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¡No!

—Sí.

Inhala bruscamente.

—Cógelo todo. Saca todo lo de mi cuenta—sisea.

—Vanesa —sollozo—. Es por ti. Por tu familia. Por favor. No.

—Cógelo todo, Mónica.

—Vanesa. —Y casi me derrumbo. Casi le digo acerca de Jack, acerca de
Mia, acerca del rescate. ¡Solo créeme, por favor! Silenciosamente le ruego.

—Siempre te amaré. —Su voz es ronca. Cuelga.

—¡Vanesa! No… También te amo. —Y toda la estúpida mierda que hemos
hecho pasar a la  otra en los días pasados cae en la insignificancia

Le prometí nunca dejarla. No la estoy dejando. Estoy salvando a Mía, su niña, su vida entera.

Me levanto de la silla, llorando copiosamente en mis manos.
Soy interrumpida por el toque tímido en la puerta. Whelan entra, a pesar de no haberlo invitado. Mira a todas partes excepto a mí. Está mortificado.

¡Le llamaste, bastardo! Lo miro llena de odio.

—Tiene carta blanca, Sra. Martín—dice—. La señorita Martín ha accedido a liquidar algunos de sus activos. Dice que puede tomar lo que sea que necesite.

—Sólo necesito cinco millones de dólares —murmuro a través de mis
dientes apretados.

—Sí, señora. ¿Está usted bien?

—¿Parece que estoy bien? —replico.

—Perdone, señora. ¿Algo de agua?

Asiento hoscamente. Simplemente acabo de dejar a mi esposa. Bien,
Vanesa piensa que lo he hecho. Mi subconsciente presiona sus labios.

Porque tú le has dicho eso.

—Haré que mi colega le traiga un poco mientras preparo el dinero. Si puede sólo firmar aquí, señora… y hacer el cheque efectivo y firmar esto, también.

Coloca un formulario en la mesa. Garabateo mi firma a lo largo de la línea de puntos del cheque, después el formulario.

Gotas de lágrimas caen sobre el escritorio, fallando por poco el papeleo.

—Tomaré éstas, señora. Nos tomará cerca de media hora preparar el
dinero.

Rápidamente compruebo mi reloj. Jack dijo dos horas, eso debería
llevarnos a las dos horas. Asiento hacia Whelan, y sale de puntillas de la oficina, dejándome con mi miseria.

Unos momentos, minutos, horas, más tarde, no lo sé, la señorita Sonrisa Hipócrita vuelve a entrar con una jarra de agua y un vaso.

—Sra. Martín —dice suavemente mientras coloca un vaso en el escritorio y lo llena.

—Gracias. —Tomo el vaso y bebo agradecida. Ella sale dejándome con mis desordenados y asustados pensamientos.

Arreglaré las cosas con Vanesa 
de alguna forma… si no es demasiado tarde. Al menos está fuera de
cuadro. Ahora solo tengo que concentrarme en Mia. ¿Suponer que Jack está mintiendo? ¿Suponer que no la tiene? Seguramente debería llamar a la policía.

“No le digas a nadie o la violaré antes de matarla”. No puedo. Vuelvo a sentarme en la silla, sintiendo la presencia tranquilizadora de la pistola de inma en mi cintura, clavándose en mi espalda. ¿Quién hubiera pensado que alguna vez me sentiría agradecida de que inma me apuntara con una pistola? Oh, Jesús , me alegra tanto que me enseñaras a disparar.

¡Jesús ! Jadeo. Estará esperando que lo visite esta tarde. Quizás puedo simplemente tirarle el dinero a Jack. Y llevarme a mía.

Mi móvil salta a la vida, Your love is king llena la habitación. ¡Oh, no! ¿Qué quiere Vanesa? ¿Retorcer el cuchillo en mis heridas?

“¿Ha sido siempre el dinero?”

Oh, Vanesa, ¿cómo puedes pensar eso? El enfado llamea en mis
entrañas. Sí, rabia. Eso ayuda. Envío la llamada al buzón de voz. Trataré con mi chica más tarde.
Hay un toque en la puerta

—Sra. Martín . —Es Whelan—. El dinero está listo.

—Gracias. —Me levanto y la habitación gira momentáneamente. Agarro la silla.

— ¿se siente bien?

Asiento y le doy una mirada de “retroceda ahora, señor”. Tomo otra calmante respiración profunda. Tengo que hacer esto. Tengo que hacer esto.
Debo salvar a Mia. Tiro el borde de mi sudadera con capucha hacia abajo, ocultando la culata de mi pistola en la parte trasera de mis jeans.

El Sr. Whelan frunce el ceño pero mantiene la puerta abierta, y me
impulso hacia adelante con mis piernas temblorosas.

Ana está esperando en la entrada, escaneando el área pública. ¡Mierda!
Nuestros ojos se encuentran, y me frunce el ceño, midiendo mi reacción.

Oh, está furiosa. Levanto mi dedo índice en un gesto de “estaré contigo en un minuto”. Asiente y responde una llamada en su teléfono móvil. ¡Mierda! Apuesto a que es Vanesa . Me giro abruptamente, casi chocando con Whelan justo detrás de mí, y vuelvo a la pequeña oficina.

—¿Sra. Martín? —Whelan suena confuso mientras me sigue de regreso adentro.

Ana podría estropear el plan entero. Levanto la mirada hacia Whelan.

—Hay alguien ahí afuera al que no quiero ver. Alguien siguiéndome.

Los ojos de Whelan se amplían.

—¿Quiere que llame a la policía?

—¡No! —Santo joder, no. ¿Qué voy a hacer? Miro mi reloj. Son casi las tres y cuarto. Jack llamará en un momento. Piensa, moni, ¡Piensa! Whelan me está mirando con creciente desesperación y desconcierto. Debe pensar que
estoy loca.

Estás loca, chasquea mi subconsciente

—. Necesito hacer una
llamada. ¿Puede darme algo de privacidad, por favor?

—Desde luego —responde Whelan; agradecido, creo, de dejar la
habitación. Cuando ha cerrado la puerta, llamo al móvil de Mia con dedos temblorosos.

—Bueno, si es mi cheque —responde Jack desdeñosamente.

No tengo tiempo para mierda.

—Tengo un problema

—Lo sé. Tu seguridad te siguió al banco.

LIBERADA Where stories live. Discover now