"Con el pasar de los días, cada vez te pareces más a la señora Pince."
Las clases de Runas Antiguas rápidamente se convirtieron en las favoritas de Olive. Cada martes y jueves antes del almuerzo debía ir al salón de la profesora Babbling, en el segundo piso del castillo, bastante cerca de las escalas que llevan al Gran Comedor.
En la clase, la profesora les enseñaba distintas runas de distintas culturas antiguas, ya fueran mágicas o muggles y para al final de esta, de tarea les dejaba un pequeño párrafo rúnico para que lo tradujeran. Ninguno de sus amigos iba a aquella clase, pero un par de semanas después del inicio de año escolar coincidió con Scorpius Malfoy en la biblioteca traduciendo unos textos. El chico en un gesto de amabilidad le prestó algunos de sus apuntes de tercero y cuarto año para que la chica no estuviera muy atrasada en el sexto, en Francia no se veía aquella clase.
Un día después de almorzar, se despidió de sus amigas y fue directo a la biblioteca para avanzar con sus tareas del día, no quería atrasarse mucho el resto de la semana, ya que en un par de semanas habría un pequeño examen de runas y necesitaba días extra para estudiar. Saludó a la señora Pince, la bibliotecaria, y se dirigió a una mesa vacía que estaba en una de las esquinas del lugar, algo alejada de la puerta de entrada para poder estar lo más tranquila posible.
—El símbolo anj en el antiguo Egipto significa vida y este... —rebuscó en su texto de jeroglíficos la respuesta a una pregunta que la profesora les dejó, pero al no encontrarlo suspiró—. Merlín, solo te pido piedad.
Se resignó a levantarse y dejar sus cosas sobre la mesa para ir a los estantes dedicados a resguardar los libros de la asignatura. No creía que lo que buscaba estuviera en los apuntes de Scorpius, la mitología egipcia se pasaba en sexto año, por lo que habían comentado. Caminando hacia la estantería, notó lo vacío que estaba el lugar, con suerte habían unas seis personas, cuando por lo general a aquella hora rondaban más de quince. Debía ser por el hecho de que aquella noche era el banquete de Halloween y hace semanas se sentía la emoción en el castillo.
Leyó la mayor parte de los tomos que estaban en el estante y finalmente encontró uno que podía servirle, Runas del antiguo Egipto. Celebró internamente al encontrarlo con rapidez, prometiendo tomarlo prestado cuando llegara el momento de ir a la sala común y volvió a su mesa. Se sentó y con rapidez abrió el libro que la aguardaba con sus conocimientos.
Unas páginas leídas y pudo encontrar el significado de la runa que necesitaba. Después de un tiempo avanzando en la tarea, quedó encantada con la runa celta de la salud y sanación, tenía una figura extraña, pero llamativa. Leyó varias historias en donde gente de pueblos afirmaba que las runas en los amuletos funcionaban, es decir, si Olive estaba en un castillo lleno de brujas y magos que podían hacer magia con varitas, ¿por qué un dibujo rúnico en un brazalete o collar no funcionaría?
Entre sus divagues, el timbre que anunciaba la hora de la cena sonó y la sobresaltó. Había estado cerca de tres horas completando la traducción, pero estaba satisfecha, porque había encontrado un libro nuevo y había terminado la tarea de Runas Antiguas. Comenzó a guardar todo en su bolsa, cuando sus ojos toparon con algo nuevo. Un cuaderno de tapa dura cubierto de cuero negro reposaba sobre sus hojas en la mesa. Lo tomó entre sus manos buscando con la mirada al dueño de aquel extraño diario, sin embargo no había nadie sentado en las mesas aledañas y, como notó anteriormente, la biblioteca estaba casi vacía.
—Qué extraño... ¡joder!
Al pasar la mano por la tapa del diario, se cortó la punta del dedo con algo filoso. Allí en la portada había un pájaro de metal, sus alas estaban abiertas como en la posición de recibir un abrazo. Algo en él se le hizo muy familiar. Decidió inmiscuirse un poco más, por lo que abrió el libro y sorpresa se llevó al ver una nota dirigida a ella.
Espero esto te ayude a descubrir cosas. Veo mucho potencial en ti, controladora, no me defraudes.
— El protector.
—Tengo que mostrarles algo.
Aquella noche, el gran castillo se encontraba casi por completo decorado con guirnaldas anaranjadas y negras, calabazas voladoras y esqueletos bailarines. Sin duda era el halloween más oscuro que Olive había vivido. En Beauxbatons, cada celebración de Halloween consistía en una pequeña y corta fiesta de disfraces, pero el noventa por ciento de los estudiantes prefería vestir de manera elegante con vestido o esmoquin, por lo que la celebración rápidamente se cambió a un baile de gala. Aburrido, si era sincera. Los alumnos de Hogwarts lograban mantener el ambiente festivo en todo el castillo, olvidando al resto de sus preocupaciones.
Sin embargo, haber encontrado un diario dirigido a ella, lleno de párrafos de distintas y variadas runas, jeroglíficos, y un pequeño mensaje que decía claramente que era para Olive, la descolocó enormemente, provocando en su cuerpo un inmenso deseo de descifrar todo. Llegó a la mesa de Gryffindor algo tarde, la comida ya estaba sobre las cuatro mesas, abarrotando estas de colores y un sinfín de sabores, lo que indicaba que la directora ya había dado su discurso de cada noche, aunque sospechaba que aquel día podría haber sido un poco distinto debido a las circunstancias del día y su festividad.
—¿Estuviste toda la tarde en la biblioteca, ratita?
Agradeció con toda su alma que sus amigos le hubieran guardado un puesto en la mesa, era tanta la emoción en el castillo que, al parecer, nadie se quiso perder la cena, poniendo en evidencia lo abarrotadas que estaban las mesas de casa. Le quitó el pedazo de calabaza crocante que Madeleine iba a llevarse a la boca antes de responderle mientras mascaba.
—Sí, pero eso no es lo importante, alguien me dejó esto.
Sacó de entre los pliegues de su túnica el extraño diario y lo puso sobre la mesa, moviendo un poco los platos y copas. Sus compañeros de curso, intrigados, acercaron sus rostros al cuaderno, formando inconscientemente una barrera entre el objeto y el resto de los alumnos de Gryffindor, aunque no completamente cerrada.
—¿Qué hacen? —la mismísima Rosé Weasley, curiosa a matar, les dirigió la pregunta tratando de mirar el diario.
Con rapidez, Dominique tomó el cuaderno y lo escondió en su túnica antes de meterse un chocolate a la boca.
—Nada de tu interés, prima. Vuelve tus ojos inquisidores a tu comida, gracias. —con un leve tono de molestia la instó a meterse en sus asuntos—. Mejor hablemos de esto en el dormitorios.
Olive asintió comprendiendo con rapidez lo curiosa y metiche que podía ser la Weasley. Si Albus, Scorpius y Lily ya lo habían mencionado antes, al ver cómo Dominique escondió el intrigante cuaderno lejos de los ojos de Rosé terminó por confirmárselo.
Con un bufido de irritación, la hija de la Ministra de Magia giró su cuerpo dándoles la espalda. Por debajo de la mesa, Nique devolvió el diario a su, desde hoy, dueña. Con un gracias, dieron fin a la conversación en base al objeto y continuaron comiendo mientras disfrutaban de charlas triviales. Casi al término del banquete, el club de coro con sapos dio un gran espectáculo de canto, Olive quedó sorprendida al ver a Lily Luna entre los coristas; era la chica que más destacaba, no solo por su cabello anaranjado sino por ser el centro de la formación y cantar las partes más altas de la canción. Al finalizar, recibieron un caluroso aplauso, muchos de los estudiantes de Gryffindor se pararon en sus asientos alabándolos. La directora McGonagall los despidió y les deseó una buena noche, antes de enviar a los prefectos a dirigir a los alumnos a sus respectivas casas. Caminaron en silencio, la mayoría de ellos con el estómago rebosante de comida, hasta llegar al cuadro de la Señora Gorda donde profirieron la contraseña de aquella semana.
—Ahora sí, ¿qué es ese cuaderno?
Una vez las tres estuvieron en su habitación con las pijamas puestas, las cuales estaban conformadas de una camisa y un pantalón de franela a rayas, se juntaron en la cama de Olive a conversar.
—No tengo idea. Alguien lo dejó sobre la mesa donde estaba haciendo mi tarea junto a una nota, miren. —les tendió el diario abriéndolo en la primera página donde estaba la nota escrita, era lo único del cuaderno que estaba escrito en lenguaje alfabético y no en runas.
—¿Controladora? "Cuidado en quienes confías, Olive" —leyó Madeleine las últimas líneas que venían en un posdata—. Si no fuera porque dice tu nombre no pensaría que es para ti.
—Es muy extraño, ¿no creen? Ábranlo, todo está escrito en runas que nunca había visto antes, ni siquiera en los libros extras que reviso para Runas Antiguas. —antes de que las chicas pudieron hacerle caso y abrir el cuaderno, la puerta fue golpeada y se escucharon unos murmullos extraños.
Olive se levantó de su cama y se acercó a la puerta con extrañeza. Eran pasadas las once de la noche, el banquete se había alargado como nunca dándole más tiempo a los alumnos para disfrutar las exquisiteces, por lo que no podía imaginarse a nadie yendo a la habitación de las chicas. Grande fue su sorpresa al abrir la puerta y toparse con los ojos de James.
—Hola, bonita. ¿Podemos pasar? Traemos comida.
La mencionada abrió los ojos sin comprender a que se refería al hablar en plural, pero rápidamente comprendía. El resto de sus compañeros de curso, Fred, Frank y Lorcan, salieron por debajo de lo que parecía ser un manto de invisibilidad, con las manos llenas de dulces y chocolates.
—Ok, primero que nada, tienen que prestarme la capa, ¿de donde la obtuvieron? —con la boca abierta a cualquier bicho por la sorpresa, los dejó pasar. Frank le sonrió como si no se hubieran visto hace media hora, posó su mano en el mentón de Olive y cerró su boca con delicadeza—. Um, gracias, Frank... En fin, ¿Qué hacen aquí?
Los cuatro se subieron a las camas desocupadas, es decir la de Madeleine y la de Nique, mientras les lanzaban un par de chocolates.
—Simple curiosidad por ese sucio cuaderno. —Fred, al instante en que terminó de responder, se metió una gran rana de chocolate a la boca llenándola.
—¿No sabes quien te lo dio, Live? —preguntó Longbottom sentando a un lado de Lorcan.
—Dejó un apodo extraño, El protector. —Dominique le lanzó el cuaderno al par de chicos haciendo que Potter y Weasley se acercaran dejando de lado los dulces.
—¡Es un Augurey!
La exclamación de Lorcan hizo que todos lo miraran con extrañeza, instándolo a decir todo lo que sabía.
—Está en el libro de mi bisabuelo, Newt Scamander. —se levantó como si algo le hubiera pinchado el trasero y salió corriendo por las escaleras, sin importarle el ruido que hiciera.
—Creo que finalmente esté será el día en que las increíbles habilidades de Lorcan para los animales y las plantas servirán de algo. —bromeó James y el resto de los chicos le dio la razón.
Con un fuerte sonido, que fácilmente pudo haber despertado a toda la torre de Gyffindor, vieron entrar de nuevo al Scamander, con un copia de Animales fantásticos y donde encontrarlos en sus manos.
—Aquí miren. —abrió el libro y se dirigió a una página en concreto, como si se supiera de memoria todas las páginas y su contenido—. "Es un pájaro de aspecto delgado y apesadumbrado, y su pelaje es negro verdoso.... antes se pensaba que presagiaba la muerte. Sin embargo, una investigación más minuciosa reveló que este animal simplemente canta cuando percibe que se aproxima la lluvia." Recuerdo que mi padre me comentó que, a pesar de que su abuelo no lo mencionó en el libro, el Augurey era usado como símbolos en muchas organizaciones inclinadas a la magia oscura.
—¿Por qué alguien te daría un diario, más encima escrito en un idioma que no conocemos, con un pájaro de mal augurio? —preguntó Frank, casi metafóricamente, no esperando una respuesta concreta, sabiendo que nadie en aquella habitación podría saber la verdadera respuesta.
—Eso es lo que tenemos que averiguar.
Comenzaron a divagar soltando distintas teorías (las cuales incluían desde zombies hasta una comunidad de duendes mágicos...) hasta llegar al tema sobre las runas. Ninguno de ellos, salvo Olive, tomaba el curso de Runas Antiguas, por lo que no podían aportar mucho en aquel tema, sin embargo sí salieron buenas ideas.
—Creo que he visto un par de libros tipo diccionarios de runas más antiguas y oscuras, en la sección prohibida. —murmuró James de manera pensativa. Los dulces y chocolates se habían acabado hace unos minutos y ya todos estaban acostados con el estómago lleno.
Habían acercado las camas, dejando las tres pegadas en el centro de la habitación, en la cama del centro estaba Olive, el diario, James y Nique, y en las de alrededor el resto de los chicos. Lorcan, luego de dar sus conocimientos sobre el Augurey, había comenzado a dormitar, quedándose finalmente dormido con su cabeza en la piernas de Frank. Madeleine también estaba siguiendo el mismo destino que Scamander, bostezaba cada treinta segundo más o menos.
—A esta altura no debería sorprenderme que conozcas la sección prohibida de la biblioteca. —susurró para sí Olive, enmarcando en la oración la palabra "prohibida"—. ¿Cómo puedo entrar y sacar libros sin que me descubran?
—De la misma razón en cómo llegamos a tu habitación. —Cornamenta le guiñó un ojo, como solía hacer por lo menos tres veces a la semana, y apuntó la manta que se encontraba en el suelo—. Mañana en la noche podemos ir, te acompaño.
La Devaulx menor asintió comprendiendo y le agradeció. Estaba preparada para una aventura nocturna, correr el riesgo de ser castigada no le importaba si eso significaba descubrir un poco más acerca del extraño diario que le fue dado. Había algo en el cuaderno que la llamaba, no podía solo ignorarlo y guardarlo en el fondo de su baúl. Sentía un sentimiento de pertenencia ya, motivación por descubrir los secretos que le aguardaban y no creía parar hasta descubrirlos todos.