AUGUREY, james s. potter.

By -mxgicpoison

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⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀⠀⠀⠀ 🖇 𝐋𝐈𝐅𝐄 𝐅𝐔𝐋𝐋 𝐎𝐅 𝐋𝐈𝐄𝐒, 𝔞𝔲𝔤𝔲𝔯𝔢𝔶. ⠀⠀⠀⠀⠀ ❝ -¿Es posible haber vivido una v... More

ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ𝐀𝐔𝐆𝐔𝐑𝐄𝐘
ㅤ ㅤ ㅤ ㅤ 𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
(𝐀𝐂𝐓 𝐎𝐍𝐄 )
i. hogwarts.
ii. inmune.
iii. amortencia.
iv. carrera.
v. dumont.
vi. enemiga.
vii. fiesta.
viii. misterios.
x. prohibido.
xi. encerrona.
xii. castigo.
xiii. pista.
xiv. girls's day.
xv. marcada.
(𝐀𝐂𝐓 𝐓𝐖𝐎 )
xvi. confusión.
xvii. observada.
xviii. quaffle.

ix. aprendizajes.

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By -mxgicpoison



"Quiero seguir viviendo, por favor aléjate de la cocina."


La mañana del sábado los siete alumnos de sexto año de Gryffindor despertaron pasada la hora del desayuno, provocando que se lo perdieran, gracias a lo tarde que se habían ido a dormir la noche anterior. La cantidad de dulces, chocolates e información que ingresaron a su mente y cuerpo lograron que el sueño apareciera cerca de las cuatro de la madrugada. Llegó a ser algo chistoso despertar y verlos a todos desparramados sobre las tres camas de la habitación de las chicas. Frank y Lorcan estaban en la parte cabecera de una cama, casi en la misma posición en que se habían quedado dormidos, aunque en un momento se les unió Madeleine que se acurrucó a los pies de la cama como un gato. Nique y Fred dormían dándose la espalda, quizá acostumbrados a compartir cama al ser familia.

En cambio, Olive despertó y lo primero que vio fueron unos envoltorios de calabazas confitadas en el cabello de James. Río levemente, ignorando el hecho de que sus brazos estaban entrelazados y, con cuidado, comenzó a quitarle los restos de basura. Por suerte, ningún pedazo de dulce se había pegado a las hebras del cabello. Terminada su tarea, sonrió al ver lo calmado que se veía el muchacho, y cerró los ojos para dormitar un rato más esperando a que el resto despertara.

Cuando ya estuvieron todos despiertos, se estiraron y se vieron con caras de sueño, decidieron bañarse cada uno en su propia habitación. Los chicos se fueron con pasos lentos usando la capa de invisibilidad mientras las chicas comenzaban a enlistarse.

—¿Cocinas? —sugirió Fred Weasley ll, una vez estuvieron en la sala común, antes de soltar un largo bostezo que rápidamente se contagió al resto.

Olive asintió algo emocionada. Los chicos le habían hablado antes de las cocinas donde muchos elfos preparaban todas las deliciosas comidas que les servían en el Gran Comedor, le causaba mucha intriga y fascinación poder conocer aquel ambiente. En la mansión Devaulx habían cerca de veinte elfos domésticos a la disposición de la familia, todos con una increíble motivación y ganas por servirle a sus amos. Cuando pequeña, Olive había querido acercarse a ellos y ayudarles a cocinar, su mente aún era inocente y no entendía porque iban con trapos sucios y aceptaban algunos golpes que los padres de la chica les daban, por lo que no era extraño que la curiosidad estuviera a flote. Los elfos la miraban casi con terror al verla querer tocar los implementos de cocina, con miedo a que su ama viera a la niña y culpara a los elfos. Por supuesto que no todo podía salir bien, aquel día Olive se ganó un castigo que duró todo un mes y la prohibición de acercarse a las cocinas de la Mansión.

—¿Puedo yo hacerle cosquillas a la pera? Me encanta ver como se remueve en el cuadro riéndose. —pidió Madeleine mientras iban por el camino hacia la estancia.

Las cocinas en sí se encontraban en el pasillo que lleva a la sala común de Hufflepuff y para acceder a ellas, uno debía acariciar una pera resaltada en un cuadro, provocarle cosquillas y así hacerla retorcer para que se transformara en un tipo de manija de puerta. Los estudiantes del resto de las casas podían fácilmente envidiar a los tejones por estar tan cerca de un lugar tan maravilloso.

—¡Hola, Zuzu! —saludó con cariño Frank cuando la puerta se abrió y dejó al descubierto un par de ojos azules.

Fue algo complicado para Olive no abrir la boca con impresión y asombro una vez la puerta se abrió completamente y reveló la cocina. Era casi del tamaño del Gran Comedor, con cuatro mesas extensas a lo largo que simulaban las mesas de cada casa, y una mesa a horizontal dedicada a reflejar la mesa destinada para los profesores y directora. Al rededor de todas estas mesas, cientos de elfos domésticos se movían llevando platos, servicios, copas y un sinfín de coloridos alimentos de un lado para otro preparando el almuerzo. Uno de ellos, quien abrió la puerta, les dedicó una referencia mientras los dejaba entrar.

—El señor Longbottom como siempre tratando bien a Zuzu. Zuzu está agradecida de estar a su servicio.

Ingresaron con cuidado de no pasar a llevar a ningún elfo; estos se alegraron de ver estudiantes en sus puestos de trabajo y comenzaron a aumentar la velocidad con la que cocinaban y corrían. Zuzu, la bonita elfina de ojos azules, los guió a la que simulaba ser la mesa de Gryffindor y los atiborró con pastelitos, jugos de distintas frutas y tazas de café mientras tomaban asiento.

—Uh, ¿puedo intentar cocinar algo? —preguntó la peliazul cuando vio la cantidad de ingredientes que habían.

—Olive, ¿sabes cocinar? Ah, mi amor por ti crece más y más. —murmuró Dominique aplaudiendo.

—Solo algunos postres... la última vez que lo hice fue a los ocho años, de seguro ya no recuerdo mucho y me quedan asquerosos. Mis disculpas de antemano si los enveneno. —posó su mano en su pecho dándoles una mirada de lastima antes de arremangar su camisa y buscar los ingredientes que necesitaba para preparar una tarta de fresa.

Recordaba como si hubiera sido ayer el día en que se salió con la suya en la cocina de su casa. Sus padres y hermano habían salido de viaje y Olive había quedado al cuidado de los elfos domésticos por un par de días, la oportunidad perfecta para hacer travesuras.

Los elfos, gustosos de verla feliz, le enseñaron a preparar una deliciosa tarta de fresa, esperando que cuando fuera mayor pudiera realizarla a gusto sin problemas.

Dicho y hecho, pasada casi una hora, sacó la tarta del horno escuchando como murmullos los ansiosos comentarios de sus amigos, quienes esperaban con mucha ilusión la tarta.

—Se ve muy bien, espero sepa de la misma manera. —murmuró Fred viendo con adoración a la pequeña tarta.

La peliazul cortó un pedazo para cada uno y se lo entregó con una sonrisa confiada, aunque en el fondo de su mente sentía que había olvidado un paso de la receta, esperaba que solo fuera un sentimiento erróneo y todo saliera perfecto.

Sin embargo, los rostros de asco de los chicos la alarmaron de inmediato alejando su pedazo sin siquiera probarlo.

—¿Tan mal está? —preguntó temerosa. No quería verlos vomitar, que asco.

—Creo que... si no quieres quedarte sin amigos o convertirnos en fantasmas, deberás prometer no cocinar nunca más. —Madeleine respondió apoyando su mano sobre la de Olive para confortarla.

La muchacha solo río y aceptó la condición, tampoco es que confiara mucho en su memoria culinaria.

Pasar la mañana-tarde en las cocinas, con mucha comida, hecha por los elfos, claro, a su disposición y la compañía de sus amigos ayudó a Olive a aligerar un poco la ansiedad que sentía desde la noche pasada cuando recibió el diario.

No tenía un buen presentimiento sobre aquello. Y vaya que estaba en lo cierto al creer así.


—En la comunidad muggle, se usan medicamentos con función vasoconstrictor para aumentar la presión sanguínea, es decir, aumentar la fuerza que se aplica contra las paredes de las arterias cuando nuestro corazón bombea sangre al resto del cuerpo. —Madame Pomfrey les señaló con la varita unos cuantos frascos con pastillas mientras les enseñaba sus funciones—. El medicamento en sí estrecha los vasos sanguíneos y de aquella manera sube la presión en las paredes.

A mediados de Septiembre, Olive recibió una carta de la enfermera del castillo indicándole la fecha y hora de la primera sesión de estudio que se llevaría a cabo. Ya habían pasado unas cuantas semanas de aquello y cada sábado en la tarde antes de la cena un grupo de menos de quince personas se reunía en la enfermería para escuchar y aprender los sabios tratamientos médicos que Madame Pomfrey les enseñaba.

—En San Mungo luego de la segunda Guerra Mágica, comenzaron a implementarse mucho más tratamientos muggles y así ser más inclusivos al momento de darle la opción a los pacientes de elegir que tipo de tratamiento quieren seguir; ya sea mágico o muggle.

—¿Cómo lo hacen los medimagos cuando el paciente está en grave estado y no puede responder preguntas como esa? —preguntó Blake Morrison, estudiante de séptimo año de Ravenclaw.

—En ese caso, Señor Morrison, nos dirigimos a la familia del paciente, algún tutelar a cargo de las decisiones. Si el paciente se encuentra solo, no es posible contactar con rapidez a los familiares y está en un estado que requiere tratamiento urgente, está en manos de nosotros, los medimagos y resto de los profesionales de la salud, decidir qué tipo de tratamiento es mejor para el paciente.

A medida que la enfermera hablaba, podía escucharse en la enfermería como todos los alumnos anotaban en sus pergaminos apuntes sobre cada cosa que decía la tutelar. El suave rasgueo de la pluma contra el tipo de papel se mezclaba con la voz de la mujer mayor, dando un aire de total educación en aquella ala del castillo. Solo habían estudiantes de sexto y séptimo año; en quinto año se daban los exámenes TIMO que evalúan las habilidades para la posterior inserción laboral en el mundo mágico, y en base a los resultados obtenidos en aquellos exámenes los estudiantes deben elegir las asignaturas relacionadas a la carrera laboral que deseen a futuro.

Madame Pomfrey cada sábado dejaba una esquina de la enfermería libre de camas para tener espacio para una pequeña pizarra de tiza que usaba en la clase para anotar datos extras útiles. Solo una vez habían tenido que "detener" la clase cuando llegó un chico de segundo año con una herida en el brazo y Madame Pomfrey tuvo que atenderlo... sus alumnos quedaron encantados al ver toda la sangre que desprendía la extremidad superior del menor y, fue aún mejor, cuando vieron que la enfermera lo trataba con apositos y paños muggles.

Quizá no era exactamente lo que Reginald Devaulx quería para el futuro de su hija, pero Olive haría lo que fuera por cumplir su sueño de convertirse en medimaga y ayudar a las personas a mejorarse.

—Bien, ahora, júntense en parejas y discutan este caso de un paciente, buscando la mejor manera de atenderlo y entréguenme un informe que hable de la solución a la que llegaron. —ordenó la enfermera dando un leve aplauso para que unas hojas levitaran y se mantuvieran entre los estudiantes esperando a que se formaran las parejas de trabajo.

—Zander, ¿lo hacemos juntos?

La peliazul se acercó al chico de Slytherin con quien más había charlado en las clases de medimagia. Era alguien callado, con un semblante serio, y una voz grave que fácilmente podía asustar a los más pequeños, sin embargo, una vez se daba a conocer, se volvía un muchacho simpático, lleno de anécdotas divertidas para alegrar a sus amigos.

Lo conoció debido a que su apellido se le hacía muy conocido, una vez escuchó su voz recordó de donde lo conocía. Theodore Nott, padre de Zander, era un hombre educado, callado y adinerado. Vivía bajo el estigma de la oscuridad, al ser descendiente de una familia llena de magos oscuros que dieron su vida a los magos tenebrosos. Lo conocía debido a que trabajaba junto a Reginald Devaulx en el departamento de misterios, lo que hacía común su presencia en la mansión Devaulx cuando celebraban cenas importantes.

A pesar de conocer al padre de Zander, al muchacho nunca lo había visto en las reuniones de su hogar, entonces ahora que ambos eran compañeros en las clases de Madam Pomfrey, decidió que sería buena idea conocerlo.

—Por supuesto, tenía pensado preguntarte, de hecho.

Ambos se pusieron manos a la obra. Les había tocado un caso relacionado a un ataque de una serpiente, el mago atacado se encontraba inconsciente, pero estable y su familia no podía ser comunicada. Como respuesta, ambos llegaron al acuerdo que faltaba más información acerca de las heridas para poder determinar que enfoque de tratamiento sería el mejor a escoger, y en caso de poder decidirse, la decisión estaría a cargo del médico del caso debido a la falta de comunicación con la familia.

—Buen equipo, muchachos. Bien hecho. —los felicitó la enfermera con una sonrisa.

Olive y Zander se observaron sonrientes antes de chocar sus manos con éxito.














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