LIBERADA

Oleh _mujeroceano_

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Ahora, Mónica y Vanesa lo tienen todo: amor, pasión y un mundo de infinitas posibilidades por delante. Pero M... Lebih Banyak

Prólogo
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Epílogo
Epílogo
Epílogo
Epílogo
Capítulo Especial
VANESA
VANESA
VANESA
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VANESA
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Oleh _mujeroceano_

—No queremos estar en otro lugar —dice el Sr. Rodríguez, su voz tranquila y mezclada con dolor.

Vane asiente. Tomando mi mano, me sienta tomando luego asiento a mi lado.

—¿Has comido? —pregunta.

Sacudo mi cabeza.

—¿Estás hambrienta?

Sacudo mi cabeza.

—¿Pero tienes frío? —pregunta, observando la chaqueta de Ana.

Asiento. Se mueve en su silla.

-te he traído ropa, en el carro de Ana hay un bolso con ropa, he subido la chaqueta - dice entregándomela.

Rápidamente me la pongo encima de la chaqueta de Ana.

La puerta se abre de nuevo, y un joven doctor entra en un brillante uniforme azul. Luce exhausto y atribulado.
Toda la sangre desaparece de mi cabeza mientras me tropiezo con mis pies.

—Jesús Carrillo —susurro mientras Vanesa está a mi lado, poniendo sus brazos alrededor de mi cintura.

—¿Usted es su pariente más cercano? —pregunta el doctor. Sus brillantes ojos azules casi igualan su bata, y bajo alguna otra circunstancia lo hubiera encontrado atractivo.

—Soy su hija.

—Señorita Carrillo...

—Sra. MARTÍN —lo interrumpe Vanesa.

—Mis disculpas —balbucea el médico, y por un momento quiero patear a
Vanesa —. Soy el Doctor Soto . Su padre está estable, pero en condición crítica.

¿Qué significa eso? Mis rodillas se doblan debajo de mí y sólo el brazo de apoyo de vane me impide caer al suelo.

—Sufrió graves lesiones internas —dice el Dr.—, principalmente en
su diafragma, pero hemos logrado repararlas, y hemos sido capaces de
salvar su bazo. Desafortunadamente, sufrió un paro cardíaco durante la operación por la pérdida de sangre. Nos las arreglamos para conseguir que su corazón funcione de nuevo, pero esto sigue siendo una preocupación.
Sin embargo, nuestra preocupación más grave es que sufrió severas
contusiones en su cabeza, y las resonancias magnéticas muestran que tiene inflamación en el cerebro. Lo hemos inducido a un coma para mantenerlo tranquilo y quieto mientras controlamos la inflamación cerebral.

¿Daño cerebral? No.

—Es un procedimiento estándar en esto casos. Por ahora, sólo tenemos que esperar y ver.

—¿Y cuál es el pronóstico? —pregunta Vanesa fríamente.

—Señorita Martín , es difícil decirlo por el momento. Es posible que pueda hacer una recuperación completa, pero eso está en las manos de Dios ahora.

—¿Cuánto tiempo lo mantendrán en coma?

—Eso depende de cómo responda su cerebro. Usualmente de setenta y dos a noventa y seis horas.

¡Oh, tanto tiempo!

—¿Puedo verlo? —susurro.

—Sí, debería poder verlo en una media hora. Está siendo trasladado a la UCI en el sexto piso.

—Gracias, Doctor.

El Dr. Soto asiente, se gira y nos deja.

—Bueno, él está vivo —le susurro a vanesa . Y las lágrimas empiezan a rodar por mi cara una vez más.

—Siéntate —ordena Vanesa gentilmente.

—Papá, creo que nos deberíamos ir. Necesitas descansar. No sabremos
nada por un tiempo —murmura José al Sr. Rodríguez quien mira
inexpresivamente a su hijo—. Podemos volver esta noche, después de que hayas descansado. Está bien, ¿no es así, Moni? —José se gira, implorándome.

—Por supuesto.

—¿Se están quedando acá ? —pregunta Vanesa.

José asiente.

—¿Necesitas un aventón a casa?

José frunce el ceño.

—Iba a pedir un taxi.

—Anita puede llevarlos.

Ana se para, y José luce confundido.

—Ana blanco —murmuro en esclarecimiento.

—Oh… seguro. Sí, te lo agradecería. Gracias, Vanesa .

Poniéndome de pie, abrazo al Sr. Rodríguez y José en rápida sucesión.

—Mantente fuerte, Moni —José susurra en mi oído—. Es un hombre sano y en forma. Las probabilidades están a su favor.

—Eso espero. —Lo abrazo fuerte.

Luego Vanesa toma mi mano.

—Si hay algún cambio, te lo haré saber de inmediato —digo mientras José empuja la silla de ruedas de su padre hacia la puerta que Ana está manteniendo abierta.

El Sr. Rodríguez levanta su mano, y se detienen en la puerta.

—Él estará en mis oraciones, Moni . —Su voz titubea—. Ha sido bueno estar con él después de todos estos años. Se ha convertido en un gran amigo.

—Lo sé.

Y con eso se van. Vanesa y yo estamos solas. Acaricia mi mejilla.

—Estas pálida. Ven aquí. —Se sienta en la silla y me jala a su regazo, acomodándome en sus brazos de nuevo, y voy voluntariamente.

Me acurruco contra ella, sintiéndome agobiada por la desgracia de mi padrastro,
pero agradecida que mi mujer está aquí para confortarme. Gentilmente acaricia mi cabello y sostiene mí mano.

—¿Cómo estuvo Charlie Tango? —pregunto.

Sonríe.

—Oh, ella estuvo perfecta —dice, con algo de orgullo en su voz. Me
hace sonreír apropiadamente por primera vez en muchas horas, y le doy una mirada, desconcertada.

-me parece bien. ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Creo que podríamos ver una película en casa y besuquearnos. —
Besa mi cabello y sonrió una vez más.—¿Puedo persuadirte para que comas algo?

Mi sonrisa desaparece.

—No ahora. Quiero ver a Jesús primero.

Sus hombros caen, pero no me presiona.

—¿Cómo estuvieron los Taiwaneses?

—Tratables —dice.

—¿Tratables cómo?.

—Me dejaron comprar su astillero por menos del precio que estaba
dispuesto a pagar.

¿Compró un astillero?

—¿Eso es bueno?

—Sí. Eso es bueno.

—Pero creí que tenías un astillero, aquí.

—Sí. Vamos a usar ese para hacer el muelle de alistamiento. Construir los cascos. Es más barato.

Oh.

—¿Qué sobre la fuerza de trabajo en el astillero aquí?

—Reorganizaremos. Deberíamos poder mantener las redundancias a un
mínimo. —Besa mi cabello.

—¿Deberíamos ver a Jesús? —pregunta, su voz suave.

La UCI en el sexto piso es austera, estéril, una sala funcional con voces susurradas y maquinas emitiendo pitidos. Cuatro pacientes son hospedados en su propia habitación separadas con alta tecnología.

Jesús está en el otro extremo.
Papi. Luce tan pequeño en su enorme cama, rodeado por toda esta tecnología. Es impresionante. Mi padre nunca ha sido tan disminuido. Hay un tubo en su boca, y varias líneas pasan por gotas a una aguja en cada brazo. Una pequeña pinza está atada a su dedo. Me pregunto vagamente para qué será eso. Su pierna esta encima de las sabanas, recubierta por una
escarola azul.

Un monitor muestras su ritmo cardiaco: bip, bip, bip. Esta latiendo más fuerte y estable. Esto lo sé. Me muevo lentamente hacia él. Su pecho está
cubierto por un inmaculado vendaje grande que desaparece debajo de la delgada sabana que protege su modestia.

Papi.

Me doy cuenta que el tubo tirando en la esquina derecha de su boca lleva a un ventilador. Su sonido se mezcla con el bip, bip, bip, del monitor de su corazón en un ritmo de percusión. Inhalando, exhalando, inhalando, exhalando, inhalando, exhalando a tiempo con el bip. Hay cuatro líneas en la pantalla del monitor del corazón, cada una moviéndose constantemente,
demostrando claramente que Jesús aun está con nosotros.

Oh, papi

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