EXTINCTION【Libro I】|Disponibl...

By hanabiXO

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《𝐀𝐁𝐑𝐀𝐊𝐀𝐃𝐀𝐁𝐑𝐀 #𝟏》 ❝𝕯𝖎𝖔𝖘 𝖍𝖆 𝖒𝖚𝖊𝖗𝖙𝖔❞... Y su raza está maldita. ¿El amor será suficiente... More

✧ Disponible en FÍSICΩ & E-BOOK ✧
✧ Guía ✧
✧ Mapa ✧
✧ Booktrailer ✧
☽ Prólogo ☾
☽ Capítulo 1 ☾
☽ Capítulo 2 ☾
☽ Capítulo 3 ☾
☽ Capítulo 4 ☾
☽ Capítulo 5 ☾
☽ Capítulo 6 ☾
☽ Capítulo 7 ☾
✧ La luna escarlata ✧
☽ Capítulo 8 ☾
☽ Capítulo 9 ☾
☽ Capítulo 10 ☾
☽ Capítulo 11 ☾
☽ Capítulo 12 ☾
✧ Luna y Avellana ✧
☽ Capítulo 13 ☾
✧ Cromo ✧
☽ Capítulo 14 ☾
☽ Capítulo 15 ☾
☽ Capítulo 16 ☾
☽ Capítulo 17 ☾
☽ Capítulo 18 ☾
☽ Capítulo 19 ☾
☽ Capítulo 20 ☾
☽ Capítulo 21 ☾
☽ Capítulo 22 ☾
☽ Capítulo 23 ☾
☽ Capítulo 24 ☾
☽ Capítulo 25 ☾
☽ Capítulo 26 ☾
✧ Nota de autora ✧
☽ Capítulo 28 ☾
☽ Capítulo 29 ☾
☽ Capítulo 30 ☾
☽ Capítulo 31 ☾
☽ Capítulo 32 ☾
☽ Capítulo 33 ☾
☽ Capítulo 34 ☾
☽ Capítulo 35 ☾
☽ Capítulo 36 ☾
☽ Capítulo 37 ☾
☽ Capítulo 38 ☾
☽ Capítulo 39 ☾
☽ Capítulo 40 ☾
☽ Epílogo ☾
☽ Extra 1 ☾
✧ Agradecimientos ✧
A V I S Ω
☽ A B R A K A D A B R A #2 ☾

☽ Capítulo 27 ☾

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By hanabiXO

Mis pulmones arden mientras salto los escalones de tres en tres, aferrándome de las barandillas para equilibrarme y propulsarme. Dreaghan rutila dejando una estela tras mis zancadas, semejante a una aurora boreal roja. Mis amigos se embelesan con ella cuando irrumpo en la pijamada, acezando por la adrenalina que la sorpresa, el miedo y la esperanza me producen al combinarse.

Mikaela y Corey entran en alerta al instante, soltando la camiseta que aparentemente intentaban quitarle a Kuro. Seras ya se ha puesto de pie.

—¡Busquen a Moon! ¡Rápido! —les grito, dirigiéndome luego a mis amigos—. ¡Ustedes no salgan de aquí!

No me quedo a oír sus cuestionamientos. Vuelo hasta que el cielo se abre sobre mi cabeza, seguido por el barullo de los grillos que cantan su sonata. Mi corazón redobla y se une a la canción, aunque el ritmo yerra y disuena por mis nervios. He perdido de vista a Seth. Entre mis jadeos y palpitaciones se me hace laborioso oír sutilezas como movimientos o respiraciones. Sumado a que este Seth no posee ningún tipo de aroma ni prana, la mayoría de mis sentidos se vuelven inútiles. Decido repasar el camino por el cual lo vi desaparecer, pero luego de ir y venir como espíritu errante y de desesperarme en cada bifurcación, termino ignorando los límites del sendero y salto hacia el césped, blandiendo a Dreaghan como un escudo. Si Seth está escondido detrás de algún arbusto y ataca, se encontrará de frente con la hoja afilada de la espada. Siento una punzada en el pecho al pensar que puedo lastimarlo. Los brazos que tanto me abrazaron y los labios que me quemaban y acariciaban por igual siguen siendo los mismos a pesar de que no hay ninguna vida, ningún alma que les haga renacer y amarme de nuevo.

Mis dudas afloran en plena búsqueda. Después de todo, no sería la primera vez que mi mente me la juega mostrándome un Seth que no existe... y me he bebido casi dos litros de cerveza. No me sorprende que mi Segunda Vista se resista a funcionar.

Cuando estoy a punto de convencerme de que he alucinado todo, atisbo una forma dorada a una veintena de metros hacia la derecha y se me enciende la bombilla. Salgo pitando hacia Libra. Al llegar frente a ella, la poca tranquilidad que la duda me infundía se derrumba. El platillo de la derecha, el que representa a la magia negra, está tocando la base. La acentuada inclinación me pone los pelos de punta.

No he imaginado una mierda. Seth está aquí y quién sabe qué se trae consigo como esbirro del nigromante.

La brújula de la escultura apunta decididamente al noreste, dirección a la cual mis piernas me arrastran antes de que cualquier haz de cautela traspase la adrenalina y me advierta del peligro.

Este lugar es inmenso y se halla repleto de edificaciones entre espacios verdes y de entretenimiento; cruzo piscinas, canchas de tenis y diversos tenderetes y bares iluminados, llamando la atención de algunos lycans que andan deambulando. No me detengo a escudriñar los recovecos, pues dudo que un muerto viviente se siente en una barra para pedir un cóctel. Como lo presentía, la energía oscura se densifica a medida que me alejo de los sitios concurridos. Aunque no pueda verla sí la siento arañarme, llegando a ser picosa y asfixiante cuando los límites del complejo —establecidos por altos paredones circundantes— se alzan frente a mí. Las farolas empotradas a lo largo del muro son la única fuente de iluminación además de la luna y una pequeña y solitaria capilla. Una cálida luz trémula se refleja en las ventanas. Paso saliva. El mal agüero ahora es sólido, casi puedo verlo y tocarlo.

Debería esperar a Moon, o a alguno de los demás. Voy armado, pero sin la habilidad para manejar la espada no sé qué tanto podré hacer. La goma de mis botas suena como una explosión atómica en todos y cada uno de mis pasos a pesar de lo mucho que me esmero por ser sigiloso, y el sudor se me escurre por las sienes una vez me encuentro ante la altísima puerta del templo. Entonces, huelo sangre. Su hedor ferroso se incrusta entre mis ojos y me perfora los sesos. Retrocedo amedrentado, ocultando mi nariz tras la manga de mi gabardina. Mierda, mierda, no quiero entrar, no quiero saber lo que hay del otro lado...

Hazel... ven... quiero hablar contigo...

Un escalofrío me deja aterido. Esa... es la voz de Seth. Tan clara y viva que mi alma se retuerce de anhelo, pero llora al mismo tiempo. Ese sujeto que está invitándome a entrar, probablemente a una trampa mortal, no es mi alfa. La voz vuelve a canturrear desde el interior, más suave, dulce y embaucadora.

Mi amor... ¿no quieres estar cerca de mí? Me lastimas...

—¿Qué quieres? Cabrón, dime qué demonios quieres de nosotros —espeto, tan desmoralizado que mi brazo pierde fuerzas y la punta de Dreaghan rebota contra el suelo con un chirrido.

—Entra y te daré una pista.

Agito la cabeza de un lado al otro, levantando a Dreaghan abruptamente cuando la puerta se destraba y abre perezosamente hasta que el santuario se revela ante mis ojos. Mi cuerpo tiembla tanto que no logro mantener firme la espada.

Primero veo la efigie de Cerbero. Una línea dibujada con sangre gotea fresca en la zona del vientre, dando la impresión de encontrarse cercenado. Las velas a su alrededor lo alumbran desde todos los ángulos, creando sombras tenebrosas sobre su rostro... y sobre el cuerpo tirado a sus pies.

Suelto una exclamación muda.

La mujer gimotea algo, pero el mínimo esfuerzo de hablar hace saltar un chorro de sangre del profundo corte en su garganta. Olvido por completo mi propia seguridad y corro junto a ella. Si aún está viva, no todo está perdido. El puñetazo psicológico me lo llevo cuando presiono mis manos contra la herida para transmitirle mi energía vital, pero ningún prana me responde desde su cuerpo. Murió en ese minúsculo instante en el que me arrodillé a su lado para curar la incisión. La cara contraída de la mujer pierde tono y color, adquiriendo en su lugar la paz mortuoria. Siento mi propio corazón marchitarse junto al de ella. La reconozco... es la alfa que le estuvo coqueteando a Kuro en la playa.

Incapaz de continuar observándola, alzo el mentón hacia Cerbero. No sería tan irrisorio creer que él también está muerto. A fin de cuentas, nunca me había sentido tan lejos de Dios.

Un crujido a mis espaldas me sobresalta; esgrimo a Dreaghan y me giro para atacar y defenderme, pero encuentro el rostro de Seth a centímetros del mío y el cuerpo se me paraliza con un espanto helado.

—El pájaro rompe el cascarón —recita. Me olvido de cómo respirar y no estoy seguro de querer volver a hacerlo—. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo¹.

Grito, blandiendo la espada hacia adelante. Seth me detiene con una facilidad casi graciosa, cerrando su puño alrededor de mi muñeca hasta que cruje horrorosamente. Suelto otro alarido, esta vez por el dolor en la articulación hecha polvo, lo que parece agradar en demasía a Seth. Me sonríe jocosamente, enseñándome los hermosos colmillos blancos que tanto adoré.

—El pájaro vuela hacia Dios —dice y del mismo agarre me avienta con una violencia impresionante hacia el ventanal.

Tanto los cristales como la madera entre ellos estallan por el impacto, decantando una lluvia de escombros peligrosos sobre mí una vez aterrizo de espaldas en el pavimento del exterior. La espada vuela poco más allá, pero queda fuera de mi alcance y solo puedo retorcerme cuando Seth me agarra de la camiseta y levanta hasta que mis pies se separan del suelo.

—Algo tienes con arrojar gente por la ventana —siseo.

Le doy un rodillazo en la boca del estómago, pero lo único que logro es joderme otra articulación. Mierda, los golpes a puntos débiles no funcionan con quien no siente dolor, y tampoco posee chakras a los que pueda atacar con mi energía. Todo empeora cuando percibo la frialdad de sus labios contra los míos. Volteo el rostro bruscamente, la hiel ya sube por mi tráquea.

—¡Basta!

Seth ladea el rostro.

—No me digas que ya me cambiaste.

—Dime qué quieres, haré lo que sea, pero por favor, déjalo en paz —le imploro a esos ojos pálidos, que nada tienen que ver con el hombre que fue mi pareja. Hay algo extremadamente malvado y despiadado hacia el fondo de la pupila.

Estoy cara a cara con el nigromante.

—Solo quiero ver el mundo arder —contesta con una frescura contradictoria a la voz áspera—. Hoy será el principio del fin para ustedes y el fin del principio para mí. Observa cómo sucede, mi amor.

En cuanto acaba de escupir esas venenosas palabras, una flecha le atraviesa el cráneo. Mis ojos se abren de par en par, los suyos se desorbitan por los nervios rasgados. Pronto vuelven a centrarse de una morbosa manera.

—Como chingan —bufa antes de que Ouran se le arroje encima.

Abraza sus piernas en un tackle y los tres rodamos por el suelo hasta que logro zafarme de la mano del nigromante, solo para volver a ser presa de otro amarre igualmente bruto al instante siguiente. Moon me levanta de la capucha, dándome un empellón hacia atrás para interponerse entre mi cuerpo y la pelea que se está librando entre Seth y su hermano. Dreaghan vuela a su mano obedientemente al tiempo que me fulmina con una colérica expresión.

—¡Vete de aquí!

La ira se me contagia inmediatamente.

—¡¿Qué cojones estás diciendo?! ¡Ni de coña!

El suelo se sacude con violencia haciéndonos trastabillar tanto a nosotros como al resto de nuestros compañeros, quienes se aproximan a toda velocidad. Seth toma ventaja de la sorpresa ajena para quitarse de encima a Ouran con una patada. Salta hacia atrás dispuesto a huir, pero en un abrir y cerrar de ojos Moon se mueve y lo atrapa por detrás, sujetándolo del cuello con el ángulo de su brazo. Consigue derribarlo al golpearle las rodillas, ganando tiempo para que Taro, Seras y Luci dibujen con su sangre un glifo en el suelo. Sus respectivas Cadenas los custodian, irradiando una impresionante cantidad de energía que les transmiten de manera segura y proporcionada. Los contemplo con admiración, pero no puedo detenerme en apreciar y envidiar su perfecta unión porque Seth comienza a forcejear, riendo como un condenado.

No quiero ser espectador de tanta crueldad. El hecho de que un maldito hijo de puta esté ultrajando con tanto desaire a mi difunto novio me revuelve el estómago.

—Hijo de perra —espeta Moon, aplastándole la cabeza perforada contra los adoquines—. Cierra la jodida boca. Ya tendrás tiempo para reírte en el Infierno.

Cadenas gruesas emergen de cada glifo una vez los Arcanos culminan la invocación. Son idénticas a aquellas que Moon utilizó la primera vez que peleó contra el nigromante en el castillo.

Seth continúa carcajeándose incluso cuando es firmemente inmovilizado por la magia de caza. Las cadenas brillantes se rizan sobre sus brazos, piernas y torso, imposibilitando el escape por cualquier tipo de vía, sea mágica o física. Moon regresa junto a mí, y junto a Ouran, que se ha encargado de cuidarme las espaldas hasta el momento.

Crowser chasquea la lengua, cualquier momento le es indicado a su pendenciera boca.

—Realmente te metiste en la boca del lobo, amigo.

El nigromante ni se inmuta, ríe y ríe, pero ahora de una forma más solapada, como si se estuviera conteniendo. Mi intranquilidad aumenta del cien al número pi. El ceño fruncido de Moon me indica que transita por el mismo camino de desconcierto y alerta que yo.

—¡Hazel!

Oh, no.

—¡¿Qué hacen aquí?! —chillo indignado.

Mis amigos me abordan con protestas hiladas entre el susto. Lya es la más cabreada —por supuesto—, aunque la impresión la embarga cuando ve a Seth. Nathan se lleva las manos a la boca y llora a cántaros, arrimándose a Kuro para que le frote la espalda y lo reconforte.

—Amigo, eso ha sido jodidamente temerario de tu parte —me regaña Kuro, por primera vez en su vida.

Mikaela y Corey son los últimos en llegar. Están muy agitados, e intuyo que es porque han estado corriendo tras mis amigos para mantenerlos quietos y a salvo dentro de la casa. Buen intento.

Lentamente voy dejando salir el aire retenido en mis pulmones. Estamos todos. Es imposible que Seth huya en estas circunstancias. Después de todo, es uno contra...

Una sirena estalla con un sonido estridente y tétrico, alzándose por sobre nuestras voces y dejándonos al mismo tiempo mudos por el pasmo. Es similar a una alarma de desastre natural, tan siniestra que no me queda un solo pelo acostado.

Miro a Moon, a mis amigos, a los Arcanos y a las Cadenas. Todas sus caras están sumidas en la misma confusión, incluso la de Taro e Izuru.

—Las barreras... —musita Taro. No lo hubiese entendido de no haber leído sus labios.

Mi corazón da un vuelco atroz. No, no, no.

—¡¿Qué coño está pasando, Kantaro?! —vocifera Moon. Taro se recupera a medias para informar lo que más temo.

—¡Es la sirena de emergencia! ¡Alguien destruyó las barreras!

La mandíbula de Moon se endurece, varias venas robustas se marcan en su cuello y frente. Jura para sí, yendo a las zancadas hacia Seth. No obstante, se detiene en la cuarta, en el mismo instante en que cientos de aspersores brotan del suelo, empapándonos con una sustancia de fuerte olor cítrico.

Lyanna da un repullo a mi lado, arrugando el morro al olisquearse el brazo. Mi nariz también pica por el aroma, pero no hay nada que hacer para evitarlo. Hasta mis calzones deben de haberse mojado ya.

—¡Kantaro, cabrón! —suelta Crowser. Se cubre el rostro de un aspersor que le salpica con furia, finiquitando al otro alfa con sus ojos dispares—. ¡No me digas que es la jodida hora de riego de tu jodido jardín!

—No, maldita sea, se ha activado el sistema de seguridad. Está programado para encenderse automáticamente si las barreras caen. Esos aspersores se encuentran ocultos por toda el área, incluso en los interiores y en las piscinas —explica—. El líquido que surten es extracto de verbena, y es tóxico para los vampiros. Si intentan entrar... —Su cara se convulsiona ligeramente antes de quedar pálida como las estrellas del cielo—. Mierda... ¡apaguen los aspersores! ¡Desactiven el sistema, rápido! —ordena a toda voz. Recién ahora advierto a los guardias que llegaron, pues se han mantenido a cierta distancia de nosotros.

Izuru ahoga una exclamación. En el mismo preciso instante, los rostros de los Arcanos y sus Cadenas adquirieron una expresión catastrófica.

Confundido y alarmado, recurro a mi Arcano para que me explique, pero él no para de toser y de buscar oxígeno a bocanadas. Sus piernas se doblan y cae de rodillas a la par que los aspersores se detienen.

Un terror inconmensurable me ciega por un momento en el que veo todo negro, como si me hubiese tragado el abismo. Siento que mi alma se abre, siento que se rompe, que alguien le arranca pedazos hasta dejarla irreconocible y que arde como un músculo en pleno desgarro, con todas sus finas fibras deshilachándose una detrás de otra.

—¡Moon! —Solo me toma un segundo alcanzarlo, pero ni cinco vidas bastarían para olvidar su rostro sufriente y sangrante. Sangra por sus ojos, por su nariz, por la comisura de la boca y por los oídos; le toco la espalda y se estremece, grita de dolor y él que se estremece ahora soy yo—. ¡Moon! ¡¿Qué tienes?! ¡Alfa, dime...!

La risa pobremente reprimida de Seth, que continúa encadenado en el suelo, finalmente estalla. Es tan estridente como la sirena.

Alguien me jala hacia atrás justo en el momento en que Moon lanza un zarpazo hacia mi cara. Sus afiladas garras arañan el aire, pero vuelan tan cerca de mí que el flequillo se me alborota.

—¡Atrás! —ruge Ouran. Me empuja otra vez y ocupa mi lugar al lado de Moon—. ¡Raegar!

Izuru me toma del brazo para alejarme. Ni siquiera me percaté del momento en que llegó hasta aquí.

—¡Suéltame! ¡Moon...! ¡Tengo que ayudarlo!

—¡Hazel no!

Consigo soltarme al darle un fuerte empujón. Ouran ha amarrado a Moon con ambos brazos, pero por la manera en la que le tiemblan presiento que ha alcanzado el límite de su fuerza.

—¡Ha-Hay que someterlo! ¡Está perdiendo el control! —Esa es la voz de Mikaela. Tiene intenciones de ayudar, pero el miedo las supera. Lo mismo con Corey, que se encuentra encogido junto a Nathan.

—¡¿Control de qué?! —clamo, exigiendo una respuesta—. ¡No entiendo! ¡Moon!

Otro de sus alaridos hace vibrar el cielo. Le hago eco con mi llanto desolado.

Esto es una pesadilla. Duele, me duele por dentro, me duele por fuera, me duele en sitios que estoy seguro no pertenecen a mi cuerpo.

Moon se libera de Ouran cuando sus brazos ceden y lo lanza lejos; Crowser acomete luego, pero le acompaña la misma suerte y es mandado a volar de un golpe monstruoso. Una de las tres cadenas que envolvían a Seth cambia de víctima, saliendo disparada hacia mi Arcano. Ni siquiera es capaz de tocarlo. Se le parten todos los eslabones en el mismo segmento de segundo y Luci lanza un grito quejumbroso.

Izuru me atrapa nuevamente; nuevamente me lo quito de encima hasta que alcanzo a Moon, pero me encuentro con alguien completamente distinto. A algo. La parte de sus ojos que debería ser blanca ahora es negra, sus colmillos sobresalen y el tatuaje de su frente brilla y sangra. Vacila al reconocerme, doblándose sobre sí mientras entierra sus garras en su cuero cabelludo. Otro grito de insoportable dolor y una extremidad membranosa emerge de su espalda, haciendo jirones la gabardina.

Un... ¿ala?

Abro y cierro mi boca, tal vez para jadear, gritar o llorar. Cualquier cosa puede ser, solo que ya no recuerdo cómo se hacían. Tampoco identifico mis emociones entre tanto fuego interno, estoy desarticulado, desollado. Estoy perdiendo algo, y sé que sin ese algo moriré.

Una segunda protuberancia crece en su espalda, pero su eclosión se interrumpe cuando el tridente de Luci se encaja entre sus omóplatos, enterrándose hasta partir costillas y horadar a fondo.

—¡Basta! ¡Lo están lastimando! —Cojo el mango del tridente para desclavarlo, entrando en pánico al ver la sangre que sale de las hendiduras a borbotones.

La desesperación desgarra todos mis límites cuando Ouran me retiene entre sus brazos y me arrastra lejos de mi Arcano. Grito y pataleo, lo araño y muerdo, mi hombro se disloca mientras brego por escaparme.

—¡Yo puedo ayudarlo! ¡Por favor! ¡Sus chakras están mal! —Pude sentirlos cuando toqué su espalda. La profusa energía oscura los está empujando al colapso, pero nadie me escucha, y el odio comienza a consumirme. Doy un cabezazo hacia atrás, grito y rujo.

Odio a Ouran, los odio a todos. Harán que lo pierda otra vez.

—¡DÉJENLO! ¡POR FAVOR! ¡MOON!

—¡Hazel, para ya! —me ruega Lyanna, ganándose un rasguño en la cara.

—¡MOON!

Taro y Luci lo reducen, la última forzando el tridente para que se hunda en su carne por completo y el primero intentando hacer algo con sus chakras descontrolados.

—¡Raegar, resiste un poco más! —le pide Taro, ubicando dos de sus dedos sobre las últimas vértebras superiores, lo cual exalta de sobre manera a Moon.

Se erige implacable, arrancándose el tridente y varios trozos de piel y músculo con él. Luci lucha por retomar el poder sobre su arma, afianzando el mango con ambas manos. Moon le muestra varios dientes mortíferos, coge también el asidero y lo levanta hacia el cielo, despegando a Luci del piso y dejándola suspendida en el aire. A la alfa se le contorsiona el semblante por la cólera.

—¡Cabrón! —ladra, su bufido distorsionándose al estrellarse ella contra otro ventanal de la capilla luego de que Moon la aventara como una catapulta.

Taro retrocede, gira la cabeza hacia Seth y aprieta los puños.

—¡Tendremos que usar las cadenas!

Seras es la primera en acatarlo sin cuestionamientos. Mueve su brazo y su cadena, de un color dorado resplandeciente como el sol y sus ojos, se precipita hacia Moon. Sus ojos rojos se reducen a rendijas amenazadoras. Se prepara para despedazar la magia de Seras, pero Crowser lo sorprende lanzándose sobre sus piernas. Seras toma ventaja de su pérdida de equilibrio y lo enlaza con la cadena mágica por el cuello, como si fuese un perro.

—¡No! ¡Yo lo ayudaré, por favor! ¡Yo puedo! —impetro, completamente descarriado.

Cuando la segunda ala se expande, oscura y enorme, el dolor y la desesperación me empujan a cometer la locura más vil e impensable. Lleno mis pulmones de aire y dejo salir mi voz destrozada.

—¡SETH! ¡SETH, AYÚDAME! ¡SETH!

El nigromante se deleita en la más prístina diversión al oír mi propia crueldad.

Moon me lo había dicho ya. Lamentablemente, hay vidas más importantes que otras.

Lo que jamás pensé es que fuera Raegar Wealdath, ese mismo alfa que me secuestró e hizo espectador y cómplice de tanto evento bárbaro y desalmado, quien ocupara la cima de mis prioridades y de mi corazón.

Ouran me suelta para agarrar su propia cabeza, atacado por el terrible dolor de la anexión.

Corro hacia Moon y lo abrazo, absorbiendo la energía insidiosa, transmitiéndole mi propio prana límpido.

"Abrakadabra".

Oigo de fondo los penosos aullidos de Ouran, o de Seth, o quizás de ambos. Hay otros ruidos formando una trágica cacofonía, pero al menos la voz de mi Arcano ya no es partícipe de ella. La paz regresa poco a poco a su alma, y también a la mía, a pesar de que su brazo me ha atravesado el pecho y ya no puedo respirar.

Mis órganos comienzan a fallar.

No importa. Daría mi vida por este alfa una y mil veces más, así tenga que renacer y morir de nuevo.

Sin él, no hay vida que valga.

Antes de perder la consciencia, distingo la voz grave y obstinada de Crowser quejándose entre el caos.

—¡Les dije! ¡Les dije que debíamos matar al Rey!




(1)Seth está citando una famosa frase de "Demian" de Hermann Hesse: «El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer , tiene que destruir un mundo. El pájaro vuela hacia Dios...»

Nos leemos en la siguiente nota de autora ♥

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