Sociedad Italina (Completa) ✓©

By AlysaKai

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Carina Carson es una chica del montón que movida por la codicia acepta un trato a cambio de dinero. Debe serv... More

Frase
Sinopsis
Moodboards
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2-Carson
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52-West
Epílogo West
Epílogo Carson
Mockup

47 [parte 2]-West

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By AlysaKai

En la enorme sala de la mansión, Beck Becker y yo, Amelia West, bailamos a través del sentimiento que implica el tango: tristezas en cosas del amor. Insatisfacción, y el inevitable deseo sexual que nos ronda pero sin tocarnos.

Es por ello que sus labios raspan la curva de mi mentón pero no llega mi boca. Ni luego, cuando entiendo más del baile, mis pies que zigzaguean en derredor de su cuerpo se arriman a sostener sus caderas. Rozan al subir y al bajar, sin más que el aferro de mis manos. Mi cuerpo se deja llevar por él y los gestos de sus manos, sin embargo, mantienen el control propio con que se enarbola. Da giros abruptos que me hacen tocar el suelo y acercarme dolorosamente a él. Me sitúa en diagonal haciendo que fluctúe entre movimientos compañeros de del vaivén que marca la pista y que afianzan nuestras miradas, sin que una escape de la otra. Para enlazarnos en vueltas como pinceladas que arriban a una cargada al final.

Luego me devuelve al suelo yendo un poco sofocada.

Pienso en algo que sin tapujos boto por la boca.

— ¿Este baile es para la Demo Dance...o para nosotros?

— Para mí.

Arqueo una ceja; arrugo el ceño.

— ¿Sí?

— Sí: como no serás mía en otros efectos, lo serás en la Demo Dance.

— Vale –carraspeo–, sigamos.

Toda la tarde paso en compañía de Beck que incluso cocina para mí. Yo me reprimo de darle muchos halagos porque me preocupa cómo podría tomárselos él. Aunque lo cierto es que no lo hace mal; lo hace de puta madre. Por lo cual, me cuesta mucho en ocasiones no quedármele viendo mientras descansamos para volver a los ensayos.

Veo a Beck afirmándome en que es tan maravilloso, como tan palpitante en mí la incapacidad de olvidar a André mientras estoy con él.

— ¿Cómo está la situación con el Duque? –husmea.

— No muy bien...

Gira su cuello ante lo dicho.

— ¿Por qué?

— No lo sé....no logro entenderlo, o lo que entiendo no me gusta. El caso es que cuando tengo las cosas claras, todo conspira en contra de ellas y empiezo a replanteármelas. A veces ni sé que creer, o que entender...

— ¿Qué entiendes?

— Que André está castigándome por todas las veces en que lo usé. Pero a la verdad yo lo hice sin esa intención, y ahora él no quiere dejar a su novia por no hacerle daño: porque él no la ama, pero le tiene cariño por su amistad. Ella...tampoco se alejará de él. Y yo sigo en el medio sin saber qué hacer.

— De un modo tajante yo te diría que lo mandaras al carajo...pero estás enamorada. No sé qué decirte más allá de que me arrepiento de haber estado en la misma Universidad y no haber puesto mis ojos en ti mucho antes. Que eres bella, inteligente, y de buenos sentimientos.

— Gracias –digo para voltear a verlo.

Entonces, lo noto muy cerca.

— No Beck, por favor...ya me equivoqué una vez.

Recuerdo lo de anoche con Xavi.

— No me digas. Que mal que no te equivocase conmigo. Escucha...

— ¿Qué...?

Ninguno se aleja, de modo que la conversación ocurre entre centímetros de separación.

— Deja que te dibuje desnuda –pide.

— ¡Qué! –chillo por lo bajo.

Beck ríe.

— Tienes un cuerpo de musa y lo dejaremos todo en arte. Soy muy profesional. Además, lo publicaré en DUDO al regreso. Cuando tu Duque vea eso, se le va a revolver el estómago de tanto celo...y si todo marcha bien, entenderá lo que se está perdiendo. En pocas palabras: que yo te dibuje desnuda será ganancia para los dos.

— No lo sé Beck esto me da un poco de cohibición.

— Es arte Amelia, si quieres no lo posteo y créeme que te entenderé porque yo no muestro mis dibujos...

— ¿Qué dibujas? –le interrumpo– Porque a veces son cosas...raras o no tan bellas.

— ¿Espiaste mis dibujos cuando pusiste tus cámaras?

— Algo...–acepto apenada.

— Mis recuerdos. Dibujo mis recuerdos, por eso muchos no son bellos. Te decía –retoma al notar que no hablo–, yo creí que como en DUDO te han exhibido tanto, no tendrías problema con ello. Además te aseguro que cuando lo veas completado, si es que te decides a posar para mí, vas a querer subirlo.

Poco después como no respondo y en parte quiero acceder a la propuesta de Beck, ambos nos dirigimos hasta su dormitorio. Veo sus regueros de pinceles, grafitos, distintos objetos que aluden a piezas que nadie usará, caballetes, colores por todos lados, como si en lugar de ser un dormitorio fuese un cuarto de dibujo. Beck señala una de las paredes, ahí donde hay un amplio espacio para que me coloque. Con fondo blanco y cajón rectangular para usar de asiento.

— En ciertas representaciones las Musas aparecen con plumas sobre sus cabezas –me cuenta mientras él reúne algunas en su manos–, aludiendo a la competición con las sirenas. Y como serás mi musa, llevarás plumas, en analogía a la corona que deberías llevar si fueras mi reina.

Aflojo una sonrisita sin poder contenerme.

Beck aguarda a que retire el calzado, las joyas y mi vestuario. Le miro sin decirle que se volteé para sacarme la braga y el sujetador, no obstante, en la mirada él comprende mi petición.

— Deberías hacerlo así –expone–, para ir entrando en confianza. O si no, luego en la pose te removerás y no puedes hacerlo: tienes que estar fija en el sitio...sin vergüenza, ni timidez.

Me muerdo los labios. Con todo, quiero creerle en eso de que es profesional. De modo que me retiro el sujetador y mis pechos se revelan ante Beck firmes y erizados a causa del rubor. Enseguida, por no demorarme más, aparto la braga para dejarlo ver en toda su extensión mi monte de venus.

Beck suspira satisfecho con lo que ve; yo por el recato bajo el rostro.

Entonces, se acerca para llevar sus manos a mi cabeza y colocarme las plumas. En tanto, siento punzadas en mi pecho de nervios incitados. Él me coloca en sitio. Para discutir sobre qué postura tener y acabo aceptando hacer un desnudo frontal.

Beck toma un caballete, un lienzo en blanco e indica:

— Bien, ahora saca pecho para mantener los senos firmes, no te encorves.

— Vale.

— Y separa más las piernas, más...ahí. Mantente ahí.

Eso hago, e intento no romper sus precisiones. Mientras él va con su vista de mi cuerpo al lienzo. Pasa el tiempo y me acostumbro a esto; tanto que los rasgos de mi cara van siendo más seguros. El traza las curvas de mi cuerpo en su lienzo hasta que llaman a la puerta. Ahí me lanza una sábana con la que me cubro y al abrir, su padre se lleva una sorpresa.

A mí el rubor me vuelve a indurar.

— Papá...

— Eh...Beck, hijo –toca su hombro sin voltear– me voy unos días de viaje. Ten.

Da un móvil.

— Es nuevo y seguro. Cualquier cosa me llamas.

Entones, me ve y sonríe.

— ¿Quién es ella?

— Amelia West.

— Oh ¿hija de Hugo West?

— Sí –alego.

— Qué maravilla. No te preocupes Amalia, mi hijo es un artista –dice palmeando la espalda de Back– y yo respeto lo que hacen. Me voy; un beso.

Veo la despedida sintiéndome un mal tercio pero no es así. Beck deja el móvil sobre un tocador y regresa a su sitio. Por ende yo le devuelvo la sábana y poso para él nuevamente.

— ¡¿Cómo no vas a dejar que lo vea?! –rebato cuando me dice tal cosa.

— Cuando lo postee.

— ¡No! –chillo como caprichosa–. No. Déjame ver un trocito. Aunque sea uno porfis –ruego con mis manos en rezo.

Nop.

— ¿Y si te doy un beso, negociamos?

— No me beso con mis modelos.

— Oh vaya...bien.

— Pero por mi musa toda excepción vale

— No deja, si solo fue una broma.

Para mí; no para él que mima mis labios. Con un beso en exceso suave y excitante.

Cuando se aparta me observa, para de repente jalarme y colocarme contra él. De manera que noto su erección a la par que las yemas de sus dedos tocan mi monte de venus. En tanto las pulsaciones me alteran cada nervio y se adueñan de cada exhalar. Su otra mano me sostiene por la cintura. Sus dedos rozan con una superficialidad que él no quiere pero por mí se detiene.

— Di algo...–pide en mí oído.

— Estamos yendo muy lejos.

— ¿Y te gusta ir lejos?

— Me asusta.

— ¿Y eso que significa según tú?

— No tengo ni idea. Pero esto es solo deseo

— Para ti

— No. Para ti también Beck. Debería irme

— ¿Sin ver tú dibujo? –susurra.

— No te daré más que esto para que me dejes verlo.

— Creo que eso lo tenía claro.

— Qué bueno.

— ¿Pero y si...?

— Nada...–corto– nada...quedémonos en inconcluso.

Beck se aleja dejándome sola en la habitación. Me visto y por ser leal a todo lo que compartimos hoy, no levanto el manto que cubre el caballete. Cuando me voy Beck no parece estar en toda la casa pero me llama antes de entrar al auto.

— Toma esto.

— ¿Un regalo?

Eso parece. Pues se trata de una cajita como del tamaño de una palma grande. Forrada de dorado y azul oscuro.

— Algo así pero necesito dos cosas de él: que no lo abras hasta que yo te lo ordene y que lo mantengas contigo...es algo muy importante.

— Bien. Eso haré.

En todo el camino veo la cajita de reojo.

En el regreso a Italo la llevo conmigo como Ron Weasley a Scabbers. Y llegada a mi dormitorio la dejo cerca de la jaula de AlWest.

Hora y media más tarde, cuando ya todos hemos vuelto a la rutina de la Uni, Beck Becker realiza un posteo. La foto de su dibujo a mi cuerpo desnudo: ahí donde me veo fuerte, empoderada, y hasta cierto punto destilo como las musas, esa esencia de ser divino e inalcanzable.

Yo ni me imaginaba que podía ser todo eso hasta que Beck me dibujó.

Su post va acompañado además de unas palabras:

«Hasta los pedestales tenemos amores imposibles: Amelia West. Gracias por ser mi Musa»

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