Cap 8: Diferencias

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"Con tú pelo negro tejería un cuento, yo quiero vivir contigo este momento" (Si tú me quisieras, Mon LaFerte)


—Déjeme ayudarle con los platos, señora Kageyama.

—Hinata-kun, ya te he dicho que me digas Nanako. No tienes que ser tan formal conmigo.

—También se niega a decirme mi nombre de pila.

Las cortesías de Hinata cada que se quedaba a dormir en su casa lo hacían quedar mal con su mamá, el pelirrojo solía alojarse con él cuando estaban por empezar los exámenes, y esto era porque ambos creían que sería más eficiente terminar las guías de estudio entre los dos.

"Los idiotas aunque sean dos no resuelven nada, solo duplican los problemas." Había dicho Tsukishima con absoluta razón por lo que quedaron los de primer año, incluyendo a Yachi recientemente, a su grupo de estudio en casa de Tobio. Tras una sesión espantosa de aritmética, insultos del más alto hacia el par que no le entraban las operaciones matemáticas y una cena agradable habían concluido más de la mitad de las guías.

La risa de su compañero y su madre resonó en la cocina donde comenzaban a ordenar trayendo a Tobio al presente. Mientras ellos seguían en sus quehaceres, él encaminó a la entrada de la casa al resto del grupo de primero. Entre palabras de lejos el clan se despidió de la sra. Kageyama y Hinata, el armador les abrió la puerta y agradeció a Yamaguchi por prestarles sus notas.

—No es nada. —Mencionó tímido Tadashi haciendo maniobras con sus manos, era un hábito en él— Nosotros acompañaremos a Yachi hasta la estación.

—Si, avisen en el grupo cuando estén en casa.

—Claro. —La chica rubia asomó su cabeza en donde pudiera como buscando algo.

—¿Olvidaste algo, Yachi-san?

—¿E-eh? ¡No, no! Solo iba a preguntar si esperaremos a Hinata.

Tsukishima soltó una risa burlona que rompió con el ambiente. El de cabello negro lo fulminó con la mirada.

—Hinata suele quedarse aquí cuando se hace tarde. —Respondió Kageyama aclarando las dudas sin problema alguno— Sería peligroso que regresara en bicicleta.

—Es que el rey tiene que custodiar a la reina. —agregó Kei cubriendo su boca, Yamaguchi solo le dio la razón riendo y a la vez pidiendo que fuera prudente.

—¡Tsukishima, escucho todo! —Gritó al fondo Shouyou enérgicamente avergonzado.

En lo que canta un gallo, los tres invitados se alejaron volviéndose invisibles con la distancia, Kageyama cerró la puerta y caminó hacia la cocina donde ya las labores estaban terminadas.

—Tobio, acomoda el futón para nuestro invitado en tu recámara, —ordenó Nanako con voz dulce a lo que su hijo subió a su alcoba para ordenar— Hinata-kun puedes adelantarte para tomar un baño.

—Gracias. Pero puedo ayudarle a Kageyama a acomodar el futón antes de bañarme.

—No, es tarea del anfitrión por educación. ¡Descansen chicos!

Las hospitalidades de la familia Kageyama eran bastantes, al grado de que él ya se sentía parte de ese hogar sin ser un integrante. Hinata hizo una reverencia para agradecer y corrió tras el armador, pues el baño quedaba justo en su cuarto. Allí en la recámara, Shouyou podía afirmar que se trataba de la alcoba del número nueve del Karasuno, con las paredes en color pálido, unos cuantos afiches de torneos icónicos, muebles sencillos en colores fríos y la caja de revistas amontonadas junto a su infalible balón blanco. Cuando el mayor se puso a buscar en su mochila su ropa de dormir cayó en cuenta que no empacó la camiseta, la expresión derrotada de Hinata llegó al dueño de la habitación.

Crónicas de homos primerizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora