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A pesar de que su boca se ve distorsionada por el tubo de ventilación, se ve
tranquilo, acostado ahí durmiendo.

Una pequeña y joven enfermera se encuentra a un lado, comprobando sus monitores.

—¿Puedo tocarlo? —pregunto, tentativamente alcanzando su mano.

—Sí. —Ella sonríe amablemente. Su insignia, dice: KELLIE RN, y debe
estar en sus veinte años. Ella es rubia con ojos oscuros, oscuros.

Vane se encuentra en el extremo de la cama, mirándome con cuidado
mientras sujeto la mano derecha de Jesús . Es sorprendentemente cálida, y eso es mi perdición. Me hundo en la silla junto a la cama, colocando la cabeza suavemente contra el brazo de Jesús , y empiezo a sollozar.

—Oh, papá. Por favor, mejórate —susurro—. Por favor.

Vane pone su mano sobre mi hombro y me da un apretón
tranquilizador.

—Todos los signos vitales del señor Carrillo son buenos —dice la enfermera Kellie en voz baja.

—Gracias —murmura Vanesa.

Echo un vistazo a tiempo para ver su boca abierta. Ella ha conseguido por fin un buen vistazo de mi mujer . No me importa. Ella puede quedarse boquiabierta por Vanesa todo lo que quiera mientras haga que mi padre mejore.

—¿Puede escucharme? —pregunto.

—Está en un profundo sueño. Pero, ¿quién sabe?

—¿Puedo sentarme por un rato?

—Por supuesto. —Ella me sonríe, sus mejillas rosadas de un rubor
revelador.

Incongruentemente, me encuentro pensando que el rubio no es
su verdadero color.

Vanesa me mira, ignorándola.

—Tengo que hacer una llamada. Voy a estar fuera. Te daré un tiempo a solas con tu padre. —Asiento con la cabeza. Besa mi cabello y sale de la habitación.

Sostengo la mano de Jesús ,
maravillada por la ironía de que es sólo ahora cuando está inconsciente y no me oye realmente quiero decirle cuánto lo amo. Este hombre ha sido mi constante. Mi roca. Y nunca he pensado en ello hasta ahora. No soy carne de su carne, pero él es mi papá, y lo quiero mucho.

Mis lágrimas se
arrastran por mis mejillas. Por favor, por favor mejórate.
Muy discretamente, para no molestar a nadie, le digo sobre nuestro fin de semana en Aspen y del fin de semana pasado, cuando volamos y
navegamos . Le hablo de nuestra nueva casa, nuestros planes, de cómo esperamos que sea ecológicamente sustentable.
Le prometo llevarlo con nosotras a Aspen para que pueda ir a pescar con vanesa y le aseguro que el Sr. Rodríguez y José serán bienvenidos, también. Por favor, tienes que estar aquí para hacer eso, papá. Por favor.

Jesús permanece inmóvil, el ventilador inhalando y exhalando y el sonido monótono pero tranquilizador, bip, bip de su monitor del corazón su única
respuesta.

Cuando miro hacia arriba, Vanesa está sentada tranquilamente en el
extremo de la cama. No sé cuánto tiempo ha estado allí.

—Hola —dice, sus ojos brillando con compasión y preocupación.

—Hola.

—¿Así que voy a pescar con tu padre, el Sr. Rodríguez, y José? —pregunta.

Asiento con la cabeza.

—Está bien. Vamos a comer. Vamos a dormir.

Frunzo el ceño. No quiero dejarlo.

—Moni , está en coma. Les he dado nuestros números de móvil a las
enfermeras de aquí. Si hay algún cambio, nos van a llamar. Vamos a
comer, ir a un hotel, descansar, y luego volver esta noche.

La suite en el hotel luce como la recuerdo. ¿Cuántas veces he
pensado en la primera noche y la mañana que pasé con Vanesa?
Estoy parada en la entrada a la suite, paralizada. Por Dios, todo empezó
aquí.

—Hogar lejos de casa —dice Vanesa , su voz suave, poniendo mi maletín
en el suelo al lado de uno de los sofás mullidos.

—¿Quieres una ducha? ¿Un baño? ¿Qué es lo que necesitas, Moni? —vane me mira, y sé que está sin dirección, mi chica perdida tratando con situaciones más allá de su control.

Ha estado retirada y contemplativo a toda la tarde. Esta es una situación que no puede manipular y predecir. Esta es la vida real en su materia prima, y ella se ha mantenido alejada
durante tanto tiempo, está expuesta e indefensa ahora. Mi dulce,
amparada Cincuenta Sombras.

—Un baño. Me gustaría un baño —murmuro, consciente de que
mantenerla ocupada la hará sentir mejor, incluso útil.

Oh, vane , estoy
entumecida y tengo frío y tengo miedo, pero estoy tan contenta de que estés aquí conmigo.

—Baño. Bien. Sí. —Camina hacia la habitación y fuera de la vista al
palaciego cuarto de baño. Unos momentos más tarde, el rugido del agua que brota para llenar la bañera hace eco desde la habitación.

Finalmente, me impulso a seguirla a la habitación. Estoy consternada al ver varias bolsas de Nordstrom en la cama. Vane vuelve a entrar.

—Envié a sole a conseguir algunas cosas. Ropa para dormir. Ya sabes. Olvide eso —dice, mirándome con recelo.

Por supuesto que lo hizo. Asiento en aprobación para que se sienta mejor.

¿Dónde está sole ?

—Oh, Moni —murmura vane —. No te he visto así. Normalmente eres
tan valiente y fuerte.

No sé qué decir. Tan sólo la miro con los ojos abiertos. No tengo nada para dar en este momento. Creo que estoy en estado de shock. Envuelvo mis brazos alrededor de mí, tratando de mantener el frío que penetra, a pesar de que sé que es una tarea infructuosa, ya que el frío viene de adentro. Vane me tira hacia sus brazos.

—Nena, él está vivo. Sus signos vitales son buenos. Sólo tenemos que ser pacientes —murmura—. Ven. —Toma mi mano y me conduce al baño.

Amablemente, desliza mi chaqueta fuera de mis hombros y la coloca en la silla del baño, luego girando desabrocha los botones de mi blusa.

El agua esta deliciosamente caliente y fragante, el olor de flores de loto es
fuerte, cálido, en el bochornoso aire del baño. Me acomodo entre las piernas de vane, mi espalda hacia su pecho, mis pies descansando encima de los suyos. Ambas estamos calladas e introspectivas, y
finalmente me siento cálida.

Vane besa mi cabello de forma intermitente mientras yo, ausente mentalmente, reviento las burbujas en la espuma. Su brazo está alrededor de mis hombros.

—No te metiste en la bañera con inma , ¿verdad? ¿Esa vez que la bañaste? —pregunto.

Se pone rígida y resopla, su mano apretándose en mi hombro donde
descansa.

—Uhm… no. —Suena asombrada.

—Eso pensé. Bien.

Tira suavemente mi cabello atado en un  moño, inclinando mi cabeza
para que pueda ver mi cara.

—¿Por qué preguntas?

Me encojo de hombros.

—Mórbida curiosidad. No lo sé… verla esta semana…

Su rostro se endurece.

—Ya veo.

Su tono lleno de reproche.

—¿Por cuánto tiempo la vas a mantener?

—Hasta que esté en condiciones. No lo sé. —Se encoge de hombros—. ¿Por qué?

—¿Hay otras?

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