan comido.

Hasta que este ser emergente voló frente a sus ojos, desplazándose alto sin dejar rastro de una dirección opuesta.

El hambre en los ojos del número uno de Yukigaoka le devoraba cada vez que el balón paseaba de sus dedos a las palmas de sus compañeros. ¿Cómo el enano que se topó en los baños temblando de nervios podía verlo tan fiero y con desafío?

El contrincante estaba en pañales en comparación a ellos dentro de la cancha, sin embargo, verlo entusiasta y comprometido a ganar le hervía la sangre hasta la coronilla. Nada era más gratificante que enfrentarse a las personas testarudas que jamás darían el brazo a torcer.

El pelirrojo no dejaba de moverse, buscaba las señales mientras la pelota no dejaba de volar, él la seguía con una devoción absoluta que da escalofríos, la velocidad no se alenta e incrementa cuando este da un golpe al balón que viaja lejos.

Kunimi, su compañero, la sigue apático. Y logran al fin anotar los del equipo contrario. Kageyama siente ira, frustración a pesar de tratarse de un punto, es porque alguien con ambición lo ha conseguido y no se quiere dejar contra una persona así de testaruda.

Crónicas de homos primerizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora