Caso Interrumpido

By pao_milla

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- Te conozco - dijo acercándose a mi - yo se que tú no eres así Solté una carcajada - Tú no me conoces, no ti... More

Prólogo
1. El principio de algo
2. Hora extra en el infierno
3. Hora extra en el infierno (PARTE II)
4. ¡¿Nunca estuvimos atrapados?!
5. Incomodo
6. Pijamada
7. " Creo que ahora sí alguien te ha pillado"
8. Estrellita ¿dónde estás?
9. Todo estará bien ¿o no?
10. No necesita un novio
11. Salgo de una y entro en otra
12. "Para Siempre"
13. Melodías
15. Un alto

14. Siluetas

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By pao_milla


Emily

Ha pasado ya una semana desde la fiesta, y desde que ví a los demás. No he hablado con nadie a excepción de Axel que me siguió escribiendo entre ratos. Las primeras veces fuí amable - o al menos lo que pude - al contestarle, pero después llegó a incomodarte su insistencia y terminé dejandolo en visto. Con Dalton he podido interactuar un poco en clases que le toca darme, sigue permitiendo que me quedé sentada en las gradas de esta, sin embargo continúa algo cabizbajo. Y con Alya y Ninna me he cruzado unas cuantas veces por los pasillos del instituto, pero no nos hemos dado el tiempo de platicar.

Cada quién está ocupado en atender sus propias vidas. Incluyendome.

Tengo asuntos por resolver. Todavía me falta encontrar que es lo que mis padres se empeñan por esconder, algo un poco complicado ya que siguen de viaje. Y a todo esto súmale las responsabilidades de la escuela. Mi cabeza trabaja a su máxima capacidad, y si algo vuelve a salirse de control voy a explotar.

La clase de química ha concluido después de que nos diera un gran repaso de la tabla periódica. Suerte que no me tocó a mí ser de las participaciones. Por lo menos una cosa buena en la semana de mierda que cargo.

Los demás empiezan a amontonarse en la salida deseando huir de aquí lo más pronto posible. No los culpo. Caleb no se ha presentado hoy, así que me quedo sola junto con el profesor que está guardando sus pertenencias esperando a que se despeje un poco la unica salida del sitio. Tomo mis cosas, y una vez desalojado el salón me encamino hacía la puerta imitando a los demás.

- Eres muy callada.

No me dí cuenta de en que momento el profesor Blackburn se había levantado. Y al darme la vuelta, me quedo totalmente inmovilizada al notar cuan cerca está de mi rostro.

Trato de mirar a otro lado con la esperanza de que le haya hablado a alguien más. Pero no, somos los únicos que quedan en el aula. Si pronunciará una sola palabra mis labios podrían rozarlo, y él no hace ningún intento por apartarse. En lugar de eso, solo se mantiene repasando con la mirada cada centímetro de mi rostro.

Me mantengo callada. Solo pasan unos cuantos segundos que me parecen eternos, hasta que él levanta su mano libre y me coloca un cabello detrás de la oreja que se me había escapado sin darme cuenta, rozándome ligeramente con la yema de los dedos en el acto.

Esto no está bien.

Por el rabillo del ojo me parece ver la silueta de alguien observandonos, causando que me separe de un salto y recorra los alrededores con los ojos alerta a cualquier persona que pudiera haber visto la escena. Pero no hay nadie.

- Si hablo, pero no con usted.

A continuación salgo de ahí a toda prisa sin permitirme ver su reacción. Simplemente me sumerjo en la multitud habitual que se forma en los pasillos.

Si Caleb estuviera aquí me diría que no fue nada, que solo estoy exagerando. Pero estoy totalmente segura que lo sucedido sobrepasa la amabilidad. No creo que esté sea el trato profesor-alumno correcto.

Vaya manera de iniciar el día.

Estoy dispuesta a ir al despacho del director y reportar lo ocurrido, exigiendo un cambio de inmediato. Me toma unos minutos pasar a todas las personas que se quedan paradas a medio pasillo cotilleando. Envidio su tranquilidad. La secretaria del director está ocupada con unos papeles que están esparcidos por todo su escritorio, su cabello está hecho un desastre y noto la línea de sudor que se forma en su frente, está totalmente desesperada. Al parecer mi presencia ante sus ojos es nula, así que no me queda de otra que entrar por mi cuenta al despacho, pero me desconcierta y sorprende el encontrarlo vacío.

Al contrario de la asistente, el escritorio del director se encuentra sumamente ordenado. Repasé el lugar como la primera vez que entré. Aún se encontraba el pequeño dinosaurio en aquella esquina, lo acaricié con los dedos al pasar por su lado. Las cosas seguían en su mismo estado, a excepción del pedazo de metal que una vez me rasgó la mano, había desaparecido. Tal vez sufrió un accidente como el mío y decidió removerlo.

No debería seguir aquí total, está claro que no conseguiré nada. No hay nadie. Me dirijo a la salida redactando una nota mental de regresar aquí una vez se encuentre el director y hacerle saber sobre la situación, esto no puede continuar. Mi cabeza se ladea por apenas unos pocos segundos y un destello aún lado del escritorio consume mi atención. Me gustaría tanto ser de las personas que ven esa clase de cosas y continúan con sus vidas, pero no puedo. Soy chismosa de corazón y para que negarlo, la curiosidad me gana.

Reviso los alrededores antes de adentrarme de nuevo. La secretaria ha desaparecido de su sitio, lo que significa luz verde para avanzar. Llego hasta el lugar de donde provenía aquella luz, y me doy cuenta que es una llave con el reflejo del sol la que lo ha causado. No me voy a quedar con la intriga a medias. Así que me inclino por encontrar su respectiva cerradura.

Empiezo por los cajones del escritorio. Solo dos de ellos están bajo llave, y adivinen mi sorpresa al ver que la llave cede en el último. El archivero se abre, y lo único que se encuentra adentro es una buena pila de cuestionarios.

Genial. Gasté mi tiempo en buscar unos estúpidos exámenes.

Durante el almuerzo me encuentro con Ninna y Dalton quienes se sientan junto a mi. El segundo parece ya estar de mejor humor. En el tiempo que nos queda Ninna de la pasa hablando de puros proyectos y evaluaciones que la tienen vuelta loca. Su hermano y yo nada más la escuchamos en silencio, me limito a comer y a asentir cuando posa su mirada en mi buscando que concuerde con ella en lo que sea que esté hablando.

Dudo en contarles lo sucedido con el profesor de química. No quiero que se vuelva un chisme ni que me hagan preguntas incómodas, prefiero esperar a informarlo a la autoridad para saber cómo proceder. Tal vez y al final me llamen exagerada y digan que solamente malinterpreto las cosas.

- Les juro que me salieron un buen de ronchas en la espalda de tanto pensar

Ninna continúa con sus quejas mientras roba papas de mi plato.

- ¿Por qué en la espalda? - cuestiona Dalton con una pequeña mueca de asco.

- Porque es donde de me acumula el estrés.

- Oigan, me podrían decir dónde está biblioteca - la interrumpo dándole un libro manotazo para que no termine con mi comida - Me pidieron unos libros para un proyecto y no encontré los PDF'S en internet, por lo tanto mi única alternativa es la biblioteca.

- Pues la biblioteca de la escuela en realidad no se encuentra aquí en la escuela. Es un edificio aparte que está a un par de calles de aquí. Te enviaré la dirección.

- O yo podría llevarte.

Me volteo hacía Dalton y no me esmero en ocultar el desconcierto en mi rostro, ante su propuesta. Pero él solo mantiene la cabeza agachada mientras juego con la liga de su muñeca, como si no tuviera importancia alguna.

- Si no mal recuerdo tienes clases por las tardes.

- No creo que afecte si me salto las primeras horas. Aparte me resulta entretenido estar contigo. Tal vez podríamos estafar a alguien por ahí.

Al concluir la oración levanta la mirada y me guiña un ojo - y por lo que he aprendido hasta ahora - algo muy característico de él. Pero para su mala suerte - o la mía - yo no estoy acostumbrada a recibir favores de los demás.

- Agradezco tu intención, pero no, gracias. Si solo está a unas calles no tengo problema en ir caminando después de la escuela.

El timbre resuena por el lugar, y es momento de seguir con las tortuosas clase que faltan.

- Ok, avísame si cambias de parecer.

Se despide Dalton que es el primero en abandonar la mesa. El no tiene clase, pero si un trabajo que atender.

Logré salir del infierno al que llaman escuela, con vida después de tres exámenes. No sé que tienen las escuelas de hoy en día que no les basta con poner un examen por año. No, tienen que hacernos por lo menos dos a la semana, por cada materia que llevemos. Es mi problema si aprendo o no. Total les pagan, no hay porque ponerse tan hostiles con nosotros.
El sistema educativo es una mierda memorizamos, recitamos. Solamente por perseguir un número en un papel, que supuestamente determinará nuestro futuro. Patético.

Diez minutos después de estar insultando al colegio, llegué a la biblioteca con las indicaciones que Ninna me había dicho.

Era un edificio de tres pisos, la estructura de veía antigua, pero bien cuidada. Tuve que pedir indicaciones para poder encontrar los libros que necesitaba, y ya me veía subiendo escaleras cuando me dijeron que se encontraba en la segunda planta. Pero tal vez exageré un poco al decir tan antigua cuando ví que este tenía un pequeño elevador del extremo opuesto a las escaleras.

Bien por mis piernas.

Los libros eran de clase de historia y no fue tan difícil encontrarlos. Seguí las indicaciones que el profesor había dado en clases - solamente las recuerdo porque al decirlas se trabó un poco y los demás empezaron a emitir pequeñas risas - y anotar todo lo necesario en un cuaderno. En realidad lo acabé en menos tiempo del esperado.

La biblioteca era un lugar tan sereno, con un ambiente tan relajante que solamente me dieron ganas de quedarme un rato más, e incluso adelantar la tarea de literatura. Necesitaba esa tranquila, y tenía que aprovechar el momento lo más posible.

La tarea solamente consistía de leer una cuantas páginas del libro asignado. Y debo admitir que con todo aquel silencio la lectura no me pareció tan mala - resultó genial que el tema fuera de ciencia ficción - e incluso llegué a disfrutarla. En un momento de concentración, el bolígrafo que había estada golpeando inconscientemente contra la pequeña libre a mi lado, se rompió esparciendo su tinta sobre las palmas de mis manos.

- Carajo.

Trato de arreglarlo con una hoja del cuaderno, pero solo consigo empeorarlo más. En ese momento, al levantarme del lugar caí en cuenta de que ya había anochecido. Estuve por más de tres horas aquí. ¿En qué momento?

Y no solo se había oscurecido sino que, también ya no quedaba casi nadie en el lugar. Eran muy pocos los que todavía se encontraban en algún pasillo o utilizando las computadoras gratuitas. Solo faltaba una hora para que cerraran.

Boté la hoja y tuve que caminar hasta el baño del segundo piso donde me encontraba, para si poder limpiar el desastre que cargaba en las manos antes de maximizarlo. Estoy segura de que no tardé ni diez minutos, pero extrañamente al volver las pocas personas que quedaban se habían ido, y mi mochila estaba abierta aún sabiendo que yo no la había dejado así. Sin embargo, las cosas que cargaba dentro estaban completas, tal vez es paranoia mía.

Cómo dije, ya era muy tarde. Así coloqué todas las cosas en su lugar, devolví los libros prestados a sus respectivos estantes y caminé hasta el elevador para irme. Al llegar, estaba por oprimir el botón cuando noté la nota escrita con plumón rojo que estaba pegada en medio de las dos puertas él.

"Fuera de servicio"

Simplemente solté gruño por lo bajo, y no me quedó de otra que atravesar toda la segunda planta hasta poder alcanzar las escaleras. Pero el camino se volvió algo complicado al caer en oscura. Las luces se apagaron de la nada, no veía nada, y el que el lugar no posea de muchas ventanas dónde por lo menos el reflejo de la luna podría filtrarse por ellas e iluminar un poco, lo hacía más difícil.

¿Habrán cerrado ya?

Apresuré el paso mientras mis ojos trataban por adaptarse a la oscuridad. Como pude saqué mi teléfono del bolso, llamaría a Dalton para pedirle que me recogiera tomando en cuenta su palabra, pero caí en cuenta que no tenía señal. Esto si es extraño. Seguí tratando pero las llamadas no salían. Empezó abrumarme la situación, la oscuridad no era de mis mejores amigas, y sin esperarlo mi cabeza chocó con un estante, el cual no recordaba que estuviera en pleno pasillo. El golpe me tomó por sorpresa tirandome al suelo junto con mi mochila, mis cosas se esparcieron por el suelo y me tomó unos minutos poder recogerlas tanteando su ubicación con la palma de la mano.

Al final si pude encontrar las escaleras, y cuando estaba a mitad del camino las luces se restauraron. Llegué a la recepción y todavía se encontraba la mujer de mayor edad que me había atendido en un inicio.

- Al parecer ha habido un corto circuito en todo la calle.

Me informa la mujer al verme bajar mientras guarda todas sus pertenencias para dejar ordenado el lugar. Que suerte que no fue porque ya habían cerrado el lugar conmigo adentro. Pero obviamente soy la única persona aquí.

- Pues que bien que la han podido reparar pronto. Aunque no entiendo cómo eso pudo dañar la señal de teléfono.

Por lo que sé sin cosas muy diferentes.

- ¿La señal? Hace un rato llamé para informar el apagón. La señal nunca se fué.

Quizás mi teléfono ya pasó cuenta de todas las veces que se me ha caído. Eso quiero pensar.

- De acuerdo. Ya es tiempo de irme así que, buenas noches.

- Buenas noche linda.

La señora me regala una peque sonrisa y yo le agradezco su ayuda de antes, al despedirme.

- Espero que reparen pronto el elevador - agrego antes de salir.

- Pero si el elevador si funciona

Me mira extraña y eso solo hace más evidente mi confusión.

- Antes de que se cortará la luz, ya había un letrero en él que ponía <<fuera de servicio>>, por eso tuve que correr a las escaleras.

- De seguro fue solo una broma de algún chico. Suelen hacerlo todo el tiempo.

Hace un ademán restándole importancia mientras su sonrisa cortés vuelve a su rostro.

Otra cosa extraña a la lista.

***

Los libros en mis brazos están por resbalarse de ellos, y yo me patino en el piso mientras corro - lo mejor que puedo - con el cabello pegado a mi frente por el sudor, en un intento de llegar a tiempo a mi primera clase del día.

Me he quedado dormida de nuevo. Las pesadillas siguen latentes, siempre es la misma una y otra vez. Apenas me ha dado tiempo de vestirme, lo cual también fue un fiasco porque en este momento cargo la camisa al revés.

A esta hora me toca historia. Y agradezco tanto que la profesora sea una anciana con problemas de la cadera que siempre se retrasa al llegar. Lo que me da el tiempo necesario para colocarme junto a Caleb - que es de las únicas materias que comparto con él, al igual que en química - segundos antes de que la anciana cierre la puerta tras de ella y de inicio a la clase.

- Oye hace media hora te mande mensaje para que te despertarás - me habla en un susurro Caleb - ¿Qué te pasó? Te ves fatal.

Nunca había tenido un amigo hombre. Y me alegra decir que Caleb se ha vuelto uno. Es de esas personas que suelen agarrar confianza al poco tiempo de conocerte - cuando yo soy todo lo contrario - y te brinda ese aire de despreocupación. Es fácil hablar con él, y bastante divertido.

- Gracias por recalcar lo obvio - contesté con sarcasmo y solté un bufido antes de explicar - Ayer por la tarde fui a la biblioteca y en un rato se fue la luz, tropecé y se me cayeron una cosas. Hoy en la mañana no encontré mi teléfono por ningún lado, supongo que lo habré dejado allá.

La clase continúo mientras la profesora de la pasaba leyendo y los demás aburridos en sus lugares. Caleb y yo estábamos por nuestra quinta ronda de gato, cuando abrieron la puerta para dejar pasar a la secretaria del director junto con otra persona que no reconocí muy bien.

Si es para llevarme de nuevo a la dirección, juro que golpearé mi cabeza contra la mesa aquí mismo.

Pero no tendría sentido, no he nada malo. Que yo recuerde.

- Oh, tu debes ser el alumno de intercambio - habló la anciana antes de bajar el libro que yacía en sus manos - La clase ya ha comenzado, pero puedes unirtenos.

Un nuevo desconocido.

O no tan nuevo.

A un lado de la puerta se encontraba el chico con quién, hace días anteriores había entablado una pequeña y repentina conversación en aquella fiesta. Ni siquiera recuerdo su nombre, creo que no me lo dijo.

Está igual que la primera vez que lo ví, con la diferencia de que está vez la camisa de cuadros es de otro color y que en uno de sus hombros cuelga una mochila algo desgastada. Incluso puedo ver qué trae consigo el mismo frasco de la otra vez. Es raro.

Todos somos raros.

Si, pero a él se le nota más. Y tú sigue durmiendo conciencia.

En un instante fugaz nuestras miradas se cruzan. Su rostro es inexpresivo, pero sus ojos parecieran tener un pequeño brillo de maldad. Un leve cosquilleo me recorre de pies a cabeza, haciendo que se me pongan los bellos de punta.

Esto no pareciera tener un bonito final.

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