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—Por favor —ruego.

Ella alza sus manos en derrota.

—Me quedaré afuera con la puerta abierta. —Da unos cuantos pasos hacia atrás hasta que está justo afuera de la puerta con la enfermera enfadada.

—Date la vuelta, por favor —pido.

¿Por qué me siento tan ridículamente tímida con esta mujer? Pone sus ojos en blanco pero lo cumple. Y cuando su espalda está volteada… me dejo llevar, y saboreo el alivio.

Hago recuento de mis heridas. Mi cabeza duele, mi pecho duele donde Jack me golpeó, y mi costado tiene un dolor pulsante donde él me empujó al suelo. Además, estoy sedienta y tengo hambre. Dios, realmente hambrienta. Termino, agradecida al no tener que levantarme para lavarme
mis manos, ya que el lavabo está tan cerca. Simplemente no tengo la fuerza para levantarme.

—Terminé —gritó, secando mis manos en la toalla.

Vane se da la vuelta y entra y antes de que lo sepa, estoy en sus brazos de nuevo. He extrañado estos brazos. Hace una pausa y entierra su nariz en mi cabello.

—Oh, te he extrañado, Carrillo—susurra, y con la Enfermera Nora
enfadada detrás de ella, me tiene de nuevo en la cama y me suelta, reacia, creo.

—Si ya ha terminado, Señorita Vanesa. Me gustaría revisar a Mónica ahora. —La Enfermera Nora está enfadada.

Vane se mueve hacia atrás.

—Es toda suya —dice en un tono más medido.

Ella jadea y regresa su atención a mí. ¿Exasperante, verdad?

—¿Cómo se siente? —me pregunta, su voz enlazada con simpatía y un
rastro de irritación, lo cual sospecho que es a beneficio de Vanesa.

—adolorida, y sedienta. Muy sedienta —susurro.

—Le traeré un poco de agua una vez que haya revisado sus signos vitales y la Dra. Bartley la haya revisado.

Toma un tensiómetro y lo envuelve en mi antebrazo. Miro ansiosamente a Vane. Ella parece terrible, angustiada incluso, como si no hubiera dormido por días. Su cabello es un desastre y su camisa está muy arrugada. Frunzo el ceño.

—¿Cómo te sientes? —ignorando a la enfermera, ella se sienta en la cama lejos del alcance.

—Confundida. Adolorida. Hambrienta.

—¿Hambrienta? —Pestañea con sorpresa.

Asiento.

—¿Qué quieres comer?

—Cualquier cosa. Sopa.

—Señorita Vanesa, necesitará el permiso de la doctora antes de que Mónica pueda comer.

Vane la mira de manera impasible por un momento y luego saca su móvil del bolsillo de sus pantalones y presiona un número.

—Moni quiere sopa de pollo… bien… Gracias. —Cuelga.

Miro a Nora quien
estrecha sus ojos hacia Vanesa.

—¿sole? —pregunto rápidamente.

Vanesa asiente.

—Su presión sanguínea está normal. Llamaré a la doctora. —
Remueve el tensiómetro y, sin otra palabra, sale de la habitación,
irradiando desaprobación.

—Creo que hiciste enojar a la Enfemera Nora.

—Tengo ese efecto en las mujeres. —Sonríe.

Me río, luego me detengo mientras dolor irradia en mi pecho.

—Sí, lo causas.

—Oh, moni . Amo oírte reír.

Nora regresa con una jarra de agua. Ambas nos callamos, mirándonos
mientras sirve un vaso y me lo entrega.

—Sorbos pequeños ahora —advierte Vanesa.

—Sí, mamá —murmuro y le doy la bienvenida a un sorbo de agua fría. Oh. Sabe perfecto. Tomo otro y vanesa me observa intesamente.

—¿Mia? —pregunto.

—Está a salvo. Gracias a ti.

—¿La tenían ellos?

—Sí.

Toda la locura por una razón. El alivio se mueve por mi cuerpo. Gracias a Dios, gracias a Dios, Gracias a Dios, está bien. Frunzo el ceño.

—¿Cómo la atraparon?

—Elizabeth Morgan —dice simplemente.

—¡No!

Ella asiente.

—La capturó en el gimnasio de Mia.

Frunzo el ceño, todavía sin entender.

—moni , te daré los detalles después. Mia está a salvo, todos los asuntos considerados. Fue drogada. Está aturdida y conmocionada en este
momento, pero por algún milagro no fue herida. —La mandíbula de
Vanesa se tensa—. Lo que hiciste… —Pasa una mano por su cabello—,
fue increíblemente valiente e increíblemente estúpido. Te podían haber asesinado. —Sus ojos resplandecen con un verde deprimente y escalofriante,
y sé que está reprimiendo su enojo.

—No sabía qué más hacer —susurro.

—¡Podrías habérmelo dicho! —dice vehemente, cerrando sus manos en
puño en su regazo.

—Él dijo que la mataría si se lo decía a alguien. No podía tomar ese riesgo.

Vane cierra sus ojos, terror grabado en su rostro.

—He muerto cien veces desde el jueves.

¿Jueves?

LIBERADA Where stories live. Discover now